Norteamérica
está escribiendo el próximo gran capítulo en la historia de nuestras Fuerzas
Armadas… preparándonos para el próximo campo de batalla donde los mejores y más
bravos norteamericanos serán llamados a defender una nueva generación de
amenazas.
Vicepresidente Mike Pence, sobre la creación de la Space Force America (2020).
En medio de las celebraciones y los elogios por el éxito
de la misión espacial, que estrenaba el nuevo vehículo de la empresa Space X,
del superempresario y visionario Elon Musk, conjuntamente con la tripulación y
la decidida participación de la NASA, en retomar sus lanzamientos en un
vehículo reusable para atender la estación espacial y con miras a la conquista
del planeta Marte, aparece el libro del politólogo norteamericano Daniel Deudney, Dark Skies: Space Expansionism, Planetary Geopolitics, and the Ends of
Humanity (2020),
una voz de alerta y prudencia con esta carrera hacia el espacio, que tiene sus
peligros e interrogantes no resueltos.
Debo empezar diciendo
que, en lo personal, estoy a favor de la conquista del espacio sideral, en particular
de nuestro sistema solar y, en lo inmediato, con la colonización de la Luna y
Marte. En segundo término, estoy de acuerdo que sea una avanzada militar, con un
acompañamiento científico, la que abra el camino en estas primeras
exploraciones; el espacio exterior es un medio lo suficientemente hostil y
desconocido para los humanos como para confiarle exclusivamente a nuestra buena
voluntad y optimismo estos primeros pasos; la ciencia ficción, que me preparó
para enfrentar el futuro, fue toda de raíz militarista y conquistadora, de modo
que me parece normal que esto sea así.
Pero los argumentos de
Deudney me hicieron pensar y recapacitar, no para cambiar mi idea pero sí para
morigerarla, pues los humanos todavía tenemos problemas de orden existencial y
político que tenemos que resolver aquí en la Tierra, y sería bastante riesgoso
llevarnos con nosotros ciertos conflictos y puntos de vista a las estrellas.
Empecemos por decir que
la exploración espacial se inició por un interés militar, una carrera por
llevar armas de destrucción masiva al espacio exterior, desde donde era mucho
más fácil, rápido y eficiente lanzar los ataques con misiles y causarle daño al
enemigo en cualquier lugar del planeta donde se encontrare.
La atmósfera superior y
el espacio exterior son el medio ideal no sólo para que los cohetes busquen sus
blancos en la tierra, sino que se han convertido en el sitio favorito para
observar, comunicarse y detectar movimientos y actividades militares enemigas;
para nadie es un secreto que la carrera armamentista entre Rusia, China y los
EEUU ha tenido en el espacio su escenario natural.
Deudney nos habla del
paradigma Braun-Tsiolkovsky, que tiene un origen eminentemente militar y que
fue desarrollado por los trabajos de estos dos ingenieros especializados en
cohetes en la primera parte del siglo XX; uno alemán que trabajó con los nazis,
el otro ruso, ambos tenían por meta obliterar a sus enemigos desde el espacio.
Un segundo paradigma, el
Clarke-Sagan, uno británico y el otro norteamericano, le imprimió a la
conquista espacial ese matiz mucho más científico, de exploración y
descubrimiento, que es el que se destaca hoy en día; pero no hay que engañarse,
el interés militar ha sido el principal propulsor del desarrollo de la
industria aeroespacial en el mundo, incluso las empresas privadas que hoy son
celebradas por sus avances en esta particular carrera, son todas contratistas
importantes de la industria militar; de hecho, la NASA tiene un contenido militar
importante en su parte operativa, presupuestaria y de planificación.
El paradigma
Clarke-Sagan es el que ha prevalecido al momento de hacer popular la conquista
del espacio, convirtiendo esta exploración en una aventura, dándole ese carácter
humanista e investigativo, que es en esencia pacifista y con ánimos de
desarrollar nuevos horizontes para la humanidad, e incluso integrarla a
posibles contactos extraterrestres.
Pero el sesgo militar es
el que predomina en el tema de posibles contactos con otras formas de vida,
avistamientos de OVNIS y protocolos a seguir en casos de encuentros cercanos
con inteligencias de otros planetas; de hecho, el grupo Sirio, dirigido
por el Dr. Steven Greer, que ha sido un defensor y promotor de los contactos
pacíficos y amistosos con supuestos visitantes extraterrestres, alega que todo
el sistema mundial, preparado para estos eventos, tiene un contenido militar y
es altamente agresivo.
Pues bien, la carrera
espacial no escapa a esta modalidad defensiva y de guerra; sigue siendo una
prioridad para los militares tener bases militares en la Luna, Marte y en las
estaciones espaciales, lo que conlleva disponer de los últimos sistemas en
Inteligencia Artificial para controlar el despliegue de armas muy poderosas, no
sólo atómicas, sino también de láser, de pulsos electromagnéticos, de plasma, de
componentes robóticos y de nanotecnología, además de contar con tropas
especializadas para trabajar en estos ambientes espaciales.
De allí las decisiones
del presidente Reagan, con su Iniciativa de Defensa Estratégica, y ahora, con
Trump, de crear un Comando Espacial y unas Fuerzas Espaciales, que se
inauguraron el pasado mes de Diciembre de 2019 en los EEUU, y que pronto
tendrán sus contrapartes rusas y chinas. Pero el
profesor Daniel Deudney, uno de los politólogos más destacados en los círculos
de poder de Washington y un investigador muy serio en la Universidad de John
Hopskin en cuestiones de seguridad y geopolítica, ha desarrollado una tesis muy
realista y preocupante sobre la situación actual, que tiene que ver con las
perspectivas de conflictos y amenazas que enfrentamos los humanos y la forma
que tenemos de zanjar estos asuntos en este momento. Hay varias y
poderosas razones para ir al espacio y extender nuestra civilización a otros
mundos, la más importante y definitiva es que nuestro planeta está condenado a
una extinción más o menos segura, debido a que nuestro sol se está muriendo y en
este proceso va a sufrir cambios importantes, entre ellos que va a crecer y nos
va a achicharrar, luego se enfriará y la vida en nuestro sistema solar será
imposible; pero esto sucederá aproximadamente dentro de un millardo de años en
el futuro, aunque lo prudente es que empecemos a mudarnos cuanto antes, hacer
ese desalojo y encontrar un nuevo hogar para todos, lo que va a tomar mucho
esfuerzo y el desarrollo de tecnologías que no tenemos.
Pero hay otras razones más inmediatas, entre ellas la sobrepoblación de
la Tierra y lo limitado de sus recursos; ya estamos sintiendo la presión de un
crecimiento desordenado y lo más razonable es que empecemos a mudarnos poco a
poco a planetas cercanos. Hay otras personas que creen, yo entre ellos, que
nuestra expansión y dominio de planetas habitables se corresponde con nuestra
naturaleza expansiva y conquistadora, es el llamado que nos hace un universo
que necesita de nuestra civilización y nuestra curiosidad, actuamos como abejas
polinizadoras de vida inteligente en mundos donde no la hay.
Hay otros pensadores que
consideran la necesidad de la conquista del espacio en términos de
sobrevivencia. Stephen Hawking nos advertía que, si no nos ocupábamos de
colonizar el espacio en los próximos cien años, corríamos el riesgo de
extinguirnos; nuestro planeta está amenazado por innumerables peligros que
vienen del espacio, desde meteoritos hasta mareas radioactivas, explosiones
estelares, colapsos inesperados de huecos negros, aunque aparentemente estamos
en una zona estable de nuestra galaxia, de la que todavía no comprendemos su
funcionamiento y menos aún su composición, de modo que nadie nos puede asegurar
que estamos a salvo de una inesperada catástrofe cósmica en nuestro vecindario.
La tesis fundamental de
Deudney es que la humanidad no ha tenido el suficiente tiempo y la oportunidad
de sumergirse de una manera profunda en los temas de la exploración espacial;
dice, por ejemplo, que los temas legales y de seguridad, que competen al
establecimiento en la Luna de bases y explotaciones mineras internacionales, no
han sido suficientemente estudiados y normados; no se ha discutido
suficientemente y tampoco se ha avanzado en decretar la Luna como patrimonio de
la humanidad, donde no debería existir propiedad privada, ni extensiones de
dominios nacionales.
Si ya Marte es un
objetivo a alcanzar y colonizar, por parte de corporaciones y gobiernos, y no
hemos llegado a acuerdos internacionales, lo más probable es que se generen
problemas serios de soberanías y territorios, fuera de la jurisdicción de la
Tierra, reclamados por algunas naciones que pudieran terminar en conflictos… y
si ya se piensa en montar armas de destrucción masiva en estas avanzadas militares-científicas, no es
descabellado pensar que se podrían producir situaciones inesperadas, como
errores tecnológicos y humanos, movimientos independentistas, golpes de estado,
invasiones y enfrentamientos de variado tipo entre los participantes de esta
carrera espacial.
Basta recordar que se
trata del mismo ser humano que, aún hoy, no logra ponerse de acuerdo sobre el
dominio de algunos territorios en nuestro planeta, el mismo que recurre a la
fuerza militar para resolver diferencias limítrofes y la defensa de áreas de
influencia, y que ha considerado la destrucción del “otro” diferente como un
recurso usual para el manejo de amenazas. Con una proliferación de armas de
destrucción masiva fuera de nuestro planeta, la misma vida en la Tierra pudiera
estar en peligro y un conflicto interplanetario estaría dentro el menú de
opciones.
Para Deudney el aspecto
de seguridad de los programas espaciales debe ocupar un lugar prioritario, vale
decir, seguridad para los participantes en las exploraciones, seguridad para
las naciones involucradas en la aventura y seguridad para el planeta Tierra que
queda atrás. Estos programas de conquista espacial, sin un soporte adecuado de
tratados multilaterales y acuerdos mundiales, pudieran crear un clima de
inseguridad y temores difíciles de manejar.
Hoy estamos viendo cómo
el público abraza la idea de los viajes espaciales con entusiasmo, con mucha fe
en las ciencias y con muy poca consciencia del sesgo militar que, por ahora, es
el principal elemento en esta empresa; en lo personal, la participación las
fuerzas armadas no me molesta, la considero necesaria y no me imagino ningún
programa espacial sin que este elemento esté presente, por lo menos en su fase
exploratoria; insisto en el punto inicial, el espacio exterior es un ambiente
hostil a la vida humana y necesita de este componente para asegurar la
sobrevivencia, pero concuerdo con Deudney, la conquista espacial es demasiado
importante para dejársela sólo a los militares, o a multimillonarios encandilados
en sus visiones tecnológicas y mesiánicas, en este sentido el papel que han
jugado empresarios como Musk, Branson o Bezos ha sido determinante, como lo
será la participación de toda la empresa privada en esta compleja área de
desarrollo humano, cuya pretensión última es poblar el universo . -
saulgodoy@gmail.com
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