lunes, 23 de noviembre de 2020

Lenguaje y Política

 



Mi primera esposa es una mujer viajada y leída, me atrevería a decir que es una mejor lectora que yo, ella dice: “Franz Kafka y Lewis Carrol, de seguro, eran reencarnaciones de venezolanos” esto, refiriéndose al aspecto surrealista y absurdo de cómo nos tomamos la vida, de nuestro encanto por una burocracia laberíntica y las contradicciones que nos planteamos gracias al lenguaje. Y debo decir que su comentario se hace cada vez más certero, yo diría que no se puede entender a los venezolanos sin haber leído antes a Kafka y Carrol, que nos retratan a cuerpo completo.

Y hoy quiero destacar solo un aspecto de esa similitud entre la ficción y la realidad y resaltar una de las entradas en esa especie de diario que llevó Gustav Janouch de sus conversaciones con el escritor en Praga, cuando era apenas un autor en ciernes.

Conversaciones con Kafka (1947) es un libro con una historia complicada; su autor conoció al escritor en 1920, su padre era uno de los dueños de la compañía de seguros donde trabajaba el abogado Kafka, quien se convirtió en una especie de consejero de ese joven Gustav que quería ser escritor; esas conversaciones fueron registradas con todo detalle, pero las notas se perdieron en algún momento, sobrevino la Segunda Guerra Mundial, su autor fue perseguido y encarcelado y, cuando finalmente pudo publicarlas, estaban incompletas. Luego aparecieron las páginas faltantes; en definitiva, las conversaciones salieron en su versión completa, que es de la que hoy disponemos, pero su veracidad fue bombardeada, hubo críticos que no la reconocían como auténtica, hubo estudios y revisiones… finalmente, fueron autenticadas por Max Brod, el amigo y albacea de las obras de Kafka, el mismo que se negó a quemarlas cuando Kafka se lo pidió antes de morir.

En una de esas entradas el joven Gustav cuenta cómo lleva a su casa un libro de poesía expresionista de último cuño, que escandaliza a su padre, que veía en aquellas obras un terrible retroceso en el lenguaje, “un picadillo lingüístico”; el padre le pide que le deje releer el libro y se lo pasa a Kafka para que le dé su opinión.

Cuando Gustav se vuelve a reunir con Kafka, éste le dice sin rodeos:

 

…ese libro es un testimonio alarmantemente sincero de descomposición. En este caso el idioma ha dejado de ser un medio de unión. Aquí, cada uno de los autores habla exclusivamente para sí. Actúan como si el idioma sólo le perteneciera a ellos. Sin embargo, el idioma es prestado a los vivos solo durante un período de tiempo indeterminado. Sólo se nos permite usarlo. En realidad pertenece a los muertos y a los que aún no han nacido. Hay que tratar esta posesión con mucho cuidado. Esto es lo que los autores de este libro han olvidado. Destruyen el idioma, y ése es un crimen muy grave. Una vulneración del idioma es siempre un ataque al sentimiento y al cerebro, un oscurecimiento del mundo, una obnubilación, una congelación… Los poetas gimotean líricamente como niños que pasan frío, o claman solemnemente como enloquecidos idólatras, que tanto más se contuercen en sus palabras y miembros, cuanto menos creen en el fetiche ante el que bailan.

 

Aparte de la dureza con que Kafka trata a los poetas expresionistas, y algunos así se lo merecen, hace unos comentarios que son premonitorios de lo que los socialistas le harían al lenguaje con el fin de obtener sus metas políticas; y Kafka fue un privilegiado observador de su siglo, como diría Elías Canetti: “el escritor que más puramente ha expresado el siglo XX”.

Para apuntalar esta percepción que tuvo mi ex-esposa sobre Kafka y los venezolanos, recojo también estas impresiones que tuvo el escritor e investigador uruguayo Gustavo Perednik, en su muy bien fundamentada obra Kafkiana (2012), sobre los personajes en la obra literaria del autor checoslovaco:

 

Los protagonistas de Kafka son jóvenes vacilantes, solitarios, ansiosos, acechados por códigos no verbalizados, de los que el resto de la gente está informada, aunque a veces también esté desinteresada. Se trata una y otra vez de personas de apariencia inocente de todo pecado, que tratan de ser morales pero se hunden en la desesperanza por culpa de reglas sociales que no comprenden. Están siempre rodeados por gente incomprensible. Todos ellos se asemejan a un individuo enfrentado a poderes ubicuos, inaprehensibles y anónimos, que simultáneamente determinan sus pasos y los obstaculizan. Un individuo que va envolviéndose en una atmósfera misteriosa de temible inseguridad, debido a una ilógica secuencia de eventos, que sin embargo son muy simples.

 

Que no me digan que ése no es el retrato de los jóvenes venezolanos, de los chilenos, bolivianos, argentinos, españoles, cubanos, nicaragüenses, colombianos, que hoy están siendo sometidos a los más crueles tratos, burlas y engaños, por parte de una claque socialista, con el fin de controlarlos y utilizarlos para sus fines políticos.

Y la herramienta principal que utilizan es el lenguaje con fines de confundir imbuido en una ideología que trata de construir una utopía irrealizable, lo cual es lo que menos les importa, mientras puedan tener el poder y sus privilegios en las manos, sin detenerse a pensar en cuántos muertos, lisiados, locos y asesinos produzcan… sin que les tiemble el pulso en la destrucción de riqueza, tranquilidad y cultura que sus acciones generen… y, para ello, crean un estado burocrático, inmenso, poderoso, armado y militarista que les garantice perdurar para siempre.

En Venezuela, el mismo estado que crea y sostiene un grupo paramilitar de élite para los exterminios de gente problemática para el régimen, es el mismo estado que es capaz de crear un Ministerio para el amor… el gobierno de Maduro, en medio de los informes más terribles en cuanto en su desempeño en la protección de los derechos humanos, que incluyen promover etnocidios contra tribus indígenas y ecocidios en sus tierras ancestrales, para explotar el oro y otros minerales… se trata del mismo gobierno que, presumiendo una enorme ignorancia, cambia los nombres a monumentos, hitos geográficos, construcciones públicas, por nombres autóctonos o de figuras históricas del pasado aborigen.

El gobierno del socialismo del siglo XXI, que dice amar a los venezolanos y querer su felicidad, ha destruido la economía de la nación, ha derrochado en corrupción una ingente fortuna, que hoy hace falta para comprar alimentos y medicinas para no se nos muera la gente, pero sus candidatos a puestos de elección popular, andan mostrando vehículos rudimentarios e inoperantes para satisfacer la necesidad de transporte, la falta de combustible y la imposibilidad de los usuarios de conseguir el dinero para pagar los pasajes.

El gobierno chavista destruyó las principales fuentes de trabajo, no tiene como reactivar las industrias y el comercio, y todavía promete, sin vergüenza alguna, motores productivos, inversiones fantasmas y una bonanza material en plena ruina y miseria de un pueblo, que tiene que utilizar leña porque no hay gas para poder cocinar en sus casas.

Es el gobierno que habla con un lenguaje inclusivo y rebusca términos y expresiones, cuando Venezuela se ha convertido en la peor muestra de la violencia contra la mujer, de la descomposición de la unidad familiar, del abandono de la niñez y el exterminio, por falta de atención, de las personas de edad avanzada… pero en Venezuela, por su designio, se habla “bello”, se habla “socialista”, con mucho énfasis en las “millonas de mujeres”, en que aquí no hay vejez sino “juventud prolongada”, no hay indios ni nativos sino “pueblos originarios” cuando se quiere referir a nuestros aborígenes, y hay “escuálidos”, desde que Chávez los rotulara, para referirse a los opositores del gobierno…

Esta revolución “humanista”, que ha provocado el éxodo de más de cuatro millones de refugiados venezolanos a países vecinos, sigue utilizando su propia “neolengua” para presentarnos un país que no existe, una “democracia participativa” que a sus ojos es la envidia del mundo, cuando es un lugar sombrío donde los servicios de luz eléctrica, de agua, de comunicaciones, transporte, seguridad, son terriblemente precarios.

En Venezuela está atornillada la llamada hegemonía comunicacional, que pone la censura en manos de la policía, donde un twitter mal comprendido (y cuesta que interpreten, porque supone demasiado esfuerzo) puede producir secuestro, tortura y cárcel, sin que jamás se pueda ver el rostro de un juez (¿se acuerdan de la reina de corazones, en Alicia en el país de las Maravillas, y su sentencia de que primero venía la pena y luego el juicio? ¿No es una pasantía en una de nuestras cárceles una metáfora de “¡Que le corten la cabeza!”). Venezuela es el reino de lo kafkiano o lo Carroliano, en el que una persona puede ser acusada por unos corruptos materialistas de sufrir “corrupción espiritual” y terminar violada en una ergástula.

Todo lo que sucede en Venezuela es reconducido en otro canal del entendimiento, utilizando un lenguaje falso y alienante; así nos enteramos de que hay un Imperio que libra una guerra económica contra nuestro país, que el saboteo y el terrorismo de iguanas o monos son los causantes de las interrupciones de los servicios públicos, que los golpes de estado suceden con más frecuencia que las detenciones y procesos judiciales en contra de funcionarios corruptos, que los venezolanos preferimos andar desnudos y con hambre, pero llenos de dignidad y patria… por mucho tiempo fue ilegal tocar el tema de la paridad entre el bolívar y el dólar, ahora todas las cifras oficiales se expresan en la moneda norteamericana…

Pero no sucede sólo en Venezuela; donde quiera que el socialismo del siglo XXI tenga una sucursal, allí se distorsionará el lenguaje a mansalva, hasta hacerlo incomprensible… allí está el socialismo español hablando de incluir el todes en vez de todos, nosotres en vez de nosotros, o peor, utilizando una x como en todxs.

La lengua termina convirtiéndose en un arma política; en manos de los socialistas, es una granada fragmentaria cuyo objetivo es producir el mayor número de víctimas, bajas para la razón y el sentido común. Esto no es nuevo, ya autores como Orwell, Huxley y Klemperer lo habían notado y estudiado, y es que los nazis, en su momento, tenían un programa diseñado para canalizar el pensamiento del pueblo alemán; creaban nuevas palabras o les cambiaban el significado a las ya existentes, sobre todo aquellas que tenían que ver con valores y principios, llegando al extremo de convertir a los violentos, fanáticos y obedientes a las ordenes criminales del Reich,  en héroes incuestionables y en modelos dignos de imitar.

De igual manera sucedió durante las dictaduras de Stalin en Rusia y de Mao en China, cuando incluso la ciencia sufrió un tremendo retroceso al tratar de hacerla funcionar obedeciendo los deseos de los líderes y sus doctrinas ideológicas; una agricultura y una metalurgia socialistas caracterizaron verdaderas desviaciones del método científico, con el propósito de calzarlas con las ideas erradas de unos pocos “iluminados”, provocando inevitablemente verdaderas catástrofes sociales con millones de muertos.

Hoy en España se está dando una dura pelea constitucional y de derechos humanos para impedir que una ley de educación, que elimina al español como lengua vehicular, pueda desarticular el pensamiento y el entendimiento de la nación, al convertirla en una nueva Torre de Babel. Este empeño populista de los socialistas, apoyando a las minorías nacionalistas separatistas, para dividir a España en una confusión de lenguas, pudiera llevarla al caos e inevitablemente a la guerra.

Cuando se ataca al lenguaje, se debilita el aparato cognitivo de las personas, sus posibilidades de comunicación y su capacidad de socialización. Este imperativo de los gobiernos socialistas coarta las posibilidades relacionales y políticas de regiones enteras, creando profundas divisiones en las que caben odios, diferencias, extrañamientos y patriotismos locales, capaces de generar conflictos y enfrentamientos… dividir y gobernar para siempre, pareciera ser el impulso que motoriza esa descabellada acción.

La liberación y la independencia, como promesas políticas, son la manzana envenenada que podría generar un nuevo intento de balcanizar Europa, lo que se está buscando por medio de la manipulación lingüística.

Los EEUU están sufriendo de este mismo mal, cuando los socialistas utilizan el lenguaje sólo para favorecer sus intereses; una victoria electoral sin importar como se obtuvo el triunfo, obviar las causas que generaron reclamos y objeciones de más de la mitad de los norteamericanos, que no están de acuerdo de la manera injusta e ilegal como se contabilizaron los votos para una elección presidencial, son hechos que pueden traer secuelas graves para la estabilidad de ese país.

La manipulación del lenguaje con fines políticos es un arma de doble filo, corta en ambos lados, y el resultado termina siendo una gran confusión. Kafka nos lo advirtió en su obra, con el lenguaje no se juega.   -    saulgodoy@gmail.com

 

 

 

 

 

 

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario