¿Qué significa esta avalancha de acontecimientos? No
salimos del asombro ante los bandazos que el mundo está dando, empezando por la
mutable pandemia que parece no tener cabezas para cortar, pies para engrillar o
no deje de corretear enfermando y matando gente, o una economía que pensábamos globalizada
y próspera y, de repente, como consecuencia de la pandemia, se desploma en una
recesión mundial donde muy pocos se salvan.
Resulta que ahora es cada quien por su lado y, a lo
mucho, pertenecer a uno de los bloques de influencia, Occidente (golpeado,
desunido, contradictorio) o China (tan grande y en un desarrollo tan acelerado,
que cualquier error en su curso pudiera ser catastrófico), una confrontación dura
y sin prisioneros.
Y qué decir de todas esas minorías que de pronto han
aparecido en puertos y fronteras del mundo, pidiendo asilo (los venezolanos
somos ahora parte del grupo de los refugiados que tocan puertas buscando
cobijo), gente de todas las lenguas y colores, a los que se les hace imposible
vivir en sus países y buscan una oportunidad en otros lares.
El problema es que esa migración se ha convertido en una
marea humana y que, sin controles, puede afectar las economías y la calidad de
vida de los países receptores, agravando la crisis económica; y ese es un
problema que muchos gobiernos no están dispuestos a aceptar, por lo que las
rechazan, a veces con violencia, o las devuelven a los lugares de donde
vinieron, o levantan muros y alambradas, o construyen campos de refugiados para
que languidezcan en nuda vida.
Y sucede que algunos de estos emigrantes, ya asentados en
las principales ciudades del mundo, por su gran número y costumbres arraigadas,
por su imposibilidad de incorporarse a otras culturas o porque simplemente
pretenden imponerse sobre sus anfitriones, decapitan, destripan, disparan,
queman templos y amenazan con una guerra santa a quienes se les ocurra mirarlos
feo, o a quienes los señalen de extranjeros; esta violencia intercultural es de
las razones por las que estos flujos y reflujos humanos están siendo contenidos
y vistos como un problema de seguridad,
agregando las diferencias culturales y religiosas a un caldo ya espeso.
No salimos de nuestro asombro ante los estilos de vida que
algunos han escogido y pretenden hacer pasar como “normales”, desde el racismo y
las discriminaciones más descarnadas, pasando por los pederastas, adoradores de
demonios, ciborgs con implantes en sus cráneos para aplicaciones operativas, conversiones
transgéneros, o cualquiera de las nuevas identidades que continuamente surgen
del relativismo y de las fronteras culturales, y que exigen derechos y
participación social.
Los puntos de vistas o weltanschauung abundan, porque el mundo puede ser observado bajo diferentes
prismas, a veces múltiples de ellos en solo instante, los hay clásicos,
conservadores, revolucionarios, futuristas…
todos pretenden prevalecer, ganar la atención mundial y convertirse en
una visión hegemónica, por lo que existen fábricas de verdades y mentiras,
tantas como intereses de los poderes en pugna, que procesan sucesos y eventos a
una velocidad pasmosa.
Por ello abundan todo tipo de burbujas en los
comportamientos colectivos, situaciones críticas que se van inflando hasta que
explotan, produciendo un daño tremendo a escala mundial; y las hay de todo
tipo: tecnológicas, mediáticas, políticas, financieras… y, al final del cuento,
lo que encontramos son unas narrativas fantásticas sobre riquezas,
posibilidades, fantasías provocadas por la avaricia de unos, las incompetencias
de los organismos reguladores y la esperanza de muchos de mejorar su situación
en súbitos arrebatos de oportunismo.
Hay minorías militantes, personas que no están de acuerdo
con algunas de estas tendencias y que protestan; los más decididos hacen tomas
simbólicas de ciertos espacios claves. Esos ocupacionistas variopintos, no sólo
de Wall Street, de reuniones de intereses multinacionales, como las que se celebran
en ciudades como Seattle o Davos, o de marchas multitudinarias en Caracas, Hong
Kong o Biolorusia, contra los imposiciones comunistas, son una clara muestra de
un mundo en conflicto, que se muestra instantáneamente en medios de
comunicación y redes sociales, creando la ilusión que nuestra generación está
siendo actor y testigo de un cambio histórico fundamental, pero no es verdad.
La mayoría de nosotros, cuando hacemos un análisis de
nuestro momento histórico, nos sobrevaloramos, siempre volteamos hacia el
pasado y nos medimos con lo que ya sucedió, pero son muy pocos los que se miden
con las generaciones que no han nacido, las que vienen.
Probablemente, si la situación permanece como está ahora,
es decir, no empeora, la próxima generación se las ve a ver muy difícil, mucho
más que nuestra, por lo que una de nuestras obligaciones para la
sustentabilidad del planeta es tratar de solucionar problemas, no crearlos o
empeorarlos, nuestro deber como seres humanos es tratar de dejar el planeta
mejor de cómo lo encontramos para nuestros hijos, y los hijos de ellos.
Pero da miedo, lo que nos está sucediendo pareciera no
tener arreglo, tantos cambios a la vez, sin el tiempo de digerirlo todo, sin
saber qué está bien y qué está mal. De pronto, se entera uno del capitalismo
vigilado, que no es sino una versión occidental del comunismo vigilado, y ambos
son sólo copias de unas posibilidades tecnológicas llevadas al extremo, de la
minería de datos sobre los hábitos de consumo, los patrones de desplazamiento
registrados por los GPS de nuestros móviles o laptops, las posibilidades de la búsqueda
de identidades por medios de aplicaciones de reconocimiento biométrico, de
chips de monitoreo implantados debajo de la piel…
Ahora sí parece que entramos en el mundo del panóptico mundial,
cualquier rastro que hayamos dejado en cualquier lugar del mundo es analizado y
ordenado, en cuestión de segundos, en las múltiples bases de datos que manejan los
modelos y perfiles de personalidad, elaborados por órganos de seguridad,
laboratorios del consumidor, investigadores políticos, algoritmos buscadores.
Ya nadie se puede esconder, huir o desligarse del mundo;
todos estamos catalogados, indexados, valorados, en listados que le dan la
vuelta al mundo con números que nos asignan taxonomías, manejados por máquinas
que deciden cuál será nuestro trato, de acuerdo con nuestra nacionalidad,
crédito, patrones de movilidad, records criminales, historial médico, hábitos
de consumo, preferencia política, hasta gustos sexuales…
Hay empresas de información que se jactan de conocernos
mejor que nosotros mismos, al punto de poder predecir, con un pequeño margen de
error, qué es lo que vamos hacer y dónde estaremos en la tarde o en la noche, o
lo que haremos el mes que viene.
Desde el momento en que venimos al mundo estamos dejando
un rastro de información, que ahora se digitaliza y se vende a otras empresas y
gobiernos, y con esa información nos preparan no sólo paquetes de compras,
entretenimiento, servicios personalizados, sino que son capaces de conducirnos
culturalmente por laberintos que estas corporaciones fabrican para nosotros, y
nos controlan sin que lo notemos, ellos son los conglomerados de información y
que manejan nuestra data personal.
¿Por qué creen ustedes que el gobierno chavista le dio a
empresas cubanas la administración de nuestros documentos de identidad, los
registros y notarías, aduanas, la administración de nuestra moneda y la
vigilancia de la banca? Saben quiénes somos, qué tenemos, dónde vivimos, con
quién, lo que hacemos para ganarnos la vida, todos los venezolanos estamos
expuestos a la extorsión comunista, y esa información está siendo usada para el
control social totalitario que vienen desarrollando a las sombras desde hace ya
un tiempo.
Los censos, catastros, registro electoral, expedición de
licencias y permisos son todas maneras de coleccionar información personal para
nuestro posterior control y manipulación. Si eso sucede en Venezuela, que es un
país perdido en el Tercer Mundo, imagínese lo que está sucediendo en países con
sistemas avanzados de procesamiento de datos y análisis de inteligencia.
Por ello digo que las clases sociales han desaparecido,
las tradicionales, las que estaban sujetas a unos límites de ingresos, a unas
ocupaciones más o menos específicas y que creían en una visión del mundo
(valores y principios) uniforme y compartida. Hoy en día, la segmentación del
mercado es infinita, y es el mercado el que, de alguna manera, determina al
individuo, sus patrones de consumo hacen de él, o ella, sujetos que saltan de nicho
en nicho, de actividad en actividad y no todas encasilladas en un solo bloque o
patrón, sino en una micro segmentaciones, algunas temporales y otras
permanentes.
Lo más preocupante de la situación es que la democracia y
el régimen de libertades está perdiendo terreno en el mundo, y los regímenes
autoritarios y totalitarismos ganan el control de las sociedades, una vuelta de
tuerca sobre lo que demostró Huntington en sus estudios hace apenas unas
décadas, cuando la democracia y liberalismo iban ganando la carrera.
Pero hay otros agregados que hay que considerar, como el
problema mundial de la disponibilidad de agua potable y para la agricultura, el
calentamiento global y sus secuelas sobre el clima, la extinción masiva de las
especies animales por la sobrepoblación humana, y la proliferación de armas de
destrucción masiva; se espera que en cualquier momento éstas podrían ser usadas
para resolver confrontaciones políticas derivadas de estos problemas.
No es un escenario reconfortante; de hecho, creo que la
humanidad pocas veces ha vivido en peligro como ahora y dudo que podamos salir
de este atolladero sin moretones y rasguños, siempre considerando a aquellos
pesimistas que dan por perdido el planeta.
Lamentablemente, esta crisis mundial nos atrapa a los venezolanos
en las peores circunstancias posibles; llevamos ocho años seguidos de
exacerbación de penurias económicas, veinte de caída, de desajustes sociales
graves, políticamente estamos en un punto muerto con uno de los peores
gobiernos totalitarios del mundo, esto, de acuerdo a los informes de las
principales agencias internacionales que defienden los derechos humanos… un
gobierno que maneja su propia organización de exterminio de manera abierta y
pública, con un Fiscal que dice no entender cómo es posible que esto suceda, siendo
él uno de los principales responsables de esos crímenes de lesa humanidad…
bienvenidos al futuro.
En lo personal, creí que nuestra situación se iba
arreglar mucho antes de este momento, pero tuvimos la desgracia de caer en
manos de unos políticos socialistas; adicionalmente, el gobierno de los EEUU
subestimó la agresividad del problema chavista en Latinoamérica y permitió que
el tumor continuara creciendo hasta hacer metástasis, incluso dentro de sus
fronteras.
El problema más grave que afrontamos es lo que va a
costar recuperarnos; hemos dejado pasar un tiempo precioso e irrecuperable
jugando a la tolerancia y a la inclusión de todo lo que no se puede incluir, porque
los enemigos de Venezuela no pueden formar parte de la solución, ésa es una
lección que no terminamos de aprender.
Los socialistas venezolanos están todos en contra de
seguir el liderazgo de los EEUU, consideran una mejor opción como aliados a los
chinos y su régimen totalitario; los socialistas norteamericanos están
dispuestos a negociar con China un segundo lugar en el liderazgo mundial, pero
ese segundo puesto ya lo tiene asegurado Rusia, lo que significaría la
hegemonía totalitaria mundial de ese imperio sobre el mundo. Los que anden
pensando en una cohabitación con los chinos no saben lo que hacen.
¿Tiene alguna ventaja elegir la ruta de la seda y
dejarnos llevar por el socialismo del siglo XXI a manos del Partido Comunista
Chino? No lo creo, nos convertirán en colonia y explotarán todos nuestros
recursos, como si fuéramos una mina a cielo abierto, y mantendrán un gobierno
títere, como ya lo están haciendo. Los venezolanos no pintamos absolutamente
nada para los chinos, por ahora somos sólo un dolor de cabeza, pues los
chavistas los estafaron y no pagan las deudas contraídas, lo que sí pudiera
interesarles es la propuesta cubana de utilizarnos como ejemplares de
laboratorio para probar vacunas, medicinas, armas biológicas, nuevos productos
alimenticios para un mundo en problemas, tipo Soylengreen, aquella película
distópica de ciencia ficción.
Yo todavía conservo el convencimiento de que la gran
mayoría de los venezolanos preferiríamos a los gringos que a los chinos; por lo
menos los conocemos y nos gusta la manera en que viven (incluso a los
chavistas, que se mueren por disfrutar de las mieles del capitalismo), de los
asiáticos sabemos muy poco; también creo que con los norteamericanos nuestra
reconstrucción sería más rápida y efectiva, contamos con un haber invaluable en
estos casos, y es que tenemos con qué pagar los gastos de una reactivación del
país, porque contamos con los recursos, sólo debemos transformarlos y
monetizarlos. Otra forma de lograr alianzas favorables para nuestra
reconstrucción es hacer un llamado internacional con ofertas atractivas, así tendríamos
al grueso del personal dispuesto a trabajar. Eso no será posible con los
socialistas… ni lo sueñen, ellos sólo quieren cobrar, saquear lo que quede y
conservar el poder para siempre.
NOTA: Aquellas personas que afirmen que distinguir entre
socialistas y liberales (clásicos) ya no funciona, que es una diferencia
superada, son socialistas y sinvergüenzas. Huya, si se tropieza con ellos.
-
saulgodoy@gmail.com
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