Quiero empezar este breve escrito precisando los términos, para evitar confusiones; según El Diccionario Fontana del Pensamiento Moderno (1977), un dilema es una forma de argumento diseñado para mostrar que algo, usualmente de consecuencias desagradables, es el resultado fatal y necesario de un dilema, no importa si la asunción en que se basa es verdadera o falsa; en términos prácticos, si se tratare de una decisión, no importa si escojamos negarla o aceptarla, el resultado seguirá siendo negativo en sus consecuencias para el que deba elegir entre sus propuestas.
No debemos confundirlo con una antinomia, que es una contradicción entre dos aserciones para las cuales existen razones válidas. También debemos diferenciarla de una paradoja, que trata de una sola, inaceptable y usualmente contradictoria conclusión a un razonamiento que, en apariencia, se presenta como sólido y consistente.
En el ámbito de la ciencia, cuando se enfrenta estas paradojas, usualmente, es porque no se tiene la información completa sobre algún fenómeno, o se aplica principios fuera de sus ámbitos naturales de acción, produciendo percepciones erradas en otros terrenos, lo que sucede en la física cuántica con regular frecuencia, pero cuando las teorías y los descubrimientos avanzan, estos fenómenos se van diluyendo.
Estas tres formas argumentales tienen algo en común: en todas está en juego la coherencia lógica, lo que los matemáticos llaman “consistencia”, es decir, tratan de funcionar como formas de verdad, pero no lo son, su fin es confundir y explotar esa confusión en ganancias para el proponente y pérdidas para el incauto que se involucre en sus contradicciones.
Ante la presencia de una de estas formas argumentales, sobre todo en el ámbito de la política, lo más recomendable es salirse de su abrazo mortal, se deben negar como propuestas y denunciarlas, hay que evitarlas cuando se plantean, ya que caer en su juego representa pérdidas y disminuciones para uno de los jugadores.
Los chavistas son expertos en montarle a la oposición política venezolana esas trampas lógicas, entre otras cosas, porque tenemos una oposición política subdesarrollada, poco inteligente y mentalmente disminuida; esto reluce de inmediato sólo viendo la catadura de nuestros líderes, que parecen más bien empresarios circenses que líderes democráticos, una buena parte de ellos en cohabitación con el régimen de Nicolás Maduro y con la misma enfermedad del continuismo chavista: se creen eternos en sus cargos y no permiten una renovación del liderazgo, lo cual reduce las posibilidades de sobrevivencia de nuestra sociedad.
El chavismo conoce a profundidad a la oposición que ha ayudado a crear, sabe cuáles son sus puntos débiles, sus creencias, sus estilos de vida, sus hábitos y hasta “el tumbao” que tienen en la forma de caminar; sabe, por ejemplo, que tiene una debilidad constitucional, y que si la Constitución dice que tiene que haber elecciones en una fecha determinada, ésa es santa palabra, porque se trata de creyentes fervientes en la letra de la ley, no importa si los chavistas se sustraen de ella, si la violan a cada momento, o si su ideal es hacer constituciones a su imagen y semejanza para así tener de rodillas a la oposición.
Y es que el ejemplo del dilema que lanzó el chavismo (léase Cuba) fue que hay que ir a elecciones en diciembre, llueva, truene o relampaguee, y elegir una nueva Asamblea Nacional, debemos recordar que uno de los reclamos fundamentales de la oposición ha sido la de ir a elecciones libres y universales para elegir nuevas autoridades.
Para ello, el chavismo se preparó violando la constitución que la oposición tiene en un altar, designó un CNE a su medida, reformuló los términos de esa elección recomponiendo los circuitos electorales a su antojo, aumentó la representación parlamentaria… no contento con estos “ajustes”, incautó las tarjetas electorales de los principales partidos, intervino a sus juntas directivas, sigue persiguiendo a representantes opositores, mantiene presos a un importante número de ellos, a otros amenazados con procesos judiciales, a otros en el exilio, sigue las FFAA como “garantes” de un proceso electoral justo, democrático, imparcial y sin violencia, cuyo comandante en jefe juró jamás permitir que la oposición llegara al poder, mantiene la hegemonía comunicacional, supervigila las finanzas de los partidos en sus gastos de campaña y va a tener el tarjetón electoral lleno de supuestas opciones, todas supeditadas a su voluntad.
Esto lo hizo sin una plena oposición, a veces ayudado por ella con sus faltas de actuación, denuncias y publicidad de estas irregularidades, otras utilizando poderes públicos creados y conformados por sus propios militantes; el chavismo avanzó en esas irregularidades violando las leyes de la República y ahora pretende que los venezolanos las reconozcamos como legítimas y nos sujetemos a sus consecuencias, y sorpresivamente hay una parte de la sociedad que asume este constructo “democrático” como legítimo y normal (porque es el que tenemos).
De modo que nos deja con el dilema, si vamos a las elecciones perdemos, si no vamos, perdemos… y hay un tropel de subnormales que todavía, a estas alturas, andan pidiéndonos a quienes protestamos esta parodia y nos negamos a ser parte de este dilema, planes alternos, estrategias viables, milagros electorales, desembarcos masivos de votos, en un país asediado por las siete plagas de Egipto.
Lo peor de estas exigencias a planes B y C, es que reclaman se hagan públicos, que se los entreguemos a un enemigo que inmediatamente identifica la salida propuesta y la ataca con todo lo que tiene, no hemos aprendido que ellos jamás permitirá que surja un candidato u oportunidad para salir del poder, utiliza toda la violencia y su ley para desbaratar cualquier otra estrategia de juego ¿O es que no bastan los muertos, torturados y presos que hemos puesto para tratar de cambiar de régimen?
Y a pesar de que hay gobiernos extranjeros que se han dado cuenta de esa enorme trampa electoral y denuncian su inviabilidad, de organismos internacionales que alertan sobre este nuevo truco del chavismo criminal, siguen los fanáticos de las elecciones y los constitucionalistas, y me da pena decirlo, sigue la Iglesia, jugando para el enemigo, pidiendo que nos inmolemos en este dilema sin sentido.
¿Será tan difícil entender la trampa en que nos quieren meter de nuevo? ¿Es que no hemos aprendido nada de anteriores elecciones con esas mafias del poder? Si nos metemos en ese juego perverso, diseñado en La Habana por expertos en la teoría de juegos, ni teniendo al mismísimo John Nash de nuestro lado podríamos ganarle la partida electoral al gobierno, han copado todo el escenario posible, no nos han dejado ni una sola rendija para poder movernos, excepto la de esos candidatos del chavismo, que se hacen pasar por nuestra oposición y no son otra cosa que un cambio cosmético, una cirugía plástica del horrido rostro del narcotraficante mayor.
Lo que debemos entender y dejar muy en claro, es que la ley, cualquier ley, pierde sentido cuando no es de estricto cumplimiento para todos, que ninguna constitución tiene efectividad si el gobierno no la respeta, si se vale de ella para crear espacios para la injusticia y el oprobio… que ninguna elección es válida si no hay transparencia, equilibrio, imparcialidad, respeto por el voto, por la voluntad del soberano, que es el pueblo; es cierto que puede haber irregularidades, errores, malas interpretaciones, pero en una democracia real siempre hay mecanismos que hacen justicia, que rectifican las faltas, que enderezan el rumbo cuando este se sale de curso; nuestro estado de derecho hace mucho tiempo dejó de ser funcional para efectos de la convivencia social.
Por ello es que no debemos caer en la trampa del dilema pernicioso; si aceptamos subir al rin con ambas manos y pies atados, no tenemos la menor oportunidad de anotarnos una victoria. No asistir a una confrontación electoral viciada de nulidad absoluta, es ya una manera de expresar nuestra opinión y, al mismo tiempo, de ilegitimar ese proceso, poniendo en evidencia al oponente, y una nueva oportunidad de reclamar nuestros derechos conculcados.
Tenemos demasiado lastre para conseguir altura suficiente para una ruta de escape. Nuestra oposición está infiltrada hasta los tuétanos por el socialismo corrosivo… y, si hay que empezar a hacer cambios, hay que empezar con nuestra propia representación. Ese es un buen comienzo. - saulgodoy@gmail.com
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