miércoles, 7 de octubre de 2020

Los usos de la incertidumbre

 



Esto que les voy a relatar ocurrió antes de la pandemia de COVID-19, en California, en los EEUU, en el seno de una de las sociedades más organizadas e informatizadas del mundo, es la historia de un especialista en ingeniería de la computación, Max Hawkins, quien desde su graduación sabía lo que quería hacer y cómo lograrlo, se planificó una vida de acuerdo a sus metas, llegar a ser uno de los mejores ingenieros del ramo, lo cual logró con una excelente posición en la empresa Google, viviendo donde deseaba vivir en su mil veces imaginada San Francisco, se hizo parte de eso que llaman “el capitalismo vigilante”, para ciertas empresas es necesario conocer donde está su empleado en todo momento, de modo que, dotado de sensores remotos, teléfonos inteligentes y GPS, podían monitorear todos sus movimientos.

Su apartamento estaba a 15 minutos en bicicleta de su trabajo, fue construyendo su rutina mientras se adaptaba, los lugares a visitar, los restaurantes y bares donde relajarse y compartir, los espacios para hacer ejercicio, sitios de entretenimiento, tiendas, centros comerciales… no pasó mucho tiempo antes de que cayera en cuenta que su vida era algo más que perfecta, era insoportablemente perfecta, recursos humanos de Google podía predecir con 95% de exactitud dónde estaría a qué hora, haciendo que y lo que haría a continuación o la semana próxima, sin cambios.

Se sintió atrapado por su propio éxito y quiso romper con toda aquello que lo estaba ahogando, de modo que decidió crear su propio algoritmo aleatorio, renunció a la empresa, decidió trabajar como consultor independiente, el algoritmo aleatorio le planificaba el día, incluyendo su dieta, donde ir y a qué hora, cada cierto números de días escogía otra ciudad y le organizaba excursiones a distintas comunidades, se la pasaba viajando, varias veces al extranjero, de modo que estuvo recibiendo clases de yoga acrobático en Mumbai en la India, visitó una granja de chivos en Eslovenia, pasó navidades en un pueblito con una familia cristiana en California y estuvo cenando en una restaurante de caminos, en el Iowa profundo, el algoritmo lo fue perfeccionando al punto que le decía que vestir en el día (muchas veces verdaderos disfraces), la música que debía escuchar, todo esto por medio de su teléfono.

Esta historia está contenida en el interesante artículo El valor de la incertidumbre (2020) de Mark Miller, Kathryn Nave, George Deane y el propio Andy Clark, todos distinguidos científicos cognitivos, toda esta historia antecede lo que la incertidumbre nos hace en la mente, como actúa sobre nuestro aparato neural, y cómo podemos sacarle provecho.

La incertidumbre tiene su lado oscuro, de hecho la mayor parte de las personas lo que buscan en es tratar de eliminar la incertidumbre de sus vidas, el no saber lo que va a pasar puede generar en las personas estados nerviosos extremos, llevarlas a la depresión severa, a la paranoia e incluso al pánico y la locura.

Es por ello que buscamos las rutinas, lo conocido, lo que podemos controlar, en esas “zonas de confort” es que somos felices y podemos funcionar en normalidad, por supuesto, siempre tendremos que encarar situaciones extraordinarias e inesperadas, pero no es el estado usual de nuestras vidas, al menos… al menos que se viva como hemos vivido los venezolanos en estos veinte años de socialismo bolivariano, porque se trata de esos regímenes políticos que utilizan la incertidumbre como una herramienta de control social, algo que empezó a desarrollar científicamente el comunismo ruso y chino para manipular las mentes de los ciudadanos y el comportamiento de las masas.

Todas las revoluciones socialistas, empezando con la francesa y su régimen del terror, utilizaron la incertidumbre como medio para quebrar a la oposición y domesticar a los pueblos en un orden inducido por el miedo, los rusos y chinos desarrollaron técnicas de propaganda, de movilizaciones sociales, de espionaje y vigilancia policial, de biopolíticas, aún antes de que estas prácticas llevaran ese nombre, de programas económicos que controlaban la producción y el consumo, de programas de reeducación, de castigos y premios, pero sobretodo fue con el empleo de un aparato judicial totalmente impredecible, donde los procesos eran secretos y sumariales, todos basados en el uso de la incertidumbre como medio para desbaratar la confianza, la esperanza y los sueños de la gente.

Porque una vez en estado de incertidumbre, la persona puede entrar en un ciclo de aprendizaje en el que la obediencia y la sumisión pudieran ser el resultado si se manipulan correctamente los estímulos. En el artículo mencionado los neurocientíficos alegan lo siguiente:

 

En cerebros como el nuestro y de acuerdo a una importante teoría conocida como “procesamiento predictivo”, estamos diseñados para resolver un solo acertijo básico: como minimizar a largo plazo nuestro estado de sorpresa usual (predicción de errores) durante nuestro intercambio con el mundo. Mientras más volátil sea el ambiente, menos oportunidad tenemos de hacer valer esta estrategia, resultando en ansiedad, estrés y sintiendo una pérdida de control.

 

La volatilidad es para los neurobiólogos el estadio más difícil para que la persona pueda encontrar estabilidad, pues son condiciones que cambian constantemente sin posibilidad de predecirlas, los gobiernos comunistas radicales como serían los casos de Cuba, Nicaragua y Venezuela son los promotores de la volatilidad a todo nivel en sus sociedades, en unos más que en otros, los servicios básicos fallan o se aplican racionamientos sin ningún orden, de modo de tener a los pobladores siempre pendientes de cuando viene la luz, el agua, el gas, la gasolina o ciertos productos alimenticios, los obligan a hacer colas enormes para poder surtirse de ellos cuando los hay, les interrumpen las rutinas más sencillas como la de poder ir a la escuela o al trabajo por falta de transporte o energía eléctrica, les impiden protestar o reclamar los servicios con el uso de la fuerza, amenazados constantemente por un sistema judicial punitivo.

Esto sin lugar a dudas es una violación de derechos humanos fundamentales que aún no son tomados en cuenta por los organismos multilaterales, esta inducción a la incertidumbre extrema que causa tantos problemas de orden mental y afectan el comportamiento normal de las personas no son examinados como crímenes contra la humanidad, pero resulta que en ese estado de ansiedad en el cerebro ocurren cambios fundamentales, en primer lugar todo el sistema neural se pone en modo de aprendizaje, la persona invierte todo sus recursos en conseguir la manera de minimizar la incertidumbre, y los regímenes comunistas aprovechan el momento para reeducar a la población diciéndoles que la causa del desabastecimiento es la labor de un enemigo externo, o del sabotaje de la oposición política, o aprovechan para entregar los productos esenciales a cambio de apoyos políticos o de una firma o del voto.

Muchas veces un carnet, un uniforme, un juramento de fidelidad bastan para que esas personas salgan de la incertidumbre de la escasez o de que sus comunidades no sean blanco de acciones de cortes y racionamiento de servicios, hay un cambio plástico en nuestro aparato perceptivo atribuyéndole efectos reales a causas políticas, que si son mantenidas en el tiempo, y cultivadas en un proceso de aprendizaje a largo plazo, puede cambiar de manera drástica el proceso racional y de aprendizaje de la persona, una especie de lavado de cerebro por medio de la biopólítica, el modelo predictivo cambia, complaciendo de esta manera a nuestro verdugo para que no nos haga más daño, aceptando sus mentiras y exigencias.

En el ejemplo inicial, Max Hawking, buscaba voluntariamente la incertidumbre como medida necesaria para encontrar su propia identidad y felicidad, creyó haberla alcanzado en lo que él llamaba sus burbujas de confort, las visitas a sus restaurantes favoritos, sus reuniones con sus compañeros de trabajo, sus conciertos los fines de semana… pero se transformó en una trampa y dispuso el uso de la tecnología para cambiar su rutina, se expuso al cambio, y al cambio extremo, que significa vivir en otras tierras, con otra lengua y símbolos.

Todo esto que les estoy diciendo tiene mucho que ver con lo que le está sucediendo a la humanidad con esta pandemia del COVID-19, la peste rompió definitivamente con nuestras rutinas, los que estaban contentos y en paz con sus burbujas de confort, se han llevado la sorpresa de sus vidas al verse impedidas de hacer lo que hacían, incluso para ganarse la vida, muchos perdieron el trabajo, otros ni siquiera tenían el bar de la avenida abierto para ver a sus amigos o los centros comerciales para hacer sus compras, ni tomar un avión para ir a otra ciudad se pudo, otros, como fue mi caso, ni siquiera tuve la oportunidad de despedirme de mi padre cuando murió.

El filósofo Julian Bagginiis en el artículo que escribió sobre Sartre y su concepto de libertad nos recuerda que Francia vivió bajo el nazismo unas condiciones de guerra muy parecidas a las que actualmente se viven con la pandemia, las vidas de quienes vivieron en aquella situación estaban controladas, monitoreadas, la libertad de movimiento seriamente afectada, en la Francia ocupada quienes se resistían al régimen y eran capturados tenían una sola salida: la muerte.

En un artículo que escribió Jean-Paul Sartre para la revista The Atlantic en 1945 decía: “Nunca fuimos más libres que durante la ocupación Nazi…” y esto era así porque cuando somos impedidos de actuar, es que caemos en cuenta la naturaleza y la importancia de nuestra libertad.

Decía Sartre de aquellos ominosos tiempos:

 

Perdimos todos nuestros derechos, empezando con nuestro derecho de expresarnos libremente. Aun así, como todos nosotros, hubo momentos en que me encontraba impedido de hacer cualquier cosa que creía era normal. Durante los estrictos toques de queda, no había teatros de noche, las salas de concierto y los cines estaban cerrados. No podía ni irme a caminar al campo, relajarme en un bar o restaurant, o sentarme en un banco en el parque, visitar a alguien, o tan siquiera salir de mi casa más de una vez al día.

 

Somos unos animales de costumbre, una vez que nos acostumbramos a una rutina, la seguimos sin problemas y sin ni siquiera pensarlo, al menos que le suceda lo que a Max Hawking, que se halló en una celda y quiso escapar, una vez en una trayectoria escogida, en unas condiciones que satisfagan nuestras expectativas, probablemente continuemos con nuestras vidas sin mayores cambios hasta el final, tienen que surgir contingencias como una pandemia para que nos demos cuenta, de que estábamos rodeados todo el tiempo por un mar de incertidumbres.

Durante los períodos de normalidad, en medio de nuestra rutina, muchas de las decisiones que hacíamos ni siquiera eran nuestras, nos dejábamos influenciar por la publicidad, por la moda, por la voluntad de otros a nuestro alrededor, muy pocas de nuestras escogencias tenían como referencia un NO o un cuidado cuando la hacíamos, pero bajo la presión de prohibiciones o la imposibilidad de actuar, cada una de ellas se llenan de un nuevo contenido que antes no estaba allí, hay más valor en cada una de ellas, tienen un nuevo significado, son más auténticas.

Los venezolanos contábamos con una ventaja en medio de nuestra calamitosa situación, veinte años antes de esta pandemia del COVID-19, ya estábamos sufriendo de una igual o peor, que era la peste del chavismo, la imposición de un sistema deshumanizante comunista para anularnos como personas y convertirnos en esclavos; y a pesar de todo el esfuerzo de Cuba, Rusia y China juntos, no han podido doblegar al Bravo Pueblo, y lo digo con inmenso orgullo, el pueblo de Venezuela está en modo de resistencia, las penalidades, los castigos que nos aplicaban a quienes no aceptábamos la opresión eran o un proceso judicial, la cárcel, la tortura o la muerte, y lo siguen siendo, solo que ahora hay más vigilancia internacional.

Nos quitaron las condiciones de vida, la calidad de vida que teníamos como personas civilizadas y quisieron llevarnos de nuevo a los árboles, a vivir como si fuéramos unos monos en nombre del socialismo, vivimos una crisis humanitaria compleja y pretenden sus causante y responsables continuar en el poder, una cuarta parte de nuestra población fue eyectada del país como lastre, y los que quedamos estamos en la lucha por la sobrevivencia, y vamos a sobrevivir.

En cambio ellos, los chavistas, embotados en su gordura mal sana, vistiendo sus trapos de marca, bebiendo el mejor champan, son ya unos zombis, no duermen bien, son adictos a medicamentos, se las pasan en clínicas privadas y rodeados de guardaespaldas distanciados socialmente, se saben condenados, no pueden viajar y cada día que pasa oprimiendo al pueblo, contando sus billetes de fortunas mal habidas, dinero de sangre, se bestializan irremediablemente, porque se saben perdidos.   -   saulgodoy@gmail.com

  

No hay comentarios:

Publicar un comentario