Cuando me involucro en el tema de la política en
Venezuela me cuesta separarme de ella, al punto de que si no consigo un “atractor”
lo suficientemente fuerte que me sustraiga de su influjo, puedo quedarme pegado
en su temática de villanos y falsos profetas, afortunadamente hay temas y
personalidades que inmediatamente atrapan mi atención y logro desconectarme.
Uno de estos personajes es el Dr. Donald D. Hoffman,
científico cognitivo, profesor de la Universidad de California en Irving, se
trata de un psicólogo de la nueva generación, de esos que mientan psicólogos
cuantitativos (computacionales) y para más señas, evolutivo, nada que ver con
los psicólogos que hemos conocido hasta el momento.
Hoffman ha estudiado en profundidad el fenómeno de la
inteligencia visual para máquinas (computadoras, robots, armas avanzadas) y el
fenómeno de la percepción humana, lo cual lo han hecho merecedor de fondos para
la investigación sobre temas que están allá lejos, en los límites de lo
posible, en territorios que tienen que ver con inteligencia artificial,
matemáticas del espacio-tiempo, física cuántica para el cerebro, razón por la
cual, muchos de sus descubrimientos no resuelven casi nada, pero si lo
complican todo.
Y lo último que está diciendo Hoffman es el equivalente a
una bomba nuclear en la comunidad científica mundial: la realidad que
percibimos por nuestros sentidos es producto de nuestro cerebro, que ha
evolucionado para darnos ventajas en el mundo para que podamos sobrevivir y
reproducirnos, por lo que está suprimiendo el verdadero rostro de la realidad,
es decir, nos oculta la mayor parte de la información del mundo, que por
procesos adptativos a filtrado ya que no nos sirve para nuestra sobrevivencia,
y solo nos permite percibir “su versión” de la realidad.
En otras palabras, y utilizando una metáfora suya,
nuestro cerebro trabaja como una “interfase” de una computadora para hacernos
la vida más fácil y manejable, si lo que vemos en la pantalla de nuestra
computadora es producto de unos programas que nos permiten, de manera amigable
e intuitiva, manejarla para realizar nuestro trabajo, comunicarnos o
entretenernos, obviando el complicado mundo de la electrónica, la
micromecánica, los diferentes voltajes, rutas, elementos de control y
nanotecnologías involucradas en los chips que conforman la estructura física de
la máquina.
De la misma forma, nuestro cerebro nos da una versión de
la realidad en la cual podemos operar de manera más o menos segura, sin tener
que ocuparnos en los detalles y minucias del universo que nos rodea, desde el
momento que nos despertamos nuestro mundo está protagonizado en “primera
persona” es la única versión de la realidad que conoceremos hasta muestra
muerte, lo que podría indicarnos sobre quien está generando esa “visión del
mundo”, de hecho en una entrevista para la Quanta
Magazine, le pregunta del entrevistador se refería a que nuestro cerebro
hacía posible diferenciar un tigre de una palmera, y poder resguardarnos en
caso del primero, si esto era así, efectivamente habían parecidos entre la
realidad y nuestra percepción, de la misma manera que percibíamos a un tren en
marcha y a una serpiente cerca de nosotros con suficiente claridad para
apartarnos de sus caminos, Hoffman respondió:
El
clásico argumento en el que aquellos de nuestros ancestros pudiera ver con
mayor claridad tenía una ventaja competitiva sobre aquellos que veían menos y
por lo tanto era más seguro que sus genes, que codificaban esas más completas
percepciones, pasaran a otras generaciones para que pudieran ver con mayor
detalle. Eso suena muy plausible. Pero es completamente falso. Desconoce los
hechos fundamentales de la evolución, que trata de funciones para la
sobrevivencia… de acuerdo a la selección natural, un organismo que ve la
realidad jamás estará mejor preparado que aquel otro organismo de igual
complejidad que no ve la realidad pero que está ajustado para la sobrevivencia…
la evolución ha conformado nuestra percepción para permitirnos sobrevivir. Es
lo que guía el comportamiento adaptativo. Pero parte de ello implica ocultarnos
las cosas que no necesitamos conocer. Y que es la mayor parte de la realidad,
cualquier cosa que la realidad sea. Si tuvieras que emplear todo el tiempo en
sólo descubrir que es la realidad es tigre te hubiera comido… Las serpientes
como los trenes, como las partículas en física, no tienen objetivos ligados a
las condiciones del observador, La serpiente que veo es una descripción creada
por mi sistema sensorial para informarme de las posibles consecuencias de mis
acciones. La evolución ha creado soluciones aceptables, no las óptimas. Una
serpiente es una solución aceptable al problema que me dice cómo debo actuar en
una situación. Mis serpientes y trenes que se me abalanzan, son
representaciones mentales; tus serpientes y trenes son tus representaciones
mentales.
En
todo este enredo que propone Hoffman hay que tener muy en claro que las
adaptaciones evolucionarias en el hombre no tienen nada que ver con la verdad o
la realidad, sino con la sobrevivencia, que las características y modalidades
que encontramos en los objetos del mundo solo existen mientras los observamos,
que cuando cerramos los ojos no sabemos lo que pasa con esos objetos.
En
su muy bien informado ensayo Objects of
consciousness (2014), para la publicación Frontiers in Psychology, Hoffman nos relata la siguiente anécdota:
La
mente humana está predispuesta a creer que los objetos físicos, cuando no son
percibidos, todavía existen con las formas definitivas y sus locaciones en el
espacio. El psicólogo Piaget planteó que los niños empezaban a creer el “la
permanencia de los objetos” cerca de los 9 meses de edad, hasta reafirmarlo 9
meses más tarde… El creer en la permanencia de los objetos está arraigado
firmemente en la adultez, aún en mentes brillantes. Abraham Pais dijo de
Einstein, “Nosotros discutíamos frecuentemente su noción de realidad objetiva.
Recuerdo en una de nuestras caminatas que Einstein de pronto se detiene, me
mira y me pregunta si yo creo que la luna sólo existe cuando la veo”. Einstein
estaba preocupado por la interpretación de la teoría cuántica que proponía que
la luna no existía mientras no era percibida.
No me cabe la menor duda que
algunas personas, en su ignorancia, se reirán de lo que les estoy comunicando,
y quizás sean personas inteligentes, aún más, probablemente físicos de
profesión que todavía viven y funcionan en el mundo bajo los postulados de la
vieja física, la de Newton, y que con cerca de trecientos años de retardo estén
juzgando estas ideas que funcionan tomando en cuenta la nueva física, la de los
principios cuánticos; yo no soy un físico cuántico ni mucho menos, pero me
gusta estar bien informado y personas como Hoffman son tomadas muy en serio, de
hecho, están cambiando el mundo.
En el último número de la muy
reputada revista Edge, aparece una
extraordinaria entrevista a Hoffman a raíz de la publicación de su último libro
El Caso en Contra de la Realidad, cómo
la evolución ha ocultado la verdad de nuestros ojos (2020), de hecho hay
varios videos en YouTube que los van a dejar perplejos de lo que este
científico y sus equipos de investigadores han encontrado, entre otras muchas
cosas, les adelanto el siguiente hallazgo.
Para resolver el peliagudo
problema de que es la consciencia, se debe primero resolver que es espacio, el tiempo,
la materia y todos los componentes universales que acompañan el fenómeno, sobre
todo el asunto espacio-tiempo es fundamental, ya que todo en física, sucede
allí, en ese escenario, pero ya la física cuántica y la teoría de la relatividad
general apuntan a que el espacio-tiempo no es la fibra fundamental que sostiene
el universo, empezando porque no es posible hacer mediciones por debajo de la
escala de Plank sin que el observador (o instrumento de medición) se conviertan
en un impedimento.
En los más modernos
aceleradores de partículas como el Large
Hadron Collaider donde hacen chocar protones a la velocidad de la luz, el
resultado son millones de partículas saltando en todas direcciones, y aunque
los detectores de la máquina las reconocen y registran, hay que hacer los
cálculos matemáticos para estudiar sus simetrías y amplitudes, lo que conllevan
un proceso extremadamente complejo y largo, esto si lo hacen dentro de la
dimensión usual espacio-tiempo, pero los matemáticos han descubierto que si
utilizan estos objetos geométricos llamados “amplituhedrones” que se encuentran
fuera del espacio-tiempo, pueden llegar a resultados precisos tomando atajos y
con menos trabajo, estos objetos funcionan como otro nivel del universo
conocido y por ahora sólo en teoría, con lo números, pero eso es un buen
principio para su búsqueda, ya que si existen, entonces resolverían muchos
problemas y abrirían nuevos campos de investigación, de hecho, todo el edificio
de la física se vería afectado.
Y si esto es así ¿Qué rostro tiene la verdadera realidad?
La pregunta no sólo es intrigante sino pavorosa, pues esa apartamento que nos
compramos, el auto en el que viajamos, esa esposa que tenemos desde hace más de
veinte años, nuestros hijos y mascotas… no se parecen en nada a lo que hemos
estamos viendo.
Por los momentos la
consciencia sigue siendo un verdadero misterio, excepto para el budismo, esta
filosofía de vida desde hace varios siglos nos está diciendo que la realidad es
una ilusión, y entrena a sus seguidores a conectarse con la fuerza vital del
universo por medio de la realización del atman;
en lo que sí no hay duda alguna, es que la realidad se nos hace cada vez más
extraña de las seguridades que nos daban nuestros sentidos, una cosa si les
digo, no cambiaría vivir en estos tiempos por nada en el mundo, a pesar de
todas las angustias e incertidumbres, le estamos corriendo el velo al universo,
creo que estamos a punto de algo grande que cambiará definitivamente nuestro
paradigma… es una verdadera calamidad que en Venezuela tengamos que estar ocupados
con todos estos velociraptors que nos
han invadido desde el jurásico, y no tengamos el tiempo y las condiciones de
ocuparnos de lo que verdaderamente importa.
- saulgodoy@gmail.com
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