Mi último artículo ha traído las reacciones habituales
por parte de una gran mayoría de venezolanos, que todavía insisten en jugar con
reglas de juego que el chavismo controla y viola cuando le da la gana; estas
reglas de juego están imbricadas en la norma constitucional y en todo el cuerpo
legal de normas usuales que, hasta el momento, han prevalecido en la práctica
politica.
Para ilustrar lo que quiero decir, los venezolanos nos
hemos acostumbrado a seguir unas reglas de conducta, algo así como unos
corrales y mangas por donde circulamos para llegar de un punto A a un punto B;
es una ruta que hemos internalizado y recurrimos a ella de manera “natural”,
vale decir, aprendida. Y no quiero decir con esto que los venezolanos seamos un
pueblo absolutamente normativo y obediente de las leyes, de hecho, somos un
poco anarquistas y, cuando no hay una figura de autoridad presente, es común
que relajemos la norma y actuemos a nuestra conveniencia.
Pero en política la cosa cambia; una gran mayoría de
venezolanos nos atenemos ciegamente a la norma (excepto los chavistas que, como
buenos revolucionarios, obligan a los demás a cumplirlas aunque ellos creen
estar por encima del orden legal y lo usan a discreción, de acuerdo a sus
fines), la norma política nos entra en la sangre porque el gobierno tiene sus
órganos represivos atentos a que éstas se cumplan, cualquier desviación es
castigada, muchas veces de manera brutal (un claro ejemplo son las normas
acerca de las protestas pacíficas y legítimas para reclamarle al estado ciertas
obligaciones).
El chavismo es una corriente política militarista,
autoritaria y totalitaria; es esencialmente antidemocrática y, por su
naturaleza revolucionaria, no tiene palabra, no cumple compromisos ni respeta
los acuerdos logrados… en pocas palabras, no se puede negociar con él.
Sabe que está dentro de nuestra naturaleza jugar de
acuerdo a las normas y que, entre otras muchas condiciones, somos esencialmente
cómodos y predecibles; por ello, jugar con reglas claras nos da seguridad, aun
cuando la contraparte, el gobierno, no las cumpla.
A esto se suma que los partidos políticos de la supuesta
oposición socialista, que son colaboracionistas, tienen un acuerdo con el
gobierno revolucionario; Guaidó y compañía (el G-4, la MUD, el FA, la oposición
alternativa, la pequeña mesa, la CEV, etc.) se han encargado de mantener a los
venezolanos bajo control, sin reacciones violentas, sumisos, aguantando el
castigo, hincando la cerviz ante el dominio oprobioso del chavismo cubano; para
ello utilizan palabras claves que tienen resonancia en nuestra psique de hombres-masas,
palabras como “constitucional, pacífica, electoral, inclusiva, cristiana,
democrática…”
Tenemos 21 años respondiendo a estas claves mentales, muchas
de las cuales tienen la consistencia de memes altamente manipulados y cuyos
significados han perdido sentido, justamente por las contradicciones ente el
concepto y la realidad, este desfase entre el término y su significado, nos
retienen en un estado de estupor bovino, respondiendo dócilmente a los
corralitos de cada una de las elecciones que el gobierno organiza para nosotros…
al final resulta que estas jornadas electorales funcionan para su beneficio, es
decir, para legitimarlos en el poder “para siempre”, como a ellos gusta decir.
Una de las preguntas recurrentes que me hicieron por mi
artículo, fue, “bueno, está bien, no
vamos a votar, ¿Pero cuál es el plan? ¿Qué vamos hacer?”.
Yo creo que tenemos que cambiar de paradigma para
derrotar al chavismo; tenemos que ser más inteligentes que nuestro enemigo
(espero que nadie se crea eso de que ellos son venezolanos, como usted o como
yo, porque nacieron aquí; son nuestros enemigos, a los chavistas no les importa
hacernos daño con tal de conseguir sus propósitos, cualquier otra consideración
distintas a verlos como nuestros opresores significaría jugar para ellos, por
lo menos tratémoslos como ellos a nosotros, como cosas, como simples medios
para lograr fines, de esta manera les aplicamos una de reciprocidad).
Lamentablemente, muchos de los intelectuales de nuestra
oposición, profesionales del derecho, politólogos, economistas, planificadores,
estrategas, técnicos electorales, sociólogos, psicólogos, comunicadores
sociales y demás especialidades de las ciencias y las humanidades, aun cuando
en otras circunstancias de sus vidas y profesiones recurren a otras formas de
pensamiento y otras herramientas del conocimiento, cuando se trata de política,
caen en la mediocridad y la más absoluta falta de imaginación.
Esto tiene una explicación, la mayor parte de los
venezolanos somos personas muy cómodas, cuando se trata de política, siempre se
espera que “otro” haga el trabajo, afortunadamente hay un núcleo de venezolanos
responsables, muy activo, que son los que se han movido para hacer la verdadera
oposición al régimen, pero son minoría y no muy populares, les están negados
los medios de comunicación masivos, son tildados de “radicales” y no son
“políticamente correctos”, pero son los que han llevado la carga principal de
nuestra lucha por la libertad.
Hay un autor al que he estudiado con mucho cuidado, se
llama Martin Fishbein y tiene un método que llama La Aproximación de la Acción Razonada, y tiene que ver con la
manera como las personas se organizan para actuar en la vida, en diversas
situaciones y a la espera de distintos resultados. Fishbein habla de una
discurso lineal, altamente razonado (con una lógica jurídica impecable) y
encadenado a la costumbre y al deber ser, esto quiere decir, que se trata de un
tipo de razonamiento que pretende ser exigible y obligante, no importa si da o
no resultados.
Cuando los venezolanos actuamos en política, no salimos
de una forma rígida y absolutamente primitiva de pensar y actuar, que tiene su línea
de razonamiento (mayormente leguleyo y principista), pero, frente a un rival
como el chavismo, la fórmula se hace inoperante, absolutamente inservible, pero
la seguimos utilizando a pesar de que una y otra vez nos estrellamos en nuestro
intento de conseguir resultados.
La Acción Razonada de la oposición venezolana se
encuentra bien dispuesta en nuestra Constitución Nacional, la Constitución
chavista, la mejor del mundo, que la tenemos atada al cuerpo como si fuera un
cilicio de púas que rompe nuestra carne y nos martiriza, con ese tormento
parecemos gozar algún tipo de éxtasis… de otra manera, hace ya mucho tiempo habríamos
dejado de actuar para regresar al mismo punto, como si fuéramos unos porfiados.
El juego electoral, en particular, se rige por normas
respetadas únicamente por nosotros, por el grueso de la sociedad civil
organizada, y le hemos delegado a las organizaciones políticas que nos
representen ante el régimen, que no tiene ninguna intención de respetar las
normas así sean constitucionales, las normas electorales se han ido degradando
en su cumplimiento para favorecer exclusivamente a quienes detentan el poder, y
ha llegado un punto en que estamos trabajando bajo el esquema mental de un
idiota, que entra a un juego de cartas, que no conoce, para apostar todo su
dinero y perderlo; mientras, el gobierno hace lo que quiere, designa el árbitro
electoral como quiere, a quien quiere, por el tiempo que le convenga y
pasándose por el forro de las gónadas la letra de la ley… ellos interpretan
libérrimamente eso de: “árbitros imparciales y sin militancia política”.
Pero tenemos el problema que como nuestros partidos
políticos se sumaron a este desmontaje de la norma electoral, y esta era la
única vía contemplada en nuestra constitución para garantizar la alternabilidad
en el poder, que los gobiernos malos se vayan y que los nuevos tengan su
oportunidad de llegar al poder, nos encontramos en un aparente callejón sin
salida.
De allí que, aparentemente, la única opción que tenemos
es seguir concursando en estas justas electorales amañadas, hasta que por
alguna circunstancia extraordinaria (participación masiva y unitaria de los
votantes, descuido de los árbitros electorales en funciones, fraude inocultable
y con pruebas, reacción de la comunidad internacional desconociendo los
resultados, y voluntad de reclamar la victoria por parte del candidato (o
candidatos), se haga imposible obtener un cambio de gobierno por la ruta
electoral.
Debo dejar constancia que varios de estos elementos se han
dado en mayor o menor medida, al punto que el sistema electoral venezolano este
bajo observación internacional, y que reine una desconfianza absoluta acerca de
sus resultas, pero sigue siendo la única manera de lograr un cambio de gobierno
por la vía política.
¿Qué hacer entonces?
En este sentido hay varias ideas en el tapete:
1- Hacer
una depuración de los partidos colaboracionistas y que le hacen juego al
régimen de Maduro, ya todos sabemos cuáles son, con ellos no vamos al baile.
2- Que
las organizaciones políticas responsables de la verdadera oposición se reúna en
secreto y trace su estrategia, con el compromiso de parte del electorado, de
una movilización masiva y sin preguntas al momento de requerir su presencia en
algún acto electoral y principalmente en el día de la votación, todos
entubados.
3- Que
el electorado no pida planes, ni explicaciones, ni programas, será una cita a
ciegas y de una contundencia innegable, los candidatos serán mantenidos en
secreto hasta último momento, habrá una sola vocería.
4- Que
se tengan los soportes, testigos, observadores, listos para recoger las
denuncias y pruebas de posibles fraudes.
5- No
abandonar las calles hasta que sea proclamado un nuevo gobierno.
6- La
única persona que podría hacer este acto con profesionalismo, valentía y pleno
conocimiento del ambiente electoral, es María Corina Machado.
Creo que es la única manera de derrotar al régimen
utilizando la vía electoral vigente. –
saulgodoy@gmail.com
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