miércoles, 19 de febrero de 2020

Las horas aciagas



El mediodía está sobre nosotros, la hora de las decisiones, de la toma de responsabilidades, de la sombra mínima proyectada sobre la superficie; para el chavismo o lo que es lo mismo, para los cubanos, las posibilidades de obtener algún apoyo internacional se están agotando, nadie quiere arriesgarse a lanzarles un cabo para arrastrarlos debido a las sanciones impuestas por el gobierno del Sr. Donald Trump, quien ha estado accionando a petición de la parte interesada, o sea de Juan Guaidó y lo que él representa, que prefirió el camino más largo y tortuoso de las sanciones, en la falsa creencia que una negociación de último minuto salvarían una salida pacífica, electoral, constitucional.
Por lo visto, tanto Maduro como Raúl Castro prefieren reventar en sus playas para terminar ser comidos por los pulgas de playa, y picoteados por zamuros, gaviotas y cangrejos, que entregarse como reos comunes a las autoridades norteamericanas y recibir sus largas condenas inapelables, justo en el ocaso de sus días, lo cual no sería ningún problema, sino fuera porque ambos dictadores prefieren que sus respectivos pueblos revienten primero que ellos.
Venezuela y Cuba flotan sobre un mar en calma chicha, no hay viento, ni una hoja se alborota, no hay corrientes que las hagan mover a la deriva, están estacionadas bajo el ardiente sol caribeño sin que exista una posibilidad de remediar la deshidratación acelerada ni de palear la sed que atormenta, por ello la hinchazón de los cuerpos a punto de reventar.
China está complicada con su situación económica y con la peste del coronavirus que la tiene en vilo, su enorme escuadra de empresas capitaneadas por la nave insignia, Huawei, están siendo señaladas como poco confiables y amenazas para la seguridad de occidente, esto no solo por sus políticas de control policial sobre su población y el totalitarismo antidemocrático que las distinguen, sino por prácticas poco éticas tanto en el comercio como en su política exterior, su apoyo a los gobiernos de Venezuela y Cuba, ambas con prontuarios en crímenes en contra de la humanidad, dan fe de ello.
Rusia sufre una ola de disensos y descontentos internos que ha obligado al líder Vladimir Putin, a adelantar unas reformas constitucionales que tratan de asegurar el orden político y absoluto control del aparato estatal; el tiempo no ha pasado en vano, son demasiados años con el poder en las manos, y eso trae secuelas, artritis y ceguera que no pueden ser paliadas con simples emplastos y brebajes; en lo económico, lo único que le sigue funcionando son los negocios del petróleo, el gas y las armas, de resto, su industria va en picada, la economía rusa está en problemas, y ya se sienten las carencias a lo interno, y con ello, el nerviosismo social; igual que China sus políticas autoritarias y de amenazas no lo están ayudando en conseguir aliados y socios, y el apoyo que le ha brindado a Venezuela y Cuba sólo le han traído problemas y gastos irrecuperables.
Y en este punto es interesante observar que ya esa solidaridad automática, esos lazos de unión ideológicos que décadas atrás se veía entre los países socialistas, y que se traducían en movilizaciones de recursos, apoyos políticos, propaganda y hasta envío de tropas, ya no son posibles, debido entre otras cosas por el costo y el pragmatismo, ahora se esperan retornos inmediatos e importantes de estas ayudas, en términos de mercados, capitales, recursos naturales, inversiones…  y los norteamericanos han descubierto que parte de las sanciones es justamente hacer imposible este intercambio, poniendo un costo impagable por cualquier tipo de transacción con los países sancionados, de modo que la solidaridad entre los bloques socialistas sin un soporte económico viable, son cosas del pasado.
Lo inteligente para China y Rusia debería ser poner en el congelador las relaciones con Cuba y Venezuela, pues midiendo los pro y los contra de la relación, aún a mediano plazo, resultan inviables, sumamente costosas e improductivas, aparte del daño que acarrean en la imagen de confiabilidad y responsabilidad internacional que implican relacionarse con estas dictaduras bananeras, la apuesta geopolítica de tener cabezas de playa en las diferentes regiones del planeta, son posiciones desfasadas que necesitan de músculo financiero y operativo, fueron prácticas pertenecientes a una Guerra Fría largamente superada.
Pero volvamos al origen de esta política de sanciones que practica  el gobierno de Washington, dentro de la panoplia de acciones, “de cartas sobre la mesa”, que tenía la administración Trump para enfrentar el grave problema de desestabilización regional que estaba llevando a cabo La Habana y Caracas.
Las sanciones económicas impuestas a Venezuela se llevaron a cabo por pedidos expresos de la llamada oposición democrática venezolana representada por Juan Guaidó, en nombre del G-4, o sea, del establishment político electorero, es decir, ya que no querían la intervención militar directa, o una política de fuerza para desalojar al régimen de Maduro, pensaban que la opción de las sanciones iba a ser la manera más segura y menos violenta de doblarle el brazo al régimen para que aceptara una cohabitación, y apostaron todas las fichas a las sanciones.
Y en este sentido debemos recordar como la solidaridad socialista con Cuba y Venezuela por parte de una buena parte de los gobiernos de la región, enfrentó la posibilidad de una solución rápida y efectiva en el caso del régimen de Maduro con una negativa rotunda a una intervención armada humanitaria, y lo menos que quería Trump era enfrentarse con sus socios latinoamericanos, razón por la cual ayudo a reconstruir un frente democrático en Venezuela, legitimó a la Asamblea Nacional en el mundo, de la cual salió Guaidó como presidente encargado del país.
Ahora, ¿por qué prefirieron la carta de las sanciones?, porque creían que era la salida que les daría el tiempo necesario para negociar la salida electoral que tanto desean, y necesitan, porque es la única manera de que puedan sobrevivir, sus organizaciones políticas y sus liderazgos está tan viciados y desvencijados, que sólo forzando y entubando una elecciones, en una de esas maniobras diabólicas donde no le dejan otra opción a los venezolanos que votar por ellos o por la continuidad del desastre, fuera posible su retorno al poder.
El problema de haber apoyado la carta de las sanciones son primordialmente dos: la oposición democrática venezolana no tenían ni tiene control sobre lo que Trump iba o no hacer, en este sentido tenían que tragarse su propia medicina, nadie se paró en pensar que el sistema de gobierno revolucionario se había imbricado de una manera tan íntima en todo el tejido socioeconómico de la nación, el socialismo bolivariano estaba presente aún en la más privada de las actividades empresariales, incluso sus tentáculos llegaban hasta dentro de nuestros hogares regulando nuestra manera de informarnos, entretenernos, la forma de nuestros hábitos de consumo y de cómo podíamos disponer de nuestra propiedad.
El segundo problema, es que se trataba de la opción que necesitaba de mayor tiempo, por lo que prefirieron poner al pueblo de Venezuela a seguir padeciendo su sufrimiento hasta que las medidas de coerción tuvieran su efecto, en este sentido Maduro ha probado resilencia, no le importa el padecimiento de los venezolanos, mientras pueda mantener a su núcleo crítico de adeptos recibiendo cajas CLAP y las becas por el Carnet de la Patria, seguía teniendo el soporte interno que necesita.
En el ínterin, Guaidó ha cometido error tras error, engañando a la gente, negociando secretamente con el régimen de Maduro, imponiendo la agenda del G-4 por sobre el interés nacional, involucrándose en actos de corrupción, tratando de mantener su credibilidad con espectaculares actos de propaganda, saliendo del país por los caminos verdes con la ayuda de grupos terroristas, saltando rejas, enfrentando piquetes de Guardias Nacionales que tenía órdenes de no tocarlo, con vistosas giras en el exterior pero sin ningún plan concreto sino seguir esperando.
Sus estrategias chimbas de convocar a la gente en marchas sin sentido, de pedirle perdón a los venezolanos, deteriorando sus ventajas políticas, dividiendo el poder legislativo y perdiendo la sede del parlamento, alienando a la oposición radical, enfriando la voluntad de intervención de nuestros aliados, siguiendo con su agenda de contactos con el socialismo internacional.
La salida de las sanciones que escogieron, requieren de un tiempo que la mayoría de los venezolanos no tenemos porque las condiciones de vida se deterioran aceleradamente, la decepción y el malestar social va in crescendo, las bajas de la sociedad civil van en aumento por una mortandad de víctimas producto de la violencia y de las enfermedades, las oportunidades de trabajo son nimias, la inflación galopante no perdona ningún presupuesto en ninguna moneda, el caudal de venezolanos que optan por emigrar es indetenible, el país está quedando vacío.
Para colmo de males, tenemos una cúpula empresarial quejándose ahora porque las sanciones también están afectando a las pocas empresas y empresarios que nos quedan, ¿Por qué se quejan ahora, no hicieron nada cuando debieron presionar sobre el G-4 para que tomara una decisión más rápida y decidida, en vez de esta interminable espera por unas elecciones que solo le convienen a unos pocos?
Porque, me pregunto, los empresarios renunciaron a su derecho y a su deber de influir sobre el estamento político del país en la toma de decisiones que iban a afectarlos a ellos también, escudados detrás de esa supuesta asepsia de que ellos “lo único que saben es producir”, se dejaron meter ese rolling entre segunda y primera y los tienen ahora “mamando” entre sanciones y más sanciones, ¿o es que acaso no sabían lo que les venía?
Dejando en las manos de unos políticos de pacotilla las más importantes y cruciales directivas de sus propios negocios, siguieron con esa nefasta tradición venezolana de dejarle la política a los más ineptos y corruptos; ser empresario, como ser maestro o artista, no los libra de tomar partido en el foro público y más cuando se trata de discutir y poner en efecto políticas que van a influir en nuestro modus vivendi.
Los empresarios están afectados porque durante 20 largos años, para sobrevivir, permitieron la participación del estado a todo nivel en sus modos de producción, en la forma que hacían negocios, y en los resultados y ganancias que obtenían, de modo, que cuando alguna sanción toca al estado, también la siente el sector privado porque lo que hay es un contubernio, no hay una empresa privada realmente libre y autónoma.
Pero además, cometieron la insensatez de que apoyaron con su silencio cómplice a Guaidó y al G-4, en resolver el problema político de sus organizaciones políticas, que si hubieran presionado y establecido un frente común para que se diera en Venezuela la intervención armada humanitaria, ya hace tiempo hubiéramos tenido otro escenario y condiciones diferentes, ahora lo que les queda es esperar por el próximo movimiento del Departamento de Estado, que no los critico, ellos tienen expertos y saben lo que hacen, las sanciones están debilitando al régimen cada vez más, eso es indudable, el problema es que esa fue la salida que escogió Guaidó y su grupo de compinches, como política frente al chavismo, la más fácil, la más cobarde y la más cómoda para ese tipo de políticos oportunistas.
Mientras tanto, los venezolanos de a pie seguimos en medio de esta infernal situación para realizar unas elecciones, que si se hacen, serán en las peores condiciones posibles para la democracia y la libertad, todo por el miedo a perder “unos espacios” que ni siquiera existen en la realidad.   -    saulgodoy@gmail.com







No hay comentarios:

Publicar un comentario