domingo, 18 de octubre de 2020

El derrumbe del chavismo

 



Un ser vivo que no se comunica con su entorno tiene pocas probabilidades de sobrevivencia; de hecho, el no poder comunicarse con el exterior es uno de los indicativos de la cesación de la existencia, no comunicarse es estar muerto.

Los entes que muestran graves deficiencias comunicacionales, que no muestran reacción a los estímulos, que no leen las señales del ambiente para enterarse de las condiciones existentes en su espacio vital, los seres que responden de manera descoordinada y espasmódicamente, resultando sus señales en confusión sobre su estado, que no reaccionan a los cambios y perciben erradamente las variaciones ambientales… o están enfermos, o están muriendo.

Para quienes nos tomamos en serio la disciplina de las comunicaciones, al examinar el antes y el ahora del chavismo, advertimos el deterioro acelerado de su estructura comunicacional, no sólo en cuanto a los medios materiales y recursos tecnológicos, que conforman el “aparato comunicacional” de un gobierno, sino principalmente en su contenido, en el tremendo desfase que se nota en la información que circula por el aparato del estado sobre lo que es real y lo que es ficción; que, en vez de integrar acciones y hacer efectivas las respuestas a los problemas cotidianos, las entorpece, retarda y agrava.

Pero no sólo se trata de un problema de coherencia informativa, el daño ocasionado por la administración de Maduro a la continuidad y posibilidades de sobrevivencia del chavismo como fuerza política es mucho más grave, pues está erosionando su base ideológica y la unidad ontológica del régimen; el socialismo bolivariano del siglo XXI está siendo carcomido por una incapacidad innata de diferenciar amenazas y oportunidades, peligros de salidas seguras, sobrevivencia de aniquilamiento.

Esto se produce, entre otras cosas, porque Nicolás Maduro y sus más cercanos colaboradores están confundiendo su condición personal de reos de la justicia, de sujetos buscados por la ley para que aclaren sus responsabilidades en asuntos criminales, con los del país como nación; esta deliberada y conveniente mezcla de asuntos inconexos,  incluso, se está llevando por delante al régimen cubano de Raúl Castro, al de los ayatolas de Irán, al gobierno de Putin en Rusia y al del premier Li en China, que se muestran como cómplices inmediatos en todas las acusaciones que se les siguen internacionalmente, pues han tejido una tupida red de colaboraciones, asociaciones para delinquir, apoyos instrumentales, complicidades, muy difíciles de desenmarañar.

Toda la capacidad comunicacional del gobierno está comprometida en demostrar que ellos, sus personas, en sus responsabilidades como funcionarios, no son culpables de los graves delitos contra la humanidad que se les atribuyen, como se concluye en sendos informes de organizaciones multilaterales que defienden los Derechos Humanos, y que los dejan en evidencia como criminales de lesa humanidad; se trata de imputaciones tan graves y repudiadas universalmente, que cualquier relación que se establezca con esos señores se hace indeseable y problemática.

La estrategia comunicacional del régimen de Maduro ha sido convertir su problema personal en un asunto de estado, negar tales acusaciones, convirtiéndose en víctimas de un supuesto imperialismo mundial, y desligándose como victimario, atribuyéndole a los muertos, torturados, prisioneros, exilados y perseguidos la condición de enemigos de la Patria y la democracia, a conspiradores y mal vivientes que han tenido que ser reducidos a la fuerza.

Llevar la argumentación al terreno de amigos o enemigos del régimen, enarbolar la soberanía nacional y la libre autodeterminación de los pueblos como defensa contra las acusaciones por narcotráfico, asesinatos, etnocidios, ecocidios, generación de condiciones de pobreza extrema, de sufrimiento para el pueblo de Venezuela, de haber destruido la democracia y la paz en la región, de apoyar la subversión y la guerrilla, de atacar los intereses de otras naciones y de utilizar el petróleo como un arma para financiar elecciones en otros países y desestabilizar a los gobiernos del área, ha sido una equivocada estrategia, que le ha robado no sólo apoyos, prestigio y recursos, sino, sobre todo, tiempo.

El gran problema, y con esto retomo mi tesis inicial, es que las comunicaciones del país se han convertido, a medida que se ha desarticulado la defensa de estos pillos, en una caja de resonancia de la mentira, las justificaciones y fantasías de un régimen en plena fractura y derrota, propinándole al cuerpo social del país, a los venezolanos, unos golpes mortales contra su integridad como nación, siendo el signo inequívoco de ello, la pobreza general y acelerada que se cierne sobre Venezuela.

Y es que ¿Cómo se explica que la promesa del chavismo fue la libertad, la independencia y la felicidad del pueblo, gracias al Socialismo Bolivariano del Siglo XXI, y se encuentre el país postrado por una de las peores crisis humanitarias de las que se tenga memoria de todo el continente americano? ¿Cómo es posible que la prédica haya sido sacudirnos las cadenas del Imperialismo norteamericano y estemos en medio de una dolarización imparable, por una actividad capitalista salvaje que sólo sucede antes de los derrumbes de regímenes totalitarios, y donde cada factor de poder anda por su cuenta, acaparando el mayor cúmulo posible de capital sin importar sus consecuencias?

Los jefes de la cofradía chavista-madurista toda están sancionados internacionalmente, no se pueden mover del país sino a costa del enorme riesgo de ser atrapados en cualquier aeropuerto, con sus cuentas congeladas , sus asociados vigilados, sus empresas e inversiones intervenidas; bajo estas circunstancias su desempeño está seriamente afectado; como administradores del país, las posibilidades de acceder a créditos, prestamos u otras operaciones financieras están comprometidas, sus deudas y compromisos en retardo o en tribunales, tienen demandas por incumplimientos y hasta por fraude.

Esto nos lleva a observar como un régimen que escoge el camino del totalitarismo, que suprime de manera violenta la libertades fundamentales de los ciudadanos, que cancela la participación democrática y la convierte en falsos actos electoreros, que hace de la justicia una herramienta a su servicio, que manipula descaradamente la información necesaria para tomar decisiones de vida todos los días, que confunde la voluntad de los jefes con la voluntad del pueblo, puede caer en una trampa, en un laberinto del que no hay vuelta atrás.

Hay una anarquía generalizada en medio de no sólo de la pandemia del COVID-19, que afecta al mundo entero, sino de una crisis humanitaria compleja en Venezuela, donde ya se están viendo los terribles efectos de una hambruna anunciada; el país está totalmente al garete, el alto gobierno sólo puede hablar de adelantar navidades, de promesas de comida para las celebraciones, de elecciones con las que hay que cumplir, pero que están preparadas para que nada cambie en el manejo del poder, de imposibles futuros de prosperidad y felicidad, ahora que “supuestamente” somos libres del abrazo mortal del imperialismo mundial… las informaciones que transmite el gobierno, tanto a lo interno como para el exterior, son todas falsas, incompletas y difundidas para confundir.

En cuanto a los aspectos materiales, como la obsolescencia del sistema de telefonía, el equipamiento para la producción y transmisión de señales de radio y TV, el retraso en la operatividad de internet, el caótico estado de las comunicaciones por satélites, su incapacidad en el manejo de grandes volúmenes de data, la imposibilidad del suministro confiable de electricidad a todo el sistema, su vulnerabilidad en disponer de canales de comunicación seguros, la precaria interconectividad entre sus elementos de defensa… son apenas los problemas más notables que aquejan al régimen, que poco a poco ha aislado al país del resto del mundo.

Pero sigue siendo más importante el caos que existe en los contenidos, en la coherencia y la unidad del mensaje, que está definitivamente fragmentado, y esto se ve claramente en las contradicciones internas, al momento en que el gobierno trata de movilizar sus propias unidades de seguridad y defensa, que deberían ser la últimas en sufrir estas graves interrupciones, y que generan un caos de órdenes y contraordenes, en la participación sin coordinación de diferentes organismos e instituciones para terminar enfrentadas entre ellas.

En días pasados vi una noticia en la prensa digital, donde se señalaba que los nuevos efectivos militares se juramentaban ante una réplica de la figura de Chávez, de tamaño natural, pegado a un cartón recortado y doblado sobre una silla, como si estuviera sentado, presenciando un acto marcial; lo más impresionante de la noticia, lo explicaba la nota que acompañaba aquella imagen, era que el Alto Mando había obligado a los nuevos cadetes a prestarle juramento al monigote de cartón.

Varias lecturas se produjeron de inmediato de aquella noticia, la primera señalaba la pobreza de criterio de quienes habían planteado aquel acto, organizado, sin ninguna duda, por personas carentes de todo sentido del ridículo y del buen gusto, parecía más bien una burla que otra cosa; se echaba mano de un Chávez pegado a un cartón, sobre una silla ¿presidencial?, para ser testigo de un juramento de fidelidad a la nación y a la revolución, como si no hubiera otra figura o símbolo que pudiera ser el recipiente de aquel compromiso, el de unos supuestos guerreros al finalizar su entrenamiento y listos para entrar al servicio activo en defensa de la nación.

Diferente hubiera sido si la figura presencial fuera el mismo presidente Nicolás Maduro o algún oficial superior, pero es cartón recortado y mal doblado ya habla, en primera instancia, de una terrible crisis económica y de recursos a lo interno de las FFAA, aseveraba a gritos la pauperización de la institución… si se hubiera recurrido a una estatua, un busto o un retrato, aunque fuera en algún tipo de altar, como los que se montan en los ritos santeros, la imagen, el ambiente, la dignidad de la ocasión hubieran sido otras.

Pero inmediatamente se me vino a la mente el asunto del respeto a la figura de Chávez, que por tanto tiempo, esfuerzo y recursos habían estado cultivando, promoviendo y ampliando: su boina roja, Chávez tomándose su cafecito, sus ojos de águila mirándolo todo, su presencia entre figuras como Jesucristo y el Che, abrazado con Fidel, abriendo la cabalgata seguido por Simón Bolívar…   

Ese desafortunado performance dice mucho del creciente deterioro de la imagen y la narrativa del chavismo, un discurso y una iconografía que van en plena decadencia, hundiéndose en el sinsentido de unos hombres y mujeres sin imaginación, sin sueños, sin motivaciones, excepto por la mediocridad compartida y la ausencia de todo criterio, gente hambrienta de dinero y privilegios pero carente de toda formación y espíritu revolucionario… el chavismo ha dejado su imagen en las manos de gente muy mediocre, de personal no calificado, que haría las veces de la “moringa” utilizada por los torrefactores de café para rendir el producto… puro desecho orgánico, el gobierno de Maduro está todo lleno de “moringa”, de gente incapaz.

Hay ahora en el aire, por todos los medios, una campaña sobre la música venezolana, aprovechando la obligación de las empresas de difusión de ceder gratuitamente espacios para campañas gubernamentales, donde caricaturas de venezolanos declaran “la conozco (la música) porque la quiero”, y así va todo, no la quiere porque la conoce, la entiende o la estudia, o porque, diligentemente, la escucha, sin el menor esfuerzo intelectual se van directo a sentimiento ciego de los que viven en “el mejor país del mundo”…  eso dice mucho del actual chavismo-madurismo, un movimiento social y político que apunta al sentimiento puro, que me imagino debe ser de arrechera pura, al no tener sus seguidores agua, ni luz, ni gas, ni gasolina, seguridad, trabajo, salud aunque sí inflación, con la economía dolarizada con sueldos en bolívares super-devaluados.

No es de extrañar que Maduro se encuentre sin reservas en popularidad, sin seguidores, que sea tan insultado y despreciado por el pueblo, al punto de que ya no le importa imponerse de manera grosera con leyes inconstitucionales, mantenerse ajeno al interés nacional, sin la participación del pueblo, con normas cocinadas entre gallos y medianoche por una Asamblea Constituyente absolutamente sumisa a su voluntad.

La cantidad de reformas y acomodos que están haciendo los chavistas sobre el aparato del estado, demuestran la debilidad de un régimen que pretende absorber hasta los últimos recursos del país para alimentar la gigantesca corrupción de un aparato político que sólo funciona “a punta de billete”, en medio de una quiebra masiva de empresas que no aguantan un día más de cuarentena radical.

Los símbolos del chavismo se caen en pedazos, de allí que ni el mausoleo de Chávez en el Cuartel de la Montaña, ni Miraflores, que ya parece un castillo embrujado, ni el Panteón Nacional, ni el Teatro Teresa Carreño, ni la plaza Bolívar ni la plaza Caracas sean lugares en los que se solace la revolución, vacío que probablemente se ha hecho más patente por el temor a la peste del COVID-19… han pasado eternidades desde que el escaso chavismo se reunió en esos emblemáticos ámbitos, entre otras cosas, porque hoy es todavía más escaso.

Ni el canal del estado ni la red de estaciones comunitarias de radio pueden mantener una coherencia comunicacional, una unidad de imagen y discursos, ni siquiera sus frecuencias están correctamente asignadas en el espectro radioeléctrico y sus transmisiones se montan una sobre otra… no hay grupos de intelectuales ni expertos apuntalando al gobierno con contenido, excepto por aquellos oportunistas extranjeros que visitan al país con los todos gastos pagos y vienen de turismo revolucionario, a comer, beber, aplaudir y hablar sandeces.

La información que genera el régimen colapsó en una ciénaga de mentiras y “fake news”; cada vez son más notorios los errores en el uso del lenguaje, la descarada cantidad de ataques a la lógica y al pensamiento racional, las manipulaciones harteras de estadísticas, la cuantía tan grande de voceros que sin coordinación hablan en nombre del gobierno, la improvisación y la reacción emocional ante los eventos imprevistos…

Maduro ya no viaja al interior del país, ni preside los principales actos del gobierno, vive escondido bajo la cama o en túneles debajo de la tierra, hace apariciones cameo en actos furtivos y medio improvisados; la mayor parte de las instituciones funcionan con directivas en prórrogas ilegales, términos vencidos, nombramientos expirados, o asignados por entes sin competencia ni legitimados… ¿qué solidez pueden mostrar esos voceros?

Lo que queda claro luego de este rápido repaso de la situación, es que en nuestro país no disponemos de modelos de comunicaciones estructurados para resolver las necesidades ni de la sociedad ni del gobierno, por lo que no existen políticas que se adecúen ni a los sistemas ni a las necesidades de comunicación; pensar que porque se tiene la capacidad de encadenar a todos los medios radioeléctricos (menos a internet y las redes sociales) en una sola transmisión, se está en control mediático del país, es un error.

No existe una estrategia comunicacional ni nacional ni regional, mucho menos internacional, ni siquiera la censura está organizada y tiene dirección, Venezuela se ha convertido en una Babel de voces, muchas de ellas gritan, pero no tienen nada que decir.

Las comunicaciones en Venezuela se parecen cada vez más a las de una persona enferma con los incontrolables síntomas de un Parkinson o la desconexión de un Alzheimer en estado terminal… y ya nadie sabe lo que sucede ni qué esperar para el próximo minuto.    -    saulgodoy@gmail.com

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario