sábado, 21 de marzo de 2020

Lecturas para un encierro



En estos tiempos de acuartelamientos obligados, se hace necesario para muchos de nosotros tener buenos libros a mano para que nos distraigan de lo que ocurre a nuestro alrededor, aunque hay lectores a quienes llamo “temáticos” que prefieren leer sobre los asuntos que los influyen y determinan, de modo que si son afectados por una pandemia, prefieren leer sobre el tema e informarse de todos los ángulos posibles, entre ellos el literario.
He visto algunas listas de lecturas recomendadas que son inquietantes, desde Tucídides reportando sobre la plaga que cayó sobre Atenas por allá en el año 430 Ac, Boccaccio y Manzoni, el primero en Florencia y el segundo en Milán, escribieron sobre la peste bubónica que asoló la bota italiana unos años antes, que Samuel Pepys y Daniel Defoe reportaran el brote de la “Plaga Negra” que mató a más de un cuarto de la población de Londres; luego Mary Shelley escribió su Ultimo Hombre, la primera novela apocalíptica del siglo XIX donde la raza humana se ve arrasada por una epidemia, seguimos con Thomas Mann y su clásico Muerte en Venecia, una misteriosa plaga de Cólera que asola los canales de Venecia, de allí a Albert Camus quien nos lleva de la mano en su obra La Peste, donde una epidemia asola el puerto de Oran, en Algeria, luego nos recomiendan a Philip Roth, con su novela Nemesis, para que nos cuente sobre la epidemia de polio que afecto a los EEUU en 1950, y por último nos lanza La Amenaza de Andrómeda de Michael Crichton, un tecnothriller, muy parecido a los que sucedió con el virus de Wuham, y que nos está afectando a todos a escala mundial.
En lo personal este tipo de lectura en cuarentena me parece temerario, yo trataría de evadirme ya que sé, voy a estar bombardeado de información sobre lo que ocurre afuera de mi casa, es la razón que hoy voy a recomendarles dos novelas que me acabo de leer, y las traigo a colación porque son entretenidas (ambas las leí de un solo tirón) y están bien escritas, las disfruté en castellano traducidos del inglés, sus dos autores son norteamericanos, una es de terror y la otra de ciencia ficción.
Empecemos con el Trigésimo séptimo Mandala (El Mandala 37) del escritor Marc Laidlaw, este autor californiano escribe historias de horror y ciencia ficción, trabajó en el diseño de video juegos para la firma Valve, luego de algunos éxitos en el área, se dedicó de lleno a la narrativa, resultando en esta obra que lo han catapultado al estrellato de los nuevos escritores en este particular género, que tiene tanto arraigo y tradición en la cultura anglosajona.
Para los que desconozcan el término, un mandala es una creación personal de algunos monjes y buscadores de “iluminación” que les sirve de herramienta para obtener un cierto estado mental o de guía en la meditación profunda, los tibetanos son famosos por sus coloridos mandalas que hacen con arena muy fina y de colores que llegan a tomar formas muy complejas esencialmente geométricas y en algunos casos con rigor matemático.
En la Enciclopedia de Signos y Símbolos (1967) nos define el mandala de la siguiente manera: “Yantra o Mandala: El yantra, un diagrama sagrado hindú, se utiliza como motivo central para la meditación. La concentración en las figuras geométricas atrae la mente al diagrama y la transporta al más allá. Los yantras muchas veces constituyen la base de las plantas arquitectónicas de los templos. El mandala es un yantra circular, que encierra un cuadrado”.
En la novela, en algún momento se nos explica de manera sencilla: “En nuestra primera sesión, la señorita A afirmó que, durante las visiones, sobre todo contemplaba remolinos giratorios, parecidos a los mandalas de la filosofía budista, pero mientras que los mandalas budistas eran diagramas de carácter sacro fabricados con el fin de meditar, los que ella veía eran organismos vivos, nadadores del mar astral que parecían ansiosos por comunicarse”.

Y vaya si querían comunicarse, en la novela de Laidlaw los incautos que activaban el mandala, abría un portal hacia dimensiones diabólicas donde moraban fuerzas perturbadoras que perdían a las almas que buscan aventuras espirituales que inocentemente buscaban en sus librerías locales, en la sección New Age, donde se consiguen los libros de Derek Crowe, un popular autor que trabajaba con el hipnotismo, la magia sexual, el tercer ojo, su última obra era Los ritos Mandala, una especie de compilación de figuras orientales, de mandalas, que supuestamente al invocarlas se hacían contactos con otros planos de la realidad.
Derek Crowe era un escritor que lo que quería era fama y dinero por la vía rápida, escribía sus libros y hacía sus giras promocionales y presentaciones de sus técnicas frente a hermandades y sectas de lo oculto, que era un público fiel e interesado pero agotador, hacía suficiente dinero para vivir pero aún no le llegaba el éxito  que lo consagraría como un gran maestro, mientras ese momento llegaba no le quedaba sino hacer aquellas interminables presentaciones en pueblos pequeños y ciudades medianas ante un público que el grueso lo constituían solitarias amas de casa, pandilleros, drogadictos, gente curiosa sobre la magia que vivía en casas rodantes y aspirantes a brujos.
Pero con aquel último libro sobre los mandala, que Crowe consideraba su mejor trabajo, convenció a su editor de que lo imprimieran en una edición especial ilustrada con los 37 mandalas, cada uno elaborado a todo detalle y la mejor impresión posible, una edición de lujo, al que ahora le estaban tentando con producir una edición tipo cartas del Tarot.
Lo que la gente no sabía, ni siquiera su editor, es que esos mandalas fueron traídos de Camboya, por un aventurero y verdadero conocedor de las artes mágicas negras, un tal Elías Mooney, quien los había sustraído de un campo de concentración de los Jemeres Rojos donde había muerto mucha gente, algunos de ellos sacrificados a los mandalas.
El mandala 37 era un peligro para la humanidad y gracias al extensivo mercado de la literatura New Age y un charlatán e impostor como Derek Crowe, pusieron a circular algo que nunca debió existir entre nosotros, la historia es puro horror cósmico, una de las mejores historias de miedo que he leído en los últimos tiempos, hasta el mismo maestro del horror Stephen King, tuvo elogiosas palabras para esta nueva pluma, que hace honores a ese gran figura, H.P. Lovecraft.
Si les gusta el terror, esta historia, estoy seguro los hará olvidar, aunque sea por unos momentos, la pandemia del coronavirus.
La otra novela que quiero recomendarles Materia Oscura (Dark Matter), es otra cosa, una muy buena obra de ciencia ficción que tiene que ver con el mundo cuántico y todas esas paradojas que nos presenta la Nueva Física, algunas tan extrañas como la paradoja del experimento del gato de Schrödinger sobre la que está inspirada la obra.
Quizás algunos de ustedes ya hayan visto la serie de televisión basada en esta novela, para la cual el escritor Blake Crouch recibió de Sony Pictures 1.25 millones de dólares por sus derechos, y que se ha convertido en un éxito de la pequeña pantalla, pero una cosa es verla y otra muy diferente es leerla, y les puedo asegurar que van a disfrutar hojear sus páginas, y ver como Crouch construye una historia que deja sin aliento por la rapidez con que maneja la trama.
Y es que Balke Crouch ya viene con una experiencia singular con la serie televisiva Wayward Pines Trilogy (2014) con la que logró un público cautivo para sus historias y la atención de los ejecutivos de la industria del entretenimiento para con sus novelas, debe ser en la actualidad uno de los escritores mejor pagados en los medios.
En la novela Materia Oscura, el profesor Jason Dessen enseña física en una pequeña universidad en Chicago, tiene una bella esposa, Daniela y un muy querido hijo, Charlie, su vida es normal y muy feliz dedicado a las rutinas que cualquier profesional de los suburbios pudiera tener, una noche tiene que salir a comprar helado y su vida cambia de repente.
Inexplicablemente es asaltado, golpeado y drogado para secuestrarlo, y cuando despierta, se da inicio a una pesadilla que tiene que ver con una de sus vidas paralelas, como físico de partículas, en esa “rama” de su vida, que no tiene que ver con su actual mundo, es un físico famoso y premiado, que ha logrado desarrollar para una importante corporación, un sistema para viajar por los multiversos, que consiste en una caja muy parecida a la de Schrödinger, en donde el gato que está adentro puede aparecer vivo o muerto, dependiendo del punto de vista del observador (en un anterior artículo expliqué con cierto detalle este famoso experimento), y que es uno de los efectos de la mecánica cuántica actuando sobre las posibles realidades que se extienden, como un tupido rizoma, frente a nuestra probabilidades y que sólo uno de ellos prevalece sobre los demás, que colapsan y nunca maduran como “realidad”.
En una escena Jason está en su nuevo laboratorio ante su máquina acompañado de su socio en esa otra vida, quien lo secuestró, piensa en la maravilla que tiene frente a sí, que supuestamente es su creación y que él había elaborado en apuntes que nunca se hicieron realidad.

… al parecer, otra versión de mí sí que lo consiguió. Y elevó el concepto entero a un nivel inconcebible. Porque si lo que Leighton dice es verdad, esta caja hace algo que, según todo lo que sé sobre física, es imposible.
Me siento avergonzado, como si hubiera perdido una carrera contra un rival mejor. Esta caja la construyó un hombre con una visión excepcional.
Un Jason mejor, más inteligente.
Miro a Leighton.
      ¿Funciona?
—El hecho de que estés a mi lado así lo sugiere —responde.
—No lo entiendo. Si quisieras poner una partícula en un estado cuántico en un laboratorio, crearías una cámara de privación. Se elimina toda la luz, se absorbe el aire y se baja la temperatura a una fracción de un grado por encima del cero absoluto. Mataría a un ser humano. Y cuanto más lejos vas, más frágil se hace todo. Aunque estemos bajo tierra, hay todo tipo de partículas, neutrinos, rayos cósmicos, que atraviesan el cubo y pueden interrumpir un estado cuántico. El desafío parece insuperable.
—No sé qué decirte… Tú lo superaste.
      ¿Cómo?
El hombre sonríe.
—Mira, tenía sentido cuando me lo explicaste, pero no puedo explicártelo yo a ti. Deberías leer tus notas. Lo que puedo decirte es que esa caja crea y mantiene un entorno donde los objetos cotidianos pueden existir en una superposición cuántica.
      ¿Incluidos nosotros?
—Incluidos nosotros.
Vale.

En esa vida Jason es un hombre muy rico, no está casado y por supuesto, no tiene a su hijo Charlie, aunque Daniela existe, es una artista y viven aparte, en una escena terrible la ve morir asesinada por las personas que lo han estado buscando para obligarlo a que reinicie los experimentos de su máquina,  logra escapar y con su creación, que en realidad no es suya sino del Jason de esa particular bifurcación de su vida, viaja a otros versiones apocalípticas del mundo y que ponen la carne de gallina.
A partir de ese momento todo es un torbellino de acción y situaciones bastantes particulares que acaparan toda la atención del lector, y es que Crouch ha descubierto una fórmula muy precisa de escritura, donde en muy pocas líneas y con un mínimo de palabras, pinta las escena a un ritmo inusual, esto, sin descuidar las descripciones muy bien logradas de un mundo post industrial y de alta tecnología.
Materia Oscura termina siendo, como lo es también El Mandala 37, obras absurdas y fantasiosas que con gran maestría sus creadores logran traspasar ese umbral de verisimilitud en nuestra conciencia y hacerlas real en nuestra imaginación, algo que muy pocos escritores pueden hacer con éxito y que por ello ganan premios e inmensas fortunas.
Recomiendo ambas novelas para distraernos de nuestras propias desgracias.    -    saulgodoy@gmail.com





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