Hay todo un caldo de cultivo en Venezuela donde abunda el
oportunismo y el ventajismo, encarnados en políticos de tercera, empresarios
parasitarios, oráculos y brujos de la esperanza, vendedores de elíxires para la
calvicie, mujeres barbudas exhibidas junto a enanos de espíritu, asesinos
vistiendo togas y militares narcos con su eterno pedido de “danos algo p´al refresco”.
La decadencia de nuestro sistema político es de tal magnitud que sólo produce
monstruos, y esto es así porque el país que lo sustenta ha sido degradado a una
tribu de niños, de infantes mal formados que sólo esperan que un padre bueno y
sabio les resuelva los problemas, principalmente el del entretenimiento y la
comida, pues ellos están allí sólo para aplaudir y regocijarse en los enredos
de un vecindario donde todos esperan tomar provecho de los demás.
Esta rutina absurda y escandalosa es la que se vive a
diario en Venezuela, el chavismo nos ha retrotraído a etapas de incivilidad
jamás antes vividas, por lo menos no con la abundancia de matices que
observamos cotidianamente en la calle y en la cual la pandemia del virus chino
está cobrando vidas y salud a granel, por no decir algo sobre la perdida de
nuestra dignidad.
Hubo un momento en nuestra historia reciente en que los
políticos en el poder tuvieron la visión de que el país por ellos manejados era
inviable, por lo que decidieron construir parapetos y canales para desviar todo
el dinero público, la riqueza de la nación, hacia sus cuentas personales en el
exterior, pensando que en un futuro cercano, cuando Venezuela fuera un país sin
destino, ellos, los más vivos y previsivos, gozarían de un nuevo comienzo en
otras capitales del mundo y con un estilo digno de diplomáticos en retiro.
Este comportamiento prevaleció durante varios años y ya
había empezado en aquella época dorada que llamamos el período democrático;
antes de que aparecieran las langostas del chavismo, este comportamiento
interesado, derrotista, egoísta y antivenezolano prevaleció, en forma de un
ruido constante en el fondo, porque nadie decía nada, pero la idea de un país
próspero, con futuro, se había diluido… ya nadie creía en Venezuela.
Cuando vino la debacle de Luis Herrera, aquel viernes
negro del cual nunca hubo recuperación, hubo un descenso a los infiernos, lento
pero continuo; después, el gobierno de Lusinchi sólo sirvió para hundirnos más
en los lodos de la corrupción y los grandes negociados, al punto de que hasta
la justicia se convirtió en una empresa privada. En el segundo gobierno de
Caldera se provocó aquella enorme crisis financiera, en la que varios
importantes bancos quebraron; ya para ese momento hubo importante flujo de
dinero hacia el exterior; ese reacomodo de intereses y poderes, ese cambio de
clases favorecidas y nombres en la picota indujeron una enorme corrida y se
sembró el miedo, era un recordatorio a las élites de que la política podía ser
usada como un arma de guerra.
El palo cochinero, ese que utilizan los matarifes para
darle al cerdo la muerte definitiva y convertirlo en charcutería, lo recibieron
las instituciones democráticas en el momento que Carlos Andrés Pérez fue enjuiciado
y condenado por los suyos; ya la situación era imposible de ocultar, Venezuela
había perdido el rumbo, era un barco a la deriva, prácticamente fue como poner
un anuncio en los diarios de mayor circulación, “Se buscan piratas para abordar y conducir país a la deriva. Se
garantiza buenos e ignorantes pasajeros, que solo quieren tener la impresión de
que sus problemas cotidianos van a ser resueltos. Se escuchan ofertas”… y piratas fueron los que respondieron al
aviso.
Cuando llegó Chávez y su loco proyecto socialista bolivariano,
la suerte estaba echada; ya se había producido una decisión masiva e inconsciente
de que no había esperanza para los millones de venezolanos sin recursos y
muchos en estado de pobreza; aquella quimérica propuesta socialista del pueblo
al poder sonaba de lo más tentadora y venía, además, con un militar como
Chávez, superficial, insistente, tomador de café y conversador, que soltaba
consignas revolucionarias a cada oportunidad, no había mejor apuesta.
Y aquella opulenta y rutilante figura de un megaestado,
vestido en uniforme de gala militar lleno de medallas, con una corona de Miss
en la cabeza y la banda terciada que leía “Salvemos al mundo” fue en lo que
estos revolucionarios convirtieron el poder, trocando un país petrolero con
conexiones mundiales en una morisqueta; aquella enorme bolsa de dólares nos
duró muy poco, una gran parte fue malbaratada en proyectos sin sentido,
mientras la otra, como ya era costumbre reiterada, fue canalizada a
multimillonarias cuentas secretas en bancos extranjeros.
En veinte años nos arruinaron, pero los revolucionarios
no se dieron cuenta de un detalle, se habían declarado enemigos y estaban
combatiendo contra los EEUU; en su imaginario contrahecho, creían estar
“comiéndoselas” mal poniendo a los americanos contra el mundo, burlándose de
los gringos sin recato alguno, atentando contra sus intereses, metiéndoles
drogas en su propio país, lavando dinero a dos manos en sus mercados, llevando
una vida loca en sus grandes ciudades…
Los EEUU no sólo son una potencia, controlan el aparato
financiero de buena parte del mundo, eran nuestros principales clientes en el
negocio del petróleo y eran también nuestros principales abastecedores de
bienes y servicios.
Estos “piratas” de pacotilla, parafraseando al Almirante
Yamamoto en la Segunda Guerra Mundial, luego de su ataque a Pearl Harbor,
“despertaron a un gigante dormido”, eso fue lo que hicieron, los EEUU
simplemente permitieron que los chavistas siguieran con su vida loca y, cuando
los tenían ubicados y en la mira, les cayeron a sanciones… y, sin disparar un
solo tiro, les trancaron las cuentas, los inmovilizaron, ofrecieron recompensas
por sus cabezas, les quitaron sus bienes, los acusaron en los tribunales, les
trancaron los suministros (excepto los estrictamente humanitarios) y los
dejaron “haciendo Cuí-cuí”, encerrados en una Venezuela arruinada, sin
gasolina, sin agua, sin luz, sin comida, sin trabajo y con la gente arrecha.
Estamos en ese momento, un momento histórico, en una de
sus fases más delicadas, que es cuando el chavismo-madurismo, haciendo acopio
de sus últimos recursos, del poder de la violencia y la represión, del poco
dinero que les queda, de la propaganda al mayor, pretende seguir manipulando la
política a su favor, buscando oxígeno y ventanas de oportunidades, y como en el
escenario han aparecido nuevos actores, pero con las mismas malas mañas
históricas, hay una serie de empresarios, intelectuales, políticos, sacerdotes,
periodistas que ven en esta encrucijada una forma de beneficiarse personalmente
y se han ofrecido a los piratas como sus damas de compañía (prepagos), para
hacer pasar al régimen como los pillos arrepentidos, que han aprendido la
lección y abjurando de sus pasados autoritarios, que buscan la absolución… y,
por supuesto, esta vez sí prometen un gobierno plural, tolerante, democrático,
constitucional… están montando su show electoral.
Pero han sido demasiados los golpes recibidos, muchos los
engaños y trampas, para seguir bailando juntitos con nuestros torturadores, a pesar
de que pusieron en libertad a esos políticos presos, de prometernos una
escalera al cielo, de insistir en la fórmula de las fracasadas comunas y de
ofrecernos la perspectiva de llenarnos la Asamblea Nacional con “representantes”
rojos rojitos… a pesar de contar con un menú generoso de opciones de partidos
secuestrados y candidatos pret a porter, a
pesar de las declaraciones de jefes políticos que aseguran que están cansados
del trajín y los que “tocados” por el COVID 19 que se van a retirar, con grupos
de interés apuntando a que esta es la oportunidad que esperábamos para terminar
con este episodio.
El chavismo-madurismo está tendiendo su red y quiere
hacer los cambios necesarios para que todo siga igual; como tienen copadas
todas las instituciones y manejan el poder del estado, están reacomodando sus
fichas para cambiar el decorado y ofrecerle al Departamento de Estado una nueva
imagen, de manera que se sienta más cómodo, y así lograr el levantamiento de
algunas sanciones y permitir que sus factores puedan seguir manejando el país
sin sentirse perseguidos; pero los contactos y alianzas con los rusos, los
chinos, los cubanos y Turquía sólo presagian un nuevo engaño, el rumbo trazado
sigue intacto y los peligros que se ciernen sobre la región están vivos y
trabajando para lograr el caos y la inestabilidad.
A lo interno del país, ¿Están perdidas las esperanzas?
¿El país está entrampado y sin salida?, no lo creo y les diré por qué: desde
hace varios años, he estado siguiendo la tesis del historiador alemán Reinhart
Koselleck, quien veía la historia como una sucesión de conceptos, donde un
mismo concepto tiene varias significaciones, que dependen de los tiempos, la
cultura y las circunstancias políticas de los pueblos. No creo que estemos
condenados ni a repetir la historia, ni a cumplir con imperativos históricos,
como lo exige el marxismo.
Tres son los condicionantes de todo cambio histórico,
según Koselleck: el primero es el contraste que se produce entre un “antes” y
un “después”; los venezolanos conocimos lo que es tener un país funcionando y
en democracia, imperfecta, pero existían las libertades, había instituciones y un
estado de derecho, sabemos que luego del “después” viene algo diferente; esa
tensión es fundamental y para cada generación estos contextos son distintos,
para las generaciones nacidas en el chavismo , eso es un antes y saben que
viene un después.
La segunda es una condición tiene que ver con el
contraste entre lo que está adentro y lo que está afuera, entre amigos y
enemigos, entre conflicto y paz, entre pobreza y productividad y riqueza, entre
demócratas y militaristas… y aquí es donde interviene el elemento moral, que es
fundamental para la elaboración de los nuevos conceptos y sobre todo para dirimir
diferencias entre contrarios.
El tercer aspecto a tomar en cuenta es la estructura de
poder, condicionada por la política entre amo y esclavo, jefe y subalterno, los
de arriba y los de abajo… estas tres relaciones están siempre interactuando y
generando cambios en la estructura social, en los relatos y los hechos que
hacen la historia.
Para Koselleck, la historia es la cascada de eventos que
se desprende de estas relaciones y tensiones, que siempre están buscando el
equilibrio; en el caso venezolano, estamos en los límites de un quiebre, que
clama por estos equilibrios y que va a liberar energías y fuerzas para
conseguirlo, esto va a variar las condiciones existentes; estamos en el punto
donde el régimen está utilizando sus últimos recursos en una estrategia sin sustento
y con protagonistas debilitados por su falta de integridad y credibilidad…
vienen finales anunciados y debuts sorpresivos, cambios profundos, situaciones
y fricciones intensas.
En la situación de nuestro país hay múltiples estrategias
en juego, ya que hay variados jugadores con diferentes intereses, Maduro tiene
la suya, el Departamento de Estado, Rusia, Cuba y China las de ellos, nuestra
oposición está tratando de construir una propia, pero con elementos dañados y
sin tomar en cuenta esas relaciones de las que nos habla Koselleck (que quede
claro que Koselleck es el único historiador que ha desarrollado una teoría del
cambio histórico luego de las grandes crisis del siglo XX; si pensaron en
Hobsbawm, les recuerdo que es solo un marxista reencauchado).
He repetido infinidad de veces que nuestro principal
problema es de orden moral; nos debatimos en el problema afuera y adentro, y quienes
pretenden solucionar el problema del país son los culpables de meternos en este
brete… si tuvieran un poco de vergüenza, se inhibirían de participar en el
juego; pero se dicen “políticos” en una torcida manera de ser y entender el
país.
Si no tenemos resuelto la calidad del carácter de
nuestros protagonistas, no estamos en el juego, seremos simples comodines en los
avatares de otros jugadores. Pero el cambio viene, la historia no se detiene,
que es lo que intenta hacer Maduro, sus compinches, asociados y prepagos, tratando
de congelar a Venezuela en un “para siempre”, lo cual no sólo es anti natura,
sino impracticable, y de todos los políticos en Venezuela la única que tiene
claro el panorama es María Corina Machado, a pesar de los ataques descarnados
de los prepago, y del desplante machista de algunos funcionarios del
Departamento de Estado. - saulgodoy@gmail.com
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