La mayor parte de los venezolanos, no importa su
precedencia o formación tienen el sueño de ser Presidente de la República algún
día y, gracias a la disparatada sucesión de personajes que efectivamente lo
lograron, es un título que da para todo; de esta manera se alimenta ese sueño
que ha impulsado tanto a intelectuales de sólidas credenciales, como a militares
seductores de reinas de belleza, a políticos de cuatro y cinco caras, hasta
analfabetas funcionales, que buscan este Santo Grial de la buena fortuna y
coronarse en la silla presidencial.
La novela El
Pasajero de Truman (2008), de Francisco Suniaga, es hasta el momento la
historia mejor lograda de esta aventura; con el ejemplo de la vida y obra del
doctor Diógenes Escalante, que de la cima de logros y éxitos como embajador de
Venezuela, y ocupando los cargos más relevantes en Londres y Washington, logra
construir una de las carreras más brillantes en el difícil campo de las
relaciones internacionales, aun en medio de tensiones, guerras y crisis
mundiales.
Me habían recomendado la lectura de esa novela, pero fue
cuando mi cuñado me la puso en las manos y me dijo: “Godoy, léala, fue escrita
como para usted” (los que venimos del Colegio San Ignacio nos tratamos de usted
en nuestra conversación normal y utilizamos nuestro apellido aún en situaciones
informales), a lo que asentí: “Gracias Santeliz, cuente con ello”.
Pero postergué la lectura por algunas semanas debido a
otros asuntos, hasta hace unos días que la empecé y prácticamente me la devoré
en menos de 24 horas… y quedé hambriento.
Desde “Pancho” Herrera Luque no me había dado el gusto de
leer con una novela histórica convertida en un “thriller” político, y porque
está muy bien escrita considero que en ese género Venezuela se ha puesto los
pantalones largos; entramos a otro nivel compartiendo escenario con los
escritores norteamericanos, que los que les gusta tanto estos temas; maestros
como Norman Mailler, Gore Vidal, Woodward y Bernstein, quienes llevan un buen
tiempo haciendo el camino en la buena ficción histórica.
Suniaga es un novelista margariteño, un contemporáneo a
quien no he tenido el gusto de conocer personalmente, pero sí lo he escuchado
en varias entrevistas radiales; me da la impresión de que tiene ciertos
arrestos socialistas, pero no importa, tiene todo su derecho de creer en lo que
quiera y más aún, cuando demuestra tener un dominio ideológico profundo de las
tesis liberales y populistas, las cuales contrasta con maestría durante la
novela.
Lo que nos cuenta Suniaga en su novela es una tragedia
con ribetes mitológicos, pero una tragedia al fin, Venezuela estaba en los
estertores de un período de dictaduras militaristas y el nacimiento de una idea
de democracia; en esa partición de aguas surge la figura quijotesca de
Escalante, alucinante y adicto a las veleidades del poder, pero un hombre culto
y de talante republicano, acostumbrado a los debates del parlamento británico y
a las maniobras del bipartidismo norteamericano en el Congreso en Washington, que
tiene una visión para su país diferente a la que hasta ese momento podían
brindar las charreteras y los cuarteles… lo sabe él, que viene de tierras
tachirenses, de los indomables generales que a caballo movilizaban sus huestes
armadas buscando el poder.
En el transcurso de la novela hay dos pasajes que me
parecieron memorables, el primero tiene que ver con la rutina de la vida en
Washington y el trajín de un embajador en esa capital, en especial con la vida
social y los vínculos que se establecen, la amistad surgida entre Escalante y
el para entonces senador Truman está muy bien tratada, la otra estampa maestra
son las escenas del General Gómez en Maracay, de los mejores retratos que he
leído del benemérito y porque fue el hombre fuerte en Venezuela por tantos
años.
Dice Georg Lukács en su obra La Novela Histórica (1971) lo siguiente:
Algo
parecido ocurre con el segundo florecimiento de la tragedia en la época del
Renacimiento. Esta vez, la colisión histórica entre el decadente feudalismo y
los dolores de parto de la última sociedad de clases ofrece las condiciones
materiales y formales para un nuevo auge del drama. Marx manifestó en forma
absolutamente inequívoca esta relación con respecto al drama renacentista. En
diversos escritos señaló la necesidad social del advenimiento y de la
desaparición de los periodos trágicos. Así, en su «En torno a la crítica de la
Filosofía del Derecho, de Hegel» (1844) resalta, precisamente, el momento de la
necesidad, del profundo sentimiento de justificación que nace de esta necesidad
en la parte decadente de la sociedad, como condición para la tragedia.
«Mientras el ancien régime, en cuanto
orden universal dominante, luchaba con un mundo apenas naciente, tenía de su
lado un error histórico, mas no personal. Por eso su decadencia fue trágica».
En el caso que plantea
Suniaga, la parte decadente se encuentra entre las nuevas camadas de militares
como Angarita, Chalbaud y, acechando, Pérez Jiménez, quienes saben que se
precipitan cambios que no pueden parar, lo intuyen y tratan de controlarlo; en el
haberle ofrecido a un personaje como Escalante la oportunidad de relevar el
testigo en una carrera presidencial, es clara la necesidad de que alguien esté
en la silla del poder y ellos detrás ejerciéndolo.
Pero todo estaba hecho para
provocar una tragedia, un hombre viejo, cansado y enfermo fue una selección
hecha para que fracasara a propósito; por más honorable, preparado y
experimentado que pudiera estar Escalante, era un extraño para el país, muy
poca gente sabía quién era, al menos que se estuviera al tanto del Who is who en los corredores de la alta
política.
Como parte de su estrategia
sobre el personaje, Suniaga le brinda a Escalante un ideario democrático y
liberal de avanzada, lo posiciona como un factor político que pudiera haberle
brindado al país la ruta segura hacia nuevos horizontes, sobre todo con la
participación de los empresarios nacionales para quienes tiene planes de
hacerlos prosperar en sus empresas y regar el país con emporios regionales de
inversiones y trabajo y nos lleva a pensar que la tragedia es por partida
doble, Escalante nunca llega a la presidencia, y el país pierde su única
oportunidad de salir del marasmo del capitalismo de estado y el clientelismo
que marcarían los gobiernos sucesivos.
Por supuesto, era el
candidato del gobierno, pero tenía una gran desventaja, había estado ausente
del país por mucho tiempo, para el venezolano de a pie era un extraño, y lo
presentaban al país como un nuevo rostro y un cambio; de seguro, si hubiera
terminado su campaña, la gente lo habría reconocido y posiblemente aceptado…
pero no fue así, el drama apenas se iniciaba.
La novela está muy bien construida,
una serie de diálogos, testimonios, recuerdos, que van ilustrando al lector
sobre la vida de su personaje principal, y van develando el gran fresco de una
Venezuela de intrigas y conspiraciones que no deja de vaticinar un desenlace
fatal.
Hay ciertas palabras y giros
arcaicos que le vienen muy bien al relato, ayudando a crear un ambiente cuasi
gótico, que van impulsando un misterio; algunos pasajes me dieron la impresión
de estar leyendo a Iván Turgenev, el escritor ruso de la segunda mitad del
siglo XIX, uno de mis favoritos de la literatura eslava, no es tan profundo ni
desgarrador como lo es Dostoievski, pero se mantiene objetivo y ecuánime en las
crisis y sobretodo muy elegante en el desarrollo psicológico de sus personajes (ya hemos escrito en este blog sobre este
autor), cuando hago la comparación con Turgeniev estoy pensando en relatos como
Humo o Tierras Vírgenes y quizás Nido
de Nobles, donde podemos encontrar personajes parecidos a Escalante, no
estoy diciendo que hay calco ni mucho menos, pero si hay un aire y del cual
decía el estudioso italiano I. Romanzi, en su obra Introducción a Turgenev (1991):
En sus novelas, narrando la transformación social que
se da en Rusia entre 1840 y 1860, mostró el profundo significado de los
principios generadores de este desarrollo. El tipo particular de novela de
Turgenev, original en su estructura, está ligado en concreto a esta capacidad
de intuir y de expresar en un nivel artístico los cambios de la vida social
rusa, en un momento en el que la lucha entre lo viejo y lo nuevo se hace cada
vez más áspera (…). Los personajes de las novelas de Turgenev son siempre la
expresión de la tendencia al cambio histórico de su tiempo.
Y les puedo asegurar que la
figura de Diógenes Escalante, que nos pinta el autor de esta magistral novela,
es la de esa bisagra que se mueve entre un tiempo y otro; sin duda, se trata de
una obra llamada a convertirse en un clásico de nuestra literatura vernácula y
seguramente en un mayor éxito del que ya tiene en las librerías en el mundo. La
recomendamos. - saulgodoy@gmail.com
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