sábado, 14 de septiembre de 2019

La Venezuela izquierdista que nadie quiere



La Venezuela que tenemos hoy es, definitivamente, un producto diseñado y acabado de los portentos de la izquierda más “experimental” del mundo; durante veinte años, nuestro país fue la vitrina de exhibición de las más avanzadas tesis socialistas, que nos venían principalmente de Europa, la cuna de esta ideología; se hacía congresos y encuentros políticos en Caracas con los grupos que actuaban como laboratorios de ideas para ensayar sus propuestas en nuestro país.
Desde las oficinas de la social democracia alemana, de la PDS, del WASG o del Die Linke, de los partidos de la nueva izquierda de Francia con el Parti de Guache, el Partido Comunista de Francia y los partidos verdes más famosos, alrededor de figuras como Bové, Hulot y Cohn-Bendit, de Italia, el PD, el Partito Rifundanzione Comunista, de los laboristas ingleses, de los países escandinavos… con toda esa gama inmensa de partidos de izquierda, del Partido Obrero Belga, de los socialistas de los países bajos, los de los Balkanes, hasta de Grecia…
Sería una lista muy larga de organizaciones, cuyos líderes o representantes vimos en Miraflores, recibiendo de Chávez una réplica de la espada de Bolívar y sonriendo ante las cámaras en sus visitas a diversas comunas, fundos zamoranos, rodeados de integrantes de Círculos Bolivarianos, tomando notas de los adelantos maravillosos de convivencia, productividad, calidad de vida y ecología, ante las cámaras de VTV y de una veintena de pasquines al servicio del gobierno.
Todo era una gran puesta en escena, un escenario de cartón piedra en los que camiones de mudanza y tramoyeros, movían de un sitio a otros a familias felices con sus casas totalmente equipadas, cestas llenas de preciosas verduras y vegetales que parecían de utilería, tractores arando campos de tierra recién regadas de agua, campesinos felices llevando sus cabras a los corrales, cantantes y bailantas que ofrecían sus artes folclóricas a los “musiues”, que llevaban a sus propios periodistas para que no paraban de sacar fotos de aquellas maravillas, que sólo en socialismo eran posibles.
Durante años, el canal del estado, en “cadena nacional”, interrumpía la programación diaria para aplicarnos aquella dosis de propaganda triunfalista del gobierno revolucionario; me imagino que Europa no podía creer que aquella maravilla estuviera ocurriendo en aquel país petrolero del Tercer Mundo, era una prueba de que la Justicia Social sí existía.
Y aún no salen de su estupor sobre las condiciones tan lamentables en que los gobiernos de Chávez y Maduro dejaron a Venezuela, ahora, años después del gran fracaso, son apenas unos militaristas y populistas, “pero no socialistas”.
Si un periodista acucioso presionara un poco sobre aquellos personajes que nos visitaron, jefes de partidos, alcaldes, ministros, premios nobeles, defensores de derechos humanos, ambientalistas de renombre mundial, artistas de cine, aquellos turistas políticos que visitaban aquel parque temático socialista que demostraba la felicidad revolucionaria, para quienes habían preparado el show, habrían escuchado la excusa, mascullada entre dientes, “nos engañaron”.
Porque para los socialistas, lo que pasó en Venezuela, ahora no es socialismo, era populismo, era una trampa, falsos profetas, probablemente la derecha militarista disfrazada, un complot en contra de la verdadera doctrina por parte del Imperio… para otros socialistas, el proceso revolucionario apenas comienza, se trata de un proyecto de largo aliento; los revolucionarios bolivarianos hicieron un trabajo muy difícil y duro, que fue destruir el orden establecido, el viejo orden ha sido desmontado, ahora viene la etapa creativa, de reconstrucción del país, pero bajo el pensamiento de igualdad, solidaridad, justicia social, con las tesis de Marx, de Gramsci, de Simón Bolívar, del Comandante Chávez, del hermano Fidel Castro, de poeta José Martí, del Papa Francisco… según Maduro, se necesitaría, convenientemente, por lo menos otros veinte años más para realizar la utopía del Nuevo Hombre en Venezuela.
Los socialistas, por mantener viva la llama del ideal de la izquierda, que para ellos, es la única ideología humanista y cristiana que es viable en nuestro planeta hoy, no pueden, no deben, no quieren aceptar sus propios errores, ni hacerse responsable por los muertos, los presos, los torturados, los refugiados, los pobres, que sus ideas han producido en el mundo desde el siglo XX hasta hoy,  y que ya se cuentan por millones, lo que indican no sólo una amnesia criminal sino un estado de amoralidad bastante cuestionable, es decir, no actúan como personas normales.
Es por ello que la mayor parte de los ladrones, corruptos, asesinos, mentirosos, putas, locos, alcohólicos, drogadictos, pedófilos, alucinados y onanistas, son socialistas… si usted es socialista y no sufre de ninguno de estos trastornos, entonces usted es una buena persona, que fue engañada, no es su culpa, es una víctima (y la mayor parte de las víctimas son irresponsables).
Yo tengo la impresión, por todos los socialistas que conozco, una buena parte de ellos, víctimas, que los socialistas no responden a razones, uno trata de argumentar con ellos e, inevitablemente, caen en motivaciones emocionales, en razones metafísicas, muchas de ellas de carácter astrobiológicas, de un arcaísmo pastoral, digno de personajes de la pluma del poeta romántico francés Francisco Renato, Vizconde de Chateaubriand (pienso en René).
La narrativa del socialismo apela al ensueño tribal de la armonía perdida, del hombre como una gran familia, de la sociedad como el paraíso viviente, y de la vida, como virtud encarnada en la bondad y amor hacia el otro.
Con su pequeño ingrediente de carácter científico en el materialismo histórico, la lucha de clases, y tener que sufrir la injusticia de una economía que trafica con la plusvalía del trabajo, el socialismo se convierte en algo serio y digno de estudio, y gracias al sentido cristiano, que condena a los ricos a tener que esperar porque todos los camellos pasen primero por el ojo de la aguja antes que ellos, es que obtienen su satisfacción de ver probidad en el estado que le quita a los que más tienen para distribuirlo entre los desposeídos, con eso le confieren un carácter espiritual.
El estado necesario, grande, fuerte, con el monopolio de la violencia y de los medios principales de producción, distribuyendo la riqueza nacional de acuerdo a un Plan País o a un Plan de la Patria, no importa; lo importante es que haya un plan donde a todos nos toque algo, algo así como un gran fondo petrolero, como el que tienen los noruegos, o una piñata, y que los funcionarios encargados decidan cómo hacer llegar los recursos al pueblo, sea con un carnet, con una caja de alimentos, con una beca o una pensión, o sorteando un apartamento equipado o un carrito familiar, o una “canaimita”, para que los chamos jueguen video juegos…
En una democracia usted tiene la libertad y el derecho de creer y adoptar el estilo de vida que usted quiera, mientras no se convierta en un estorbo o peligro para los demás, entre ellas, ser socialista, de hecho, es perfectamente legal que se puedan constituir organizaciones que reúna a sus pares y se integren con fines políticos, pero igual tengo el derecho de defenderme de ustedes cuando atenten en contra de mis derechos y libertades.
El socialismo en Venezuela hiso metástasis, es decir, se convirtió en una epidemia de locura transformando nuestra democracia en un totalitarismo, desbancó al país y nos convirtió a todos en unos parias, lo que quiere decir que el socialismo no es para nosotros, como una droga que para otros pueblos y culturas es inocua y hasta benigna, a los venezolanos nos produce una reacción alérgica que nos hace robar y matarnos unos a los otros.
Si a pesar de ésta experiencia de sesenta años de socialismo en mi país usted todavía cree y promociona al socialismo y a los partidos que lo venden, si le gusta la destrucción de las instituciones democráticas, que nuestras familias pasen trabajo, que nuestros niños mueran de hambre y nuestros ancianos se derrumben sin vida en las colas de los bancos, tratando de obtener los pagos de sus pensiones, si a usted le emociona despertarse todas las mañanas para encontrarse con una economía desbocada que nos hace a todos iguales en la miseria y la necesidad, si le encanta vivir de la conmiseración internacional… entonces usted es un socialista irredimeible, pero sepa que que yo sigo teniendo mi derecho a la defensa de mi vida e integridad y le voy a insultar, a reclamar, a burlarme de usted, a llamarlo loco (a), a señalarle su desnudez y carencia de vergüenza hasta que me dé una satisfacción y me explique ¿Por qué contribuye usted con estos grupos extranjeros de exterminio de los venezolanos? ¿Por qué colabora con el enemigo? ¿Por qué se hace pasar como un venezolano?
-La verdadera utopía socialista es tan bella- me dicen algunas amigas, beatas y seguidoras de Guaidó- pero se la pasan falsificándola, llegan al poder unos fariseos, unos atracadores, que manejan el discurso socialista, prometiendo la justicia social, y terminan corrompiéndolo todo, haciendo de la necesidad humana un negocio…
-Pero llegan al gobierno porque dicen ser socialistas y los venezolanos votan por ellos- les digo recordándoles el papel de los electores.
-¿Y saben por qué sucede eso?-me ripostan indignadas- Porque no son verdaderos socialistas, porque no son gente buena… pero basta mirar a un Juan Guaidó a los ojos para saber que él sí es de los nuestros, porque tienen la misma mirada que tenía Rómulo Betancourt o Rafael Caldera… igual sucede con Leopoldo López, con Stalin González, con Henry Ramos, con Delsa Solórzano, con Manuel Rosales y tantos otros socialistas de verdad, probos, veraces, transparentes, dedicados al bien común.
A veces escucho hablar a estos socialistas y pienso que son unos grandes ingenuos; que la verdadera razón del hundimiento de nuestro país no es la maldad o el vicio, sino la idiotez más supina e infantil que pueda existir en un grupo humano, una mayoría de hombres y mujeres descerebrados, que le entregan el tesoro y las armas de la nación, las llaves de nuestras principales instituciones y nuestro destino, a un grupo de políticos de dudosa procedencia, que los marean con un discurso de liberación, de justicia, de paz y progreso, sin averiguar quiénes son en realidad, sin constatar lo que dicen con lo que hacen… la decisión se toma basada en la manera como miran, como mueven las manos, como sonríen, como abrazan a la gente, como bailan o recitan, y qué decir de lo bien que lucen en las fotos…
El problema es que Venezuela se ha convertido en el país suramericano socialista por antonomasia, pero ningún socialista se quiere comparar con nosotros, y aunque tenemos toda esa larga tradición socialista de casi 60 años, ahora nadie quiere retratarse con nosotros, porque estamos demasiados flacos y hambreados, no olemos bien y dependemos de la caridad internacional, para colmo, le estamos tocando la puerta a nuestros vecinos para ver qué hay de almuerzo.
Después de veinte años de sufrimiento, castigo y ruina, seguimos en manos de los socialistas. ¿Es que no vamos a aprender nunca? ¿Nos merecemos extinguirnos como país? ¿No es suficiente la vergüenza que estamos pasando?   -   saulgodoy@gmail.com





                                                                                                                                   


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