Luego de leer el interesante artículo de Gisselle
Donnely, Problemas de Género (2020),
sobre como los tiempos de decadencia traen consigo un cambio entre los roles
del hombre y la mujer, haciendo a los hombres más afeminados y a las mujeres
más masculinas, tanto en aspecto como en maneras, no dejo ahora de preguntarme
y observar a la sociedad venezolana si estas transferencia de papeles se están
dando en mi país; de acuerdo a Donelly quien si ha estudiado el asunto en los
países anglosajones, alega que históricamente hay suficiente evidencia para que
estos cambios provocados por las crisis se vean como recurrentes.
Según la interpretación de sus datos, a mediados del siglo XVIII el Imperio
Británico entraba en franca decadencia primordialmente porque las élites y la
oligarquía estaban corruptas, el país entraba en un decaimiento geopolítico,
con sus colonias en problemas, con una acelerada perdida de las virtudes, sobre
toda de la virtud varonil, de esa que está impregnada de valor y deber, de no
retroceder ante el enemigo... pero los excesos, la riqueza fácil y la vida
llena de frivolidades hizo lo suyo incluso dentro de la casta militar.
Nos narra las desventuras de las misiones militares
enviadas a las colonias Americanas, entre ellas la desastrosa aventura del
Mayor General Edmund Braddock, quien en 1755, al mando de dos regimientos se
adentró en territorio indio para apaciguarlos y hacer retroceder a los
franceses hacia Canadá, pero allí fue diezmado, sus tropas mutiladas,
descabelladas y algunos sirvieron hasta de
cena a los salvajes, el mismísimo George Washington, quien luego libertaría a
su nación de los ingleses, fue uno los escasos sobrevivientes de aquella
desastrosa operación terrestre.
Pero la gota que derramó el vaso fue el sitio de Minorca,
una pequeña isla en el Mediterráneo, donde los ingleses tenían un fuerte y la
conservaban entre sus posesiones estratégicas, cosa que los franceses
decidieron terminar, y en 1756 enviaron una avanzada anfibia retando a los
Ingleses en su medio natural, el mar, y disparando en contra de su armada, su
mejor arma, y con la que presumían el control de los océanos del mundo.
El Almirantazgo envió a uno de los suyos, al Almirante John Byng, hijo de uno de sus héroes
navales, pero que resultó un deficiente militar y un mejor bailarín en las
fiestas de disfraces de los palacios londinenses, experto en juegos de salón,
coleccionista de vajillas de te chinas y un extravagante dandi de vestuario
excesivo y afeminado, millonario, terrateniente y fácil objetivo de la prensa
amarillista.
Byng puso lo que
los venezolanos conocemos como, “una inmensa torta”, con aquella operación
naval, no sólo no pudo desembarcar en la isla, sino que tampoco rescató a los
hombres atrapados en el fuerte, prefirió irse en fuga hacia Gibraltar, los
ingleses no le perdonaron esa afrenta, la opinión pública reclamaba que habían
perdido ante los “afeminados franceses” y luego de pasar coleto por el piso con
su nombre, un tribunal militar lo encontró culpable de cobardía y traición, ylo
fusilaron en la cubierta del HMS Monarch.
Para la misma
época existía en Londres un extraño grupo de mujeres machorras, excesivamente
rudas, con cuerpos musculosos, que vestían como hombres y gustaban de la
compañía de otras mujeres, se les conocía como “Las Mollies”, y proliferaron a
todo nivel, defendiendo el libre comercio, haciendo negocios de exportaciones y
especulativos, tratando de inmiscuirse en política pero principalmente creando
escándalos por su actitud retadora y contestataria, con su presencia en bares,
clubes y salones de la City.
Aquel ambiente
de escándalos, lujuria y vicio, proliferó durante los últimos años de la
predominancia política del partido de los Whig, durante el período hannoveriano
del gobierno de Robert Walpole como Primer Ministro, un período marcado por las
derrotas militares, por las pérdidas de territorio, de negocios, por confusas
inversiones de roles en cuanto a género, por la decadencia…
Pero lo mismo
ocurrió en la Europa Continental durante los locos años veinte, en el periodo
de entre guerras, y luego le ocurrió a los EEUU durante la Guerra Fría en los
años cincuenta, y Donnely no le tiembla el pulso en afirmar que la llegada al
poder del presidente Trump, es la continuación de ese declive de los EEUU como
potencia mundial, por haber abarcado más de lo que podía tragar, muchos
analistas concuerdan que la guerra en Irak fue lo que selló la decadencia
militar de los EEUU, y alegan que las economías de los llamados Tigres Asiáticos
y luego China inclinaron la balanza del poder hacia el oriente.
Pero llegó la
pandemia del coronavirus y ahora hay un nuevo reparto de cartas con la crítica
situación económica mundial, y un nuevo juego que todavía no comienza, pero que
pone todas estas teorías del declive y la decadencia en un veremos, se nos presenta
a un presidente Trump asediado y señalado como responsable de un supuesto mal
manejo de la epidemia del Covid-19 en ese país del norte; mi opinión, es que
quienes esperaban una respuesta más autoritaria y dura, un acuartelamiento
militar y un toque de queda por parte de Washington, desprecian la catadura
democrática de Trump y el espíritu libertario de los norteamericanos, que jamás
hubieran accedido a tales medidas sacadas de una chistera y aplicadas a la
fuerza, en una situación que nadie podía saber, ocurriría con este virus chino.
En el caso venezolano, los militares revolucionarios nos
han vendido una imagen de machos a grado sumo, con uniformes y armas incluidos,
floridos discursos y grandes desfiles cargados de testosteronas, medallas,
sables rituales, máquinas de guerra… y entre todo ese gasoil quemado en el
Paseo de los Próceres y en el Campo de Carabobo, no faltan los destacamentos de
nuestras amazonas en armas, bellas, marciales, muy serias y disciplinadas,
rindiendo culto a los jefes y los símbolos del machismo más rancio que pueda
existir en nuestro país.
Pero cuando en el mismo desfile se observan a esos grupos
de teatro nacionalista, que tanto deleitaban al líder galáctico, de jóvenes
afectados, luciendo artificiosamente bravíos, con sus rostros profusamente maquillados,
con bigotes de utilería, uniformes ajustados llenos de medallas y todo el
arsenal de fetichismos patrioteros, e interpretando gestas heroica en medio de
proclamas, estallidos de bombas de humo, avanzadas de caballos, banderas y
peleas a machete (de madera) entre llaneros y realistas, de mujeres que salían
gritando en el fragor del encuentro con sus pechos al aire y sus rostros
furiosos, de un narrador oficioso llevando la narrativa para el público con voz
emocionada, casi al borde de un llanto histérico, no pocos connacionales nos
preguntábamos que estaba pasando por las cabezas de nuestros líderes.
Pero era en la prensa amarillista, en las redes sociales
y en algunos de esos picantes videos que se colaban en internet que nos
enterábamos de los arrebatos pasionales de algunos de estos revolucionarios y
revolucionarias, que sin salir del closet, hacían corto circuito contrariando
sus supuestas fobias homofóbicas, demoliendo la seriedad y circunspección de
sus imágenes de burócratas conservadores, y descubriendo una faceta libidinosa
y sadomasoquista.
Aparatosos accidentes, escándalos en fiestas, reclamos en
medio de reuniones oficiales, peleas callejeras, juerga de borrachos, indiscretos
mails, fotos reveladoras… constituían el grueso de la evidencia de que en el
alto gobierno “se cocían habas”, el chavismo es una caja de pandora que fascina
por su inestable carga de géneros e inclinaciones sexuales, cuando no en sus
principales protagonistas, entonces en sus familias más cercanas, o
involucrando el entorno de seguridad más íntimo, entre amistades y partidarios.
Y es que los tiempos de decadencia vienen acompañados por
un pánico que hace de la moral un velo y de las buenas costumbres una máscara,
las épocas revolucionarias se llenan de una incertidumbre que hacen que los
momentos deban ser saboreados como los últimos, apurados y con urgencia, y
donde los privilegios y el poder le dan a los más atrevidos, la oportunidad de
complacer sus más locas fantasías, deseos… los regímenes comunistas y
socialistas se caracterizan por ese lado perverso que tienden a ocultar los
excesos, que sólo ocurre detrás de las puertas cerradas, una concreción de
estilos de vidas paralelos, muchas veces en contradicción a la moral y las
buenas costumbres.
En otras circunstancias, y si no, pregúntenle a los altos
jerarcas venezolanos cuando visitan Cuba que convierten en su propia isla de la
fantasía, donde el régimen les prepara todo para complacer sus más oscuros
deseos, que los hermanos Castro no dejaban de grabar con cámaras escondidas
para completar los expedientes para el chantaje, útil de tiempos de
compromisos, allí los deseos más salvajes y prohibidos se hacían realidad, como
hicieron posible los sueños de Chávez, de Maradona, de Evo, de Santos, de
Ramírez… y que quedaron grabados en sendos registros que reposan en archivos
secretos del régimen.
Jean Goddal, la experta bióloga en los grandes primates,
durante sus observaciones y convivencia con los grandes gorilas en las selvas
húmedas de África, encontró que cuando los jefes de las manadas sentían que sus
posiciones de machos alfa eran amenazadas por nuevos y más jóvenes contendores,
todo el grupo entraba en crisis, y el macho alfa empezaba a manifestar una
actividad sexual inusual y muy frecuente, copulando con todas las hembras del
grupo, era una temporada de miedo e inestabilidad, de tensiones y violencia en
las que se registraban asesinatos y violaciones de miembros de la manada, la
única manera que tenían los gorilas de controlar el stress era por medio de una
actividad sexual desordenada y frecuente, de los pocos episodios de
homosexualidad que se registraron, fue durante estas crisis.
Pero esta convergencia[UdW1] de cambio sexuales y geopolíticos, estos
gustos por las transferencias de un eros desquiciado en tiempos de crisis, se
potencia en el trópico, empezando por que somos sociedades mucho más rígidas y
conservadoras, donde el machismo viene en altas dosis convirtiendo a nuestras
féminas, sujetas a estos violentos cambios hormonales, sobre todo en períodos
de revolución, siempre tan inestables y poco predecibles, en rudas versiones del
personaje de la historia del Dr. Jeckil y
Mr. Hide, donde encontramos a mujeres asociadas con los delincuentes más peligrosos
del Continente, féminas audaces que se convierten ellas mismas en los capos de
los carteles de narcotráfico, en lideresas de bandas armadas, en espectaculares
hembras ligadas al crimen más salvaje al sur del río Grande, en vengadoras y
justicieras como reencarnaciones de Antígona, contamos con verdaderas amazonas,
aunque un poco pervertidas.
Y a nuestros más valientes generales y almirantes ocultos
detrás de escudos humanos constituidos por los ancianos y ancianas que
constituyen nuestras milicias, o esas juventudes revolucionarias dispuestas a
convertirse en carne de cañón en honor a nuestros líderes, dueños de bodegones
y de empresas en Florida, con los dedos temblorosos de hidalguía en los
disparadores de misiles rusos, prestos a tumbar aviones de la DEA.
Si la tesis de Gissele Donnely es cierta, y existe una
correlación entre las crisis de decadencia en las naciones y los cambios en los
roles sexuales, nuestro liderazgo político y militar, Venezuela tendría mucho
material que aportar a futuras investigaciones. -
saulgodoy@gmail.com
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