martes, 28 de enero de 2020

La fiebre del análisis costo-beneficio



Es realmente preocupante que nuestros analistas y politólogos en su gran mayoría estén utilizando como herramienta principal para el diagnóstico de nuestro problema político, el Análisis Costo-Beneficio (ACB), una herramienta que nos viene de los planificadores de las economías benefactoras (socialistas) y la que se distingue un estado fuerte y centralista; usted escucha a nuestro sesudos técnicos y voceros de los partidos, y no cejan de hablar de hacerles costosas algunas decisiones al chavismo como por ejemplo, no negociar con la MUD-G4-FA que supuestamente representa a la oposición democrática en nuestro país, o no aceptar algunos de sus términos con miras a unas elecciones.
El ACB es una de las muchas herramientas de planificación que existen, se originó en Francia y fue desarrollada por Jules Dupuit en 1848, la utilizó el gobierno norteamericano por primera vez en un proyecto a gran escala para la construcción de canales de navegación y un sistema de control de inundaciones, donde se iban a beneficiar desarrollos inmobiliarios, agrícolas y de turismo y necesitaban repartir el costo de la inversión pública.
Fue muy popular hasta los años 60, sobre todo en evaluar las bondades de algunas políticas públicas y posteriormente, para proyectos de inversión, ya que pone una gran parte de los elementos que entran en juego en un plan, en términos de beneficios y costos sociales, por supuesto, asignándole valores en dinero a los distintos componentes para poder llegar a un precio y saber si la empresa o institución puede asumirlo o si la gente (los usuarios) están dispuestos a pagarlo.
Y digo que es preocupante que se esté utilizando como herramienta fundamental para buscar una salida política, pacífica, democrática y negociada, pues considero, que han “entubado” a la opinión pública en unas expectativas irreales y en unas condiciones tan distorsionadas de la realidad, que probablemente las decisiones que surjan de tal ejercicio, sean contraproducentes para el país y cada uno de nosotros, los ciudadanos; todo esto como resultado de una posición radical y extrema de los opositores pacifistas venezolanos, que tratan de evitar una confrontación violenta y armada de una intervención en nuestro país de fuerzas multinacionales de paz, para desalojar del poder a las mafias del narcotráfico que lo tienen secuestrado.
Cuando se utiliza el ACB en negociaciones políticas y del tipo que existen en Venezuela los riesgos son enormes, primero, porque es muy fácil no tomar en cuenta factores que no son principales pero que inciden en una posible solución, segundo los resultados de ACB deja por fuera posiciones morales fundamentales para la vida democrática del país que no son tomados en cuenta al momento de tomar una decisión, determinar todas las posibilidades en una ecuación beneficio-costo obvia preguntas fundamentales como ¿Qué es lo que realmente queremos? ¿Puede un supuesto beneficio estar por encima de la voluntad popular? ¿Qué costos puede asumir un comunista ante la posibilidad de perder el poder? Eso es algo que nadie de la oposición democrática sabe o conoce, recuerden que estamos hablando de una negociación trans-ideológica, de valores contrapuestos, de expectativas distintas, de esquemas mentales que se contradicen.
Los ACB es una de las herramientas más complejas y costosas que existen ya que hay que tomar los principales factores de una situación dada y asignarles valor, para luego hacer un análisis sobre pérdidas y ganancias, el consultor norteamericano Issac Morehouse nos dice al respecto:

Es fácil asumir que un simple análisis costo-beneficio está siempre a la orden para resolver decisiones importantes. He encontrado que mientras más importante y radical la decisión, se hace menos útil el ACB. No hace sino complicar las cosas, retardar las decisiones, añade estrés al momento y provee una excusa para tomar la salida errada a pesar de que tu instinto te lo dice lo contrario. Cuando pienso en las más importantes decisiones en mi vida profesional siempre me he encontrado en crisis cuando un ACB se presenta restándole claridad al problema a resolver, impidiéndome responder a una simple pregunta- la única pregunta que importa en esos momentos- ¿Quiero o no hacer esto?

Porque el ACB te lleva por otro camino, el de poner el problema en termino de pérdidas y ganancias, y en política muchas veces sucede que no es ese el verdadero problema o solución, muchas veces preferimos perder en orden de obtener lo que queremos, o ganamos en el momento soluciones inmediatas e incidentales, pero perdemos nuestro objetivo principal, el ACB introduce cuestiones extrañas a una negociación como la de encarecer la decisión del contrario, muchas veces a costa de mis propias ganancias o expectativas, o de darle al contrario condiciones que no debería negar porque creemos son vitales para su bienestar.
Cuando un problema de orden moral, y no hay nada más moral que los problemas que tienen que ver con nuestra libertad y nuestros derechos humanos fundamentales, con vivir en democracia y sin que un estado totalitario esté respirando en tu nuca en cada  momento de tu vida, un ACB lo que hace, es cambiarnos la perspectiva de lo que queremos lograr, por una operación contable.
Cada vez que escucho a nuestros principales analistas políticos siendo entrevistados por los medios de comunicación masiva, a los dueños de las empresas encuestadoras, a los voceros de los principales partidos políticos hablando en términos de costos y beneficios para afrontar nuestro complejo problema existencial, me doy cuenta de que no estamos en las mejores manos, han tomado el ACB como una moda, porque le funciona a otros (por lo general con éxito en asuntos de inversión pública, como por ejemplo el conocer quienes se beneficiarán de un servicio y a qué precio, o también para determinar los costos sociales de una medida impopular) pero hasta allí, traer este tipo de análisis para dar luces en un problema de continuidad democrática y sobrevivencia institucional, es un craso error.
Para hacer algo así nuestros analistas deben tener muy claro cómo piensa la contra parte, aún para una simple negociación deberíamos estar claro que los chavistas piensan diferente que nosotros, sus valores  no tienen nada que ver con los nuestros y aunque creamos que solamente se trata de un asunto de dólares, euros, rubros y yuanes, de proteger sus patrimonios mal habidos, de su seguridad personal y de sus familias, debemos estar claros que hay jugando un elemento ideológico con peso específico, que es el comunismo internacional.
Nos dice Herbert Marcuse sobre esa visión ideológica:

El papel particular de la ideología en la sociedad socialista está determinado por la naturaleza del desarrollo de dicha sociedad, que difiere esencialmente del de las anteriores formaciones (sociales). Bajo el socialismo, también las leyes del desarrollo social son leyes objetivas, que operan independientemente de la conciencia y voluntad de los seres humanos.

A lo que voy, es un error pensar que solo estamos tratando con personalidades primitivas como la de Maduro y Diosdado, detrás de ellos hay un aparato intelectual, una superestructura para utilizar su lenguaje, que ha llevado a cabo un Plan Revolucionario que ya tiene veinte largos años en rigor y nos tiene la vida hecha cuadritos, nos ha destruido el país, y son expertos en manipular a las masas, son veinte años de fracasos político, uno tras otro, buscándole una salida negociada.
Si vamos a insistir en este camino como reiteradamente nos lo han hecho saber nuestros supuestos líderes políticos, cosa que considero errada y absurda dada la naturaleza del contendor, debemos estar muy claros de cómo piensa, como trabaja su lógica dialéctica dentro de escenarios materialistas o históricos marxistas o leninistas, y eso no lo resuelve ningún análisis de costos-beneficios que trata de inyectarle confianza a una negociación con “números claros”.
Para aumentarle los costos a una entrada o salida de los chavistas en un determinado escenario, hay que estar muy bien informado sobre sus necesidades y expectativas para poder entendernos en los términos, valores y principios que los mueven, quizás para Maduro sea la protección de sus cuentas en el extranjero, pero no para Raúl Castro, ni para Putin, ni para Li,  ni para los grupos terroristas que hacen vida dentro de nuestras fronteras y tienen control territorial, ésta aproximación ACB pudiera tener unos resultados desastrosos para una posible negociación,  puede ser en exceso trivial y hasta perjudicial.
Hay todo un torrente de información en internet sobre como negociar con comunistas, producidos por organismos multilaterales, de inteligencia, diplomáticas, militares y empresariales y en ninguno he encontrado el análisis de costo-beneficio como instrumento clave, se utilizan otros métodos de análisis como el riesgo-riesgo, análisis de factibilidad, de comparaciones directas y otros más abstractos; el ACB tiene un riesgo básico y es que por atender al interés del valor, se descuida el componente moral, y muchas de sus conclusiones no contemplan los aspectos éticos de sus consecuencias, pudiendo llegar a un resultado absolutamente inmoral pero con grandes “beneficios”.
Para ilustrar como un análisis de este tipo puede generar más problemas que los que puede solucionar, les entrego un ejemplo que se encuentra en la definición que da la página de Wikipedia:

En el caso del Ford Pinto (en el que, por fallas en el diseño, el Pinto tendía a estallar en llamas si sostenía un impacto por detrás), la empresa decidió no recoger sus autos (recall). En el análisis costo-beneficio que había hecho la Ford, se estimaba que basado en el número de autos en usos y la rata probable de accidentes, las muertes ocasionadas por aquel diseño defectuoso les iba a costar en demandas 49.5 millones de dólares; recoger los carros costaría US$ 137.5. La compañía no tomó en cuenta el costo por la publicidad negativa, que los forzó a recogerlos lo cual redujo sus ganancias.

No quiero entrar en las determinaciones sobre los argumentos que algunos economistas emplean sobre las bondades de este tipo de aproximación, como serían los principios de Pareto o los de Kaldor-Hicks, pero que de antemano les digo, son todos absolutamente rebatibles, pero por su naturaleza técnica están más allá de las intenciones de este artículo, simplemente pretendo enviar un alerta, para que no se abuse o se le dé la relevancia justa que debería tener el ACB cuando trata asuntos de alta política.   -   saulgodoy@gmail.com






-



No hay comentarios:

Publicar un comentario