sábado, 6 de junio de 2020

El peligro de la conquista del espacio






Norteamérica está escribiendo el próximo gran capítulo en la historia de nuestras Fuerzas Armadas… preparándonos para el próximo campo de batalla donde los mejores y más bravos norteamericanos serán llamados a defender una nueva generación de amenazas.

Vicepresidente Mike Pence, sobre la creación de la Space Force America (2020).

En medio de las celebraciones y los elogios por el éxito de la misión espacial, que estrenaba el nuevo vehículo de la empresa Space X, del superempresario y visionario Elon Musk, conjuntamente con la tripulación y la decidida participación de la NASA, en retomar sus lanzamientos en un vehículo reusable para atender la estación espacial y con miras a la conquista del planeta Marte, aparece el libro del politólogo norteamericano Daniel Deudney, Dark Skies: Space Expansionism, Planetary Geopolitics, and the Ends of Humanity (2020), una voz de alerta y prudencia con esta carrera hacia el espacio, que tiene sus peligros e interrogantes no resueltos.
Debo empezar diciendo que, en lo personal, estoy a favor de la conquista del espacio sideral, en particular de nuestro sistema solar y, en lo inmediato, con la colonización de la Luna y Marte. En segundo término, estoy de acuerdo que sea una avanzada militar, con un acompañamiento científico, la que abra el camino en estas primeras exploraciones; el espacio exterior es un medio lo suficientemente hostil y desconocido para los humanos como para confiarle exclusivamente a nuestra buena voluntad y optimismo estos primeros pasos; la ciencia ficción, que me preparó para enfrentar el futuro, fue toda de raíz militarista y conquistadora, de modo que me parece normal que esto sea así.
Pero los argumentos de Deudney me hicieron pensar y recapacitar, no para cambiar mi idea pero sí para morigerarla, pues los humanos todavía tenemos problemas de orden existencial y político que tenemos que resolver aquí en la Tierra, y sería bastante riesgoso llevarnos con nosotros ciertos conflictos y puntos de vista a las estrellas.
Empecemos por decir que la exploración espacial se inició por un interés militar, una carrera por llevar armas de destrucción masiva al espacio exterior, desde donde era mucho más fácil, rápido y eficiente lanzar los ataques con misiles y causarle daño al enemigo en cualquier lugar del planeta donde se encontrare.
La atmósfera superior y el espacio exterior son el medio ideal no sólo para que los cohetes busquen sus blancos en la tierra, sino que se han convertido en el sitio favorito para observar, comunicarse y detectar movimientos y actividades militares enemigas; para nadie es un secreto que la carrera armamentista entre Rusia, China y los EEUU ha tenido en el espacio su escenario natural.
Deudney nos habla del paradigma Braun-Tsiolkovsky, que tiene un origen eminentemente militar y que fue desarrollado por los trabajos de estos dos ingenieros especializados en cohetes en la primera parte del siglo XX; uno alemán que trabajó con los nazis, el otro ruso, ambos tenían por meta obliterar a sus enemigos desde el espacio.
Un segundo paradigma, el Clarke-Sagan, uno británico y el otro norteamericano, le imprimió a la conquista espacial ese matiz mucho más científico, de exploración y descubrimiento, que es el que se destaca hoy en día; pero no hay que engañarse, el interés militar ha sido el principal propulsor del desarrollo de la industria aeroespacial en el mundo, incluso las empresas privadas que hoy son celebradas por sus avances en esta particular carrera, son todas contratistas importantes de la industria militar; de hecho, la NASA tiene un contenido militar importante en su parte operativa, presupuestaria y de planificación.
El paradigma Clarke-Sagan es el que ha prevalecido al momento de hacer popular la conquista del espacio, convirtiendo esta exploración en una aventura, dándole ese carácter humanista e investigativo, que es en esencia pacifista y con ánimos de desarrollar nuevos horizontes para la humanidad, e incluso integrarla a posibles contactos extraterrestres.
Pero el sesgo militar es el que predomina en el tema de posibles contactos con otras formas de vida, avistamientos de OVNIS y protocolos a seguir en casos de encuentros cercanos con inteligencias de otros planetas; de hecho, el grupo Sirio, dirigido por el Dr. Steven Greer, que ha sido un defensor y promotor de los contactos pacíficos y amistosos con supuestos visitantes extraterrestres, alega que todo el sistema mundial, preparado para estos eventos, tiene un contenido militar y es altamente agresivo.
Pues bien, la carrera espacial no escapa a esta modalidad defensiva y de guerra; sigue siendo una prioridad para los militares tener bases militares en la Luna, Marte y en las estaciones espaciales, lo que conlleva disponer de los últimos sistemas en Inteligencia Artificial para controlar el despliegue de armas muy poderosas, no sólo atómicas, sino también de láser, de pulsos electromagnéticos, de plasma, de componentes robóticos y de nanotecnología, además de contar con tropas especializadas para trabajar en estos ambientes espaciales.
De allí las decisiones del presidente Reagan, con su Iniciativa de Defensa Estratégica, y ahora, con Trump, de crear un Comando Espacial y unas Fuerzas Espaciales, que se inauguraron el pasado mes de Diciembre de 2019 en los EEUU, y que pronto tendrán sus contrapartes rusas y chinas. Pero el profesor Daniel Deudney, uno de los politólogos más destacados en los círculos de poder de Washington y un investigador muy serio en la Universidad de John Hopskin en cuestiones de seguridad y geopolítica, ha desarrollado una tesis muy realista y preocupante sobre la situación actual, que tiene que ver con las perspectivas de conflictos y amenazas que enfrentamos los humanos y la forma que tenemos de zanjar estos asuntos en este momento.                                   Hay varias y poderosas razones para ir al espacio y extender nuestra civilización a otros mundos, la más importante y definitiva es que nuestro planeta está condenado a una extinción más o menos segura, debido a que nuestro sol se está muriendo y en este proceso va a sufrir cambios importantes, entre ellos que va a crecer y nos va a achicharrar, luego se enfriará y la vida en nuestro sistema solar será imposible; pero esto sucederá aproximadamente dentro de un millardo de años en el futuro, aunque lo prudente es que empecemos a mudarnos cuanto antes, hacer ese desalojo y encontrar un nuevo hogar para todos, lo que va a tomar mucho esfuerzo y el desarrollo de tecnologías que no tenemos.                                                                                                                Pero hay otras razones más inmediatas, entre ellas la sobrepoblación de la Tierra y lo limitado de sus recursos; ya estamos sintiendo la presión de un crecimiento desordenado y lo más razonable es que empecemos a mudarnos poco a poco a planetas cercanos. Hay otras personas que creen, yo entre ellos, que nuestra expansión y dominio de planetas habitables se corresponde con nuestra naturaleza expansiva y conquistadora, es el llamado que nos hace un universo que necesita de nuestra civilización y nuestra curiosidad, actuamos como abejas polinizadoras de vida inteligente en mundos donde no la hay.
Hay otros pensadores que consideran la necesidad de la conquista del espacio en términos de sobrevivencia. Stephen Hawking nos advertía que, si no nos ocupábamos de colonizar el espacio en los próximos cien años, corríamos el riesgo de extinguirnos; nuestro planeta está amenazado por innumerables peligros que vienen del espacio, desde meteoritos hasta mareas radioactivas, explosiones estelares, colapsos inesperados de huecos negros, aunque aparentemente estamos en una zona estable de nuestra galaxia, de la que todavía no comprendemos su funcionamiento y menos aún su composición, de modo que nadie nos puede asegurar que estamos a salvo de una inesperada catástrofe cósmica en nuestro vecindario.
La tesis fundamental de Deudney es que la humanidad no ha tenido el suficiente tiempo y la oportunidad de sumergirse de una manera profunda en los temas de la exploración espacial; dice, por ejemplo, que los temas legales y de seguridad, que competen al establecimiento en la Luna de bases y explotaciones mineras internacionales, no han sido suficientemente estudiados y normados; no se ha discutido suficientemente y tampoco se ha avanzado en decretar la Luna como patrimonio de la humanidad, donde no debería existir propiedad privada, ni extensiones de dominios nacionales.
Si ya Marte es un objetivo a alcanzar y colonizar, por parte de corporaciones y gobiernos, y no hemos llegado a acuerdos internacionales, lo más probable es que se generen problemas serios de soberanías y territorios, fuera de la jurisdicción de la Tierra, reclamados por algunas naciones que pudieran terminar en conflictos… y si ya se piensa en montar armas de destrucción masiva en estas  avanzadas militares-científicas, no es descabellado pensar que se podrían producir situaciones inesperadas, como errores tecnológicos y humanos, movimientos independentistas, golpes de estado, invasiones y enfrentamientos de variado tipo entre los participantes de esta carrera espacial.
Basta recordar que se trata del mismo ser humano que, aún hoy, no logra ponerse de acuerdo sobre el dominio de algunos territorios en nuestro planeta, el mismo que recurre a la fuerza militar para resolver diferencias limítrofes y la defensa de áreas de influencia, y que ha considerado la destrucción del “otro” diferente como un recurso usual para el manejo de amenazas. Con una proliferación de armas de destrucción masiva fuera de nuestro planeta, la misma vida en la Tierra pudiera estar en peligro y un conflicto interplanetario estaría dentro el menú de opciones.
Para Deudney el aspecto de seguridad de los programas espaciales debe ocupar un lugar prioritario, vale decir, seguridad para los participantes en las exploraciones, seguridad para las naciones involucradas en la aventura y seguridad para el planeta Tierra que queda atrás. Estos programas de conquista espacial, sin un soporte adecuado de tratados multilaterales y acuerdos mundiales, pudieran crear un clima de inseguridad y temores difíciles de manejar.
Hoy estamos viendo cómo el público abraza la idea de los viajes espaciales con entusiasmo, con mucha fe en las ciencias y con muy poca consciencia del sesgo militar que, por ahora, es el principal elemento en esta empresa; en lo personal, la participación las fuerzas armadas no me molesta, la considero necesaria y no me imagino ningún programa espacial sin que este elemento esté presente, por lo menos en su fase exploratoria; insisto en el punto inicial, el espacio exterior es un ambiente hostil a la vida humana y necesita de este componente para asegurar la sobrevivencia, pero concuerdo con Deudney, la conquista espacial es demasiado importante para dejársela sólo a los militares, o a multimillonarios encandilados en sus visiones tecnológicas y mesiánicas, en este sentido el papel que han jugado empresarios como Musk, Branson o Bezos ha sido determinante, como lo será la participación de toda la empresa privada en esta compleja área de desarrollo humano, cuya pretensión última es poblar el universo .   -    saulgodoy@gmail.com






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