Hace ya tiempo, Alexis de Tocqueville reconoció en los
norteamericanos un hambre insaciable por los cambios y definió a su pueblo como
“inquieto”, siempre buscando innovar, mejorar sus vidas, ser más eficientes, productivos
y contar con mejores instituciones, como hombres y mujeres, como sociedad; de
allí que buscaran en las asociaciones, asambleas, clubes, partidos y gremios
las posibilidades de prevalecer sobre las adversidades, de coordinar mejor sus
esfuerzos y de ordenar el mundo sobre las bases de la libertad, el respeto por
las leyes, la promoción de sus diversos intereses y la defensa de sus
principios fundacionales.
Y en situaciones extraordinarias como guerras, conflictos
raciales, depresiones económicas y crisis ambientales, que son los momentos de
poner a prueba sus creencias, han resultado ser personas de gran equilibrio; y
a pesar de que en algunas ocasiones han pagado costos altos para obtener el
triunfo, lo han logrado, brindándole al mundo, como nación, oportunidades y
ejemplos de perseverancia y mesura.
Varias son las circunstancias que tienen a los Estados
Unidos de Norteamérica en una antesala electoral que no es común a otras en el
pasado; las elecciones presidenciales que están a punto de acontecer los tienen
en vilo pues las condiciones en que las mismas suceden les han movido el piso,
hay en juego factores que nunca antes tuvieron relevancia y hoy son
definitorios de su posible futuro y también del mundo entero.
El efecto de la
pandemia.
En primer lugar, tomemos en consideración la pandemia del
COVID-19, una situación de salud pública que ha puesto a los EEUU en una
situación de emergencia, por la que ha sufrido cuantiosas pérdidas humanas en
pocos meses, como si estuviera en guerra, y que ha afectado no sólo las bases
de la prosperidad económica y del trabajo, sino que ha golpeado la manera de
vida y las relaciones humanas de su sociedad, al punto que se teme por un gran cambio de paradigma,
que implicará una profunda revisión de esos estilos de vida.
Ninguna peste hasta el momento, ninguna epidemia,
incluyendo sarampión, fiebre española, polio, Sida, tuberculosis o cualquiera
de esas mortales cepas de coronavirus que han aparecido, han dejado su marca en
el mundo como la actual infección, de la que todo parece indicar fue creada e
iniciado su brote en China, unos piensan de manera accidental, otros que fue de
manera deliberada, con fines de causar daño y poner en al gobierno de Trump en
problemas.
Sea como fuere, se ha declarado una pandemia mundial, los
infectados ya superan las capacidades de los gobiernos para auxiliar a sus
poblaciones que requieren atención especializada; lo más grave ha sido el costo
psicológico, la supuesta cuarentena, el aislamiento social que se prescribió
para contener el contagio, ha afectado las maneras que tiene la población de
ganarse la vida; la enfermedad han obligado a las personas a dejar sus trabajos
o hacerlos bajo un gran riesgo, esto ha impactado el sistema educativo y
laboral, las maneras como la gente confronta sus gastos de vida y se provee de
lo necesario para subsistir.
Luego de largos meses de espera por vacunas o
tratamientos efectivos para combatir el mal, éste se ha incrementado, a veces
se logra un retroceso pero de pronto tiene un repunte… el miedo, la
desesperación y el tedio que embarga a mucha gente, sometida al aislamiento
social tiene sus consecuencias en ciudades y grandes grupos, que relajan las
medidas de prevención para tener que volver a estrictos controles cuando se
elevan los contagios.
Y aunque hay regiones más afectadas que otras, el patrón
de contagio es el mismo: las personas infectadas, sin aparentes síntomas,
pueden contagiar a otros; nadie está a salvo, aun los que han adquirido
inmunidad pueden contagiarse de nuevo, esto ha obligado a que los gobiernos
jueguen un papel protagónico, que implica su responsabilidad directa sobre los
resultados, con un elevado costo político.
El factor Chino en
el juego.
Esto le ocurre al mundo justo en el momento en que los
EEUU y China sostienen un enfrentamiento económico y comercial por la
supremacía de los mercados mundiales, por las rutas comerciales, por el control
de las materias primas y las tecnologías de desarrollo y producción; ambas
superpotencias disponen de importantes recursos financieros para llevar a cabo sus
planes de globalización y su intención de influir sobre grandes zonas
económicas del planeta, incluso, del espacio exterior.
Esta carrera económica por la supremacía sobre los
mercados tiene sus consecuencias políticas y militares; ambos poderes tienen
una gran influencia sobre enormes áreas económicas, sobre continentes y
regiones, lo que implica mantener una presencia y una vigilancia permanente. Como
ambos poderes representan ideologías enfrentadas, el liberalismo y el comunismo,
que se repelen como agua y aceite, hay fricciones, desavenencias, competencia y
amenazas, que deben ser atendidas y manejadas para que no se desborden.
Cuando el presidente de los EEUU era Barak Obama, del
partido demócrata, hubo toda una política de globalización y asociaciones
estratégicas que le permitieron a China convertirse en el principal motor
económico; esto fue posible gracias a ciertas debilidades y políticas erradas
de los EEUU, que permitieron que sus fábricas y Know How migraran hacia Asia, atraídos por sus bajos costos de
manufactura y su favorables condiciones de instalación y operación, que
prácticamente vaciaron al país de sus principales y más grandes industrias.
Esto dio pie para que unas políticas pragmáticas y
derrotistas se desarrollaran en Washington, que le cedían el paso a China como
el principal poder del mundo, y sólo lograban que los EEUU ocupara el asiento
posterior, en un segundo orden; el plan de los demócratas consistía en hacerle
a la economía norteamericana una reconvención profunda, socialista, hacia un
estado fuerte y benefactor, con una economía verde, que los obligaba a cambiar
el patrón de energético de combustibles fósiles a energías alternativas, para hacer
a sus ciudadanos más dependientes del estado y colectivizarlos siguiendo el
modelo chino… para ello necesitaban el tiempo y los recursos que invertía el
país para sostener su liderazgo mundial, dedicándolos a esta “revolución” a lo
interno.
Afortunadamente, ganó el presidente Donald Trump y esta política fue revertida…
digo “afortunadamente” porque, mirándolo desde afuera, este cambio de
estrategia significaba que los EEUU renunciaría a su posición de liderazgo
mundial, se ocuparía más de sus asuntos internos y cambios fundamentales, y le
dejaría a China el camino despejado para su hegemonía mundial, lo que era apoyar
un proyecto de Nuevo Orden Mundial en el cual el socialismo sería el patrón
fundamental.
Para llegar a este acuerdo de asociación para un Nuevo
Orden Mundial liderado por China y apoyado por los EEUU, se enfocaba la acción
en políticas socialistas destinadas a fortalecer el sistema de gobiernos de
izquierda en el mundo, entre los que había democracias y totalitarismos, y a ejercer
el control de las organizaciones multilaterales, en especial de la ONU; lo que
no dijo el presidente Obama, en su momento, era que el precio a pagar iba a ser
la implantación del sistema chino a escala planetaria, un totalitarismo que le
daría a Rusia, Cuba, Corea del Norte, Sur África y al socialismo europeo, la
oportunidad de ser los nuevos centros de poder regionales dentro de un paraguas
comunista controlado desde Pekín.
Este programa del partido demócrata no ha cambiado, sigue
en curso, la derrota infringida por el presidente Trump a los intentos de la
señora Clinton para convertirse en la jefe del estado, obligó al socialismo
internacional a reestructurarse, con fines de derrotarlo electoralmente, y para
ello soltaron el virus en China meses antes, con el fin de debilitar su
gestión, activaron a sus grupos más radicales, en especial a los negros para
entablar reivindicaciones raciales, a ciertos grupos latinos para que sus
aspiraciones de emigraciones masivas fueran permitidas, a Cuba para que se le
reconociera su influencia política en la región… pero su arma secreta era la
activación del llamado Cuarto Poder, los medios de comunicación masiva, que por
décadas había estado silenciosamente acumulando dominio para las causas
progresistas.
La estrategia del
partido demócrata.
Ganar a como diera lugar las nuevas elecciones, ése era
el objetivo primordial sin importar el costo, y ése es el papel que le toca
jugar al Sr. Joe Baiden, como candidato de los socialistas norteamericanos; el
Sr. Baiden fue un producto del laboratorio socialista mundial, un hombre
entrado en años, simpático, de buen talante, pero con una fecha cierta y pronta
de expiración de su capacidad mental, de hecho, ya eran notorios los signos de
su marcada senilidad. La escogencia de la vicepresidenta Kamala Harris tampoco
fue accidental sino, por el contrario, muy bien planificada, bajo su ala
protectora se agrupan los elementos radicales más agresivos del conglomerado
socialista, los mismos que han actuado con inusitada violencia durante los
rebrotes de anarquía causados por motivos racistas en las principales urbes de
USA.
El candidato Baiden era perfecto para las pretensiones
chinas, su hijo pareciera tener importantes conexiones y negocios con el alto
gobierno del Partido Comunista Chino y todo pareciera indicar que, si ganan los
demócratas las elecciones, lo que vendría es una supuesta asociación sino-norteamericana
para la nueva prosperidad mundial, una nueva ruta de la seda que tendría su
centro en Washington. Lo que no dicen los demócratas es que, si se dan estos
acuerdos de coexistencia, le será imposible a los EEUU mantener el control de
su propio futuro.
Sólo imaginen que los EEUU tenga que pedirle permiso al
gobierno de China para poder utilizar las rutas navieras comerciales en lo que
se conoce como el Mar de China, que tenga que ceder sus intereses en África y
la India, reconocer la tiranía de Cuba como gobierno legítimo, permitir la
explotación petrolera compartida en Venezuela y que sigan en el poder las
mafias de Maduro, además de hacerse de la vista gorda sobre la absorción de Japón,
Taiwán y mucho del sureste asiático hacia la esfera de influencia China, más
los derechos especiales que las comunidades de origen asiático, que hacen vida
en los EEUU, exigirían en el marco de la política interna… los EEUU jamás
podrían recuperar su poder y la cultura occidental no pasaría de simple
nostalgia.
La prensa, que está casi en su totalidad bajo el control
socialista, no sólo por nexos ideológicos sino por líneas de sangre e
influencias familiares de los dueños de los principales medios de comunicación,
en radio, televisión, prensa escrita, industria editorial, medios digitales y
con las principales productoras de Hollywood jugando con descaro para los
intereses de la izquierda, ha demostrado su efectividad al momento de mal poner
al Sr. Trump ante el público de su país.
Ha sido una pelea desigual, pues los principales centros
del saber, las universidades, centros de investigaciones, los Think
Tanks, las unidades de planificación y empresas que manejan las estadísticas,
están igualmente bajo el control socialista, con lo que influyen de manera
directa sobre los nuevos votantes, principalmente sobre la generación conocida
como los millennials; en estos pocos
días que quedan para las elecciones, veremos la avalancha de propaganda que
vaticina el inminente triunfo demócrata, toda una campaña orquestada para
desestimular el campo republicano.
La estrategia fundamental del partido , o socialista, ha
sido la de crear una confrontación personal contra el presidente, para tratar de
dañarlo moralmente, atacando su fuerte personalidad independiente y
nacionalista; es por ello que la mayor parte de la campaña ha sido una de descrédito
contra el Sr. Trump por su manera de conducirse, por sus declaraciones, por su
lenguaje y las posiciones que adopta ante los ataques, lo acusan de mentiroso,
de hacerle fraude al fisco, de racista, de misógino, de enemigo de las
minorías, de tener un pasado como estrella de la televisión, criticando su
estilo de vida y dejando por fuera del foco los asuntos que verdaderamente
importan, el futuro de los EEUU, el manejo de la peligrosa pandemia, el estado
de la economía y de la libertad en el mundo.
Conclusiones.
China se ha convertido en una verdadera amenaza para la
libertad y la individualidad en el mundo, y los demócratas están jugando a la
política local sin ver más allá de sus narices, pretenden poner a las minorías
negras y latinas a prevalecer sobre las blancas en muchos gobiernos locales, no
porque se lo hayan ganado con participación, proyectos, popularidad y trabajo,
sino por asignaciones directas del partido, por mandato del pueblo, ese
conveniente comodín, muy usado en La Habana o en Caracas, lo que creará nuevos
motivos para la violencia social.
De los terribles indicios de lo que viene, en caso de que
los ciudadanos norteamericanos sean birlados en su buena fe con esas promesas de
cambio, paz y progreso, se desprende que las cantidades de dinero que van a
necesitar los demócratas para poner a punto su revolución socialista, con el Obamacare por delante, en medio de esta
pandemia made in China, serán simplemente
astronómicas, y los impuestos, cuya alza ya ha sido anunciada, no van a
alcanzar, de modo que, aparte de empobrecer aún más a la gente común con la
promesa de una seguridad social perfecta, no les extrañe que, para sostener
esos planes por una economía verde, se recurra a las expropiaciones y las
nacionalizaciones de empresas privadas; créalo o no, la única manera que tienen
los demócratas para colectivizar a los EEUU, es haciendo de cada norteamericano
un esclavo del estado socialista.
Lo que se están jugando los EEUU y el mundo en los
próximos días no es poca cosa. Yo confío en el buen juicio de mis vecinos,
tienen una larga tradición de sensatez y sentido común; éste no es el momento
de tirar la toalla, justo cuando están ganando la pelea; puede que a muchos les
disguste la personalidad del presidente Trump, pero si algo no se le puede
negar es que lo ha hecho muy bien, hasta el momento; la prosperidad de los EEUU
se mantiene, a pesar del ataque chino con el virus, de las olas de protestas y
violencia social que han desatado sobre distintas comunidades, intentando
destruir moralmente al presidente Trump.
Yo les diría a los norteamericanos que no elijan a un
presidente incapacitado físicamente, del que van a tener que prescindir en muy
poco tiempo, para dejar el poder en manos de un mandadero adecuadamente
amaestrado, ni en las de un partido dividido en facciones con cuchillos en mano
para pelear entre ellos por imponerse (allí están las tribus del Green New Deal
de Sanders, las de Obama, la de los Clinton, las de Pelosi, las de Bloomberg,
las de Soros... y la lista continúa). Hay demasiadas amenazas y peligros
sembrados en el camino de ese gran país, y los demócratas se exhiben como una
apuesta riesgosa en este momento. Al presidente Trump ya lo conocemos, sabemos
de sus debilidades y fortalezas, que quiere dejar una buena impresión en la
historia y es un hombre de resultados, por lo que va a hacer un mejor trabajo,
superior al que ya ha hecho.
Por ahora, lo que nos queda es apoyar la gestión de Trump
y los republicanos, para que nos ayuden a salir de este hueco donde estamos
metidos… cuando las aguas retornen a su caudal, ya tendrán los demócratas otra
oportunidad. - saulgodoy@gmail.com
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