sábado, 10 de octubre de 2020

La espiritualidad en el capitalismo liberal

 


Hay un merengue muy popular en Venezuela en el que el cantante pregunta en medio de la fiesta ¿Y qué es lo que quiere el negro?; como ustedes saben, estas expresiones de negro la usamos en mi país con cariño, de hecho, le decimos “negro” a los blancos y “catire” a los rubios, y “negros” a los negros, y “negrita” a nuestras esposas, aun siendo blancas… afortunadamente, en nuestra cultura no se ha llegado al extremo de privatizar las palabras (lo que intentan hacer los socialistas con el adjetivo o sustantivo “bolivariano”) y menos en función del color de la piel; entendemos porqué es así en los EEUU, dada la historia de la esclavitud y lo difícil que fue erradicarla, que es todavía una obra en proceso.

Igual podríamos preguntar ¿Y qué es lo que quieren los capitalistas? Y estoy seguro de que la respuesta pasa por cuáles son los valores aparte del estrictamente económico como el mejor sistema posible para maximizar las ganancias y la eficiencia del mercado, por los principios morales que lo mueven, por las oportunidades para promover las libertades, garantizarlas y mejorarlas, por cómo el capitalismo es la mejor pareja de la democracia, porqué puede transformar las humanidades y hacer del mundo un sitio más equilibrado y limpio , por cómo alimenta el conocimiento y expande la cultura universal, porqué en su seno florecen las religiones y la espiritualidad, por cómo sanea el ambiente y se consigue el equilibrio ecológico del planeta, por las maneras como combate el cambio climático, porqué necesita de la paz para alcanzar su pleno desarrollo, por cómo contribuye a la unión familiar y a la estabilidad emocional de los seres humanos…

Porque, cuando se habla del capitalismo, nadie habla de sus bondades, sólo de su manera de generar riqueza, de las fortunas que se hacen a su vera, del sistema financiero en el que se soporta… y sus enemigos, que son legión así vivan de él, lo atacan por sus supuestas injusticias, por su materialismo, por generar males. Es muy raro que se hable de las cosas buenas del capitalismo, todo lo contrario de lo que sucede con el socialismo, cuyos prosélitos lo presentan acaparando todos los éxitos y medallas de buena conducta; pues, este artículo es una pequeña vitrina de los éxitos del capitalismo liberal, que son más y de mejor calidad que las falsas maniobras y promesas del socialismo, se trate de cualquiera de ellos, incluso del socialismo cristiano que predica el Papa Rojo Francisco en El Vaticano, lo que demuestra claramente, cómo el comunismo se ha apropiado de la Iglesia Cristiana.

Las siguientes son observaciones de gente importante que han visto en el capitalismo no al monstruo explotador y sin alma que la izquierda pretende imponer como idea, sino a un sistema humano, que resuelve algunos de los más difíciles problemas que debe enfrentar el hombre en su vida en La Tierra.

Comencemos por la Sra. Ayn Rand:

 

El capitalismo, sostiene Ayn Rand, es el único sistema que reconociendo la naturaleza "racional" del ser humano, y, por tanto, la "libertad" como exigencia de ésta, se fundamenta en la relación existente entre la inteligencia, la libertad y la supervivencia del hombre. Sólo en la sociedad capitalista los hombres gozan de libertad para pensar, disentir y crear; y fue esa libertad, señala la autora, la que permitió que el capitalismo superara a todos los sistemas económicos anteriores. Asimismo, sólo en esta sociedad en la que todas las relaciones son voluntarias, se reconocen y protegen los derechos del hombre, comenzando por el derecho a la vida y a la propiedad, sin los cuales ningún otro derecho se puede ejercer. En ello radicaría la justificación moral del capitalismo.

(Ayn Rand, ¿Qué es el Capitalismo?, 1967)

 

Alvin Tofler, el futurista, nos dice del capitalismo:

 

Sólo cuando todos los bebés estén alimentados, cuando toda el agua destinada al consumo humano sea potable, cuando la esperanza de vida media en los países pobres alcance al menos los setenta años o más y cuando se logren algunos objetivos educativos básicos, será prioritaria la eliminación de la brecha. Lo que se necesita es una estrategia dirigida, ni más ni menos, que a la transformación de las empobrecidas áreas rurales de hoy día en centros de actividad empresarial avanzada y altamente productiva, regiones que ya no dependan de la fuerza de los brazos de padres escuálidos, prematuramente avejentados, sino del poder de la inteligencia de sus hijos. Para ser realistas, dicha estrategia ha de mirar más allá de lo inmediato, a lo que está emergiendo, incluso a lo embrionario. Por suerte, las potentes herramientas que se están desarrollando en la actualidad pueden ayudarnos. Empezando por el controvertido tema de los alimentos modificados genéticamente, los transgénicos.

(Alvin y Heidi Toffler, La Revolución de la Riqueza)

 

Las Naciones Unidas han dado su apoyo al siguiente manifiesto, como guía ética para los negocios en globalización; en uno de sus artículos dice lo siguiente:

 

Artículo 8

La consecución de ganancias es la presuposición de competencia. Es la presuposición por la sobrevivencia de los emprendimientos de negocios y por sus compromisos sociales y culturales. La corrupción inhibe el bien público, daña la economía y a la gente, porque sistemáticamente apunta a posicionar y malgastar recursos. La supresión y la abolición de la corrupción y las prácticas deshonestas, como los sobornos, acuerdos ilícitos, piratería de las patentes y el espionaje industrial, demanda compromisos preventivos, que es un deber que incumbe a todos los involucrados en la economía.

(Tomado del Manifiesto por una Ética Económica Global, Parlamento de las religiones mundiales, Chicago 1993)

 

El gran empresario norteamericano y multimillonario Malcon S. Forbes Jr., nos dice:

 

Piensen por un momento. El Capitalismo es verdaderamente milagroso.  ¿Qué otro sistema nos permite cooperar con otros millones de personas ordinarias, personas a las que nunca conoceremos pero a quienes podemos proveerles con bienes y servicios en una increíble y compleja red de transacciones comerciales. Y que otro sistema se perpetúa a sí mismo, trabajando todos los días, en el año, todos los años, sin que exista una sola mano que lo guíe?  El Capitalismo es un sistema moral basado exclusivamente en la confianza. Cuando encendemos el interruptor de la luz, asumimos que habrá electricidad. Cuando entramos en una estación de servicio, asumimos que habrá gasolina. Cuando entramos a un restaurant, asumimos habrá comida. Si hiciéramos una lista de todas las cosas que el capitalismo nos provee, y que ni siquiera notamos, podríamos llenar una enciclopedia.

(Malcon S. Forbes Jr., Tres Hurras por el Capitalismo, discurso pronunciado en 1993)

 

La siguiente historia la refirió Michael J. Boskin, cuando recibió el premio Adam Smith de la Asociación Nacional de Economistas para los Negocios, en 1999:

 

El Presidente Bush me envió a Moscú para que ayudara a Gorbachev con las reformas económicas soviéticas. Cuando llegué a Moscú en 1989, además de Gorbachev, quien sabía muy poco de economía, me reuní con el responsable de la agencia estatal de planificación (Gosplan), el Ministro de Finanzas, y el jefe del Banco Central. El director de Gosplan era supuestamente el que presidiría las reformas sobre precios en la Unión Soviética, que los llevarían hacia un mercado libre. En nuestra primera reunión me preguntó, “¿Quién pone los precios en su economía?”, sorprendido por aquella pregunta, le expliqué que, aunque hay muy pocas industrias reguladas por el gobierno, la gran mayoría de los productos los precios eran determinados entre los numerosos productores y los aún más numerosos consumidores, le repetí el famoso dicho de Adam Smith, de la mano invisible del mercado que producía el mayor beneficio para el mayor número de personas. El director de Gosplan repitió, “Está bien, pero ¿Quién pone los precios en su economía?”  Pensando que pudiera haber algún problema con la traducción, fuimos sobre este punto una y otra vez. Era claro que no podía concebir una economía en la que alguien del gobierno no impusiera los precios. Entonces mandó a poner sobre la mesa una enorme pila de papeles impresos por computadora, con los precios de prácticamente cada producto en la Unión Soviética. En mi país teníamos una economía de mercado, yo era uno de los consejeros económicos del Presidente, y Gobachev le había dicho que yo le ayudaría a determinar esos precios.

 

En Venezuela las ideas capitalistas y neoliberales han tenido muy poco desarrollo, principalmente por la hegemónica presencia del socialismo, que ha copado todos los espacios, no solo políticos, sino culturales, sociales e institucionales, pero además porque nuestros empresarios no han querido o no han podido afinar estrategias para ayudar a promover las nuevas ideas que propugnan por la libertad y los emprendimientos individuales; en este sentido, el fracaso de la sociedad venezolana en crear un venezolano independiente, audaz y motivado por el éxito en sus propios recursos y capacidad creativa, se estrella contra el colectivismo y conceptos como los de Justicia Social, que algunos pretenden sean nuestra guía económica.

Es por ello que terminamos estas breves ideas, con las palabras del economista Daniel Stedman Jones, que en su libro Masters of the Universe (2011), que nos recuerdan:

 

Luego de 1945, Hayek y Friedman ayudaron a crear, y luego a sintetizar, una política, un programa y una estrategia neoliberal. En 1947, Hayek reunió un disparatado grupo de intelectuales en Suiza para discutir cómo el liberalismo podía defenderse del reto “colectivista”, que incluía el totalitarismo Nazi y Soviético, el liberalismo del New Deal y la socialdemocracia británica. El grupo adoptó el nombre de la Sociedad de Monte Pelerin. Sucedió que en 1949 Hayek escribió su artículo “Los Intelectuales y el Socialismo”, en el que recogía cómo fue que la izquierda Fabiana británica pudo posicionarse exitosamente en la política de su tiempo, y porqué la libertad individual que generan los libres mercados sólo pueden ser protegida por una élite con propósitos claros de influir sobre la opinión pública. Igual que Keynes, Hayek creía que las ideas son absorbidas lentamente y transformadas en políticas muy posteriormente. Por lo tanto, la manera de asegurar que el libre mercado triunfe era enfocándose en el reto de cambiar las mentes de los intelectuales, de los que manejan el mercado de ideas de segunda mano. La estrategia era clara: los pensadores neoliberales debían apuntar sus baterías sobre la intelligentsia más amplia, sobre periodistas, expertos, políticos, planificadores. Esto se hacía por medio de una red internacional de empresarios simpatizantes, de financistas e industriales que soportaran distintos tanques de pensamiento y por medio de la popularización de ideas neoliberales hechas por periodistas y políticos.

 

Hay un enorme trabajo por hacer en Venezuela para derrotar y desmontar la mentalidad socialista en nuestro país; ese trabajo hay que hacerlo en casa y por nosotros mismos… y ya es hora de que nuestros capitalistas dejen de financiar al socialismo, eso es soga para su propio pescuezo; olvídense del G-4, de la mesita, del socialcristianismo, de la socialdemocracia, de lo que les dicen los curas, de lo que les vende el chavismo como alternativa, del Frente Amplio, de la unidad, de todo lo que huela a rojo rojito… la izquierda en Venezuela está podrida, no tiene remedio; seguir apoyando a gente como Guaidó, Capriles, López, Allup, Stalin, Zambrano, Fermín, Guerra y toda esa fauna que representa las causas de nuestra perdición… a menos que queramos seguirle poniendo clavos a nuestro ataúd.   -   saulgodoy@gmail.com

 

 

  

 

 

 

   

 

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