El mediodía está sobre nosotros, la hora de las
decisiones, de la toma de responsabilidades, de la sombra mínima proyectada
sobre la superficie; para el chavismo o lo que es lo mismo, para los cubanos, las
posibilidades de obtener algún apoyo internacional se están agotando, nadie
quiere arriesgarse a lanzarles un cabo para arrastrarlos debido a las sanciones
impuestas por el gobierno del Sr. Donald Trump, quien ha estado accionando a
petición de la parte interesada, o sea de Juan Guaidó y lo que él representa, que
prefirió el camino más largo y tortuoso de las sanciones, en la falsa creencia
que una negociación de último minuto salvarían una salida pacífica, electoral,
constitucional.
Por lo visto, tanto Maduro como Raúl Castro prefieren
reventar en sus playas para terminar ser comidos por los pulgas de playa, y
picoteados por zamuros, gaviotas y cangrejos, que entregarse como reos comunes
a las autoridades norteamericanas y recibir sus largas condenas inapelables,
justo en el ocaso de sus días, lo cual no sería ningún problema, sino fuera
porque ambos dictadores prefieren que sus respectivos pueblos revienten primero
que ellos.
Venezuela y Cuba flotan sobre un mar en calma chicha, no
hay viento, ni una hoja se alborota, no hay corrientes que las hagan mover a la
deriva, están estacionadas bajo el ardiente sol caribeño sin que exista una
posibilidad de remediar la deshidratación acelerada ni de palear la sed que
atormenta, por ello la hinchazón de los cuerpos a punto de reventar.
China está complicada con su situación económica y con la
peste del coronavirus que la tiene en vilo, su enorme escuadra de empresas
capitaneadas por la nave insignia, Huawei, están siendo señaladas como poco
confiables y amenazas para la seguridad de occidente, esto no solo por sus
políticas de control policial sobre su población y el totalitarismo
antidemocrático que las distinguen, sino por prácticas poco éticas tanto en el
comercio como en su política exterior, su apoyo a los gobiernos de Venezuela y
Cuba, ambas con prontuarios en crímenes en contra de la humanidad, dan fe de
ello.
Rusia sufre una ola de disensos y descontentos internos
que ha obligado al líder Vladimir Putin, a adelantar unas reformas
constitucionales que tratan de asegurar el orden político y absoluto control
del aparato estatal; el tiempo no ha pasado en vano, son demasiados años con el
poder en las manos, y eso trae secuelas, artritis y ceguera que no pueden ser
paliadas con simples emplastos y brebajes; en lo económico, lo único que le
sigue funcionando son los negocios del petróleo, el gas y las armas, de resto,
su industria va en picada, la economía rusa está en problemas, y ya se sienten
las carencias a lo interno, y con ello, el nerviosismo social; igual que China
sus políticas autoritarias y de amenazas no lo están ayudando en conseguir
aliados y socios, y el apoyo que le ha brindado a Venezuela y Cuba sólo le han
traído problemas y gastos irrecuperables.
Y en este punto es interesante observar que ya esa solidaridad
automática, esos lazos de unión ideológicos que décadas atrás se veía entre los
países socialistas, y que se traducían en movilizaciones de recursos, apoyos
políticos, propaganda y hasta envío de tropas, ya no son posibles, debido entre
otras cosas por el costo y el pragmatismo, ahora se esperan retornos inmediatos
e importantes de estas ayudas, en términos de mercados, capitales, recursos
naturales, inversiones… y los
norteamericanos han descubierto que parte de las sanciones es justamente hacer
imposible este intercambio, poniendo un costo impagable por cualquier tipo de
transacción con los países sancionados, de modo que la solidaridad entre los
bloques socialistas sin un soporte económico viable, son cosas del pasado.
Lo inteligente para China y Rusia debería ser poner en el
congelador las relaciones con Cuba y Venezuela, pues midiendo los pro y los
contra de la relación, aún a mediano plazo, resultan inviables, sumamente
costosas e improductivas, aparte del daño que acarrean en la imagen de confiabilidad
y responsabilidad internacional que implican relacionarse con estas dictaduras
bananeras, la apuesta geopolítica de tener cabezas de playa en las diferentes
regiones del planeta, son posiciones desfasadas que necesitan de músculo
financiero y operativo, fueron prácticas pertenecientes a una Guerra Fría
largamente superada.
Pero volvamos al origen de esta política de sanciones que
practica el gobierno de Washington,
dentro de la panoplia de acciones, “de cartas sobre la mesa”, que tenía la
administración Trump para enfrentar el grave problema de desestabilización
regional que estaba llevando a cabo La Habana y Caracas.
Las sanciones económicas impuestas a Venezuela se
llevaron a cabo por pedidos expresos de la llamada oposición democrática
venezolana representada por Juan Guaidó, en nombre del G-4, o sea, del establishment
político electorero, es decir, ya que no querían la intervención militar
directa, o una política de fuerza para desalojar al régimen de Maduro, pensaban
que la opción de las sanciones iba a ser la manera más segura y menos violenta
de doblarle el brazo al régimen para que aceptara una cohabitación, y apostaron
todas las fichas a las sanciones.
Y en este sentido debemos recordar como la solidaridad
socialista con Cuba y Venezuela por parte de una buena parte de los gobiernos
de la región, enfrentó la posibilidad de una solución rápida y efectiva en el
caso del régimen de Maduro con una negativa rotunda a una intervención armada
humanitaria, y lo menos que quería Trump era enfrentarse con sus socios
latinoamericanos, razón por la cual ayudo a reconstruir un frente democrático
en Venezuela, legitimó a la Asamblea Nacional en el mundo, de la cual salió
Guaidó como presidente encargado del país.
Ahora, ¿por qué prefirieron la carta de las sanciones?,
porque creían que era la salida que les daría el tiempo necesario para negociar
la salida electoral que tanto desean, y necesitan, porque es la única manera de
que puedan sobrevivir, sus organizaciones políticas y sus liderazgos está tan
viciados y desvencijados, que sólo forzando y entubando una elecciones, en una
de esas maniobras diabólicas donde no le dejan otra opción a los venezolanos
que votar por ellos o por la continuidad del desastre, fuera posible su retorno
al poder.
El problema de haber apoyado la carta de las sanciones
son primordialmente dos: la oposición democrática venezolana no tenían ni tiene
control sobre lo que Trump iba o no hacer, en este sentido tenían que tragarse
su propia medicina, nadie se paró en pensar que el sistema de gobierno
revolucionario se había imbricado de una manera tan íntima en todo el tejido
socioeconómico de la nación, el socialismo bolivariano estaba presente aún en
la más privada de las actividades empresariales, incluso sus tentáculos
llegaban hasta dentro de nuestros hogares regulando nuestra manera de
informarnos, entretenernos, la forma de nuestros hábitos de consumo y de cómo
podíamos disponer de nuestra propiedad.
El segundo problema, es que se trataba de la opción que
necesitaba de mayor tiempo, por lo que prefirieron poner al pueblo de Venezuela
a seguir padeciendo su sufrimiento hasta que las medidas de coerción tuvieran
su efecto, en este sentido Maduro ha probado resilencia, no le importa el
padecimiento de los venezolanos, mientras pueda mantener a su núcleo crítico de
adeptos recibiendo cajas CLAP y las becas por el Carnet de la Patria, seguía
teniendo el soporte interno que necesita.
En el ínterin, Guaidó ha cometido error tras error,
engañando a la gente, negociando secretamente con el régimen de Maduro,
imponiendo la agenda del G-4 por sobre el interés nacional, involucrándose en
actos de corrupción, tratando de mantener su credibilidad con espectaculares
actos de propaganda, saliendo del país por los caminos verdes con la ayuda de
grupos terroristas, saltando rejas, enfrentando piquetes de Guardias Nacionales
que tenía órdenes de no tocarlo, con vistosas giras en el exterior pero sin
ningún plan concreto sino seguir esperando.
Sus estrategias chimbas de convocar a la gente en marchas
sin sentido, de pedirle perdón a los venezolanos, deteriorando sus ventajas
políticas, dividiendo el poder legislativo y perdiendo la sede del parlamento,
alienando a la oposición radical, enfriando la voluntad de intervención de
nuestros aliados, siguiendo con su agenda de contactos con el socialismo
internacional.
La salida de las sanciones que escogieron, requieren de
un tiempo que la mayoría de los venezolanos no tenemos porque las condiciones
de vida se deterioran aceleradamente, la decepción y el malestar social va in
crescendo, las bajas de la sociedad civil van en aumento por una mortandad de
víctimas producto de la violencia y de las enfermedades, las oportunidades de
trabajo son nimias, la inflación galopante no perdona ningún presupuesto en
ninguna moneda, el caudal de venezolanos que optan por emigrar es indetenible,
el país está quedando vacío.
Para colmo de males, tenemos una cúpula empresarial
quejándose ahora porque las sanciones también están afectando a las pocas empresas
y empresarios que nos quedan, ¿Por qué se quejan ahora, no hicieron nada cuando
debieron presionar sobre el G-4 para que tomara una decisión más rápida y
decidida, en vez de esta interminable espera por unas elecciones que solo le
convienen a unos pocos?
Porque, me pregunto, los empresarios renunciaron a su
derecho y a su deber de influir sobre el estamento político del país en la toma
de decisiones que iban a afectarlos a ellos también, escudados detrás de esa
supuesta asepsia de que ellos “lo único que saben es producir”, se dejaron
meter ese rolling entre segunda y
primera y los tienen ahora “mamando” entre sanciones y más sanciones, ¿o es que
acaso no sabían lo que les venía?
Dejando en las manos de unos políticos de pacotilla las
más importantes y cruciales directivas de sus propios negocios, siguieron con
esa nefasta tradición venezolana de dejarle la política a los más ineptos y
corruptos; ser empresario, como ser maestro o artista, no los libra de tomar
partido en el foro público y más cuando se trata de discutir y poner en efecto
políticas que van a influir en nuestro modus vivendi.
Los empresarios están afectados porque durante 20 largos
años, para sobrevivir, permitieron la participación del estado a todo nivel en
sus modos de producción, en la forma que hacían negocios, y en los resultados y
ganancias que obtenían, de modo, que cuando alguna sanción toca al estado,
también la siente el sector privado porque lo que hay es un contubernio, no hay
una empresa privada realmente libre y autónoma.
Pero además, cometieron la insensatez de que apoyaron con
su silencio cómplice a Guaidó y al G-4, en resolver el problema político de sus
organizaciones políticas, que si hubieran presionado y establecido un frente
común para que se diera en Venezuela la intervención armada humanitaria, ya
hace tiempo hubiéramos tenido otro escenario y condiciones diferentes, ahora lo
que les queda es esperar por el próximo movimiento del Departamento de Estado,
que no los critico, ellos tienen expertos y saben lo que hacen, las sanciones
están debilitando al régimen cada vez más, eso es indudable, el problema es que
esa fue la salida que escogió Guaidó y su grupo de compinches, como política
frente al chavismo, la más fácil, la más cobarde y la más cómoda para ese tipo
de políticos oportunistas.
Mientras tanto, los venezolanos de a pie seguimos en
medio de esta infernal situación para realizar unas elecciones, que si se
hacen, serán en las peores condiciones posibles para la democracia y la
libertad, todo por el miedo a perder “unos espacios” que ni siquiera existen en
la realidad. - saulgodoy@gmail.com
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