Hay un cuento de Ambroce Bierce (1846-¿1914?), titulado Una Ocurrencia en el puente de Owl Creek,
que está considerado por muchos estudiosos de literatura como una de las joyas
universales; yo concurro en tal opinión, es una obra maestra. Décadas más tarde
de su publicación, esa narración influenciaría a nuestro Jorge Luis Borges para
escribir esa magistral pieza de literatura fantástica El Milagro Secreto, del cual les dejo con el resumen que hace el
profesor Howard M. Fraser en su ensayo Points South: Ambroce Bierce, Jorge Luis
Borges, and the fantastic (1977):
La ocurrencia del puente de Owl Creek de Bierce (1892) describe los últimos pensamientos de
Peyton Farquhar, un sureño norteamericano, cuando era colgado por traición por
las tropas Federales durante la Guerra Civil. Cuando Peyton cierra sus ojos
momentos antes de la ejecución, conjura la imagen de su familia, lo más que
añora es retornar a su casa en la plantación, justo detrás de las líneas
enemigas. El momento de la ejecución llega, y Peyton cae a su perdición pero en
vez del jalón del nudo, experimenta una caída libre al agua a sus pies. Nada
hasta la orilla y corre a través del bosque a su casa donde su esposa espera
por él. Pero justo en el momento del abrazo, siente el agudo dolor provocado
por el jalón del nudo corredizo y la muerte se apodera de él. De muchas
maneras, El Milagro Secreto de
Borges publicado medio siglo después, recapitula los motivos y temas del cuento
corto de Bierce. En la versión de Borges de la ejecución, Jaromir Hladik, un
dramaturgo Checo, espera su ejecución por un pelotón de fusilamiento nazi. A lo
que se acerca el disparo fatal hacia Hladik, Dios le ofrece una pausa de un año
antes de su muerte para que complete la obra de su vida, un drama titulado Los
Enemigos. Una vez que Hladik completa su texto y agota el regalo otorgado en
tiempo, el fuego del pelotón de fusilamiento lo alcanza destrozándolo, y la
ejecución es llevada a cabo.
Borges era un admirador de
Bierce, de hecho lo incluyó en varias selecciones de los mejores cuentos del
mundo, cosa que también hicieron otros escritores como Julio Cortázar, Roberto
Walsh, Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo; y no era para menos, Bierce fue un
escritor que tomó el legado de Edgar Allan Poe como narrador y llevó sus
técnicas a niveles superiores. Borges hizo lo propio con Bierce.
El gran historiador de la
guerra, John Keegan, recomienda la lectura de Bierce para entender lo que
siente un soldado en el frente de batalla (llegó a Capitán de su regimiento),
pues Bierce hizo carrera militar durante la Guerra Civil norteamericana y
estuvo en uno los escenarios más sangrientos, Shiloh, experiencia terrible que
utilizó más tarde en algunos de sus cuentos. Participó también en el asedio de
Corinth, en la batalla de Stones River, en la campaña de Tullahoma, en las
batallas de Chickamauga y Chattanooga, y dejó en sus narraciones verdaderos
documentos del horror, la valentía y lo absurdo de un campo de batalla.
Otro autor Latinoamericano,
esta vez en la persona del mexicano Carlos Fuentes, le hace honores a Bierce
con la publicación de su novela Viejo
Gringo, en la que narra los últimos días del escritor, quien desapareció en
México de manera misteriosa y sin dejar rastro alguno; la novela fue un éxito y
fue llevada al cine con la actuación de Gregory Peck y Jane Fonda, y fue
dirigida por el argentino Luis Puenso.
Luego que su carrera militar
llegara a su fin, Bierce incursionó en el periodismo y comenzó a cultivar sus
dotes literarias con cierto éxito; había abandonado su nativa Indiana y se fue
a San Francisco luego de un rápido periplo por New Orleans y Panamá; en
California empieza a tener público para sus escritos cargados de crítica y muy
mordaces, trabaja para varios periódicos y revistas; en 1871 contrae matrimonio
y se va con su esposa de luna de miel a Londres, ciudad en la que permanecerán
durante casi cuatro años.
En Europa viven de los
artículos y cuentos que venden, haciendo corresponsalías a periódicos en USA;
fue allí, en Londres, donde adquirió su
sobrenombre de “el amargo Bierce”, por la naturaleza oscura y cínica de
sus escritos, allí publico sus primeros libros de cuentos muchos de ellos de
corte fantástico.
De regreso a América, continúa
con su trabajo en revistas, sus columnas tienen gran número de lectores y
empieza a trabajar en su famoso Diccionario
del Diablo. Para 1886 se inicia un período difícil para Bierce, la
publicación para la que trabaja cambia de dueño y pierde su empleo, sus
problemas de salud se agravan (sufre de asma), tiene varias y muy sentidas
perdidas familiares… y en el medio de esta crisis escribe sus mejores cuentos
de horror y fantasía.
Pero encuentra una
oportunidad cuando el poderoso editor del San
Francisco Examiner, William Randolph
Hearts, lo incorpora al staff de escritores y su columna se convierte en
favorita del público; otras publicaciones compran sus escritos y de pronto se
encuentra en el tope de su fama, pero la relación con el magnate de los medios
sería complicada, por tratarse de dos personas de carácter fuerte y de
opiniones propias, con diferentes agendas que no tardan en echar chispas.
Hearts estaba acostumbrado a
presionar a Washington en asuntos de política exterior; con su espíritu
conquistador e imperialista utiliza sus medios para marcarle un ritmo hortador
al Departamento de Estado y al presidente McKinley, influyó decisivamente para
que los EEUU se embarcara en aventuras como la anexión de Hawaii y la invasión
a Cuba, incluso cuando, para no perder
control de las Filipinas, ocasionaron una terrible matanza; sin importarle la
prudencia, quería declararle la guerra a España; en ese momento, Bierce publica
en primera página un estribillo (1900), que pegó en el público como un meme, y
trataba sobre el recién asesinato del gobernador Goebel de Kentucky, a quien le
dispararon, y la estrofa de Bierce decía que la bala seguía su curso y se
dirigía hacia el presidente McKinley.
A W.R. Hearts no le hizo
gracia aquella ocurrencia, y menos todavía cuando de verdad el presidente fue
asesinado en manos de un anarquista (1901). La relación se agrió y al poco
tiempo Bierce fue eyectado de su cargo, España perdió en el conflicto y Hearts
hizo muchísimo dinero con la crisis.
Bierce ya estaba viejo y
cansado, tenía planes para reunir sus obras completas y publicarlas, pero se
fue haciendo más solitario y hosco; sus hijos y ex-esposa (se divorció en 1905)
fueron muriendo… A partir de 1913 las cosas se ponen bastante extrañas, Bierce
contaba con setenta y dos años y no estaba en sus mejores condiciones; luego de
realizar una gira nostálgica por los sitios donde estuvo peleando durante la
guerra, decide de repente irse a México para unirse a las fuerzas
revolucionarias de Pancho Villa.
Nadie sabe sus verdaderas razones,
hay quienes opinan que lo que quería era entrevistar al jefe revolucionario
para un libro, otros que de verdad quería unirse a la causa de Villa, el asunto
es que cuando se internó en el desierto jamás volvió, nadie supo de su
paradero, desapareció.
Investigaciones posteriores manejan
varias hipótesis: que se perdió y murió deshidratado en el desierto, que fue
víctima de unos bandidos, que su estado de salud le jugó una mala pasada, que
murió ejecutado por guerrilleros de Villa, que sucumbió batallando en las filas
de Pancho Villa… la leyenda habla de un gringo viejo que se unió a la lucha
libertaria. La Enciclopedia Británica ubica su
deceso en el sitio de Ojinaga en 1914, y hay un documento de un tal
Jaime Lienert, sacerdote, que asegura que un anciano norteamericano fue
fusilado en el cementerio de la villa de Sierra Mojada (Coahuila).
Sí dejó, antes de su última
aventura, una carta que le envió a un familiar en Washington, donde decía: «Adiós. Si oyes que he sido colocado contra
un muro de piedra mexicano y me han fusilado hasta convertirme en harapos, por
favor, entiende que yo pienso que esa es una manera muy buena de salir de esta
vida. Supera a la ancianidad, a la enfermedad, o a la caída por las escaleras
de la bodega. Ser un gringo en México. ¡Ah, eso sí es eutanasia!».
La obra literaria de Bierce
habría pasado como solamente relatos de guerra, ya con eso le hubiera bastado
para tener un lugar de honor en la literatura norteamericana, sino fuera por la
labor de ese otro extraordinario maestro del horror, H.P. Lovecraft, quien
escribió unas páginas sobre Bierce, con ellas marcó la apreciación general de
sus cuentos como fantásticos y del genero del terror, de los cuales hay algunos,
y muy buenos, como La muerte de Halpin
Frayser, La cosa maldita, Un habitante de Carcosa, Un terror sagrado, La ventana tapiada, y otros.
Lo que sí les puedo asegurar
es que Ambrose Bierce es uno de los mejores cuentistas de la literatura universal
y que su obra hay que leerla; lo que vieron sus ojos y puso en papel lo hizo
con un estilo y conocimiento maestro de las técnicas narrativas. Lo leí no sólo
para disfrutarlo, también para aprender de un maestro el difícil arte de la
escritura. - saulgodoy@gmail.com
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