martes, 16 de junio de 2020

Una estética rebosante de vida




Tal como eres, así ves
Emerson

Me sucede con John Dewey, lo mismo que con otros filósofos a quienes admiro, a pesar de que son socialistas mantengo con ellos un vínculo muy especial con sus ideas, las que puedo desmontar del ideario izquierdista, las desmonto y las hago mías, las que están demasiado adheridas al sesgo comunista las dejó pasar, y me hago la idea de que se trata de una debilidad de carácter de estos pensadores, después de todo, somos simples mortales.
Me pasa con Bertrand Russel, con Jaques Derrida, con Richard Rorty, Michael Foucault, Marta Nassbaund y otros muchos, pero con Dewey (1859-1952) es un caso especial, primero, fue un hombre bueno, útil para la humanidad, verdaderamente compasivo, segundo, se ocupó de tres temas fundamentales para mi formación que son: la democracia, la educación y la libertad de expresión, tercero, fue un gran maestro, y cuarto, fue un extraordinario filósofo y un buen escritor, 40 libros y más de 700 artículos lo demuestran.
Fue uno de los representantes tardíos de esa escuela de filosofía típicamente norteamericana llamada pragmática, que tuvo entre sus más calificados representantes a Emerson, a Thoreau, a Charles Peirce, a William James, entre otros, fue desde muy temprano un activista social apoyando la causa de los negros, de los inmigrantes explotados, de los derechos civiles para las mujeres, apoyó a los trabajadores ferroviarios en la huelga contra Pullman en 1894, fue un activista del pacifismo durante la 1ª. Guerra Mundial, defendió a Trotsky en México en 1937 de las acusaciones en su contra hechas por Stalin, protestó en contra de las ejecuciones de Sacco y Vancceti, junto con Albert Einstein fundó la Liga Internacional para las Libertades Académicas
Sus estudios e investigaciones lo llevaron a la psicología y a los pocos años era uno de los más importantes psicólogos de los Estados Unidos, su libro El Concepto del Arco Reflejo (1896) está considerado uno de las más originales contribuciones en la especialidad,  en 1899 fue electo presidente de la Asociación de Psicólogos de USA (también fue presidente de Asociación de Filósofos y de la Federación de Maestros).
Fue para los norteamericanos una especie de Simón Rodríguez, un verdadero reformador de la educación, durante su pasantía por la Universidad de Chicago fue decano de la escuela de psicología y pedagogía, que en aquel tiempo iban juntas, le imprimió a las escuelas un empuje hacia la modernización educativa importante, introdujo las labores manuales y técnicas para reforzar el  currículo, que luego fue replicada en todo el país; en uno de sus discursos, el presidente Obama afirmó que él era producto de una de esas escuelas experimentales fundadas por Dewey.
Durante su larga vida Dewey tuvo la oportunidad de visitar escuelas en Turquía, Sur África, Rodesia, China, Rusia, Japón, México, dictó clases magistrales en varias universidades, su influencia se siente aún hoy en lugares como Hong Kong y Taiwán donde existen escuelas que llevan su nombre y que una de sus características es que los alumnos diseñan sus propios pensum de estudios, la escuela- pensaba Dewey- no era sólo para adquirir conocimiento, sino para aprender a cómo vivir, en 1897 escribió sobre lo que debería ser la formación de un alumno “prepararlo para el futuro significa que tenga comando sobre sí mismo; significa entrenarlo para que tenga dominio y use todas sus capacidades”.
Toda esta introducción sobre Dewey es para ilustrar las enormes capacidades y cultura de este hombre, que, aunque escribió poco sobre estética, que es el tema que quiero desarrollar para ustedes, escribió una de las obras fundamentales, su libro Arte como Experiencia (1934), causó un gran revuelo cuando salió, lamentablemente, al muy poco tiempo la ola de la estética analítica, proveniente fundamentalmente de Inglaterra, sobre todo los con trabajos de Wittgenstein, G.E. Moore y otros filósofos que se fueron por la tangente del lenguaje, de los juegos de los símbolos, las tautologías de lo verdadero y lo artificial, las figuraciones conceptuales, que concentraron toda la atención en la estética como discurso, arroparon la tesis pragmática de Dewey y la enterraron, hoy afortunadamente, hay un redescubrimiento de las ideas de Dewey, su obra está siendo desempolvada y de nuevo estudiada y valorada en su justa dimensión.
El interés de Dewey por el arte viene del principio de su carrera, como psicólogo y educador las expresiones artísticas jugaban un rol fundamental en el tejido de las personas, de hecho pensaba que la estética era un valor clave en hacer de cada acto de la vida ordinaria una expresión que fuera mucho más significativa e importante, es por ello que pensaba que el arte por el arte no tenía sentido, así como no lo tenía diferenciar “las bellas artes” del arte practico y funcional.
Dewey tenía una manera muy particular de ver las experiencias humanas, la de todos los días, para la mayor parte de nosotros trajinamos nuestras jornadas sin poner mayor atención a lo que hacemos, decimos, nos sucede o simplemente observamos, pero de cuando en vez sentimos que alguna experiencia nos consume, nos impacta, nos es relevante, algunas veces puede ser un bello rostro, o una obra de arte, un concierto, una conversación o un paisaje, esos momentos que nos llegan son importantes porque nos hacen apreciar la vida con cierta intensidad,  y a veces con placer, esos son los momentos estéticos que valen la pena vivir, los que se atesoran y recuerdan, los que deberíamos buscar en nuestros actos.
Lo interesante del este concepto de estética de Dewey es que conforma una estética natural, del hombre mismo, deja de ser exclusiva de la obra de arte, de un objeto, y nos lo entrega para que gocemos de nuestros actos en sociedad, ya no se trata de un concepto estético secuestrado por los museos y galerías, por salas de conciertos, teatros o cines, la apreciación artística vuelve a la gente ordinaria, a los actos cotidianos, lejos de los sesudos discursos sobre contenido, formas y críticas, de esta manera la experiencia estética no es exclusiva de ciertos momentos y lugares sino que es continua y enaltece y le da valor a los actos más simples.
Sobre la percepción, Dewey combate la noción del momento que creía que toda percepción era causada externamente, que ocupaba toda la mente de quien percibía y que le era cedido un espacio mental en blanco, el filósofo consideraba esta creencia producto de un dualismo psicológico que separaba al receptor del mundo, este abismo entre la mente y la realidad creaba falsos correlatos, los colores, los sabores, los sonidos, las sensaciones táctiles, los olores se obtenían por una compleja interrelación entre las personas y las cosas, de modo que la experiencia tiende a ser procedimental, transaccional, socialmente mediada y no prefigurada como racional o emocional, toda experiencia tiene un carácter experimental, sólo sabemos lo que va a ocurrir cuando ocurre.
Para Dewey el arte es el más grande los triunfos humanos, por lo tanto creía que la estética era la principal materia de la filosofía, pero la estética aplicada a la vida, no exclusivamente al arte objetual o de espectáculos, el hacer de cada experiencia de vida algo significativo era mucho más importante, en el libro, Dewey deja muy en claro los cuatro objetivos de la estética según su visión, primero nos explica el origen del arte y sus componentes, explicando las funciones de su interpretación y crítica, luego explica la función social del arte, en especial la que tiene que ver con construir la identidad humana, de tercero, y es una de las más interesantes, la relación del arte con la educación y la política, sin duda fue uno de los pioneros en investigar sobre el arte y su papel en la democracia, y por último el arte como experiencia.
Para quienes quieran afinar sus herramientas críticas para confrontar una obra de arte, les recomiendo el artículo del Catedrático de Estética de la Universidad de Valencia, España, el profesor Roman De La Calle, Experiencia estética y crítica de arte: los planteamientos de John Dewey (1996), que se puede conseguir en internet, está muy bien planteado.
Me permito dejarles con un pensamiento de Dewey que se encuentra en el último capítulo del libro y que resume de manera magistral su pensamiento de esteta, dice así: “La experiencia estética es una manifestación, un registro y una celebración de la vida de una civilización, un medio de promover su desarrollo, y también el juicio último sobre la cualidad de una civilización. Porque mientras los individuos la producen y la gozan, esos individuos son lo que son en el contenido de su experiencia, a causa de las culturas en que participan.”   -    saulgodoy@gmail.com
 


 

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