Definitivamente
no y tengo mis razones, pienso más bien que sus enemigos políticos están
utilizando casos aislados de violencia
para tratar de perjudicar su imagen, manipulan su discurso para destacar
algunas expresiones fuera de contexto, se aprovechan de sus preferencias
culturales para destacarlas como un elemento negativo en su forma de gobernar,
lo discriminan por pertenecer a un grupo étnico determinado y lo señalan como
el precursor de conductas indeseadas del colectivo.
Sus
enemigos y contendientes políticos le tienen montada una campaña que lo señala
como promotor de odio racial, perteneciente y simpatizante de grupos
extremistas de la supremacía blanca, esto, debido a su preocupación por darle
coherencia y sentido a las leyes de emigración de su país, por tratar de
corregir una serie de desviaciones que anteriormente permitían el ingreso de
extranjeros de forma ilegal y, al tiempo, con derechos suficientes para
reclamar su residencia legal.
Pero,
a pesar de esta campaña de descrédito, el presidente Trump no ha perdido
arraigo y popularidad ante su pueblo, pues la gente sabe diferenciar la
trampa-jaula en la que, afortunadamente, el presidente de USA no ha caído, por
lo obvio de las intenciones de sus detractores, que lo presentan como responsable
de crímenes y acciones en la que es muy difícil probar su participación
objetiva y determinante, sobre todo a raíz de los asesinatos masivos, producto
del odio racial contra hispanos; están tratando de relacionar estos eventos con
algunos comentarios políticos hechos por el presidente contra sus opositores,
en este caso, un pequeño grupo de mujeres representantes de minorías en la
Cámara de Diputados, y para más señas, comunistas, que se han distinguido por
sus ataques arteros contra el líder republicano.
Al
presidente Donald Trump quieren hacerlo ver como responsable de acciones de
personas individuales, que actúan por cuenta propia, probablemente individuos
enfermos y desequilibrados, que aparecen armados en lugares públicos y realizan
actos violentos contra el orden, la paz y la vida de los norteamericanos… y que
no tienen ninguna conexión con el mandatario.
Voy a
empezar mi alegato señalando lo obvio, el presidente es un hombre blanco
caucásico, perteneciente a un gran grupo étnico de norteamericanos que, en la
historia de su país, ha sido reconocido por haber liderado la fundación
política de los Estados Unidos de América; se cuenta entre los miembros de ese
conjunto racial que ha llevado la carga principal de la guerras de
independencia y consolidación de las instituciones que hoy conforman ese país.
Este
variado grupo de blancos, en su mayor parte, proveniente originalmente de
Europa, han propugnado una forma de gobierno y un estado de derecho que se ha
distinguido por su originalidad, pero, principalmente, por su éxito como forma
de organización social, que ha permitido que los EEUU sean el país que es hoy,
una nación cosmopolita y multicultural.
Si
bien otras etnias han contribuido en su medida a estos logros, establecer una
preeminencia de esas otras etnias, sería negar la realidad de que fue el hombre
blanco quien, hasta el momento, ha sido el motor y creador de los cambios más
importantes en el orden económico, social y político, que ha hecho de ese país
una potencia mundial y ejemplo de democracia en el mundo. No fueron los pieles
rojas, no fueron los negros, ni los latinos, ni los chinos… sino los blancos
norteamericanos, se trata de un hecho reconocido y comprobado, de modo que es de
suponer que los que pertenecen a ese grupo de blancos norteamericanos, deben
sentir orgullo y satisfacción de ser parte de ese stock genético, y piensen que
debe ser preservado y cuidado.
Ese
grupo étnico ha generado una cultura que, en uno de sus extremos, piensa que todos
los demás grupos étnicos, distintos al suyo, deben incluirse en sus planes de
nación, gozando de todos sus derechos y en términos de igualdad ante la ley, conviviendo
y relacionándose de manera armoniosa y cooperación; pero, en el otro extremo,
también se ha desarrollado la idea de preservar esa cultura blanca exclusivamente
para ellos, excluyendo a todos los demás, teniendo una preeminencia sobre los
demás.
Es
una posición discriminatoria y etnocentrista, ya que piensan que gozan de un
grado de superioridad que como “raza” los hace únicos.
Aunque
esto de la existencia de diversas razas humanas ha sido una noción que no está
soportada por la ciencia y ha sido descalificada como un mito, en el libro, Racismo, la ideología del poder, una
recopilación de estudios (2011) publicado en Perú, nos dice:
Marvin Harris y Stephen Jay Gould, son dos
académicos que han contribuido decisivamente a la síntesis y desarrollo de sus
respectivas especialidades. En el caso de Harris, la antropología, y Jay Gould
realizando lo suyo en el campo de la paleontología y la biología evolucionista;
ambos ponen de manifiesto que no existe ninguna evidencia fósil, ni
contemporánea, que permita diferenciar y separar a los seres humanos en razas,
afirmándose nuestra condición de especie, es decir, una unidad biológica, cuyas
diferencias son meramente externas, como producto de la adaptación a las
diferentes geografías y zonas climáticas del mundo.
Pero
las viejas nociones del racismo científico, desarrollado en Europa en el siglo
XVIII, han persistido a pesar de la evidencia; han tratado de presentar a la
raza blanca como evolutivamente superior, y sus promotores han insistido en
tratar de preservar la pureza de la raza evitando el mestizaje; pero por esa
insistencia en no mezclarse con otras etnias y culturas, ese stock genético de
los blancos se ha visto involucionando y hasta degenerando, como lo revelan los
recientes adelantos en las investigaciones del genoma humano.
El
color de la piel ha sido un asunto importante en la historia de los EEUU, no sólo
para los blancos, sino para todas las etnias que participan en esta gran nación;
de hecho, el problema ha provocado guerras, violencia a granel, conmoción
social… y ha generado cantidad de situaciones, momentos de miseria y dolor, así
como de grandes logros sociales y personales; efectivamente, uno de los
aspectos fundamentales de la larga lucha por los derechos civiles en los EEUU,
ha tenido que ver con el logro de igualdad ante la ley y las instituciones, sin
importar de los distintos colores de piel y rasgos físicos de las personas.
Y, a
pesar de estos avances, siempre persisten los gustos e inclinaciones a
favorecer a unos rasgos fisiológicos sobre otros; al parecer, la antropología
ha descubierto una tendencia universal de los diferentes grupos a darle ciertos
privilegios a quienes pertenecen a su misma etnia, y el color de la piel es una
característica notable, pero no es algo desviado, ni anormal y, mucho menos,
ilícito; de manera que los blancos prefieren a los blancos, los negros a los
negros, los latinos a los latinos… no hay culpa ni pecado en querer estar entre
iguales, de la misma manera en que es parte del gusto de las personas sentirse
cómodos entre una variedad de personas de diversos orígenes y culturas.
Al
presidente Donald Trump le gusta estar entre gente blanca, de hecho, fue una de
las bases de su campaña política, con la que llegó a gran parte del electorado
de ideas conservadoras, pero esto no significa que tenga la intención de
discriminar a personas de otras razas y culturas, a nadie se le puede ocurrir
que un presidente de los EEUU pretenda gobernar sólo para los blancos y
desconocer a otras etnias, o tratar de gobernar para dejar a un lado a otras
personas por el color de su piel; si de algo el presidente Donald Trump puede
enorgullecerse es de haber compartido y dado empleo a una infinidad de personas,
que han trabajado en sus empresas sin distingos de razas, y de esta misma forma
a conformado su equipo de gobierno.
El
presidente Trump, como todos los presidentes de los EEUU, sabe que, desde el
momento en que son investidos de la responsabilidad de conducir la nación, son
jefe de estado para todos los que viven en su territorio; porque, cuando se
llega a este alto cargo político, se es presidente de todos los
norteamericanos, sin excepción… la tradición histórica lo confirma, aún
aquellos mandatarios que asumieron la presidencia cuando existía la esclavitud,
estaban claros que gobernaban también para los esclavos, y de hecho, fue por
las iniciativas de un presidente, que se liberaron de esta injusta rémora.
Que
algunos traten de vincularlo con grupos supremacistas, o con grupos de la Nación
Aria o del Klu Klux Klan… eso es algo que no está en control ni del presidente
ni del gobierno; esos grupos existen de igual manera que, para los latinos, por
ejemplo, existen facciones ultranacionalistas que propugnan sus orígenes
étnicos como rasgos de pureza y superioridad, ¿Cuántas veces no escuchamos a
Chávez alabar a nuestros ancestros Caribe o a los grandes imperios Aztecas o
Incas? Era su gusto, pero que tratara de gobernar sólo para las etnias
aborígenes no era posible, de hecho, esas etnias originarias, tan alabadas por
el discurso socialista latinoamericano, han sido sometidas a políticas de
exterminio, en franca violación de los derechos humanos fundamentales de esas
minorías.
Pero
en el origen del racismo, que muchos psicólogos y sociólogos asocian al miedo y
la inseguridad que sientes por el “otro” diferente, surge la xenofobia, el
miedo a los extranjeros, vamos a tomar el concepto expresado por el investigador
colombiano Juan Carlos Rodríguez Buitrago, en su obra Racismo, xenofobia y discriminación (2005), que nos explica de que se
trata:
Por xenofobia se entiende el
comportamiento hostil, casi enfermizo, que manifiesta repulsión, temor y odio
hacia los extranjeros. Ha estado relacionado con propuestas políticas o
campañas militaristas en el marco del estado nacional, justificado por la necesidad
de conservar una identidad a partir de un mapa o una bandera o de hacer valer
los derechos y el bienestar de los habitantes de ese espacio.
La
sociedad norteamericana, por otro lado, tiene una tradición - un derecho ganado
durante la guerra de independencia, en que los civiles armados se organizaron en
milicias bajo el mando del general George Washington, para enfrentarse a los ejércitos
ingleses que querían someterlos; y que posteriormente se convirtió en un
derecho constitucional - de poseer armas de fuego para su autodefensa, en caso
de que fuera necesario.
Esta
costumbre tiene su lado negativo; como todo los derechos, se puede abusar de él,
de manera que la falta de entrenamiento o el sobre entrenamiento de los
ciudadanos, puede provocar ciertas situaciones delicadas de seguridad pública
con respecto al manejo de las armas. Recordemos de igual manera, que el pueblo
norteamericano es guerrero, ningún otro ha intervenido en más guerras y
conflictos en el mundo, su posición de liderazgo mundial le obliga a estar a
punto para enfrentamientos, en cualquier parte y bajo diversas condiciones; ésa
es una de las razones por las que la industria armamentista es tan importante
en ese país.
Si la
sociedad norteamericana ha permitido excesos, en cuanto a la libertad de tenencia
y porte de armas, son sus mismos ciudadanos y sus instituciones los que le
pondrán correctivo a las mismas.
El
que de pronto surjan matanzas y homicidios sin sentido, que involucren armas de
fuego, es algo de esperar en una sociedad de ese tamaño y complejidad, lo
sorprendente es que no se produzcan con mayor frecuencia; sin embargo, no nos
debe de extrañar que algunos de estos episodios tenga un sustrato racial,
clasista o sexual… todas esas pulsiones, que afloran sin control en personas
alienadas o enfermas, pueden tener un detonante racial o xenofóbico, y lo más
probable es que sus autores, para disminuir su culpa luego de los trágicos
sucesos, aleguen algún tipo de influencia maligna.
Si
hay en el ambiente, una campaña en los medios de comunicación social sobre
algún tipo de inclinación del líder de la nación, que es una de sus figuras modélicas,
que pudiera generar comportamientos nocivos, impulsados como reflejos de lo que
un presidente diga o haga, para forzar una supuesta conexión causa-efecto entre
el discurso político y el hecho criminal, no duden que va a ser utilizada para
agredir a la figura de autoridad presidencial, pero la trama se ve demasiado
explícita como para que el presidente Trump caiga y el pueblo se lo crea.
En mi
opinión, el presidente Trump es un hombre transparente; habla claro, actúa de
acuerdo a su pensamiento, tiene una personalidad fuerte y algunas de sus
expresiones son contundentes, con unos valores y unos principios que pueden no
gustarle a mucha gente… pero algo es muy obvio, es un hombre responsable, que
tiene claros sus objetivos y funciones, y actuará en todo lo concerniente para
hacer un buen gobierno para su nación, corrigiendo lo que haya que corregir.
También
es mi opinión, y la he expresado en otros artículos, que EEUU está llamado a
ser un país liderado por los descendientes de los latinoamericanos; los grupos
de gente blanca serán muy pronto minoría en su propio país, esto tiene varias
explicaciones pero la que resalta es que no se están reproduciendo.
Los
latinos (el grupo humano con más propensión al mestizaje, y es tan variado que
se encuentran todas las etnias representadas), en cambio, son el grupo con
mayor expectativa de crecimiento demográfico, y son los legítimos herederos de
la cultura occidental, con sólidas tradiciones familiares y católicas,
bilingües y con un gran apego por la tierra que los vio nacer; han ganado
terreno con mucho aplomo, están accediendo sin límites expresos a las rutinas sociales de los norteamericanos,
creando riqueza, contribuyendo con su trabajo a la grandeza de esa nación, y
relacionándose con todos los demás grupos étnicos (me viene a la mente, como
ejemplo, que miembros de la familia Bush se casaron con latinos y que Ronald
Reagan le tenía un gran aprecio a sus colaboradores domésticos mejicanos en sus
diferentes residencias, y era legendario su gusto por la comida mexicana, ambos presidentes, uno de California y
los otros de Texas, estaban en contacto permanente con la cultura latina, al
punto, que era parte de sus vidas).
Los
Norteamericanos con ascendencia hispana se están preparando, en todas las áreas
necesarias, profesionales, técnicas y de liderazgo, para tomar la conducción de
los Estados Unidos de Norteamérica, su número es parte significante tanto en
sus fuerzas armadas como en el mundo civil, participan cada vez más en política
al punto de convertirse con sus votos en uno de los grupos electorales y de
opinión con mayor crecimiento en ese país.
Ese
conocimiento, de que los latinoamericanos estamos tomando poco a poco pero sin
pausa el control de esa gran nación es cada día más evidente, y esto genera
nerviosismo, sobre todo en aquellas minorías que no quieren perder su
ascendencia actual. Pero eso lo sabe el presidente Trump, que está empeñado en
hacer los ajustes pertinentes y facilitar que esa transición se haga en orden y
de la mejor manera posible… y los descendientes de los latinos lo saben y no lo
van a dejar solo. -
saulgodoy@gmail.com
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