lunes, 7 de septiembre de 2020

Frank Ramsey; el joven maravilla

 

 

No creo en coincidencias, todo lo que acaece en nuestro universo ocurre a instancias de unas causas presentes en un momento, desencadenan acciones y como en una mesa de billar, las bolas empiezan a golpear a las otras, unas haciendo banda para volver al juego, otras encestando los bolsillos y desapareciendo de la mesa; el que desconozcamos esas causas que las impulsa, hacen que parezca una cuestión fortuita, de suerte.

Demasiadas veces seguidas apareció el nombre de Frank Ramsey en mis lecturas recientes, y por alguna arcana razón yo venía pensando en su vida y trabajos, pero no tenía pensado escribir sobre él, no por los momentos, pero las cosas se precipitaron cuando cayó en mis manos un artículo sobre la muerte, un tema al que estoy dándole vueltas desde hace algunas semanas, se trata del muy bien logrado trabajo crítico del investigador Sam Dresser, Como no tenerle miedo a la muerte (2020) donde repasa en una clara síntesis, el pensamiento de los epicúreos sobre cómo enfrentar este hecho definitivo en nuestras vidas sin sufrir un ataque de nervios.

En el mismo hace un repaso a la tesis de Thomas Nagel en su artículo sobre la muerte que ya reseñamos en este blog hace unos meses atrás, búsquenlo, se los recomiendo; Nagel piensa que uno de los temores fundamentales de la muerte es la vida que nos arrebata, es decir, la que dejamos de vivir porque morimos, y hace varias consideraciones muy interesantes, entre ellas la de los jóvenes que se nos van muy temprano de esta vida, produciéndonos desazón por las experiencias y las cosas que ya no podrán disfrutar o conocer, dependiendo de la edad, constituir su propia familia, levantar un negocio, llegar a la madurez, escribir un libro y tener una pizca de sabiduría… mientras más jóvenes se marchan más pensamos que pierden.

Frank Ramsey se ha convertido para el mundo anglosajón en un parangón de la vida truncada por la muerte, de la vida útil y productiva, pues es no menos que asombroso como un joven haya podido hacer tantas cosas en tan poco tiempo y con el gusto y la vitalidad con que las hizo.

En el otro artículo que me llegó a las manos, Frank Ramsey: una forma más humana de filosofía, de la profesora de la Universidad de Toronto, Cheryl Misak (2020), nos cuenta como este joven al iniciarse la década de 1920, tenía 17 años cuando empieza su carrera de matemático en el Trinity College en Cambridge, que era el epicentro donde una camada de genios estaban revolucionando el mundo de las ciencias y las humanidades en occidente.

Justo en ese momento estaba el economista John Maynard Keynes dándole sus últimos toques a su nueva teoría sobre las relaciones objetivas de probabilidades, cuando este joven alumno que por curiosidad había asistido a una de sus clases, en una sola intervención le derrumba la viabilidad de sus ecuaciones, asombrado por esta hazaña, y muy al contrario de otro tipo de persona, que se hubiera mal puesto con el estudiante, lo que hace es reclutarlo de inmediato para que se forme en el departamento de matemáticas del King´s College.

Ya para 1924 Ramsey era profesor de matemáticas y le había elaborado a su colega y protector dos trabajos de investigación que revolucionarían la economía de su época Una Contribución a la Teoría de los Impuestos y Una teoría Matemática del Ahorro.

No contento con este auxilio a Keynes, se interesa por el trabajo del profesor de filosofía, Bertrand Russell, ya famoso, quien había publicado junto con Whitehead la destacada obra, Principia Mathematica, e hizo varias correcciones a las formulaciones allí presentadas mejorando algunos postulados.

De igual manera presentó a la escuela de matemáticas varias propuestas originales en el campo estadístico, y una temprana contribución a la Teoría del Caos, que fue un teorema sobre los sistemas en desorden, que fueron planteamientos que abrirían serios interrogantes en la rama de las matemáticas puras y que hoy se aplican a las teorías sobre decisiones, comunicaciones y de la extracción de información en las ciencias de la computación. Ramsey fue un estudioso de la obra del norteamericano C.S. Peirce, uno de los padres del pragmatismo, y este conocimiento lo aplicaba en sus estudios de semiótica, matemática y estadística.

Su fama de detector de problemas y contradicciones entre los profesores de la universidad era reconocida y temida, E. G. Moore era profesor de lógica y considerado como uno de los exponente de la tendencia “realista” en filosofía, ya lo había tenido en sus clases, y sus comentarios eran tan atinados, claros y contundentes que dejaban dudando al excepcional maestro; no pocas veces Moore antes de sus clases, se asomaba para ver si Ramsey estaba dentro de su público, lo ponía nervioso, en sus memorias decía de él: “En los tempranos años veinte, F.P. Ramsey fue al menos a una de mis clases. Pronto sentí de él lo mismo que sentía de Wittgenstein, que eran mucho más inteligentes que yo, por lo que me sentía muy nervioso dando mis clases ante ellos: tenían miedo que se percataran de algún absurdo en las cosas que decía y de la que no me había percatado”.

Viniendo esto de una mente brillante como la de Moore, es sin dudas un extraordinario halago.

Y ya que hablamos de Wittgenstein, es con su obra que Ramsey verdaderamente se empalaga, esa primera filosofía del maestro vienés lo atrajo como la luz a una chicharra, y fue uno de los encuentros más afortunados de la historia de la filosofía, al punto que muchos expertos afirman, que fue gracias a las largas conversaciones que Wittgenstein sostuvo con Ramsey, que se catalizó el cambio del gran pensador de su filosofía expresada en El Tractatus Lógico filosófico, a una voltereta casi de 180º en su otra obra, Investigaciones Filosóficas, una de las proezas de la filosofía del siglo XX.

De hecho, Ramsey había traducido el Tractatus del alemán al inglés, lo cual no fue una tarea sencilla para un traductor que tenía el alemán como segunda lengua dado la complejidad de la obra, y escribió algunos comentarios en la prestigiosa publicación Mind, que todavía hoy son considerados de los más pertinentes.

La profesora Misak nos dice en su trabajo:

 

Cualquier lector familiarizado con el Wittgenstein “tardío”, con su enfoque en significados tal y como se usa en una multiplicidad de nuestras prácticas, podrá ver que estas ideas eran claramente predichas por Ramsey. Ramsey fue el responsable de que Wittgenstein, en 1930, le diera la espalda a su búsqueda por la certeza, la pureza y el menor uso de escenarios metafísicos en el Tractatus, y utilizara el lenguaje ordinario y las prácticas humanas- en un tipo de pragmatismo, aunque Wittgenstein se negó a llamarlo de esa manera.

 

En el prefacio de Investigaciones Filosóficas, Wittgenstein dejó expresamente su reconocimiento a su joven colaborador al escribir: “… desde que me he ocupado de nuevo a la filosofía, 16 años atrás, debo reconocer errores graves que aparecieron en aquel primer libro. Fui ayudado a reconocer esos errores- en un grado que muy difícilmente puedo estimar- gracias a las críticas que mis ideas encontraron de parte de Frank Ramsey, con quien discutí en innumerables conversaciones durante los dos últimos años de su vida.”

Ramsey solo vivió hasta sus 26 años, concentró en la última década de su vida toda la pasión y la creatividad posible en un remolino de ideas, contactos y vivencias que todavía asombra a muchos.

 

Frank Plumpton Ramsey (1903–30), nació en Cambridge, su padre fue matemático y su madre se distinguió como defensora de los derechos de la mujer en especial por el voto, su carrera ascendente se dio en el seno de la Universidad, donde destacó por su mente clara y un bagaje de lecturas de filosofía que impresionaron a sus profesores, con el padrinazgo de Keynes logró lo aceptaran como miembro de los “Apósteles de Cambridge”, una sociedad secreta dedicada a los debates de alto nivel, por intermedio de algunos profesores lograron que Wittgenstein lo recibiera en Viena, viajó a esa ciudad y se quedó por seis meses, entre otras cosas para tratarse con un psiquiatra una “ansiedad sexual” que padecía, y lo hizo con un discípulo de Freud, durante ese tiempo trabajó junto a Wittgenstein en la traducción del Tractatus al inglés y le fueron presentados a los profesores Moritz Schlick y Hans Hahn, ambos del afamado Círculo de Viena y con quienes tendría correspondencia hasta el fin de su vida.

En una reunión del Club de Ciencias Morales conoció a Lettice Baker, se casaron en 1925 y tuvieron dos niñas, por medio de sus contactos lograron hacerse parte del grupo Bloomsbury un selecto grupo de artistas e intelectuales bastantes libertinos, creían en el matrimonio abierto y fue de esa manera que Ramsey conoció a Elizabeth Denby una exitosa arquitecto y promotora de proyectos de viviendas populares con quien tuvo un tórrido affair, el hermano mayor de Frank, Michael Ramsey, era el Arzobispo de Canterbury.

Frank Ramsey era un atleta, era un hombre de gran tamaño y muy fuerte, se distinguió como tenista, alpinista y nadador, todas las reseñas que existen de sus amigos y asociados decían de él era una persona jovial, de muy buen humor, de risa franca y de personalidad cálida, no le gustaban los tontos pero tampoco era un engreído.

Su muerte fue rápida y misteriosa, su hígado quedó afectado y su salud decayó drásticamente hasta morir a los pocos días en el hospital, quienes han investigado el episodio recuentan que pocos días antes de empezar a sentirse mal, había nadado en el río Cam, donde creen, pescó una mortal bacteria que le atacó el hígado, murió en Enero de 1930 de lo que se supone fue la enfermedad de Weil.

Sus trabajos académicos y papeles de investigación,  fueron ignorados por unos años pero ahora son estudiados con detalle, hay una elegancia innata en sus propuestas filosóficas y matemáticas en temas que hoy son fronteras de investigación para varias disciplinas, no dejó ninguna obra mayor, aunque hay un borrador de un libro en el que estaba trabajando sobre una teoría de la verdad.

Ramsey siempre será el ejemplo de lo que una vida debe suponer en logros, aunque breve, dudo que alguien pueda dar tanto como él lo hizo, y siempre quedará en suposiciones lo que hubiera podido alcanzar si hubiera tenido una vida más larga.   -    saulgodoy@gmail.com 

 

 

 

 

 

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