No creo en coincidencias, todo lo que acaece en nuestro universo ocurre a instancias de unas causas presentes en un momento, desencadenan acciones y como en una mesa de billar, las bolas empiezan a golpear a las otras, unas haciendo banda para volver al juego, otras encestando los bolsillos y desapareciendo de la mesa; el que desconozcamos esas causas que las impulsa, hacen que parezca una cuestión fortuita, de suerte.
Demasiadas veces seguidas apareció el nombre de Frank
Ramsey en mis lecturas recientes, y por alguna arcana razón yo venía pensando
en su vida y trabajos, pero no tenía pensado escribir sobre él, no por los
momentos, pero las cosas se precipitaron cuando cayó en mis manos un artículo
sobre la muerte, un tema al que estoy dándole vueltas desde hace algunas
semanas, se trata del muy bien logrado trabajo crítico del investigador Sam
Dresser, Como no tenerle miedo a la
muerte (2020) donde repasa en una clara síntesis, el pensamiento de los epicúreos
sobre cómo enfrentar este hecho definitivo en nuestras vidas sin sufrir un
ataque de nervios.
En el mismo hace un repaso a la tesis de Thomas Nagel en
su artículo sobre la muerte que ya reseñamos en este blog hace unos meses
atrás, búsquenlo, se los recomiendo; Nagel piensa que uno de los temores
fundamentales de la muerte es la vida que nos arrebata, es decir, la que
dejamos de vivir porque morimos, y hace varias consideraciones muy
interesantes, entre ellas la de los jóvenes que se nos van muy temprano de esta
vida, produciéndonos desazón por las experiencias y las cosas que ya no podrán
disfrutar o conocer, dependiendo de la edad, constituir su propia familia,
levantar un negocio, llegar a la madurez, escribir un libro y tener una pizca
de sabiduría… mientras más jóvenes se marchan más pensamos que pierden.
Frank Ramsey se ha convertido para el mundo anglosajón en
un parangón de la vida truncada por la muerte, de la vida útil y productiva,
pues es no menos que asombroso como un joven haya podido hacer tantas cosas en
tan poco tiempo y con el gusto y la vitalidad con que las hizo.
En el otro artículo que me llegó a las manos, Frank Ramsey: una forma más humana de
filosofía, de la profesora de la Universidad de Toronto, Cheryl Misak
(2020), nos cuenta como este joven al iniciarse la década de 1920, tenía 17
años cuando empieza su carrera de matemático en el Trinity College en Cambridge,
que era el epicentro donde una camada de genios estaban revolucionando el mundo
de las ciencias y las humanidades en occidente.
Justo en ese momento estaba el economista John Maynard
Keynes dándole sus últimos toques a su nueva teoría sobre las relaciones
objetivas de probabilidades, cuando este joven alumno que por curiosidad había
asistido a una de sus clases, en una sola intervención le derrumba la
viabilidad de sus ecuaciones, asombrado por esta hazaña, y muy al contrario de
otro tipo de persona, que se hubiera mal puesto con el estudiante, lo que hace
es reclutarlo de inmediato para que se forme en el departamento de matemáticas
del King´s College.
Ya para 1924 Ramsey era profesor de matemáticas y le
había elaborado a su colega y protector dos trabajos de investigación que
revolucionarían la economía de su época Una
Contribución a la Teoría de los Impuestos y Una teoría Matemática del Ahorro.
No contento con este auxilio a Keynes, se interesa por el
trabajo del profesor de filosofía, Bertrand Russell, ya famoso, quien había
publicado junto con Whitehead la destacada obra, Principia Mathematica, e hizo varias correcciones a las
formulaciones allí presentadas mejorando algunos postulados.
De igual manera presentó a la escuela de matemáticas
varias propuestas originales en el campo estadístico, y una temprana
contribución a la Teoría del Caos, que fue un teorema sobre los sistemas en
desorden, que fueron planteamientos que abrirían serios interrogantes en la
rama de las matemáticas puras y que hoy se aplican a las teorías sobre
decisiones, comunicaciones y de la extracción de información en las ciencias de
la computación. Ramsey fue un estudioso de la obra del norteamericano C.S.
Peirce, uno de los padres del pragmatismo, y este conocimiento lo aplicaba en
sus estudios de semiótica, matemática y estadística.
Su fama de detector de problemas y contradicciones entre
los profesores de la universidad era reconocida y temida, E. G. Moore era
profesor de lógica y considerado como uno de los exponente de la tendencia
“realista” en filosofía, ya lo había tenido en sus clases, y sus comentarios
eran tan atinados, claros y contundentes que dejaban dudando al excepcional
maestro; no pocas veces Moore antes de sus clases, se asomaba para ver si
Ramsey estaba dentro de su público, lo ponía nervioso, en sus memorias decía de
él: “En los tempranos años veinte, F.P.
Ramsey fue al menos a una de mis clases. Pronto sentí de él lo mismo que sentía
de Wittgenstein, que eran mucho más inteligentes que yo, por lo que me sentía
muy nervioso dando mis clases ante ellos: tenían miedo que se percataran de
algún absurdo en las cosas que decía y de la que no me había percatado”.
Viniendo esto de una mente brillante como la de Moore, es
sin dudas un extraordinario halago.
Y ya que hablamos de Wittgenstein, es con su obra que
Ramsey verdaderamente se empalaga, esa primera filosofía del maestro vienés lo
atrajo como la luz a una chicharra, y fue uno de los encuentros más afortunados
de la historia de la filosofía, al punto que muchos expertos afirman, que fue
gracias a las largas conversaciones que Wittgenstein sostuvo con Ramsey, que se
catalizó el cambio del gran pensador de su filosofía expresada en El Tractatus Lógico filosófico, a una
voltereta casi de 180º en su otra obra, Investigaciones
Filosóficas, una de las proezas de la filosofía del siglo XX.
De hecho, Ramsey había traducido el Tractatus del alemán al inglés, lo cual no fue una tarea sencilla
para un traductor que tenía el alemán como segunda lengua dado la complejidad
de la obra, y escribió algunos comentarios en la prestigiosa publicación Mind, que todavía hoy son considerados
de los más pertinentes.
La profesora Misak nos dice en su trabajo:
Cualquier
lector familiarizado con el Wittgenstein “tardío”, con su enfoque en
significados tal y como se usa en una multiplicidad de nuestras prácticas,
podrá ver que estas ideas eran claramente predichas por Ramsey. Ramsey fue el
responsable de que Wittgenstein, en 1930, le diera la espalda a su búsqueda por
la certeza, la pureza y el menor uso de escenarios metafísicos en el Tractatus, y utilizara el lenguaje
ordinario y las prácticas humanas- en un tipo de pragmatismo, aunque
Wittgenstein se negó a llamarlo de esa manera.
En el prefacio de Investigaciones
Filosóficas, Wittgenstein dejó expresamente su reconocimiento a su joven
colaborador al escribir: “… desde que me
he ocupado de nuevo a la filosofía, 16 años atrás, debo reconocer errores
graves que aparecieron en aquel primer libro. Fui ayudado a reconocer esos
errores- en un grado que muy difícilmente puedo estimar- gracias a las críticas
que mis ideas encontraron de parte de Frank Ramsey, con quien discutí en
innumerables conversaciones durante los dos últimos años de su vida.”
Ramsey solo vivió hasta sus 26 años, concentró en la
última década de su vida toda la pasión y la creatividad posible en un remolino
de ideas, contactos y vivencias que todavía asombra a muchos.
Frank Plumpton Ramsey (1903–30), nació en Cambridge, su
padre fue matemático y su madre se distinguió como defensora de los derechos de
la mujer en especial por el voto, su carrera ascendente se dio en el seno de la
Universidad, donde destacó por su mente clara y un bagaje de lecturas de
filosofía que impresionaron a sus profesores, con el padrinazgo de Keynes logró
lo aceptaran como miembro de los “Apósteles de Cambridge”, una sociedad secreta
dedicada a los debates de alto nivel, por intermedio de algunos profesores
lograron que Wittgenstein lo recibiera en Viena, viajó a esa ciudad y se quedó
por seis meses, entre otras cosas para tratarse con un psiquiatra una “ansiedad
sexual” que padecía, y lo hizo con un discípulo de Freud, durante ese tiempo
trabajó junto a Wittgenstein en la traducción del Tractatus al inglés y le fueron presentados a los profesores Moritz
Schlick y Hans Hahn, ambos del afamado Círculo de Viena y con quienes tendría
correspondencia hasta el fin de su vida.
En una reunión del Club de Ciencias Morales conoció a Lettice
Baker, se casaron en 1925 y tuvieron dos niñas, por medio de sus contactos
lograron hacerse parte del grupo Bloomsbury un selecto grupo de artistas e
intelectuales bastantes libertinos, creían en el matrimonio abierto y fue de
esa manera que Ramsey conoció a Elizabeth Denby una exitosa arquitecto y
promotora de proyectos de viviendas populares con quien tuvo un tórrido affair, el hermano mayor de Frank,
Michael Ramsey, era el Arzobispo de Canterbury.
Frank Ramsey era un atleta, era un hombre de gran tamaño
y muy fuerte, se distinguió como tenista, alpinista y nadador, todas las
reseñas que existen de sus amigos y asociados decían de él era una persona
jovial, de muy buen humor, de risa franca y de personalidad cálida, no le
gustaban los tontos pero tampoco era un engreído.
Su muerte fue rápida y misteriosa, su hígado quedó
afectado y su salud decayó drásticamente hasta morir a los pocos días en el
hospital, quienes han investigado el episodio recuentan que pocos días antes de
empezar a sentirse mal, había nadado en el río Cam, donde creen, pescó una
mortal bacteria que le atacó el hígado, murió en Enero de 1930 de lo que se
supone fue la enfermedad de Weil.
Sus trabajos académicos y papeles de investigación, fueron ignorados por unos años pero ahora son
estudiados con detalle, hay una elegancia innata en sus propuestas filosóficas
y matemáticas en temas que hoy son fronteras de investigación para varias
disciplinas, no dejó ninguna obra mayor, aunque hay un borrador de un libro en
el que estaba trabajando sobre una teoría de la verdad.
Ramsey siempre será el ejemplo de lo que una vida debe
suponer en logros, aunque breve, dudo que alguien pueda dar tanto como él lo
hizo, y siempre quedará en suposiciones lo que hubiera podido alcanzar si
hubiera tenido una vida más larga.
- saulgodoy@gmail.com
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