jueves, 23 de abril de 2020

El problema de las abejas




Las abejas evocan sentimientos tanto de temor como de admiración. La abeja se contempla como un símbolo de la inmortalidad y del renacimiento, al tiempo que representa la laboriosidad y la organización social. Constituye el emblema de varios dioses grecorromanos e hindúes, incluso de Cupido y de Karna, ambos dioses del amor, Karna aparece en ocasiones con un enjambre de abejas que le siguen.
Enciclopedia de Signos y Símbolos.

Si las abejas tienen problemas, nosotros los humanos también estamos sufriéndolo; lo que sucede es que mucha gente no se ha dado cuenta de lo ligada que está nuestra sobrevivencia con estos diminutos insectos que, aparte de producir miel, fastidiarnos con sus zumbidos y no pocas veces agredirnos con sus picadas, son los que hacen posible la polinización entre las diversas especies del mundo vegetal que proporcionan nuestro alimento.
En la montaña donde vivo, las abejas todavía son abundantes, aunque sí he notado que, hace unos cinco años atrás, enjambres de abejas que pasaban volando sobre el techo de mi casa, por lo menos una vez cada semana, ahora lo hacen escasamente una vez al mes; y cuando digo enjambres me refiero a nubes negras que se desplazan a unos quince metros del suelo con su aterrador zumbido; todavía encuentro campesinos de los asentamientos cercanos picados de abejas, con sus rostros tumefactos e irreconocibles, víctimas de un furioso ataque de estos fundamentalmente pacíficos habitantes de mis bosques.
No soy un entomólogo ni un apicultor, pero me intereso por estos bichitos porque dependo de ellos, al igual que usted, no importa si vive en la ciudad, en un protegido apartamento, rodeado de obras de ingeniería y arquitectura que a veces lo hacen olvidar lo mucho que necesitamos que esa naturaleza salvaje, permanezca salvaje.
Con las abejas sucede que pueden ser domesticadas, en el sentido de que pueden perfectamente vivir en ambientes controlados por el hombre, en apiarios, que son colmenas preparadas y controladas para que las abejas vivan, se reproduzcan y produzcan miel; pero, además, se viene practicando desde hace algún tiempo que los grandes productores de miel alquilan sus colmenas a los agricultores para que fertilicen sus sembradíos, servicios que hoy cuestan una fortuna y son cada vez más escasos.
Para que las abejas vivan en un apiario es necesario que campos con abundantes flores se encuentren cerca, ya que la mitad del tiempo y de la vida de una abeja se dedica a buscar polen y néctar de las flores para alimentar a sus larvas y pupas en las colmenas; la buena salud de las abejas depende de la variedad de flores que se encuentre en su zona de vuelo… y para sostener a la reina y sus consortes (la Reina produce unos 1.500 huevos diarios en su época reproductiva), una abeja tiene un rango de unos cinco (5) kilómetros, que es el área aproximada, fuera de la colmena, en la que busca su alimento. Durante esta actividad ocurre el milagro de la polinización; sin proponérselo, las abejas son las responsables de que muchos otros cultivos se reproduzcan, principalmente frutas, vegetales, legumbres, nueces y muchos de los cultivos que se reproducen por semillas.
Una abeja vive aproximadamente 40 días, de los cuales pasa la mitad en la colmena, trabajando y atendiendo los huevos, larvas y pupas; la segunda mitad sale del panal y se va al campo a buscar comida y materiales para el mantenimiento de la colonia, ésta es la etapa donde, activamente, se hace parte de un enorme esfuerzo de polinización, que hace gratis y sin quererlo, con el mundo de las plantas.
La actividad de polinización involucra a las abejas, abejorros, moscas, mariposas, tábanos y otros insectos, aves y hasta pequeños mamíferos como el murciélago, que forman parte de esta inmensa red de animales dispensadores de vida; pero son las abejas las que llevan la batuta en esta labor, y en este sentido hay varias variedades de abejas, siendo la más popular la abeja europea productora de miel (Apis millifera); hay muchas otras, incluyendo la mortífera Abeja Africana, que tan mala fama adquirió hace unos años.
Les voy a dar unas cifras provistas por la FAO, la organización de la ONU que se ocupa de la alimentación y la agricultura en el mundo: se estima que de cada 100 especies de cultivos que proveen el 90% de la comida, 71% son polinizadas por abejas sólo en Europa; 84% de los 246 tipos de cultivos que son polinizados por animales y 4.000 variedades de vegetales existen gracias a las abejas. Puestas estas cifras en dólares, para el 2005, el valor total de los alimentos producidos en el mundo, gracias a las abejas, montó en 200 billones (americanos); ese mismo año, los productores norteamericanos vieron incrementar sus costos en un 20% debido a que tuvieron que pagar los servicios de polinización, rentando abejas de los apicultores.
Ahora vamos con las malas noticias, las abejas están desapareciendo, y eso no es algo nuevo, el Síndrome del Colapso de la Colonia (CCD, en inglés) es una patología que afecta a las colmenas de la que no se tiene identificada una causa única; ya desde el siglo XIX se producían reportes en los cuales, de un momento para otro, desaparecían las abejas y dejaban a la reina, a los huevos y larvas solas, aun teniendo abundante comida; esa patología atacó fuertemente los apiarios de la isla de Wight y se extendió al Reino Unido en 1906.
Desde hace aproximadamente unos 10 años, el síndrome de Colapso de la Colonia se ha vuelto recurrente en Europa, Asia y América, pero nunca con la intensidad de hoy en día; en el 2013 afectó varios estados en USA, con pérdidas cercanas al 23% de las colonias, lo que puso a la Agencia de Protección Ambiental en alerta, creándose un comité de seguimiento científico de esta extraña afectación que, entre otras cosas, explica el alto costo de la miel en el mundo entero.
El problema se ha convertido casi en una epidemia para las abejas, al punto que este pasado 22 de Abril, Día de la Tierra, empresas de información, como Google, tomaron el tema como bandera para su divulgación… y, como ya mencioné, es el sector agrícola y de alimentos el que resulta más afectado, justo cuando para el año de 2050 seremos 9.5 millardos de personas habitando nuestra pequeña esfera azul.
En Venezuela no hay manera de determinar a ciencia cierta cuál ha sido el descenso de nuestra población de abejas, pero sí les puedo decir que el feroz ataque que sostiene la revolución bolivariana contra nuestro medio ambiente, sobre todo en su empeño de apadrinar o dejar pasar procesos de deforestación y urbanismo desordenado, han acabado con una buena porción del hábitat natural de estos útiles insectos.
Este verano, que todavía sufrimos, ha sido inclemente en materia de incendios forestales; la gente, ignorante del efecto de sus acciones, quema sus conucos sin piedad y deja que el fuego se propague sin control hacia los bosques aledaños, justamente de donde se nutren las abejas; la contaminación atmosférica y del agua igual las afecta y, para colmo, no hay control con el uso de pesticidas y otros químicos, que son asesinos para los insectos polinizadores.
Todos los países desarrollados se encuentran muy atentos a este episodio, pues no saben cómo el síndrome pudiera comportarse; ignoran si hay un punto crítico en donde colapsa todo el sistema natural de las abejas; no saben si es el cambio climático, la desaparición de sus hábitats, o la cantidad de enfermedades, productos de virus, bacterias, hongos o parásitos, los que causan el síndrome, o una combinación de ellos… lo que sí sabemos es que países, como Alemania, Israel, Inglaterra, USA y muchos otros, están invirtiendo grandes cantidades de recursos y ocupando institutos de investigaciones para encontrar una respuesta, lo más rápido posible, pues el peligro para la humanidad es inminente y muy real; si se extinguen las abejas, probablemente nosotros iremos detrás de ellas.
Tengo una batea, en mi casa de la montaña, afuera, en el jardín, donde hay una llave de agua; en los veranos ardientes, como el que estamos sufriendo, acude a la boca de esa llave una buena cantidad de abejas para refrescarse, sobre todo en las mañanas… cuando voy a lavar algo, debo pedirle permiso a las abejas que allí se reúnen; tenemos un íntimo pacto de no agresión, cuando llego, se alborotan pero me dejan hacer mi tarea, luego les dejo suficiente agua para ellas; nunca me han picado y creo que me reconocen… y cada mañana les pido que no se vayan muy lejos.
Para quienes vivan en la ciudad y quieran hacer algo por las abejas, siembren en sus jardineras y balcones plantas de flores, variadas y abundantes, en algún momento aparecerán… es una manera de reconocerles lo que hacen por todos nosotros.   -    saulgodoy@gmail.com





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