sábado, 8 de febrero de 2020

Vamos a perrear




El heavy metal y el rap son ondas sonoras hechas para ensordecer totalmente. Para ensordecer lo que de humano hay en el escuchar. Yo creo que aquí hemos franqueado un umbral, quizá tan importante como el de las grandes matanzas y de las grandes violencias políticas.

George Steiner, filólogo e historiador de la cultura, quien nunca escuchó un regatón, la cita fue tomada del libro La Barbarie de la Ignorancia, de una entrevista a Radio France, 1997.

No quiero ser mal entendido, en primer lugar, hay algunos regatones que me gustan, pocos, pero los hay; segundo, sí he “perreado”, poco también, pero lo he hecho, y me han dicho que, por favor, deje de intentarlo… por lo que creo, puedo referirme al tema con conocimiento de causa.
Igualmente, no he salido de mi horror al ver algunos videos, transmitidos por la televisión del estado (emisoras revolucionarias), donde he visto fiestas de colectivos en los barrios de Caracas donde ponen a unos niños a “perrear” y la visión ha sido chocante, por decir lo menos.
Para efectos de mi artículo, el regatón es un estilo musical afro caribeño muy de moda y el “perreo” una de las formas de bailarlo, quizás la más popular, el tema es interesante porque es una de las formas culturales que está produciendo mayor impacto en la actualidad del mundo latino, y su influencia en el la escena del entretenimiento es cada vez mayor.
Algunos estudios aseveran que el regatón es un género musical hibrido, variante del raggamuffin, que a su vez procede del reggae, y del hip hop, que a su vez es influenciado también por otros  géneros musicales latinos, como la bomba y la salsa; otros dicen que el regatón es de Panamá, cuando en los años 1970, los jamaiquinos descendientes de los inmigrantes que habían ayudado a construir el Canal de Panamá, empezaron a cantar reggae (ragga) en español. Algunos opinan que el ritmo del regatón es una variación de las líneas rítmicas del dancehall, reggae jamaicano, que a mediados de los ochenta fusionaba rítmicas inspiradas en el funk, creando así ritmos fuertes y bailables.
En cuanto al perreo, nos quedamos con la explicación que aparece en Wikipedia:

El perreo se originó probablemente a finales de la década de 1990 en Puerto Rico, pero se extendió rápidamente a otros países cercanos como República Dominicana, Cuba, Colombia, Venezuela abarcando así, actualmente, casi la mayoría de los países de habla hispana. El objetivo del baile es realizar representaciones provocativas del acto sexual contra las costumbres aceptadas por la sociedad. En cualquier caso, la actitud de los participantes es de bailar como si estuvieran tratando de seducir a la pareja en medio de la pista de baile con movimientos lascivos y sensuales… El perreo consiste prácticamente en imitar el acto sexual de los perros, fuera de este movimiento básico ya no tiene reglas o coreografías prefijadas muy precisas, aunque algunos han tratado de hacer una cierta sistematización. Sin embargo hay unas normas no escritas de la apariencia que debe de tener el baile para que se le llame perreo. Las técnicas fueron adoptadas por el perreo a partir de los vídeos musicales del regatón: las rodillas ligeramente flexionadas, un/a bailarín/a tiene movimientos sueltos y realiza gestos típicos, y otro/a le provoca agitando vigorosamente las caderas. Algunos pasos se han tomado prestados de bailes latinoamericanos más antiguos como la salsa y el merengue, en los que también se encuentran contoneos de cadera y el descender flexionando las rodillas para luego subir.

Leí hace poco, que esta moda del ragatón se trata de una fiebre que cunde como si fuera un coronavirus en toda Asia, incluyendo en China, donde ningún night-club que se respete dejaba de ponerlo (esto, antes de la epidemia, supongo que la vida nocturna ha sido seriamente afectada por aquello de evitar aglomeraciones en lugares cerrados).
Para la industria musical mundial, el regatón se ha convertido en una verdadera revolución, que está haciendo multimillonarios a sus productores y artistas, no sólo discos (hablar de discos ya suena desfasado, debería decir grabaciones digitales, pero no da la misma idea), conciertos que llenan estadios de bote a bote, y una industria de videos de a mil por segundo, cada uno con presupuestos a lo Hollywood, y no digamos lo que genera en la industria de la moda, cada vez más efímera y ecológicamente mortal.
Creo que las apariciones de nuestras artistas latinas Shakira y J. Lo, en el medio tiempo del juego del SuperBowl en Miami, demuestran con creces que la moda del regatón no ha alcanzado aún su tope evolutivo, y que queda todavía espacio para su desarrollo; de modo que, efectivamente, pudiéramos catalogarlo como un fenómeno cultural de la globalización.
Pero no sólo es moda y entretenimiento, se trata también de un hecho que afecta la identidad cultural de algunas minorías, entre ellos comunidades completas de jóvenes de escasos recursos; se trata de una música y un baile que forman parte de la vida de nuestros barrios y poblados rurales, que están ligados a la violencia y al crimen, a las drogas y al sexo, a las pandillas y, sobre todo, a la imagen de nuestras mujeres.
Es sorprendente el cúmulo de estudios que están produciendo nuestras universidades e institutos de investigación sobre este fenómeno; a mis manos han llegado de todas partes trabajos muy serios en antropología, etnomúsica, sociología, educación y hasta filosofía, sobre lo que trae el regatón y el perreo, detrás de su popularidad y aparente inocuidad… para algunos se trata de una amenaza a la paz y al orden público, que hay que prohibir, para otros se trata de un valioso medio de inculcar valores y entender a las nuevas generaciones de jóvenes que se levantan en nuestras sobrepobladas urbes y apartadas regiones.
Hago especial mención a la investigadora mexicana Lira-Beltrán, M. G. (2010), Baila el “perreo”, nena: construcción de identidades juveniles femeninas en la escena tapatía del reggaetón, tesis para la Maestría en Comunicación de la Ciencia y la Cultura. Tlaquepaque, Jalisco: ITESO; a la investigadora colombiana Muñoz Ñañez, Teresa Elisabeth, con su tesis: El musicar de la salsa, el rap y el reggaeton en las identidades de los jóvenes afros del norte del Cauca, para el Centro de Estudios Avanzados en Niñez y Juventud alianza de la Universidad de Manizales y el CINDE (2010).
El regatón y el perreo son duramente criticados por mis colegas académicos e intelectuales; a muchos les parece que se trata de una de las expresiones más decadentes y abominables, tanto de la música como del baile, de hecho, niegan que se trate de música o de baile, pero su innegable popularidad entre las masas habla de otra cosa, nos están diciendo algo y muchos de nosotros, como buenos “cabezas de huevo” (una expresión anglosajona para designar a las personas cultas) no les estamos prestando atención.
En lo personal, lo estoy viendo como una manera en que las multitudes buscan conformar sus enjambres, y moverse y cantar sus querencias, sentimientos y angustias; hay algo premonitorio en estos ritmos básicos y enervantes, que me habla de un mundo superpoblado, de megalópolis cada vez más deshumanizadas, de encuentros demasiado breves entre personas, cargados de emociones confusas, directas e intensas, que terminan siendo como choques de partículas básicas en un ciclotrón disparadas casi a la velocidad de la luz.
En sus canciones se puede escuchar de todo, desde historias de amor no correspondidas, relaciones traicionadas, frívolas, orgiásticas, lo común son escatologías tales como “Te lo meto, te lo saco, te lo meto, te lo saco, ¿mamita porque estás tan buena?”, que se repite en variantes poco creativas, algunas de las letras que abundan sobre golpes profundos de bajo y percusión que le marcan, como metrónomos, las pautas al cuerpo para que se mueva… cuando los ritmos se aceleran puede ser una locura.
Me llama la atención la temática de los videos, son extremadamente narcisistas y en continua referencia a sus creadores, a la vida del artista regatonero, rodeado de lujos espléndidos y bellas chicas que se quitan a sombrerazos,  vemos una cotidianidad llena amores fáciles, de joyas, rápidos autos, fiestas en la playa, la versión de la vida de estos artistas ligadas a las armas y la bandas hamponiles son insustanciales y vacías.
En relación al ritmo, que es una de las condiciones básicas del regatón, estoy absolutamente de acuerdo con el profesor y doctor en música Kurt Poterack, en cuanto a que es una opinión sobrevendida, que el regatón sea una música rítmica; en muchas de sus composiciones, el elemento rítmico es muy crudo y básico, ritmo es lo que se puede escuchar en algunas interpretaciones africanas donde, en palabras de este académico norteamericano:  “Es típico en África es escuchar ensambles rítmicos de percusión que crean fascinantes texturas polirítmicas (por ejemplo, grupos de cuatro músicos contra otro grupo de tres), creando ambigüedades estimulantes (¿son estos tres grupos o dos grupos de tres?), y están todo el tiempo, de manera deliberada haciendo oscuro el ritmo… de hecho, mientras más duro y más obvio sea el ritmo en la música popular moderna, la gente le atribuye ritmo.”
El sexo es fundamental, y todo el universo del regatón se resuelve alrededor de la mujer, y el baile; ese famoso perreo no es más que una fantasía del coito con ropa, preferiblemente en la posición de los canes, rotando los glúteos de las féminas en contra de las pelvis del macho en medio de contorciones muy sugerentes, muchos lo hacen de manera grosera y directa, otras veces son artísticas y hasta tienen gracia, pero el resultado siempre es el mismo, elevar la temperatura del colectivo hacia una espectáculo orgiástico.
No les voy a decir si esto es malo o es bueno, esas consideraciones escapan a mi criterio, excepto para confirmar un grado de primitivismo colectivo profundo y no muy sofisticado, pero a lo que sí quiero referirme es a la presencia y la actuación de niños, cada vez más notoria, en este tipo de manifestación, en concursos, espectáculos y fiestas.
Entiendo que el desarrollo de los niños en nuestra Latinoamérica es cada vez más temprano y hasta precoz, debido, entre otras cosas, a las tecnologías de las comunicaciones, que exponen de manera libre contenidos a los que pueden acceder los infantes desde muy temprano; también hay un empobrecimiento de los valores y principios sociales, la cultura social masificada está cambiando, de hecho, en el caso venezolano, puedo asegurar que la institución familiar se ha degradado hasta casi desparecer, aunado esto a un problema grave de déficit educativo, condiciones de miseria para la mayoría, convenientemente promovidas por el socialismo, una generalizada y peligrosa desnutrición temprana… puedo afirmar, casi sin riesgo de equivocarme, que el entorno familiar ha desaparecido y que por lo tanto ha afectado de manera radical lo que llamamos infancia.
Creo que la infancia es un lujo que muchos niños en el mundo ya no pueden experimentar; la historia nos demuestra que en sociedades primitivas los niños, desde muy temprano, estaban sometidos a condiciones extremas de sobrevivencia, cuando no estaban recolectando raíces estaban atendiendo el fuego, o esquilmando animales para la cena, o ayudando con la siembra… en el mundo moderno vemos como muchos infantes están recluidos en campos de refugiados pasando necesidades, o expuestos a peligrosos traslados durante esos exilios forzados, o en situación de calle, o mal atendidos dentro de situaciones familiares inadecuadas… la pobreza, sobre todo, marca de manera definitiva la ausencia de infancia en muchos grupos sociales.
Uno de los problemas fundamentales que nuestro país es y será la de la infancia abandonada; y es nuestra obligación ciudadana hacer lo posible por crear y reinventar instituciones que se ocupen de ella. Si la familia se desvanece hay que crear sustitutos, es una tarea urgente… y esos chamitos perreando un regatón son una señal inequívoca de los tiempos por venir.
El periodista de opinión del New York Time, Ross Douthat, escribió recientemente el artículo La Edad de la  Decadencia (2020) y en el mismo nos dice:

La palabra “decadencia” se utiliza promiscuamente y con muy poca precisión. En los debates políticos, está asociada con la falta de resolución en momento de encarar las amenazas…En la imaginación popular, está asociada con sexo y glotonería, con romances pornográficos, con fresas cubiertas de chocolate. Estéticamente e intelectualmente predice el final, - el sentimiento, al mismo tiempo opresivo y exaltante, de ser los últimos de una serie- en palabras del poeta ruso Vyacheslav Ivanov… Siguiendo los pasos del gran crítico cultura Jacques Barzun, podemos decir que la decadencia se refiere a pobreza económica, degeneración institucional y agotamiento cultural e intelectual en lo más alto de la prosperidad material y el desarrollo tecnológico, Barzun escribió, “Las formas de arte y de vida parecen agotadas, las etapas de desarrollo acabadas. Las instituciones apenas y funcionan. Repetición, frustración son el resultado intolerable… cuando la gente acepta la futilidad y lo absurdo como normal, la cultura está en decadencia.”  

 -    saulgodoy@gmail.com




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