domingo, 25 de octubre de 2020

Unas elecciones muy delicadas

 


Hace ya tiempo, Alexis de Tocqueville reconoció en los norteamericanos un hambre insaciable por los cambios y definió a su pueblo como “inquieto”, siempre buscando innovar, mejorar sus vidas, ser más eficientes, productivos y contar con mejores instituciones, como hombres y mujeres, como sociedad; de allí que buscaran en las asociaciones, asambleas, clubes, partidos y gremios las posibilidades de prevalecer sobre las adversidades, de coordinar mejor sus esfuerzos y de ordenar el mundo sobre las bases de la libertad, el respeto por las leyes, la promoción de sus diversos intereses y la defensa de sus principios fundacionales.

Y en situaciones extraordinarias como guerras, conflictos raciales, depresiones económicas y crisis ambientales, que son los momentos de poner a prueba sus creencias, han resultado ser personas de gran equilibrio; y a pesar de que en algunas ocasiones han pagado costos altos para obtener el triunfo, lo han logrado, brindándole al mundo, como nación, oportunidades y ejemplos de perseverancia y mesura.

Varias son las circunstancias que tienen a los Estados Unidos de Norteamérica en una antesala electoral que no es común a otras en el pasado; las elecciones presidenciales que están a punto de acontecer los tienen en vilo pues las condiciones en que las mismas suceden les han movido el piso, hay en juego factores que nunca antes tuvieron relevancia y hoy son definitorios de su posible futuro y también del mundo entero.

 

El efecto de la pandemia.

 

En primer lugar, tomemos en consideración la pandemia del COVID-19, una situación de salud pública que ha puesto a los EEUU en una situación de emergencia, por la que ha sufrido cuantiosas pérdidas humanas en pocos meses, como si estuviera en guerra, y que ha afectado no sólo las bases de la prosperidad económica y del trabajo, sino que ha golpeado la manera de vida y las relaciones humanas de su sociedad, al punto  que se teme por un gran cambio de paradigma, que implicará una profunda revisión de esos estilos de vida.

Ninguna peste hasta el momento, ninguna epidemia, incluyendo sarampión, fiebre española, polio, Sida, tuberculosis o cualquiera de esas mortales cepas de coronavirus que han aparecido, han dejado su marca en el mundo como la actual infección, de la que todo parece indicar fue creada e iniciado su brote en China, unos piensan de manera accidental, otros que fue de manera deliberada, con fines de causar daño y poner en al gobierno de Trump en problemas.

Sea como fuere, se ha declarado una pandemia mundial, los infectados ya superan las capacidades de los gobiernos para auxiliar a sus poblaciones que requieren atención especializada; lo más grave ha sido el costo psicológico, la supuesta cuarentena, el aislamiento social que se prescribió para contener el contagio, ha afectado las maneras que tiene la población de ganarse la vida; la enfermedad han obligado a las personas a dejar sus trabajos o hacerlos bajo un gran riesgo, esto ha impactado el sistema educativo y laboral, las maneras como la gente confronta sus gastos de vida y se provee de lo necesario para subsistir.

Luego de largos meses de espera por vacunas o tratamientos efectivos para combatir el mal, éste se ha incrementado, a veces se logra un retroceso pero de pronto tiene un repunte… el miedo, la desesperación y el tedio que embarga a mucha gente, sometida al aislamiento social tiene sus consecuencias en ciudades y grandes grupos, que relajan las medidas de prevención para tener que volver a estrictos controles cuando se elevan los contagios.

Y aunque hay regiones más afectadas que otras, el patrón de contagio es el mismo: las personas infectadas, sin aparentes síntomas, pueden contagiar a otros; nadie está a salvo, aun los que han adquirido inmunidad pueden contagiarse de nuevo, esto ha obligado a que los gobiernos jueguen un papel protagónico, que implica su responsabilidad directa sobre los resultados, con un elevado costo político.

 

El factor Chino en el juego.

 

Esto le ocurre al mundo justo en el momento en que los EEUU y China sostienen un enfrentamiento económico y comercial por la supremacía de los mercados mundiales, por las rutas comerciales, por el control de las materias primas y las tecnologías de desarrollo y producción; ambas superpotencias disponen de importantes recursos financieros para llevar a cabo sus planes de globalización y su intención de influir sobre grandes zonas económicas del planeta, incluso, del espacio exterior.

Esta carrera económica por la supremacía sobre los mercados tiene sus consecuencias políticas y militares; ambos poderes tienen una gran influencia sobre enormes áreas económicas, sobre continentes y regiones, lo que implica mantener una presencia y una vigilancia permanente. Como ambos poderes representan ideologías enfrentadas, el liberalismo y el comunismo, que se repelen como agua y aceite, hay fricciones, desavenencias, competencia y amenazas, que deben ser atendidas y manejadas para que no se desborden.

Cuando el presidente de los EEUU era Barak Obama, del partido demócrata, hubo toda una política de globalización y asociaciones estratégicas que le permitieron a China convertirse en el principal motor económico; esto fue posible gracias a ciertas debilidades y políticas erradas de los EEUU, que permitieron que sus fábricas y Know How migraran hacia Asia, atraídos por sus bajos costos de manufactura y su favorables condiciones de instalación y operación, que prácticamente vaciaron al país de sus principales y más grandes industrias.

Esto dio pie para que unas políticas pragmáticas y derrotistas se desarrollaran en Washington, que le cedían el paso a China como el principal poder del mundo, y sólo lograban que los EEUU ocupara el asiento posterior, en un segundo orden; el plan de los demócratas consistía en hacerle a la economía norteamericana una reconvención profunda, socialista, hacia un estado fuerte y benefactor, con una economía verde, que los obligaba a cambiar el patrón de energético de combustibles fósiles a energías alternativas, para hacer a sus ciudadanos más dependientes del estado y colectivizarlos siguiendo el modelo chino… para ello necesitaban el tiempo y los recursos que invertía el país para sostener su liderazgo mundial, dedicándolos a esta “revolución” a lo interno.

Afortunadamente, ganó el presidente  Donald Trump y esta política fue revertida… digo “afortunadamente” porque, mirándolo desde afuera, este cambio de estrategia significaba que los EEUU renunciaría a su posición de liderazgo mundial, se ocuparía más de sus asuntos internos y cambios fundamentales, y le dejaría a China el camino despejado para su hegemonía mundial, lo que era apoyar un proyecto de Nuevo Orden Mundial en el cual el socialismo sería el patrón fundamental.

Para llegar a este acuerdo de asociación para un Nuevo Orden Mundial liderado por China y apoyado por los EEUU, se enfocaba la acción en políticas socialistas destinadas a fortalecer el sistema de gobiernos de izquierda en el mundo, entre los que había democracias y totalitarismos, y a ejercer el control de las organizaciones multilaterales, en especial de la ONU; lo que no dijo el presidente Obama, en su momento, era que el precio a pagar iba a ser la implantación del sistema chino a escala planetaria, un totalitarismo que le daría a Rusia, Cuba, Corea del Norte, Sur África y al socialismo europeo, la oportunidad de ser los nuevos centros de poder regionales dentro de un paraguas comunista controlado desde Pekín.

Este programa del partido demócrata no ha cambiado, sigue en curso, la derrota infringida por el presidente Trump a los intentos de la señora Clinton para convertirse en la jefe del estado, obligó al socialismo internacional a reestructurarse, con fines de derrotarlo electoralmente, y para ello soltaron el virus en China meses antes, con el fin de debilitar su gestión, activaron a sus grupos más radicales, en especial a los negros para entablar reivindicaciones raciales, a ciertos grupos latinos para que sus aspiraciones de emigraciones masivas fueran permitidas, a Cuba para que se le reconociera su influencia política en la región… pero su arma secreta era la activación del llamado Cuarto Poder, los medios de comunicación masiva, que por décadas había estado silenciosamente acumulando dominio para las causas progresistas.

 

La estrategia del partido demócrata.

 

Ganar a como diera lugar las nuevas elecciones, ése era el objetivo primordial sin importar el costo, y ése es el papel que le toca jugar al Sr. Joe Baiden, como candidato de los socialistas norteamericanos; el Sr. Baiden fue un producto del laboratorio socialista mundial, un hombre entrado en años, simpático, de buen talante, pero con una fecha cierta y pronta de expiración de su capacidad mental, de hecho, ya eran notorios los signos de su marcada senilidad. La escogencia de la vicepresidenta Kamala Harris tampoco fue accidental sino, por el contrario, muy bien planificada, bajo su ala protectora se agrupan los elementos radicales más agresivos del conglomerado socialista, los mismos que han actuado con inusitada violencia durante los rebrotes de anarquía causados por motivos racistas en las principales urbes de USA.

El candidato Baiden era perfecto para las pretensiones chinas, su hijo pareciera tener importantes conexiones y negocios con el alto gobierno del Partido Comunista Chino y todo pareciera indicar que, si ganan los demócratas las elecciones, lo que vendría es una supuesta asociación sino-norteamericana para la nueva prosperidad mundial, una nueva ruta de la seda que tendría su centro en Washington. Lo que no dicen los demócratas es que, si se dan estos acuerdos de coexistencia, le será imposible a los EEUU mantener el control de su propio futuro.

Sólo imaginen que los EEUU tenga que pedirle permiso al gobierno de China para poder utilizar las rutas navieras comerciales en lo que se conoce como el Mar de China, que tenga que ceder sus intereses en África y la India, reconocer la tiranía de Cuba como gobierno legítimo, permitir la explotación petrolera compartida en Venezuela y que sigan en el poder las mafias de Maduro, además de hacerse de la vista gorda sobre la absorción de Japón, Taiwán y mucho del sureste asiático hacia la esfera de influencia China, más los derechos especiales que las comunidades de origen asiático, que hacen vida en los EEUU, exigirían en el marco de la política interna… los EEUU jamás podrían recuperar su poder y la cultura occidental no pasaría de simple nostalgia.

La prensa, que está casi en su totalidad bajo el control socialista, no sólo por nexos ideológicos sino por líneas de sangre e influencias familiares de los dueños de los principales medios de comunicación, en radio, televisión, prensa escrita, industria editorial, medios digitales y con las principales productoras de Hollywood jugando con descaro para los intereses de la izquierda, ha demostrado su efectividad al momento de mal poner al Sr. Trump ante el público de su país.

Ha sido una pelea desigual, pues los principales centros del saber, las universidades, centros de investigaciones,  los Think Tanks, las unidades de planificación y empresas que manejan las estadísticas, están igualmente bajo el control socialista, con lo que influyen de manera directa sobre los nuevos votantes, principalmente sobre la generación conocida como los millennials; en estos pocos días que quedan para las elecciones, veremos la avalancha de propaganda que vaticina el inminente triunfo demócrata, toda una campaña orquestada para desestimular el campo republicano.

La estrategia fundamental del partido , o socialista, ha sido la de crear una confrontación personal contra el presidente, para tratar de dañarlo moralmente, atacando su fuerte personalidad independiente y nacionalista; es por ello que la mayor parte de la campaña ha sido una de descrédito contra el Sr. Trump por su manera de conducirse, por sus declaraciones, por su lenguaje y las posiciones que adopta ante los ataques, lo acusan de mentiroso, de hacerle fraude al fisco, de racista, de misógino, de enemigo de las minorías, de tener un pasado como estrella de la televisión, criticando su estilo de vida y dejando por fuera del foco los asuntos que verdaderamente importan, el futuro de los EEUU, el manejo de la peligrosa pandemia, el estado de la economía y de la libertad en el mundo.

 

Conclusiones.

 

China se ha convertido en una verdadera amenaza para la libertad y la individualidad en el mundo, y los demócratas están jugando a la política local sin ver más allá de sus narices, pretenden poner a las minorías negras y latinas a prevalecer sobre las blancas en muchos gobiernos locales, no porque se lo hayan ganado con participación, proyectos, popularidad y trabajo, sino por asignaciones directas del partido, por mandato del pueblo, ese conveniente comodín, muy usado en La Habana o en Caracas, lo que creará nuevos motivos para la violencia social.

De los terribles indicios de lo que viene, en caso de que los ciudadanos norteamericanos sean birlados en su buena fe con esas promesas de cambio, paz y progreso, se desprende que las cantidades de dinero que van a necesitar los demócratas para poner a punto su revolución socialista, con el Obamacare por delante, en medio de esta pandemia made in China, serán simplemente astronómicas, y los impuestos, cuya alza ya ha sido anunciada, no van a alcanzar, de modo que, aparte de empobrecer aún más a la gente común con la promesa de una seguridad social perfecta, no les extrañe que, para sostener esos planes por una economía verde, se recurra a las expropiaciones y las nacionalizaciones de empresas privadas; créalo o no, la única manera que tienen los demócratas para colectivizar a los EEUU, es haciendo de cada norteamericano un esclavo del estado socialista.

Lo que se están jugando los EEUU y el mundo en los próximos días no es poca cosa. Yo confío en el buen juicio de mis vecinos, tienen una larga tradición de sensatez y sentido común; éste no es el momento de tirar la toalla, justo cuando están ganando la pelea; puede que a muchos les disguste la personalidad del presidente Trump, pero si algo no se le puede negar es que lo ha hecho muy bien, hasta el momento; la prosperidad de los EEUU se mantiene, a pesar del ataque chino con el virus, de las olas de protestas y violencia social que han desatado sobre distintas comunidades, intentando destruir moralmente al presidente Trump.

Yo les diría a los norteamericanos que no elijan a un presidente incapacitado físicamente, del que van a tener que prescindir en muy poco tiempo, para dejar el poder en manos de un mandadero adecuadamente amaestrado, ni en las de un partido dividido en facciones con cuchillos en mano para pelear entre ellos por imponerse (allí están las tribus del Green New Deal de Sanders, las de Obama, la de los Clinton, las de Pelosi, las de Bloomberg, las de Soros... y la lista continúa). Hay demasiadas amenazas y peligros sembrados en el camino de ese gran país, y los demócratas se exhiben como una apuesta riesgosa en este momento. Al presidente Trump ya lo conocemos, sabemos de sus debilidades y fortalezas, que quiere dejar una buena impresión en la historia y es un hombre de resultados, por lo que va a hacer un mejor trabajo, superior al que ya ha hecho.

Por ahora, lo que nos queda es apoyar la gestión de Trump y los republicanos, para que nos ayuden a salir de este hueco donde estamos metidos… cuando las aguas retornen a su caudal, ya tendrán los demócratas otra oportunidad.     -    saulgodoy@gmail.com

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