He leído varios libros de Osho, uno de los más
importantes gurús contemporáneos de la India, que a pesar de su misteriosa
muerte acaecida en 1990, aún mantiene una gran cantidad de seguidores y una
organización de alcance mundial, que incluye fundaciones, revistas, tiendas,
resorts, programas de meditación, productora de televisión… el hombre había
logrado crear a su entorno un impresionante complejo de empresas e instituciones
que le generaron bastante fama y dinero, al igual que enemigos, fue perseguido,
vetado, y considerado persona non grata para muchos gobiernos, en la India su
opinión tenía un peso político relevante, declarado adversario de la iglesia
cristiana y de los fundamentalismos, fue perseguido, calumniado y sus enseñanzas
prohibidas en varios continentes.
No escribió mucho, pero sí dictó innumerables
conferencias sobre los temas más disímiles, que han sido recogidos en libros y
videos conferencias; es un hombre culto, muy bien articulado y de un
pensamiento demoledor. Me gusta porque habla claro, sin artificios, argumenta
bien sus puntos de vista, lo que me ha dado otras perspectivas sobre algunos
temas que afectan al hombre contemporáneo. No soy su seguidor, pero de vez en
cuando lo leo y en esta ocasión se trata de la obra Rebelión, Revolución y Religiosidad (2012).
En ella, en el capítulo 9, que tituló La Falacia Fundamental de las Revoluciones,
recoge una perspectiva bastante particular sobre el proceso de la Revolución
Rusa y empieza diciéndonos algo en lo que no había caído en cuenta:
La
sociedad entera está condicionada a vivir en forma reaccionaria, no
revolucionaria; los individuos están condicionados para ser esclavos, no amos.
Por tanto, cuando un puñado de inconformistas se rebela contra la estructura de
poder para reemplazarla ellos mismos, en ese momento se dan cuenta de que lo
que hacía el orden antiguo es lo que ellos tienen que hacer ahora, pues de lo
contrario se producirá un caos inmenso.
Siguiendo este curso de pensamiento, en el caso
venezolano, a los revolucionarios bolivarianos, porque disponían de la renta
petrolera, les tomó más tiempo avizorar el caos que su revolución estaba
produciendo, tapaban los huecos con dinero, pero cuando los petrodólares se
terminaron y la industria petrolera decayó en instalaciones inservibles, se
dieron cuenta, muy tarde, que el caos los estaba devorando.
Se habían dispuesto a demoler lo viejo para crear un
nuevo orden, destruyendo no solo instituciones sino valores, empezaron a
experimentar con la sociedad tratando de imponer nuevas relaciones y modos de
vida extraños a la tradición del país, sin tomar en cuenta justamente el
rechazo y la resistencia, creando enormes vacíos que no tenían con que llenar.
Osho continúa sus reflexiones:
Se
convirtieron en la misma clase de personas que derrocaron, de hecho, peores,
puesto que ya probaron el regusto del poder y también saben cómo derribaron a
quienes ocupaban espacios de poder antes que ellos. Pronto aparecerán nuevas
generaciones que se pondrán a hablar de revolución porque nada ha cambiado. Los
viejos revolucionarios estarán más alertas para reprimir cualquier posibilidad
de una nueva revolución, ya que saben que ellos mismos derribaron la antigua
estructura de poder y ahora no están dispuestos de dejarse derrocar de la misma
manera.
El chavismo-madurismo-cubano tenía unas cuantas horas de
vuelo en esos asuntos revolucionarios, y aunque Chávez ganó el poder
compitiendo en unas elecciones libres, su pasado y sus únicas credenciales eran
los de un golpista, de hecho, fue indultado para que pudiera competir en los
procesos comiciales, lo que indica una ingenuidad casi suicida de los
demócratas del momento. Y aunque Chávez hablaba de una revolución continua, de
un “proceso revolucionario”, los mecanismos de autodefensa de esa primera
revolución estaban activados y el molinillo de carne empezó a triturar a los
primeros infelices que calificaban como peligrosos para la revolución rojita.
Con la asesoría cubana se montó una policía política, que
empezó de inmediato a detectar amenazas, a identificar contrarrevolucionarios,
muchos de ellos de las mismas filas del PSUV e, inevitablemente, de las filas
militares, incluyendo Generales y Ministros de la Defensa; las cárceles del
país se llenaron de partidarios de la revolución que, por mala suerte o por
conciencia revolucionaria, fueron
identificados como peligrosos.
Sigue Osho con su relato:
En
la Unión Soviética, durante sesenta años el régimen comunista resultó mucho
peor que el zarista, contra el que había se levantado. Con los zares, al menos,
era posible emprender una revolución; pero bajo el régimen comunista era
prácticamente imposible. La impedían desde la base. Todas las publicaciones
pertenecían al gobierno, la radio pertenecía al gobierno, la televisión
pertenecía al gobierno… En la Unión Soviética sólo había un comunista, que era
el propio Estado. Todo el poder, toda la riqueza, toda la tierra, todo
pertenecía al Estado.
Es por ello que una “ley
antibloqueo para el desarrollo nacional y la garantía de los Derechos Humanos”,
recién aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente de la República
Bolivariana de Venezuela, y que le otorga poderes extraordinarios y
discrecionales al Presidente, no es sino la expresión de esa hambre inhumana
por el poder y la riqueza, garantizándole al régimen, en medio de la ruina y la
pobreza generalizada, el control absoluto sobre los pocos bienes del país que
quedan, y con la capacidad de comprometerlos como y con quien les dé la gana…
Ah, y en secreto, violando cualquier noción de estado de derecho existente y
pasándose por el rabo la Constitución, un gesto que marca con todos sus colores
a un sistema plenamente totalitario, ya sin afeites ni excusas.
El libro de Osho se hace más explícito:
Es
bien sabido que cuando la revolución triunfó, Lenin, el jefe de la revolución,
y Trotsky, su segundo al mando, su mano derecha, Commeneau, Zinoviev y otros
grandes revolucionarios comunistas fueron asesinados uno tras otro. No hay
pruebas que lo demuestren, pero es muy probable que así haya sido. A Lenin le
administraron minúsculas dosis de veneno a diario, con el pretexto de darle una
medicina. Su esposa confesó que Stalin no permitió que ningún otro médico que
no fuera el suyo atendiera a Lenin, y su condición empeoró. Stalin no quería
que muriera de inmediato porque, en nombre de Lenin, primero quería
establecerse firmemente. Stalin no era más que el secretario del Partido, su
contribución a la revolución no era tanta y no era una figura conocida en todo
el país ni en el extranjero. Lenin había sido el iniciador de la revolución, y
Trotsky el líder más influyente. Stalin conservó con vida con vida a Lenin,
pero de hecho solo vivo a medias. Por un lado, lo envenenaba muy lentamente;
por el otro, acaparaba más y más poder. Cuando Stalin acabó de asumir todo el
control, fue el fin de Lenin.
Algo parecido sucedió en nuestro país con la muerte de
Hugo Chávez, el paracaidista venezolano se había convertido en una amenaza para
los planes de Fidel y éste decidió salir de él, de manera que lo fue
envenenando con una de esas toxinas de última generación que se producen en
Rusia; ya habían preparado a Maduro y lo tenían al bate como relevo, pero todo
fue muy rápido, a Chávez se le agravó el cáncer inoculado, y lo mataron
finalmente en La Habana, y Maduro fue proclamado en su lugar a la carrera… y el
hombre que no quería que la gente lo viera bruto, embruteció, y se convirtió en
el criminal más buscado por la justicia internacional, en un violador masivo de
derechos humanos.
Me temo que este ciclo de revolución y violencia esté a
punto de comenzar pero ahora dentro de los EEUU, si llegaren a ganar las
elecciones los socialistas del partido Demócrata, por un lado tenemos al Sr.
Joe Baiden, el candidato de la izquierda, un hombre de avanzada edad sufriendo
de senectud y lagunas mentales que lo incapacitarían para el ejercicio del
poder.
Pero detrás de él tendría una serie de facciones ultra
radicales como Black Live Matters, quienes fueron los responsables de los
saqueos y violencia en las principales capitales de la Unión, y grupos
progresistas como Planned Parenthood y Sunrise Movement, o tribus de poder como
los que comandan Bernie Sanders, los Clinton y los Obama, una serie de
facciones que tendrían que enfrentarse para establecer quien en realidad manda
e imponer sus agendas, como la de los Green New Deal cuyo propósito es imponer
el fascismo ambientalista.
Si Baiden llegara a ser el próximo presidente, quien
verdaderamente tendría el mando sería su vicepresidente, que en este caso sería
la Sra. Kamala Harris quien ha tenido una marcada preferencia por favorecer a
los radicales y las minorías más vociferantes, entre los que destacan
reformistas del estado, gente que quiere abolir las fuerzas policiales, imponer
gravosos impuestos para implantar un estado bienestar imposible, e implantar un estado de reivindicaciones y
deudas históricas sobre grupos sociales resentidos y con ansias de venganza,
lamento decirlo, pero sería un coctel explosivo para las actuales
circunstancias de emergencia en que el país se maneja.
No quisiera dejar este artículo con esa nota tan amarga,
de modo que voy a transcribirles una anécdota que recoge Osho en su libro, que
recomiendo a mis lectores por otros muchos pasajes y opiniones, nos dice el
gurú:
Cuando
Stalin murió y Jrushov se convirtió en premier, dirigió su primer discurso al
círculo interno del Partido Comunista, el llamado Presidium. Durante su
alocución dijo:
-Tengo
que reconocer que Stalin fue uno de los mayores criminales de la historia. Solo
sabía una cosa: o estabas con él o eras su enemigo. Y para el enemigo no hay
más que la muerte.
Desde
el fondo del auditorio alguien gritó:
-Usted
estuvo con él cuarenta años ¿Por qué guardó silencio?
Jrushev
se rio.
-Quisiera
que ese honesto camarada se pusiera de pie, para que todos viéramos quien
formula la pregunta.
Nadie
se levantó
-Veo
que lo entienden. Si alguien se pusiera en pie, mañana estaría muerto y pasado
mañana no se volvería a hablar de él en ninguna parte. Yo estaba en la misma
posición.
-
saulgodoy@gmail.com
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