Como ustedes ya están enterados, a
raíz de la pandemia del Coronavirus, que prácticamente ha paralizado al mundo,
han surgido varias teorías conspirativas, toneladas de Fake News, diversas opiniones en los frentes científicos que se
ocupan del caso, infinidad de posturas políticas en referencia al origen del
contagio, la efectividad de la cuarentena y los modos de atención a la
epidemia; hasta en los mismos organismos internacionales, que se ocupan de esta
emergencia sanitaria, en algún momento se han contradicho o utilizan argumentos
que pronto dejan de ser fiables ante la evidencia del avance o retroceso de la
enfermedad.
La abundancia de opiniones sin base,
argumentos fabricados o alterados, simples y puras mentiras, han constituido un
fenómeno de alcance global, al punto que la Organización Mundial de la Salud
(OMS) le ha dado el nombre de “infodemia”, y la define como una sobre
abundancia de información falsa, “que
hace difícil que personas encuentren fuentes confiables y direcciones seguras
cuando las necesitan”.
Un gran porcentaje de esas
informaciones generan confusión, las han producido figuras públicas, artistas,
políticos, influencers y periodistas
irresponsables, fundamentalmente por medio de las redes sociales y sitios en
Internet.
Por los momentos no hay cura, no
existe una vacuna confiable y efectiva, el brote es impredecible, así como la
evolución del contagio, ni siquiera sabemos si se trata de un virus que usa la puerta
giratoria, se contiene para volver a resurgir; no es una enfermedad que ataca
en igualdad de condiciones a toda la población y hasta pareciera que hay
preferencias geográficas, de temperatura y de densidad poblacional en las que
el virus prospera.
Su baja mortalidad (un 2.3%, comparado
con la infección del SARS, que es de un letal 9.6%) lo hace parecer inocuo y
controlado, cuando en realidad sigue siendo peligroso y aumentando su contagio.
Los estudios que se han hecho sobre el
COVID-19 son igualmente contradictorios; hay los que afirman que ya está
completo su perfil de ADN, pero otros dicen que sigue mutando a medida que pasa
el tiempo, su habilidad para asociarse con células humanas e infectarlas
pareciera ser una característica natural y no diseñada por humanos, no hay
evidencias de que su estructura genética hubiese sido alterada para
contagiarnos, su estructura molecular tiene parecidos pero no es igual a los
Coronavirus que se encuentran en los pangolines y murciélagos que viven en
Asia, y se presume que fue por intermedio de ellos (todavía no lo identifican)
que el virus se transmitió a los humanos.
El gobierno Chino y su comunidad
científica alegan que la enfermedad empezó en el Mercado de pescados de Wuhan,
pero ha sido imposible determinar el área cero de la epidemia, entre otras
cosas, porque la información está incompleta, esto debido a que no se manejó la
epidemia correctamente cuando se detectó, y la misma se esparció rápidamente;
además, hay muchas interrogantes sobre la manera como fue enfrentado este brote
(recordemos que el médico que alertó sobre la posibilidad de un contagio fue
silenciado, fue arrestado y luego murió, que algunos medios de comunicación y
periodistas fueron censurados y, aparentemente, las personas que pudieran declarar
sobre esos importantes momentos han desaparecido).
Hubo una sospechosa actividad de
encubrimiento, en esos momentos cruciales en el mes de Diciembre del 2019, por
parte de las autoridades y, sorpresivamente, fallaron algunas alarmas de los
organismos internacionales que estuvieron monitoreando el caso.
Wuhan es una metrópolis grande, una
ciudad portuaria de 11 millones de habitantes, con su propio sistema de Metro,
aeropuerto internacional, es la sede de varias oficinas consulares, la
atraviesa el río Yangtsé y, como capital de la provincia de Hubei y del
Distrito de Jiangxia, es un destino comercial y centro industrial de
importancia en China; debido a las universidades y diversos centros de
investigación que allí funcionan siempre hay un gran número de extranjeros de
visita o por trabajo.
Ya en el 2003, China había sido
protagonista de otra pandemia, la del SARS, que fue un síndrome de deficiencia
aguda del aparato respiratorio originado en la provincia sureña de Guangdong;
hubo 8.000 infectados en Asia y China tuvo el 84% de los casos fatales. A raíz
de ese episodio, el gobierno Chino decidió ampliar sus capacidades de estudio,
investigación y manejo de epidemias virales; en Wuhan venía funcionando, desde
1956, un laboratorio de microbiología y, bajo un programa coordinado por
organismos internacionales y con la participación de varios países, entre
ellos, Francia, Canadá y los EEUU, levantaron unas modernas instalaciones,
apropiadas para el manejo de este tipo de enfermedades peligrosas.
El Instituto de Virología de Wuhan se
abrió en el 2015, a un costo de 300 millones de Yuanes (US$ 44 millones), y
consiguió su certificación Biosegura de Nivel 4 (BSL-4, siglas en inglés) hace
tres años; es decir, estaba apto para trabajar con los patógenos más letales del
mundo como la viruela, el Ebola, la fiebre de Lassa, el virus de Margburg y
otros.
El instituto es la sede de otras
instituciones, que se han ocupado de obtener las muestras, estudiarlas,
catalogarlas, experimentar con ellas, de las múltiples variedades de
Coronavirus que se obtienen de los murciélagos que viven en las cuevas de
Yunnan, su habitat natural; tienen el registro y la base de datos más extensa
del mundo de estos virus, de hecho, cuando cotejaron el Covid-19 encontraron
similitudes, hasta en un 96%, con algunas de las cepas del instituto.
En Wuhan hay dos institutos de
virología funcionando y uno de ellos, el Centro para el Control y Prevención de
Enfermedades, está a escasas tres (3) cuadras del mercado donde, se presume,
empezó la epidemia, mercado que, por cierto, fue cerrado y el área toda
desinfectada en diciembre.
Ya venían rodando varias teorías sobre
cómo el hombre fue infectado y todo apunta a que los chinos se alimentan de una
serie de animales extraños para occidente; es común encontrar en sus mercados
sopa de murciélago o carne de pangolino (un mamífero oriundo de Malasia,
especie de cachicamo cruzado con oso hormiguero, muy apreciado por su carne y
escamas) y se cree que fue de esta manera como se trasmitió la enfermedad,
aunque hay otras teorías, como la de un descuido en las normas de seguridad de
los laboratorios, o peor aún, la de un arma biológica desarrollada en secreto
entre el ejército chino y el instituto… de allí se desprenden dos teorías
conspirativas, la primera afirma que fue probada por los chinos contra su
propia población, para medir sus efectos y eficacia, otra asevera que fue
activada como un ataque contra el mundo con fines inconfesables.
Las teorías conspirativas se
multiplicaron, incluyendo la puesta en marcha de la tecnología 5G por parte de
empresas chinas, agregando que el gobierno de ese país ya tenía una vacuna
lista para extorsionar al mundo, aludiendo que era la venganza de oriente
contra la guerra económica, otras involucraban a multinacionales farmacéuticas…
aparecieron capítulos viejos de los Simpsons, que profetizaban la pandemia, y
la novela del escritor de ficción Dean Koontz, escrita en 1981, donde
vislumbraba el desarrollo de un Coronavirus llamado el “Wuhan-400”.
Uno de los
grandes problemas de los chinos es su gobierno opresor y vigilante de su
población, que actúa siempre en secreto y sin informar; su poca transparencia
se volvió en su contra, sobre todo, ya que no podía explicar algunos problemas
graves sucedidos en Wuhan… había demasiados huecos en la historia de la
aparición repentina del virus, algunos países ya han interpuesto demandas
multimillonarias, otras apuntan el dedo acusador hacia un gobierno que inspira
poca confianza.
Para el 27 de Enero, habían 3.000
personas enfermas, 80 ya habían muerto y se calculaba que 100.000 podrían estar
infectadas; apenas se dieron cuenta de la extensión de la epidemia, el gobierno
Chino impuso una estricta cuarentena sobre 13 ciudades, que afectó a 35
millones de personas, y movilizó un enorme contingente de personal sanitario y
militar al área afectada; en la prensa internacional ya se veía las imágenes de
los hospitales abarrotados, y gente colapsando en la calle de repente… la
década dio un temerario giro y el mundo cambió para siempre. –
saulgodoy@gmail.com
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