jueves, 16 de julio de 2020

La memoria en peligro




«Quien probó la dulzura meliflua de los frutos del loto, ya no pensó jamás ni en la exploración ni en la vuelta a casa.../ Pero de nuevo los traje, entre gemidos y a la fuerza, a la orilla, / Y, arrojándolos bajo los bancos de la nave, los até con cuerdas»

Canto IX, La Odisea, Homero

Uno de las más devastadoras consecuencias de la Revolución Socialista Bolivariana es la destrucción sistemática de la memoria del venezolano, una labor silenciosa, que está activa en un segundo plano, que ni siquiera se nota, pero es mortal para las posibilidades de existencia de nuestra sociedad; toda esta hiperactividad y avalancha de sucesos a las que nos tiene acostumbrados el gobierno de Maduro, este saltar de crisis en crisis, de ataques consecutivos a nuestra estabilidad emocional, a nuestra capacidad de raciocinio y estabilidad mental, nos está convirtiendo inexorablemente en un país de locos.
Debemos estar claros en que ya veníamos montados en una ola irresistible de cambios constantes, producto de la modernidad, la vida se nos ha acelerado a consecuencia, entre otras cosas, de la velocidad con que fluye la información; en un contexto de globalización, de interrelaciones de comercio, políticas y, ahora, de salud mundiales, las tecnologías de la comunicación nos tienen continuamente bombardeados con información de todo tipo, que compite por nuestra atención en medio de una constante elección sobre cómo ocupar nuestro tiempo útil, consciente y en vigilia.
Aún con esta parada de burro, violenta y de sopetón, que ha implicado la cuarentena por la pandemia del COVID-19, por irnos desconectando poco a poco del mundo, producto de la enorme crisis económica que atraviesa el país, del derrumbe de nuestras instituciones democráticas y la pérdida de libertades, potenciada nuestra tragedia por la pobreza y las carestías en que nos han sumido los militares socialistas, estamos experimentando un deslave mucho mayor en cuanto a nuestra identidad como país y en nuestras memorias personales como ciudadanos y personas, estamos siendo anulados como seres humanos y reconvertidos en animales brutos y dóciles, en carne fresca para el matadero.
Estos infelices, mal llamados bolivarianos, han convertido la vida diaria del venezolano en una infernal travesía por la cotidianidad en busca de lo más elemental para la sobrevivencia, empezando por los recursos económicos para poder comprar comida, para pagar servicios básicos, como transporte y atención a la salud… ya la educación de nuestros hijos es apenas un recuerdo, el gobierno nos obliga a creer en esa ficción de la educación a distancia, un eufemismo para decirnos que, hasta nuevo aviso, la educación básica y elemental de nuestros niños y jóvenes queda cancelada.
La continua búsqueda de agua potable para poder cocinar, asearnos y no morirnos de sed ocupa ya buena parte de nuestro tiempo; esperar que venga la luz, como si se tratara de un milagro, tratar de defender a nuestras familias y propiedades del acoso del hampa y del mismo gobierno, que los quieren para sí, es ya una guerra en curso; cazar una señal telefónica o un teléfono que funcione es una proeza diaria… en otros países, la gente está confinada en sus casas, protegida por una seguridad social mínima, mientras escogen entre varias ofertas de servicios de televisión por cable, por satélite, por internet, las personas se encuentran no sólo entretenidos sino informados de lo que ocurre, y algunos hasta pueden trabajar desde sus casas, haciendo reuniones por teleconferencias, produciendo y en contacto con sus clientes, pero en mi país, Venezuela, nuestra tarea diaria es no morir de hambre o de alguna enfermedad infecciosa, otra que el coronavirus, que abundan dentro del degradado ambiente social que nos ha legado el chavismo-cubano.
Porque, si no se han dado cuenta, cada vez son más los supuestos médicos cubanos que están llegando al país para “ayudarnos” con el manejo de la pandemia, hay en curso una invasión silenciosa que nos está llegando de Cuba y va tomado poco a poco nuestras más importantes urbes… y cada vez es más difícil el retorno de nuestros connacionales que intentan regresar al país, y que el gobierno califica como “armas biológicas” enviadas por los enemigos de la revolución.
En medio de este caos, creado gracias al comunismo internacional, y ante el horror del mundo entero, el venezolano está olvidando quién es, de dónde viene, quiénes eran sus abuelos y sus padres, cuál era la Venezuela en que vivíamos hace apenas veinte años atrás… ya muy poco se acuerdan de quién era Simón Bolívar, excepto por esa caricatura habanera que nos quieren vender de un libertador patizambo y socialista.
No en vano, el régimen de Maduro cierra, condena y hace quebrar museos, bibliotecas, universidades, periódicos  y editoriales, cierra televisoras y radios, censura blogs y portales noticiosos, y lo que no puede clausurar lo hace quemar, registros, archivos, data administrativa, electoral, poblacional, sanitaria, estadísticas policiales, memorias y cuentas… el arrase con la información del país es total, lo que no puede desaparecer lo adultera, y aquí, de nuevo, cuenta con sus compinches cubanos, a quienes ha entregado las notarías y registros, el procesamiento y entrega de los documentos de identidad nacionales y la administración de algunas aduanas… en este acto de desaparición de nuestra identidad ya se han llevado hasta la moneda nacional.
La gran pregunta que me hago, vista nuestra incapacidad de vencer al enemigo que tanto daño nos está haciendo, conociendo que contamos con una generación perdida de mal llamados políticos, que se contentan con negociar y cohabitar con las mafias que nos gobiernan, enterados de la incapacidad de nuestras instituciones para hacerle frente a este ogro totalitario y el alto precio que hemos pagado en vidas de jóvenes, siendo destrozados en nuestras calles, impotentes ante las huestes armadas del chavismo, llenas nuestras cárceles de opositores sujetos a la tortura más salvaje y a las muertes más infames… ¿Por qué el mundo occidental, del cual somos parte, no interviene y termina de una vez con el sacrificio humano que se está llevando a cabo con la excusa del progreso, la democracia y el humanismo?
¿Por qué, a pesar del enorme peligro que representa el chavismo para el mundo,  éste sigue vivo y creciendo en la región, extendiendo sus tentáculos, incluso dentro del área de seguridad interna de los países que observan con disgusto lo que nos acaece? ¿Aunque, inexplicablemente, no actúan,  con la excepción del gobierno del Sr. Trump, no hay quién se plante contra el abusador régimen chavista y se conforme con declaraciones rimbombantes y sanciones a medio pelo, mientras los venezolanos somos pelados capa por capa como si fuéramos una cebolla?
¿Es que no basta el espectáculo de las turbas derribando estatuas en los espacios públicos en señoriales metrópolis, ejemplo de que el chavismo es tan contagioso como el COVID-19? ¿O con protestas en contra de la policía, que aprovechan para incendiar y saquear comercios a su paso? ¿O con la amenaza cierta de socialistas pedófilos, creyentes en la magia negra y controlando los principales medios de comunicación, con la intención de dar un golpe de estado e instaurar un gobierno de minorías extremistas en la más poderosa república del mundo? ¿O con reyes corruptos regalando fortunas a sus amantes delante de las carencias de un mundo injusto?
Esta actitud me recuerda aquel pasaje de La Odisea de Homero, cuando el héroe Ulises regresa de Troya camino a su hogar en Ítaca, tras haber perdido el rumbo, Odiseo llega con sus naves a las costas de una tierra desconocida; envía entonces a un grupo a explorar y éstos se encuentran con sus habitantes, gente amable que los recibe alegremente, son lotófagos, consumidores de un fruto dulce y agradable que induce al olvido. Cuando Ulises se da cuenta del peligro, su tripulación y él mismo están a punto de olvidar cuál era su misión en aquel viaje, regresar a casa, no tenían memoria ni siquiera de que estuvieron peleando en el sitio de Troya y, en medio de una gran resistencia por dejar de consumir la poderosa droga, tiene que llevar a sus compañeros a rastras de nuevo a los barcos, amarrándolos a los remos para que no regresaran a consumir el loto que los embriagaba con las dulzuras de un paraíso ficticio.
La humanidad está olvidando que estamos todos en un solo barco, que vinimos todos de un pasado, que le da sentido a nuestras vidas, y en esos tiempos, si nuestros vecinos tenían problemas tratábamos de ayudarlos. Venezuela fue de las naciones que se distinguió por libertar a países en manos de tiranías, como lo hizo los EEUU con Europa en la Segunda Guerra Mundial… hay muchos de nosotros que podemos todavía recordar 500 y 1000 años de historia de personas, como nosotros, que lucharon y vivieron para construir un mundo mejor.
A los pueblos, como el nuestro, que vivieron la ilusión del socialismo y despertaron en su despiadada realidad, que no hicieron caso a las advertencias de la historia que nos decía que ése no era el camino, que están a punto de sucumbir en la embriagadora perdición de las utopías revolucionarias, no les queda sino advertir a los demás que no se dejen engañar, que hay que defender lo que se ha logrado con trabajo y sangre, y no entregárselo a los más necios, astutos y corruptos sólo porque, supuesta y convenientemente, se trata de su derecho y su oportunidad de gobernar el mundo.
Yo sí creo que hay una conspiración mundial para destruir el orden y la cultura occidental, que sí existe un plan para desbancar las democracias y promover totalitarismos… no es broma lo que nos estamos jugando, en medio de esta pandemia, tomados por sorpresa por nuevas crisis políticas, de autoridad y de violaciones flagrantes de derechos humanos. Es verdad que luchamos por sobrevivir y prevalecer pero, igual que Ulises en la tierra de los lotófagos, la mayor parte de la tripulación está despreocupada consumiendo flores del olvido, dejando de lado las razones de por qué estamos aquí… hay que rescatar a cada uno, amarrarlo a los remos del barco y huir del olvido.
En la antigua Roma había una sentencia que era mucho más terrible y temida que la misma pena de muerte, o el destierro, y era la damnatio memoriae, la pena a ser olvidado, la desaparición de todo recuerdo de que una persona existió en el seno de su sociedad; el reo de tal castigo simplemente era borrado de la memoria del mundo, incluso la sentencia era sacada de las jurisprudencias de los tribunales y su nombre jamás podía ser pronunciado de nuevo.
Los venezolanos hemos sido sentenciados a tal castigo por unos criminales mafiosos que se dicen socialistas, gente como Obama, los Clinton, los Castro de Cuba, los jefes del Cartel de Los Soles, el directorio de la Internacional Socialista, los falsos representantes del Foro de Sao Paulo y su nueva reencarnación en el Grupo de Puebla, el partido PODEMOS de España y la familia real, el Papa Francisco el rojo, los presidentes de Latinoamérica que se han dado a la tarea de aguantar nuestra liberación en aras de la tolerancia y una democracia suicida, de todos esos comunistas venezolanos que se creen con el deber de reinventarnos como un pueblo liberado y anticapitalista, incluimos al gobierno ruso y al chino quienes han proporcionado material, know how y apoyo político, para que la mafia de Maduro continúe oprimiéndonos.
Veinte largos años de oprobio y muerte, mientras el mundo sigue comiendo lotos y olvidando la razón y objeto de nuestras vidas. Y nosotros ¿cómo queremos ser recordados?   -    saulgodoy@gmail.com


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