Un ser vivo que no se comunica con su entorno tiene pocas
probabilidades de sobrevivencia; de hecho, el no poder comunicarse con el
exterior es uno de los indicativos de la cesación de la existencia, no
comunicarse es estar muerto.
Los entes que muestran graves deficiencias
comunicacionales, que no muestran reacción a los estímulos, que no leen las
señales del ambiente para enterarse de las condiciones existentes en su espacio
vital, los seres que responden de manera descoordinada y espasmódicamente,
resultando sus señales en confusión sobre su estado, que no reaccionan a los
cambios y perciben erradamente las variaciones ambientales… o están enfermos, o
están muriendo.
Para quienes nos tomamos en serio la disciplina de las
comunicaciones, al examinar el antes y el ahora del chavismo, advertimos el
deterioro acelerado de su estructura comunicacional, no sólo en cuanto a los
medios materiales y recursos tecnológicos, que conforman el “aparato
comunicacional” de un gobierno, sino principalmente en su contenido, en el
tremendo desfase que se nota en la información que circula por el aparato del
estado sobre lo que es real y lo que es ficción; que, en vez de integrar
acciones y hacer efectivas las respuestas a los problemas cotidianos, las
entorpece, retarda y agrava.
Pero no sólo se trata de un problema de coherencia
informativa, el daño ocasionado por la administración de Maduro a la
continuidad y posibilidades de sobrevivencia del chavismo como fuerza política
es mucho más grave, pues está erosionando su base ideológica y la unidad
ontológica del régimen; el socialismo bolivariano del siglo XXI está siendo
carcomido por una incapacidad innata de diferenciar amenazas y oportunidades,
peligros de salidas seguras, sobrevivencia de aniquilamiento.
Esto se produce, entre otras cosas, porque Nicolás Maduro
y sus más cercanos colaboradores están confundiendo su condición personal de reos
de la justicia, de sujetos buscados por la ley para que aclaren sus responsabilidades
en asuntos criminales, con los del país como nación; esta deliberada y
conveniente mezcla de asuntos inconexos, incluso, se está llevando por delante al
régimen cubano de Raúl Castro, al de los ayatolas de Irán, al gobierno de Putin
en Rusia y al del premier Li en China, que se muestran como cómplices
inmediatos en todas las acusaciones que se les siguen internacionalmente, pues
han tejido una tupida red de colaboraciones, asociaciones para delinquir,
apoyos instrumentales, complicidades, muy difíciles de desenmarañar.
Toda la capacidad comunicacional del gobierno está
comprometida en demostrar que ellos, sus personas, en sus responsabilidades
como funcionarios, no son culpables de los graves delitos contra la humanidad
que se les atribuyen, como se concluye en sendos informes de organizaciones
multilaterales que defienden los Derechos Humanos, y que los dejan en evidencia
como criminales de lesa humanidad; se trata de imputaciones tan graves y
repudiadas universalmente, que cualquier relación que se establezca con esos
señores se hace indeseable y problemática.
La estrategia comunicacional del régimen de Maduro ha
sido convertir su problema personal en un asunto de estado, negar tales
acusaciones, convirtiéndose en víctimas de un supuesto imperialismo mundial, y
desligándose como victimario, atribuyéndole a los muertos, torturados, prisioneros,
exilados y perseguidos la condición de enemigos de la Patria y la democracia, a
conspiradores y mal vivientes que han tenido que ser reducidos a la fuerza.
Llevar la argumentación al terreno de amigos o enemigos
del régimen, enarbolar la soberanía nacional y la libre autodeterminación de
los pueblos como defensa contra las acusaciones por narcotráfico, asesinatos, etnocidios,
ecocidios, generación de condiciones de pobreza extrema, de sufrimiento para el
pueblo de Venezuela, de haber destruido la democracia y la paz en la región, de
apoyar la subversión y la guerrilla, de atacar los intereses de otras naciones
y de utilizar el petróleo como un arma para financiar elecciones en otros
países y desestabilizar a los gobiernos del área, ha sido una equivocada
estrategia, que le ha robado no sólo apoyos, prestigio y recursos, sino, sobre
todo, tiempo.
El gran problema, y con esto retomo mi tesis inicial, es
que las comunicaciones del país se han convertido, a medida que se ha
desarticulado la defensa de estos pillos, en una caja de resonancia de la mentira,
las justificaciones y fantasías de un régimen en plena fractura y derrota,
propinándole al cuerpo social del país, a los venezolanos, unos golpes mortales
contra su integridad como nación, siendo el signo inequívoco de ello, la
pobreza general y acelerada que se cierne sobre Venezuela.
Y es que ¿Cómo se explica que la promesa del chavismo fue
la libertad, la independencia y la felicidad del pueblo, gracias al Socialismo
Bolivariano del Siglo XXI, y se encuentre el país postrado por una de las
peores crisis humanitarias de las que se tenga memoria de todo el continente
americano? ¿Cómo es posible que la prédica haya sido sacudirnos las cadenas del
Imperialismo norteamericano y estemos en medio de una dolarización imparable,
por una actividad capitalista salvaje que sólo sucede antes de los derrumbes de
regímenes totalitarios, y donde cada factor de poder anda por su cuenta,
acaparando el mayor cúmulo posible de capital sin importar sus consecuencias?
Los jefes de la cofradía chavista-madurista toda están sancionados
internacionalmente, no se pueden mover del país sino a costa del enorme riesgo
de ser atrapados en cualquier aeropuerto, con sus cuentas congeladas , sus
asociados vigilados, sus empresas e inversiones intervenidas; bajo estas
circunstancias su desempeño está seriamente afectado; como administradores del
país, las posibilidades de acceder a créditos, prestamos u otras operaciones
financieras están comprometidas, sus deudas y compromisos en retardo o en
tribunales, tienen demandas por incumplimientos y hasta por fraude.
Esto nos lleva a observar como un régimen que escoge el
camino del totalitarismo, que suprime de manera violenta la libertades
fundamentales de los ciudadanos, que cancela la participación democrática y la
convierte en falsos actos electoreros, que hace de la justicia una herramienta
a su servicio, que manipula descaradamente la información necesaria para tomar
decisiones de vida todos los días, que confunde la voluntad de los jefes con la
voluntad del pueblo, puede caer en una trampa, en un laberinto del que no hay
vuelta atrás.
Hay una anarquía generalizada en medio de no sólo de la
pandemia del COVID-19, que afecta al mundo entero, sino de una crisis
humanitaria compleja en Venezuela, donde ya se están viendo los terribles efectos
de una hambruna anunciada; el país está totalmente al garete, el alto gobierno
sólo puede hablar de adelantar navidades, de promesas de comida para las
celebraciones, de elecciones con las que hay que cumplir, pero que están preparadas
para que nada cambie en el manejo del poder, de imposibles futuros de
prosperidad y felicidad, ahora que “supuestamente” somos libres del abrazo mortal
del imperialismo mundial… las informaciones que transmite el gobierno, tanto a
lo interno como para el exterior, son todas falsas, incompletas y difundidas
para confundir.
En cuanto a los aspectos materiales, como la
obsolescencia del sistema de telefonía, el equipamiento para la producción y
transmisión de señales de radio y TV, el retraso en la operatividad de
internet, el caótico estado de las comunicaciones por satélites, su incapacidad
en el manejo de grandes volúmenes de data, la imposibilidad del suministro confiable
de electricidad a todo el sistema, su vulnerabilidad en disponer de canales de
comunicación seguros, la precaria interconectividad entre sus elementos de
defensa… son apenas los problemas más notables que aquejan al régimen, que poco
a poco ha aislado al país del resto del mundo.
Pero sigue siendo más importante el caos que existe en
los contenidos, en la coherencia y la unidad del mensaje, que está
definitivamente fragmentado, y esto se ve claramente en las contradicciones internas,
al momento en que el gobierno trata de movilizar sus propias unidades de
seguridad y defensa, que deberían ser la últimas en sufrir estas graves
interrupciones, y que generan un caos de órdenes y contraordenes, en la
participación sin coordinación de diferentes organismos e instituciones para
terminar enfrentadas entre ellas.
En días pasados vi una noticia en la prensa digital, donde
se señalaba que los nuevos efectivos militares se juramentaban ante una réplica
de la figura de Chávez, de tamaño natural, pegado a un cartón recortado y
doblado sobre una silla, como si estuviera sentado, presenciando un acto marcial;
lo más impresionante de la noticia, lo explicaba la nota que acompañaba aquella
imagen, era que el Alto Mando había obligado a los nuevos cadetes a prestarle
juramento al monigote de cartón.
Varias lecturas se produjeron de inmediato de aquella
noticia, la primera señalaba la pobreza de criterio de quienes habían planteado
aquel acto, organizado, sin ninguna duda, por personas carentes de todo sentido
del ridículo y del buen gusto, parecía más bien una burla que otra cosa; se
echaba mano de un Chávez pegado a un cartón, sobre una silla ¿presidencial?,
para ser testigo de un juramento de fidelidad a la nación y a la revolución, como
si no hubiera otra figura o símbolo que pudiera ser el recipiente de aquel
compromiso, el de unos supuestos guerreros al finalizar su entrenamiento y
listos para entrar al servicio activo en defensa de la nación.
Diferente hubiera sido si la figura presencial fuera el
mismo presidente Nicolás Maduro o algún oficial superior, pero es cartón recortado
y mal doblado ya habla, en primera instancia, de una terrible crisis económica
y de recursos a lo interno de las FFAA, aseveraba a gritos la pauperización de
la institución… si se hubiera recurrido a una estatua, un busto o un retrato,
aunque fuera en algún tipo de altar, como los que se montan en los ritos
santeros, la imagen, el ambiente, la dignidad de la ocasión hubieran sido otras.
Pero inmediatamente se me vino a la mente el asunto del
respeto a la figura de Chávez, que por tanto tiempo, esfuerzo y recursos habían
estado cultivando, promoviendo y ampliando: su boina roja, Chávez tomándose su
cafecito, sus ojos de águila mirándolo todo, su presencia entre figuras como
Jesucristo y el Che, abrazado con Fidel, abriendo la cabalgata seguido por
Simón Bolívar…
Ese desafortunado performance dice mucho del creciente
deterioro de la imagen y la narrativa del chavismo, un discurso y una
iconografía que van en plena decadencia, hundiéndose en el sinsentido de unos
hombres y mujeres sin imaginación, sin sueños, sin motivaciones, excepto por la
mediocridad compartida y la ausencia de todo criterio, gente hambrienta de
dinero y privilegios pero carente de toda formación y espíritu revolucionario…
el chavismo ha dejado su imagen en las manos de gente muy mediocre, de personal
no calificado, que haría las veces de la “moringa” utilizada por los
torrefactores de café para rendir el producto… puro desecho orgánico, el
gobierno de Maduro está todo lleno de “moringa”, de gente incapaz.
Hay ahora en el aire, por todos los medios, una campaña sobre
la música venezolana, aprovechando la obligación de las empresas de difusión de
ceder gratuitamente espacios para campañas gubernamentales, donde caricaturas
de venezolanos declaran “la conozco (la música) porque la quiero”, y así va
todo, no la quiere porque la conoce, la entiende o la estudia, o porque, diligentemente,
la escucha, sin el menor esfuerzo intelectual se van directo a sentimiento
ciego de los que viven en “el mejor país del mundo”… eso dice mucho del actual chavismo-madurismo,
un movimiento social y político que apunta al sentimiento puro, que me imagino
debe ser de arrechera pura, al no tener sus seguidores agua, ni luz, ni gas, ni
gasolina, seguridad, trabajo, salud aunque sí inflación, con la economía
dolarizada con sueldos en bolívares super-devaluados.
No es de extrañar que Maduro se encuentre sin reservas en
popularidad, sin seguidores, que sea tan insultado y despreciado por el pueblo,
al punto de que ya no le importa imponerse de manera grosera con leyes
inconstitucionales, mantenerse ajeno al interés nacional, sin la participación
del pueblo, con normas cocinadas entre gallos y medianoche por una Asamblea
Constituyente absolutamente sumisa a su voluntad.
La cantidad de reformas y acomodos que están haciendo los
chavistas sobre el aparato del estado, demuestran la debilidad de un régimen
que pretende absorber hasta los últimos recursos del país para alimentar la
gigantesca corrupción de un aparato político que sólo funciona “a punta de
billete”, en medio de una quiebra masiva de empresas que no aguantan un día más
de cuarentena radical.
Los símbolos del chavismo se caen en pedazos, de allí que
ni el mausoleo de Chávez en el Cuartel de la Montaña, ni Miraflores, que ya
parece un castillo embrujado, ni el Panteón Nacional, ni el Teatro Teresa
Carreño, ni la plaza Bolívar ni la plaza Caracas sean lugares en los que se
solace la revolución, vacío que probablemente se ha hecho más patente por el
temor a la peste del COVID-19… han pasado eternidades desde que el escaso chavismo
se reunió en esos emblemáticos ámbitos, entre otras cosas, porque hoy es
todavía más escaso.
Ni el canal del estado ni la red de estaciones
comunitarias de radio pueden mantener una coherencia comunicacional, una unidad
de imagen y discursos, ni siquiera sus frecuencias están correctamente
asignadas en el espectro radioeléctrico y sus transmisiones se montan una sobre
otra… no hay grupos de intelectuales ni expertos apuntalando al gobierno con
contenido, excepto por aquellos oportunistas extranjeros que visitan al país
con los todos gastos pagos y vienen de turismo revolucionario, a comer, beber, aplaudir
y hablar sandeces.
La información que genera el régimen colapsó en una
ciénaga de mentiras y “fake news”; cada vez son más notorios los errores en el
uso del lenguaje, la descarada cantidad de ataques a la lógica y al pensamiento
racional, las manipulaciones harteras de estadísticas, la cuantía tan grande de
voceros que sin coordinación hablan en nombre del gobierno, la improvisación y la
reacción emocional ante los eventos imprevistos…
Maduro ya no viaja al interior del país, ni preside los
principales actos del gobierno, vive escondido bajo la cama o en túneles debajo
de la tierra, hace apariciones cameo en actos furtivos y medio improvisados; la
mayor parte de las instituciones funcionan con directivas en prórrogas
ilegales, términos vencidos, nombramientos expirados, o asignados por entes sin
competencia ni legitimados… ¿qué solidez pueden mostrar esos voceros?
Lo que queda claro luego de este rápido repaso de la situación,
es que en nuestro país no disponemos de modelos de comunicaciones estructurados
para resolver las necesidades ni de la sociedad ni del gobierno, por lo que no
existen políticas que se adecúen ni a los sistemas ni a las necesidades de
comunicación; pensar que porque se tiene la capacidad de encadenar a todos los
medios radioeléctricos (menos a internet y las redes sociales) en una sola
transmisión, se está en control mediático del país, es un error.
No existe una estrategia comunicacional ni nacional ni
regional, mucho menos internacional, ni siquiera la censura está organizada y
tiene dirección, Venezuela se ha convertido en una Babel de voces, muchas de
ellas gritan, pero no tienen nada que decir.
Las comunicaciones en Venezuela se parecen cada vez más a
las de una persona enferma con los incontrolables síntomas de un Parkinson o la
desconexión de un Alzheimer en estado terminal… y ya nadie sabe lo que sucede
ni qué esperar para el próximo minuto.
- saulgodoy@gmail.com
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