La Venezuela que tenemos hoy es, definitivamente, un
producto diseñado y acabado de los portentos de la izquierda más “experimental”
del mundo; durante veinte años, nuestro país fue la vitrina de exhibición de
las más avanzadas tesis socialistas, que nos venían principalmente de Europa,
la cuna de esta ideología; se hacía congresos y encuentros políticos en Caracas
con los grupos que actuaban como laboratorios de ideas para ensayar sus
propuestas en nuestro país.
Desde las oficinas de la social democracia alemana, de la
PDS, del WASG o del Die Linke, de los
partidos de la nueva izquierda de Francia con el Parti de Guache, el Partido Comunista de Francia y los partidos
verdes más famosos, alrededor de figuras como Bové, Hulot y Cohn-Bendit, de
Italia, el PD, el Partito Rifundanzione
Comunista, de los laboristas ingleses, de los países escandinavos… con toda
esa gama inmensa de partidos de izquierda, del Partido Obrero Belga, de los
socialistas de los países bajos, los de los Balkanes, hasta de Grecia…
Sería una lista muy larga de organizaciones, cuyos
líderes o representantes vimos en Miraflores, recibiendo de Chávez una réplica
de la espada de Bolívar y sonriendo ante las cámaras en sus visitas a diversas
comunas, fundos zamoranos, rodeados de integrantes de Círculos Bolivarianos,
tomando notas de los adelantos maravillosos de convivencia, productividad,
calidad de vida y ecología, ante las cámaras de VTV y de una veintena de
pasquines al servicio del gobierno.
Todo era una gran puesta en escena, un escenario de
cartón piedra en los que camiones de mudanza y tramoyeros, movían de un sitio a
otros a familias felices con sus casas totalmente equipadas, cestas llenas de
preciosas verduras y vegetales que parecían de utilería, tractores arando
campos de tierra recién regadas de agua, campesinos felices llevando sus cabras
a los corrales, cantantes y bailantas que ofrecían sus artes folclóricas a los
“musiues”, que llevaban a sus propios periodistas para que no paraban de sacar
fotos de aquellas maravillas, que sólo en socialismo eran posibles.
Durante años, el canal del estado, en “cadena nacional”,
interrumpía la programación diaria para aplicarnos aquella dosis de propaganda
triunfalista del gobierno revolucionario; me imagino que Europa no podía creer
que aquella maravilla estuviera ocurriendo en aquel país petrolero del Tercer
Mundo, era una prueba de que la Justicia Social sí existía.
Y aún no salen de su estupor sobre las condiciones tan lamentables
en que los gobiernos de Chávez y Maduro dejaron a Venezuela, ahora, años
después del gran fracaso, son apenas unos militaristas y populistas, “pero no
socialistas”.
Si un periodista acucioso presionara un poco sobre
aquellos personajes que nos visitaron, jefes de partidos, alcaldes, ministros,
premios nobeles, defensores de derechos humanos, ambientalistas de renombre
mundial, artistas de cine, aquellos turistas políticos que visitaban aquel
parque temático socialista que demostraba la felicidad revolucionaria, para
quienes habían preparado el show, habrían escuchado la excusa, mascullada entre
dientes, “nos engañaron”.
Porque para los socialistas, lo que pasó en Venezuela,
ahora no es socialismo, era populismo, era una trampa, falsos profetas, probablemente
la derecha militarista disfrazada, un complot en contra de la verdadera
doctrina por parte del Imperio… para otros socialistas, el proceso
revolucionario apenas comienza, se trata de un proyecto de largo aliento; los
revolucionarios bolivarianos hicieron un trabajo muy difícil y duro, que fue
destruir el orden establecido, el viejo orden ha sido desmontado, ahora viene
la etapa creativa, de reconstrucción del país, pero bajo el pensamiento de
igualdad, solidaridad, justicia social, con las tesis de Marx, de Gramsci, de
Simón Bolívar, del Comandante Chávez, del hermano Fidel Castro, de poeta José Martí,
del Papa Francisco… según Maduro, se necesitaría, convenientemente, por lo
menos otros veinte años más para realizar la utopía del Nuevo Hombre en
Venezuela.
Los socialistas, por mantener viva la llama del ideal de
la izquierda, que para ellos, es la única ideología humanista y cristiana que
es viable en nuestro planeta hoy, no pueden, no deben, no quieren aceptar sus
propios errores, ni hacerse responsable por los muertos, los presos, los
torturados, los refugiados, los pobres, que sus ideas han producido en el mundo
desde el siglo XX hasta hoy, y que ya se
cuentan por millones, lo que indican no sólo una amnesia criminal sino un
estado de amoralidad bastante cuestionable, es decir, no actúan como personas
normales.
Es por ello que la mayor parte de los ladrones,
corruptos, asesinos, mentirosos, putas, locos, alcohólicos, drogadictos,
pedófilos, alucinados y onanistas, son socialistas… si usted es socialista y no
sufre de ninguno de estos trastornos, entonces usted es una buena persona, que
fue engañada, no es su culpa, es una víctima (y la mayor parte de las víctimas
son irresponsables).
Yo tengo la impresión, por todos los socialistas que
conozco, una buena parte de ellos, víctimas, que los socialistas no responden a
razones, uno trata de argumentar con ellos e, inevitablemente, caen en
motivaciones emocionales, en razones metafísicas, muchas de ellas de carácter astrobiológicas,
de un arcaísmo pastoral, digno de personajes de la pluma del poeta romántico
francés Francisco Renato, Vizconde de Chateaubriand (pienso en René).
La narrativa del socialismo apela al ensueño tribal de la
armonía perdida, del hombre como una gran familia, de la sociedad como el
paraíso viviente, y de la vida, como virtud encarnada en la bondad y amor hacia
el otro.
Con su pequeño ingrediente de carácter científico en el materialismo
histórico, la lucha de clases, y tener que sufrir la injusticia de una economía
que trafica con la plusvalía del trabajo, el socialismo se convierte en algo
serio y digno de estudio, y gracias al sentido cristiano, que condena a los
ricos a tener que esperar porque todos los camellos pasen primero por el ojo de
la aguja antes que ellos, es que obtienen su satisfacción de ver probidad en el
estado que le quita a los que más tienen para distribuirlo entre los
desposeídos, con eso le confieren un carácter espiritual.
El estado necesario, grande, fuerte, con el monopolio de
la violencia y de los medios principales de producción, distribuyendo la
riqueza nacional de acuerdo a un Plan País o a un Plan de la Patria, no
importa; lo importante es que haya un plan donde a todos nos toque algo, algo
así como un gran fondo petrolero, como el que tienen los noruegos, o una
piñata, y que los funcionarios encargados decidan cómo hacer llegar los
recursos al pueblo, sea con un carnet, con una caja de alimentos, con una beca
o una pensión, o sorteando un apartamento equipado o un carrito familiar, o una
“canaimita”, para que los chamos jueguen video juegos…
En una democracia usted tiene la libertad y el derecho de
creer y adoptar el estilo de vida que usted quiera, mientras no se convierta en
un estorbo o peligro para los demás, entre ellas, ser socialista, de hecho, es
perfectamente legal que se puedan constituir organizaciones que reúna a sus
pares y se integren con fines políticos, pero igual tengo el derecho de
defenderme de ustedes cuando atenten en contra de mis derechos y libertades.
El socialismo en Venezuela hiso metástasis, es decir, se
convirtió en una epidemia de locura transformando nuestra democracia en un
totalitarismo, desbancó al país y nos convirtió a todos en unos parias, lo que
quiere decir que el socialismo no es para nosotros, como una droga que para
otros pueblos y culturas es inocua y hasta benigna, a los venezolanos nos
produce una reacción alérgica que nos hace robar y matarnos unos a los otros.
Si a pesar de ésta experiencia de sesenta años de
socialismo en mi país usted todavía cree y promociona al socialismo y a los
partidos que lo venden, si le gusta la destrucción de las instituciones
democráticas, que nuestras familias pasen trabajo, que nuestros niños mueran de
hambre y nuestros ancianos se derrumben sin vida en las colas de los bancos,
tratando de obtener los pagos de sus pensiones, si a usted le emociona
despertarse todas las mañanas para encontrarse con una economía desbocada que
nos hace a todos iguales en la miseria y la necesidad, si le encanta vivir de
la conmiseración internacional… entonces usted es un socialista irredimeible,
pero sepa que que yo sigo teniendo mi derecho a la defensa de mi vida e
integridad y le voy a insultar, a reclamar, a burlarme de usted, a llamarlo
loco (a), a señalarle su desnudez y carencia de vergüenza hasta que me dé una
satisfacción y me explique ¿Por qué contribuye usted con estos grupos
extranjeros de exterminio de los venezolanos? ¿Por qué colabora con el enemigo?
¿Por qué se hace pasar como un venezolano?
-La verdadera
utopía socialista es tan bella- me dicen algunas amigas, beatas y
seguidoras de Guaidó- pero se la pasan
falsificándola, llegan al poder unos fariseos, unos atracadores, que manejan el
discurso socialista, prometiendo la justicia social, y terminan corrompiéndolo
todo, haciendo de la necesidad humana un negocio…
-Pero llegan al
gobierno porque dicen ser socialistas y los venezolanos votan por ellos-
les digo recordándoles el papel de los electores.
-¿Y saben por qué
sucede eso?-me ripostan indignadas- Porque
no son verdaderos socialistas, porque no son gente buena… pero basta mirar a un
Juan Guaidó a los ojos para saber que él sí es de los nuestros, porque tienen
la misma mirada que tenía Rómulo Betancourt o Rafael Caldera… igual sucede con
Leopoldo López, con Stalin González, con Henry Ramos, con Delsa Solórzano, con
Manuel Rosales y tantos otros socialistas de verdad, probos, veraces,
transparentes, dedicados al bien común.
A veces escucho hablar a estos socialistas y pienso que
son unos grandes ingenuos; que la verdadera razón del hundimiento de nuestro
país no es la maldad o el vicio, sino la idiotez más supina e infantil que
pueda existir en un grupo humano, una mayoría de hombres y mujeres
descerebrados, que le entregan el tesoro y las armas de la nación, las llaves
de nuestras principales instituciones y nuestro destino, a un grupo de
políticos de dudosa procedencia, que los marean con un discurso de liberación,
de justicia, de paz y progreso, sin averiguar quiénes son en realidad, sin
constatar lo que dicen con lo que hacen… la decisión se toma basada en la
manera como miran, como mueven las manos, como sonríen, como abrazan a la gente,
como bailan o recitan, y qué decir de lo bien que lucen en las fotos…
El problema es que Venezuela se ha convertido en el país
suramericano socialista por antonomasia, pero ningún socialista se quiere
comparar con nosotros, y aunque tenemos toda esa larga tradición socialista de
casi 60 años, ahora nadie quiere retratarse con nosotros, porque estamos
demasiados flacos y hambreados, no olemos bien y dependemos de la caridad
internacional, para colmo, le estamos tocando la puerta a nuestros vecinos para
ver qué hay de almuerzo.
Después de veinte años de sufrimiento, castigo y ruina, seguimos
en manos de los socialistas. ¿Es que no vamos a aprender nunca? ¿Nos merecemos
extinguirnos como país? ¿No es suficiente la vergüenza que estamos pasando? -
saulgodoy@gmail.com
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