Esto que les voy a relatar ocurrió antes de la pandemia
de COVID-19, en California, en los EEUU, en el seno de una de las sociedades
más organizadas e informatizadas del mundo, es la historia de un especialista
en ingeniería de la computación, Max Hawkins, quien desde su graduación sabía
lo que quería hacer y cómo lograrlo, se planificó una vida de acuerdo a sus
metas, llegar a ser uno de los mejores ingenieros del ramo, lo cual logró con
una excelente posición en la empresa Google, viviendo donde deseaba vivir en su
mil veces imaginada San Francisco, se hizo parte de eso que llaman “el
capitalismo vigilante”, para ciertas empresas es necesario conocer donde está
su empleado en todo momento, de modo que, dotado de sensores remotos, teléfonos
inteligentes y GPS, podían monitorear todos sus movimientos.
Su apartamento estaba a 15 minutos en bicicleta de su
trabajo, fue construyendo su rutina mientras se adaptaba, los lugares a
visitar, los restaurantes y bares donde relajarse y compartir, los espacios
para hacer ejercicio, sitios de entretenimiento, tiendas, centros comerciales…
no pasó mucho tiempo antes de que cayera en cuenta que su vida era algo más que
perfecta, era insoportablemente perfecta, recursos humanos de Google podía
predecir con 95% de exactitud dónde estaría a qué hora, haciendo que y lo que
haría a continuación o la semana próxima, sin cambios.
Se sintió atrapado por su propio éxito y quiso romper con
toda aquello que lo estaba ahogando, de modo que decidió crear su propio
algoritmo aleatorio, renunció a la empresa, decidió trabajar como consultor
independiente, el algoritmo aleatorio le planificaba el día, incluyendo su
dieta, donde ir y a qué hora, cada cierto números de días escogía otra ciudad y
le organizaba excursiones a distintas comunidades, se la pasaba viajando,
varias veces al extranjero, de modo que estuvo recibiendo clases de yoga
acrobático en Mumbai en la India, visitó una granja de chivos en Eslovenia,
pasó navidades en un pueblito con una familia cristiana en California y estuvo
cenando en una restaurante de caminos, en el Iowa profundo, el algoritmo lo fue
perfeccionando al punto que le decía que vestir en el día (muchas veces
verdaderos disfraces), la música que debía escuchar, todo esto por medio de su teléfono.
Esta historia está contenida en el interesante artículo El valor de la incertidumbre (2020) de
Mark Miller, Kathryn Nave, George Deane y el propio Andy Clark, todos
distinguidos científicos cognitivos, toda esta historia antecede lo que la
incertidumbre nos hace en la mente, como actúa sobre nuestro aparato neural, y
cómo podemos sacarle provecho.
La incertidumbre tiene su lado oscuro, de hecho la mayor
parte de las personas lo que buscan en es tratar de eliminar la incertidumbre
de sus vidas, el no saber lo que va a pasar puede generar en las personas
estados nerviosos extremos, llevarlas a la depresión severa, a la paranoia e
incluso al pánico y la locura.
Es por ello que buscamos las rutinas, lo conocido, lo que
podemos controlar, en esas “zonas de confort” es que somos felices y podemos
funcionar en normalidad, por supuesto, siempre tendremos que encarar
situaciones extraordinarias e inesperadas, pero no es el estado usual de
nuestras vidas, al menos… al menos que se viva como hemos vivido los
venezolanos en estos veinte años de socialismo bolivariano, porque se trata de
esos regímenes políticos que utilizan la incertidumbre como una herramienta de
control social, algo que empezó a desarrollar científicamente el comunismo ruso
y chino para manipular las mentes de los ciudadanos y el comportamiento de las
masas.
Todas las revoluciones socialistas, empezando con la
francesa y su régimen del terror, utilizaron la incertidumbre como medio para
quebrar a la oposición y domesticar a los pueblos en un orden inducido por el
miedo, los rusos y chinos desarrollaron técnicas de propaganda, de
movilizaciones sociales, de espionaje y vigilancia policial, de biopolíticas,
aún antes de que estas prácticas llevaran ese nombre, de programas económicos
que controlaban la producción y el consumo, de programas de reeducación, de
castigos y premios, pero sobretodo fue con el empleo de un aparato judicial
totalmente impredecible, donde los procesos eran secretos y sumariales, todos
basados en el uso de la incertidumbre como medio para desbaratar la confianza,
la esperanza y los sueños de la gente.
Porque una vez en estado de incertidumbre, la persona
puede entrar en un ciclo de aprendizaje en el que la obediencia y la sumisión pudieran
ser el resultado si se manipulan correctamente los estímulos. En el artículo
mencionado los neurocientíficos alegan lo siguiente:
En
cerebros como el nuestro y de acuerdo a una importante teoría conocida como
“procesamiento predictivo”, estamos diseñados para resolver un solo acertijo
básico: como minimizar a largo plazo nuestro estado de sorpresa usual
(predicción de errores) durante nuestro intercambio con el mundo. Mientras más
volátil sea el ambiente, menos oportunidad tenemos de hacer valer esta
estrategia, resultando en ansiedad, estrés y sintiendo una pérdida de control.
La volatilidad es para los
neurobiólogos el estadio más difícil para que la persona pueda encontrar
estabilidad, pues son condiciones que cambian constantemente sin posibilidad de
predecirlas, los gobiernos comunistas radicales como serían los casos de Cuba,
Nicaragua y Venezuela son los promotores de la volatilidad a todo nivel en sus
sociedades, en unos más que en otros, los servicios básicos fallan o se aplican
racionamientos sin ningún orden, de modo de tener a los pobladores siempre
pendientes de cuando viene la luz, el agua, el gas, la gasolina o ciertos
productos alimenticios, los obligan a hacer colas enormes para poder surtirse
de ellos cuando los hay, les interrumpen las rutinas más sencillas como la de
poder ir a la escuela o al trabajo por falta de transporte o energía eléctrica,
les impiden protestar o reclamar los servicios con el uso de la fuerza,
amenazados constantemente por un sistema judicial punitivo.
Esto sin lugar a dudas es una
violación de derechos humanos fundamentales que aún no son tomados en cuenta
por los organismos multilaterales, esta inducción a la incertidumbre extrema
que causa tantos problemas de orden mental y afectan el comportamiento normal
de las personas no son examinados como crímenes contra la humanidad, pero
resulta que en ese estado de ansiedad en el cerebro ocurren cambios
fundamentales, en primer lugar todo el sistema neural se pone en modo de
aprendizaje, la persona invierte todo sus recursos en conseguir la manera de
minimizar la incertidumbre, y los regímenes comunistas aprovechan el momento
para reeducar a la población diciéndoles que la causa del desabastecimiento es
la labor de un enemigo externo, o del sabotaje de la oposición política, o
aprovechan para entregar los productos esenciales a cambio de apoyos políticos
o de una firma o del voto.
Muchas veces un carnet, un
uniforme, un juramento de fidelidad bastan para que esas personas salgan de la
incertidumbre de la escasez o de que sus comunidades no sean blanco de acciones
de cortes y racionamiento de servicios, hay un cambio plástico en nuestro
aparato perceptivo atribuyéndole efectos reales a causas políticas, que si son
mantenidas en el tiempo, y cultivadas en un proceso de aprendizaje a largo
plazo, puede cambiar de manera drástica el proceso racional y de aprendizaje de
la persona, una especie de lavado de cerebro por medio de la biopólítica, el
modelo predictivo cambia, complaciendo de esta manera a nuestro verdugo para
que no nos haga más daño, aceptando sus mentiras y exigencias.
En el ejemplo inicial, Max
Hawking, buscaba voluntariamente la incertidumbre como medida necesaria para
encontrar su propia identidad y felicidad, creyó haberla alcanzado en lo que él
llamaba sus burbujas de confort, las visitas a sus restaurantes favoritos, sus
reuniones con sus compañeros de trabajo, sus conciertos los fines de semana…
pero se transformó en una trampa y dispuso el uso de la tecnología para cambiar
su rutina, se expuso al cambio, y al cambio extremo, que significa vivir en
otras tierras, con otra lengua y símbolos.
Todo esto que les estoy
diciendo tiene mucho que ver con lo que le está sucediendo a la humanidad con
esta pandemia del COVID-19, la peste rompió definitivamente con nuestras
rutinas, los que estaban contentos y en paz con sus burbujas de confort, se han
llevado la sorpresa de sus vidas al verse impedidas de hacer lo que hacían,
incluso para ganarse la vida, muchos perdieron el trabajo, otros ni siquiera
tenían el bar de la avenida abierto para ver a sus amigos o los centros
comerciales para hacer sus compras, ni tomar un avión para ir a otra ciudad se
pudo, otros, como fue mi caso, ni siquiera tuve la oportunidad de despedirme de
mi padre cuando murió.
El filósofo Julian Bagginiis
en el artículo que escribió sobre Sartre y su concepto de libertad nos recuerda
que Francia vivió bajo el nazismo unas condiciones de guerra muy parecidas a
las que actualmente se viven con la pandemia, las vidas de quienes vivieron en
aquella situación estaban controladas, monitoreadas, la libertad de movimiento
seriamente afectada, en la Francia ocupada quienes se resistían al régimen y
eran capturados tenían una sola salida: la muerte.
En un artículo que escribió
Jean-Paul Sartre para la revista The
Atlantic en 1945 decía: “Nunca fuimos
más libres que durante la ocupación Nazi…” y esto era así porque cuando
somos impedidos de actuar, es que caemos en cuenta la naturaleza y la
importancia de nuestra libertad.
Decía Sartre de aquellos
ominosos tiempos:
Perdimos
todos nuestros derechos, empezando con nuestro derecho de expresarnos
libremente. Aun así, como todos nosotros, hubo momentos en que me encontraba
impedido de hacer cualquier cosa que creía era normal. Durante los estrictos
toques de queda, no había teatros de noche, las salas de concierto y los cines
estaban cerrados. No podía ni irme a caminar al campo, relajarme en un bar o
restaurant, o sentarme en un banco en el parque, visitar a alguien, o tan
siquiera salir de mi casa más de una vez al día.
Somos unos animales de
costumbre, una vez que nos acostumbramos a una rutina, la seguimos sin
problemas y sin ni siquiera pensarlo, al menos que le suceda lo que a Max
Hawking, que se halló en una celda y quiso escapar, una vez en una trayectoria
escogida, en unas condiciones que satisfagan nuestras expectativas, probablemente
continuemos con nuestras vidas sin mayores cambios hasta el final, tienen que
surgir contingencias como una pandemia para que nos demos cuenta, de que
estábamos rodeados todo el tiempo por un mar de incertidumbres.
Durante los períodos de
normalidad, en medio de nuestra rutina, muchas de las decisiones que hacíamos
ni siquiera eran nuestras, nos dejábamos influenciar por la publicidad, por la
moda, por la voluntad de otros a nuestro alrededor, muy pocas de nuestras
escogencias tenían como referencia un NO o un cuidado cuando la hacíamos, pero
bajo la presión de prohibiciones o la imposibilidad de actuar, cada una de
ellas se llenan de un nuevo contenido que antes no estaba allí, hay más valor
en cada una de ellas, tienen un nuevo significado, son más auténticas.
Los venezolanos contábamos
con una ventaja en medio de nuestra calamitosa situación, veinte años antes de
esta pandemia del COVID-19, ya estábamos sufriendo de una igual o peor, que era
la peste del chavismo, la imposición de un sistema deshumanizante comunista
para anularnos como personas y convertirnos en esclavos; y a pesar de todo el
esfuerzo de Cuba, Rusia y China juntos, no han podido doblegar al Bravo Pueblo,
y lo digo con inmenso orgullo, el pueblo de Venezuela está en modo de
resistencia, las penalidades, los castigos que nos aplicaban a quienes no
aceptábamos la opresión eran o un proceso judicial, la cárcel, la tortura o la
muerte, y lo siguen siendo, solo que ahora hay más vigilancia internacional.
Nos quitaron las condiciones
de vida, la calidad de vida que teníamos como personas civilizadas y quisieron
llevarnos de nuevo a los árboles, a vivir como si fuéramos unos monos en nombre
del socialismo, vivimos una crisis humanitaria compleja y pretenden sus
causante y responsables continuar en el poder, una cuarta parte de nuestra
población fue eyectada del país como lastre, y los que quedamos estamos en la
lucha por la sobrevivencia, y vamos a sobrevivir.
En cambio ellos, los
chavistas, embotados en su gordura mal sana, vistiendo sus trapos de marca,
bebiendo el mejor champan, son ya unos zombis, no duermen bien, son adictos a
medicamentos, se las pasan en clínicas privadas y rodeados de guardaespaldas
distanciados socialmente, se saben condenados, no pueden viajar y cada día que
pasa oprimiendo al pueblo, contando sus billetes de fortunas mal habidas,
dinero de sangre, se bestializan irremediablemente, porque se saben perdidos. -
saulgodoy@gmail.com
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