jueves, 20 de agosto de 2020

Chicxulub

 


Hoy quiero compartir con ustedes la información, hasta el momento recuperada gracias al estudio de restos fósiles, a la geología y la biología evolucionista, sobre uno de los eventos naturales catastróficos más grandes que hayamos conocido, y digo esto porque en la historia de nuestro planeta, sobre todo en esas primeras eras, hubo varios sucesos, de los cuales tenemos escasa información, que estuvieron a punto de acabar con buena parte de la vida en nuestro planeta.

En los círculos académicos se habla de seis (6) eventos catastróficos de extinción masiva de los cuales se tienen evidencias; hay muchos más, pero estos seis, por su magnitud y características, son los que han marcado la historia de la vida en La Tierra. 

Un evento catastrófico de extinción masiva se califica de acuerdo a cuántas y cuáles son las especies vivas afectadas; esto es muy importante, ya que el grueso de las especies vivas son microrganismos de los cuales es difícil contar con un inventario; en cuanto a las demás, los científicos se pronuncian por incluir las especies más visibles y representativas, también incluyen para este cálculo la duración y el tipo de evento causante e, incluso, el tiempo de recuperación de las pérdidas, lo que hace variar el número de los eventos. Hay investigadores que cuentan más de veinte, todos con información que los soporta.

Estos eventos se son de origen multifactorial, son varios los factores que se disparan para crear una crisis global ambiental, aunque por lo general están interconectados, las emisiones de gases causan variaciones de temperatura, y esto a su vez, cambian las intensidades y direcciones de las corrientes marinas, que a su vez influyen en los vientos

Chicxulub es un sitio en la península de Yucatán donde cayó un enorme asteroide; de acuerdo con estudios recientes, fue apenas una de las causas de la enorme extinción que sobrevino. Para cuando nos golpea el asteroide, ya el planeta estaba en problemas, debido a una intensa actividad volcánica en regiones de la India, igualmente en Siberia, de modo que el clima del planeta estaba para ese momento severamente comprometido por gases, partículas y calor, que auguraban una tragedia. Chicxulub fue la guinda de la torta.

Sucedió aproximadamente hace 66 millones de años atrás, lo que hace que este evento catastrófico sea el más cercano a nosotros en el tiempo. Para ese momento, nuestro planeta se estaba estabilizando en su atmósfera, sus océanos ya estaban formados y se habían enfriado; los elementos tectónicos todavía estaban muy activos, de modo que había una gran cantidad volcanes en erupción; las placas continentales estaban en pleno ajuste, por lo que los terremotos eran comunes; la luna se veía gigantesca sobre el horizonte, las tormentas eran violentas y las lluvias regulares, copiosas y, muchas veces, ácidas.

La Tierra estaba en pleno período de transición entre el Cretáceo y el Paleoceno; sobre la superficie había una ingente variedad de vida, tanto animal como vegetal, que se caracterizaba por su gran tamaño y número; las selvas eran tupidas y los helechos eran árboles enormes, que aprovechaban la gran cantidad de CO2 que había en la atmósfera; la fábrica de intercambio de carbono por oxígeno estaba en plena producción, gracias a los procesos de fotosíntesis; los pantanos era hervideros de vida salvaje, de insectos gigantescos y agresivos, reptiles que parecían dragones, mamíferos enormes que devoraban toneladas de materia vegetal diariamente… pero, sin lugar a dudas, era el momento estelar de los grandes saurios carnívoros que copaban los nichos superiores de la cadena alimenticia en la superficie de la tierra.

Los océanos estaban agitados por los movimientos de placas tectónicas, violentos desplazamientos de grandes masas debajo del agua creaban enormes tsunamis, grandes cantidades de basalto fundido eran eyectados por grietas en el fondo submarino, creando islas en la superficie, era común que los niveles de agua en las costas se retiraran y dejaran grandes territorios expuestos, o subieran sus cotas en otros lados, provocando nuevas ensenadas, marismas y lagunas; los mares quedaban muchas veces sin oxígeno, cuando ocurría un fenómeno llamado anoxia, que sucede cuando los niveles de agua medios y de superficie cambian de pronto, y las aguas profundas, más frías y con menor cantidad de oxígeno se sobreponen, causando una gran mortandad entre los animales que allí viven.  

Nunca antes se había visto animales tan grandes caminando, arrastrándose y volando sobre la superficie de la tierra, en manadas o solos, buscando el sustento para ellos y sus crías, batallando por la sobrevivencia entre gritos, rugidos, graznidos y mugidos… enormes cocodrilos del tamaño de tres autobuses modernos (arcosaurios), brontosaurios que apenas podían mover sus pequeñas cabezas sobre el follaje sostenidos por un masivo cuerpo que hacía temblar la tierra cuando caminaban, velociraptors atacando en grupo a desprevenidos Brontoteridaes, con su característico doble cuerno en la cabeza, que eran reducidos a un amasijo de carne desgarrada y huesos rotos en cuestión de minutos.

Estos eventos de extinción toman su tiempo, la regla es que duren un promedio de 2.8 millones de años, pero puede ocurrir “un pulso”, un movimiento inesperado de las condiciones ambientales, y todo  cambia en cuestión de minutos, horas o días... eso ocurrió en Chicxulub.

El asteroide entró a toda velocidad y chocó con la tierra en lo que hoy es México, horadando un cráter de 150 kilómetros de ancho, desalojando el equivalente a 10 trillones de toneladas de roca, que subió ardiendo en la atmósfera y luego bajó con la furia de proyectiles incendiarios sobre una amplia superficie; de esta manera ardieron bosques, a mucha distancia del punto cero del impacto; los animales que no se vaporizaron con el impacto los mató la onda expansiva o la lluvia de escombros. Aparentemente, esto que ocurría en una cara del planeta afectó la furia de los eventos geológicos que estaban en curso al otro lado, y se conjugó en una catástrofe que provocó lo equivalente a un invierno nuclear: la nube de polvo tapó la luz del sol por decenas de años lo que afectó y casi aniquiló la vida en la tierra.

La profesora Renée A. Duckworth, de la Universidad de Arizona, nos dice en su interesante artículo Catástrofes y calmas (2020) lo siguiente:

 

Los sobrevivientes del impacto, tales como el Procerberus, pequeña y muy parecida a la rata, saldría luego a la superficie de sus guaridas a este ambiente post-apocalíptico. Incendios masivos, producto de los proyectiles inflamados, todavía ardían. Los cuerpos pudriéndose y carbonizados, de los que fueron sorprendidos en la superficie, se repartían por doquier; billones de plantas y animales cubrían cada rincón. Las fuentes de agua fresca se habían evaporado o se habían contaminado por las rocas, el polvo y la lluvia ácida. Para sobrevivir se requirió de habilidad y flexibilidad. Las fuentes de alimentos tradicionales ya no existían, la temperatura cayó drásticamente, miembros de las familias y grupos estaban muertos o dispersos. Esas condiciones forzarían a las especies, que vivían en árboles, como algunos pequeños insectívoros, a encontrar refugio en las cuevas. Obligarían a los omnívoros, principalmente los que se alimentaban de plantas, como la tortuga Neurankylus de agua dulce, a convertirse en carnívoros y comer la carne que encontraban. La única ventaja fue la aniquilación de todos los grandes predadores; los pequeños sobrevivientes pudieron alimentarse de la carroña achicharrada en paz. Los pocos resilientes no sólo sobrevivieron, sino que eventualmente empezaron a reproducirse, lo que ha debido requerir de mayor flexibilidad. Dada la escasez de opciones, no había lugar para exquisiteces en cuanto a escoger una pareja. De hecho, el cruce entre diferentes especies fue más común en estas circunstancias. En el mismo tiempo que se dio esta extinción masiva, tenemos suficiente evidencia genómica de que hubo una gran fertilización cruzada entre especies de plantas.

 

Este evento, conocido por los expertos como el K-Pg (siglas en inglés para designar el período Cretaceous–Paleogene), las bajas fueron estimadas (según Wikipedia) en 17% en todas las familias existentes, 50% de todos los géneros, lo que equivale al 75% de todas las especies; de los dinosaurios, los únicos que sobrevivieron fueron las aves y algunas pequeñas especies, como los terópodos, que pasaron a ocupar el nicho superior; de las especies que carecían de movilidad (sésiles), desapareció el 35%; en los océanos se extinguieron todos los amonitas, plesiosauros y mosasaurios.

Estos episodios de extinción masiva son aparentemente periódicos en nuestro planeta; algunos científicos calculan su ocurrencia cada 30 millones de años, otros el doble… en lo que sí parecen estar de acuerdo es que esta variedad y cantidad de especies vivientes estresan en algún momento al ambiente, bien porque reducen significativamente los recursos naturales disponibles o porque regularmente se propician condiciones geoquímicas en el planeta que disparan estos eventos.

Hay dos leyendas urbanas que han sido ya descartadas como causas regulares de estos eventos de extinción: por un lado las heladas, las eras de hielo que, aun cuando ocurren, ya no son eventos de alcance planetario y comunes; el otro es una constante visita de objetos de proveniencia espacial, aunque la Tierra es impactada regularmente por meteoritos, estos son pequeños y no causan catástrofes como la de Chicxulub, considerada una excepción por el enorme tamaño del cuerpo que colisionó con nuestro planeta.

Como les dije al principio, se considera que son seis los eventos de extinción masiva de especies vivas en nuestro planeta: la primera probablemente ocurrió 2.45 billones de años atrás, durante el período Ordoviciano–Siluriano, donde se perdió el 70% de las especies que existía para la época, se inició por una gran helada que llegó cerca de los trópicos, los animales que sobreviveron fueron de nuevo puestos a prueba por un rápido deshielo y un alza violenta de las temperaturas.

El segundo sucedió durante la transición del período Devoniano al Carbonífero, hace 375 millones de años, en el que desapareció un estimado del 70% de todas las especies existentes y ocupó un período de 20 millones de años; en éste evento hubo varios pulsos que aceleraron las diferentes extinciones.

La Permian–Triásica fue el tercer evento, conocido como “La Gran Mortandad”, que ocurrió hace 252 millones de años; en él se perdieron cerca del 96% de todas las especies, haciendo que nuestro planeta estuviera a punto de quedar desolado; aquí fue donde desapareció una de las especies marinas mejor evolucionadas de su tiempo, los trilobites, de los que pueden observarse fósiles en perfecto estado en algunos museos de ciencias naturales.

En la transición Triásica-Jurásica, ocurrida 201.3 millones de años atrás, tuvo lugar la cuarta extinción, y la primera que sufrieron los dinosaurios; en ésta se perdió el 75% de todas las especies, fue eliminada gran parte de los grandes anfibios, dándole la preminencia a los dinosaurios terrestres.

La quinta, fue la K­-Pg, a la que dedicamos este artículo. Aunque sea difícil de aceptar, la sexta extinción está en curso y somos sus protagonistas.

Gran parte de la comunidad científica está conteste en que la acelerada pérdida de especies vivas de nuestro planeta es causada por la actividad humana, por la superpoblación, el urbanismo y la creciente industrialización, el consumo masivo de productos, la extensiva deforestación y la insensata contaminación de todos los espacios en el planeta, tanto en tierra como en los océanos.

Y esta sexta extinción ya tiene sus estadísticas de terror.

Según el Informe Anual del 2019 sobre Estimados de la Biodiversidad Global, se calcula que 8 millones de especies se encuentran en peligro de extinción, es primera vez que agregan la actividad de una especie predominante como parte del problema, los humanos nos hemos sumado a las causas que provocan este tipo de eventos; ya no son solo los cambios climáticos, la actividad geotérmica, los intercambios químicos en los gases atmosféricos, los cambios drásticos de temperatura, los eventos geológicos, la anoxia en los océanos… ahora somos los humanos factores principalísimos de la próxima extinción.

Es verdaderamente abrumador que en los últimos 3.5 billones de años de la vida en nuestro planeta, el 99% de todas las especies que han existido, han desaparecido. De ese 1% que queda, el hombre se está encargando de su extinción por causa de su pésimo manejo del planeta que se le dio como hogar.

En 1990, el famoso paleontólogo Richard Leakey advirtió que la sexta gran extinción estaba siendo provocada por el hombre, y lo más absurdo es que, de seguro, él mismo será su propio victimario.

Hay personas que estiman que estas extinciones funcionan como mecanismos naturales de evolución hacia nuevos cambios genéticos, algunos han sacado cuentas y alegan, basados en cálculos sobre el porcentaje de desaparición de fondo de las especies, que a cada especie le corresponde un estimado de un millón de años desde su aparición hasta su extinción. Los eventos como cataclismos, las variaciones extremas de las constantes para la vida, las enfermedades y las epidemias, son controles naturales justamente para evitar que especies demasiado exitosas, como fueron los dinosaurios en su momento y, ahora, el hombre, impidan que otras especies sobrevivan y prosperen.  -    saulgodoy@gmail.com


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