domingo, 11 de agosto de 2019

¿El presidente Trump promueve el odio social?



Definitivamente no y tengo mis razones, pienso más bien que sus enemigos políticos están utilizando casos aislados  de violencia para tratar de perjudicar su imagen, manipulan su discurso para destacar algunas expresiones fuera de contexto, se aprovechan de sus preferencias culturales para destacarlas como un elemento negativo en su forma de gobernar, lo discriminan por pertenecer a un grupo étnico determinado y lo señalan como el precursor de conductas indeseadas del colectivo.
Sus enemigos y contendientes políticos le tienen montada una campaña que lo señala como promotor de odio racial, perteneciente y simpatizante de grupos extremistas de la supremacía blanca, esto, debido a su preocupación por darle coherencia y sentido a las leyes de emigración de su país, por tratar de corregir una serie de desviaciones que anteriormente permitían el ingreso de extranjeros de forma ilegal y, al tiempo, con derechos suficientes para reclamar su residencia legal.
Pero, a pesar de esta campaña de descrédito, el presidente Trump no ha perdido arraigo y popularidad ante su pueblo, pues la gente sabe diferenciar la trampa-jaula en la que, afortunadamente, el presidente de USA no ha caído, por lo obvio de las intenciones de sus detractores, que lo presentan como responsable de crímenes y acciones en la que es muy difícil probar su participación objetiva y determinante, sobre todo a raíz de los asesinatos masivos, producto del odio racial contra hispanos; están tratando de relacionar estos eventos con algunos comentarios políticos hechos por el presidente contra sus opositores, en este caso, un pequeño grupo de mujeres representantes de minorías en la Cámara de Diputados, y para más señas, comunistas, que se han distinguido por sus ataques arteros contra el líder republicano.
Al presidente Donald Trump quieren hacerlo ver como responsable de acciones de personas individuales, que actúan por cuenta propia, probablemente individuos enfermos y desequilibrados, que aparecen armados en lugares públicos y realizan actos violentos contra el orden, la paz y la vida de los norteamericanos… y que no tienen ninguna conexión con el mandatario.
Voy a empezar mi alegato señalando lo obvio, el presidente es un hombre blanco caucásico, perteneciente a un gran grupo étnico de norteamericanos que, en la historia de su país, ha sido reconocido por haber liderado la fundación política de los Estados Unidos de América; se cuenta entre los miembros de ese conjunto racial que ha llevado la carga principal de la guerras de independencia y consolidación de las instituciones que hoy conforman ese país.
Este variado grupo de blancos, en su mayor parte, proveniente originalmente de Europa, han propugnado una forma de gobierno y un estado de derecho que se ha distinguido por su originalidad, pero, principalmente, por su éxito como forma de organización social, que ha permitido que los EEUU sean el país que es hoy, una nación cosmopolita y multicultural.
Si bien otras etnias han contribuido en su medida a estos logros, establecer una preeminencia de esas otras etnias, sería negar la realidad de que fue el hombre blanco quien, hasta el momento, ha sido el motor y creador de los cambios más importantes en el orden económico, social y político, que ha hecho de ese país una potencia mundial y ejemplo de democracia en el mundo. No fueron los pieles rojas, no fueron los negros, ni los latinos, ni los chinos… sino los blancos norteamericanos, se trata de un hecho reconocido y comprobado, de modo que es de suponer que los que pertenecen a ese grupo de blancos norteamericanos, deben sentir orgullo y satisfacción de ser parte de ese stock genético, y piensen que debe ser preservado y cuidado.
Ese grupo étnico ha generado una cultura que, en uno de sus extremos, piensa que todos los demás grupos étnicos, distintos al suyo, deben incluirse en sus planes de nación, gozando de todos sus derechos y en términos de igualdad ante la ley, conviviendo y relacionándose de manera armoniosa y cooperación; pero, en el otro extremo, también se ha desarrollado la idea de preservar esa cultura blanca exclusivamente para ellos, excluyendo a todos los demás, teniendo una preeminencia sobre los demás.
Es una posición discriminatoria y etnocentrista, ya que piensan que gozan de un grado de superioridad que como “raza” los hace únicos.
Aunque esto de la existencia de diversas razas humanas ha sido una noción que no está soportada por la ciencia y ha sido descalificada como un mito, en el libro, Racismo, la ideología del poder, una recopilación de estudios (2011) publicado en Perú, nos dice:

Marvin Harris y Stephen Jay Gould, son dos académicos que han contribuido decisivamente a la síntesis y desarrollo de sus respectivas especialidades. En el caso de Harris, la antropología, y Jay Gould realizando lo suyo en el campo de la paleontología y la biología evolucionista; ambos ponen de manifiesto que no existe ninguna evidencia fósil, ni contemporánea, que permita diferenciar y separar a los seres humanos en razas, afirmándose nuestra condición de especie, es decir, una unidad biológica, cuyas diferencias son meramente externas, como producto de la adaptación a las diferentes geografías y zonas climáticas del mundo.

Pero las viejas nociones del racismo científico, desarrollado en Europa en el siglo XVIII, han persistido a pesar de la evidencia; han tratado de presentar a la raza blanca como evolutivamente superior, y sus promotores han insistido en tratar de preservar la pureza de la raza evitando el mestizaje; pero por esa insistencia en no mezclarse con otras etnias y culturas, ese stock genético de los blancos se ha visto involucionando y hasta degenerando, como lo revelan los recientes adelantos en las investigaciones del genoma humano.
El color de la piel ha sido un asunto importante en la historia de los EEUU, no sólo para los blancos, sino para todas las etnias que participan en esta gran nación; de hecho, el problema ha provocado guerras, violencia a granel, conmoción social… y ha generado cantidad de situaciones, momentos de miseria y dolor, así como de grandes logros sociales y personales; efectivamente, uno de los aspectos fundamentales de la larga lucha por los derechos civiles en los EEUU, ha tenido que ver con el logro de igualdad ante la ley y las instituciones, sin importar de los distintos colores de piel y rasgos físicos de las personas.
Y, a pesar de estos avances, siempre persisten los gustos e inclinaciones a favorecer a unos rasgos fisiológicos sobre otros; al parecer, la antropología ha descubierto una tendencia universal de los diferentes grupos a darle ciertos privilegios a quienes pertenecen a su misma etnia, y el color de la piel es una característica notable, pero no es algo desviado, ni anormal y, mucho menos, ilícito; de manera que los blancos prefieren a los blancos, los negros a los negros, los latinos a los latinos… no hay culpa ni pecado en querer estar entre iguales, de la misma manera en que es parte del gusto de las personas sentirse cómodos entre una variedad de personas de diversos orígenes y culturas.
Al presidente Donald Trump le gusta estar entre gente blanca, de hecho, fue una de las bases de su campaña política, con la que llegó a gran parte del electorado de ideas conservadoras, pero esto no significa que tenga la intención de discriminar a personas de otras razas y culturas, a nadie se le puede ocurrir que un presidente de los EEUU pretenda gobernar sólo para los blancos y desconocer a otras etnias, o tratar de gobernar para dejar a un lado a otras personas por el color de su piel; si de algo el presidente Donald Trump puede enorgullecerse es de haber compartido y dado empleo a una infinidad de personas, que han trabajado en sus empresas sin distingos de razas, y de esta misma forma a conformado su equipo de gobierno.
El presidente Trump, como todos los presidentes de los EEUU, sabe que, desde el momento en que son investidos de la responsabilidad de conducir la nación, son jefe de estado para todos los que viven en su territorio; porque, cuando se llega a este alto cargo político, se es presidente de todos los norteamericanos, sin excepción… la tradición histórica lo confirma, aún aquellos mandatarios que asumieron la presidencia cuando existía la esclavitud, estaban claros que gobernaban también para los esclavos, y de hecho, fue por las iniciativas de un presidente, que se liberaron de esta injusta rémora.
Que algunos traten de vincularlo con grupos supremacistas, o con grupos de la Nación Aria o del Klu Klux Klan… eso es algo que no está en control ni del presidente ni del gobierno; esos grupos existen de igual manera que, para los latinos, por ejemplo, existen facciones ultranacionalistas que propugnan sus orígenes étnicos como rasgos de pureza y superioridad, ¿Cuántas veces no escuchamos a Chávez alabar a nuestros ancestros Caribe o a los grandes imperios Aztecas o Incas? Era su gusto, pero que tratara de gobernar sólo para las etnias aborígenes no era posible, de hecho, esas etnias originarias, tan alabadas por el discurso socialista latinoamericano, han sido sometidas a políticas de exterminio, en franca violación de los derechos humanos fundamentales de esas minorías.
Pero en el origen del racismo, que muchos psicólogos y sociólogos asocian al miedo y la inseguridad que sientes por el “otro” diferente, surge la xenofobia, el miedo a los extranjeros, vamos a tomar el concepto expresado por el investigador colombiano Juan Carlos Rodríguez Buitrago, en su obra Racismo, xenofobia y discriminación (2005), que nos explica de que se trata:

Por xenofobia se entiende el comportamiento hostil, casi enfermizo, que manifiesta repulsión, temor y odio hacia los extranjeros. Ha estado relacionado con propuestas políticas o campañas militaristas en el marco del estado nacional, justificado por la necesidad de conservar una identidad a partir de un mapa o una bandera o de hacer valer los derechos y el bienestar de los habitantes de ese espacio.

La sociedad norteamericana, por otro lado, tiene una tradición - un derecho ganado durante la guerra de independencia, en que los civiles armados se organizaron en milicias bajo el mando del general George Washington, para enfrentarse a los ejércitos ingleses que querían someterlos; y que posteriormente se convirtió en un derecho constitucional - de poseer armas de fuego para su autodefensa, en caso de que fuera necesario.
Esta costumbre tiene su lado negativo; como todo los derechos, se puede abusar de él, de manera que la falta de entrenamiento o el sobre entrenamiento de los ciudadanos, puede provocar ciertas situaciones delicadas de seguridad pública con respecto al manejo de las armas. Recordemos de igual manera, que el pueblo norteamericano es guerrero, ningún otro ha intervenido en más guerras y conflictos en el mundo, su posición de liderazgo mundial le obliga a estar a punto para enfrentamientos, en cualquier parte y bajo diversas condiciones; ésa es una de las razones por las que la industria armamentista es tan importante en ese país.
Si la sociedad norteamericana ha permitido excesos, en cuanto a la libertad de tenencia y porte de armas, son sus mismos ciudadanos y sus instituciones los que le pondrán correctivo a las mismas.
El que de pronto surjan matanzas y homicidios sin sentido, que involucren armas de fuego, es algo de esperar en una sociedad de ese tamaño y complejidad, lo sorprendente es que no se produzcan con mayor frecuencia; sin embargo, no nos debe de extrañar que algunos de estos episodios tenga un sustrato racial, clasista o sexual… todas esas pulsiones, que afloran sin control en personas alienadas o enfermas, pueden tener un detonante racial o xenofóbico, y lo más probable es que sus autores, para disminuir su culpa luego de los trágicos sucesos, aleguen algún tipo de influencia maligna.
Si hay en el ambiente, una campaña en los medios de comunicación social sobre algún tipo de inclinación del líder de la nación, que es una de sus figuras modélicas, que pudiera generar comportamientos nocivos, impulsados como reflejos de lo que un presidente diga o haga, para forzar una supuesta conexión causa-efecto entre el discurso político y el hecho criminal, no duden que va a ser utilizada para agredir a la figura de autoridad presidencial, pero la trama se ve demasiado explícita como para que el presidente Trump caiga y el pueblo se lo crea.
En mi opinión, el presidente Trump es un hombre transparente; habla claro, actúa de acuerdo a su pensamiento, tiene una personalidad fuerte y algunas de sus expresiones son contundentes, con unos valores y unos principios que pueden no gustarle a mucha gente… pero algo es muy obvio, es un hombre responsable, que tiene claros sus objetivos y funciones, y actuará en todo lo concerniente para hacer un buen gobierno para su nación, corrigiendo lo que haya que corregir.
También es mi opinión, y la he expresado en otros artículos, que EEUU está llamado a ser un país liderado por los descendientes de los latinoamericanos; los grupos de gente blanca serán muy pronto minoría en su propio país, esto tiene varias explicaciones pero la que resalta es que no se están reproduciendo.
Los latinos (el grupo humano con más propensión al mestizaje, y es tan variado que se encuentran todas las etnias representadas), en cambio, son el grupo con mayor expectativa de crecimiento demográfico, y son los legítimos herederos de la cultura occidental, con sólidas tradiciones familiares y católicas, bilingües y con un gran apego por la tierra que los vio nacer; han ganado terreno con mucho aplomo, están accediendo sin límites expresos  a las rutinas sociales de los norteamericanos, creando riqueza, contribuyendo con su trabajo a la grandeza de esa nación, y relacionándose con todos los demás grupos étnicos (me viene a la mente, como ejemplo, que miembros de la familia Bush se casaron con latinos y que Ronald Reagan le tenía un gran aprecio a sus colaboradores domésticos mejicanos en sus diferentes residencias, y era legendario su gusto por la comida mexicana, ambos presidentes, uno de California y los otros de Texas, estaban en contacto permanente con la cultura latina, al punto, que era parte de sus vidas).
Los Norteamericanos con ascendencia hispana se están preparando, en todas las áreas necesarias, profesionales, técnicas y de liderazgo, para tomar la conducción de los Estados Unidos de Norteamérica, su número es parte significante tanto en sus fuerzas armadas como en el mundo civil, participan cada vez más en política al punto de convertirse con sus votos en uno de los grupos electorales y de opinión con mayor crecimiento en ese país.
Ese conocimiento, de que los latinoamericanos estamos tomando poco a poco pero sin pausa el control de esa gran nación es cada día más evidente, y esto genera nerviosismo, sobre todo en aquellas minorías que no quieren perder su ascendencia actual. Pero eso lo sabe el presidente Trump, que está empeñado en hacer los ajustes pertinentes y facilitar que esa transición se haga en orden y de la mejor manera posible… y los descendientes de los latinos lo saben y no lo van a dejar solo.     -   saulgodoy@gmail.com




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