miércoles, 25 de noviembre de 2020

Bierce recargado

 


Hay un cuento de Ambroce Bierce (1846-¿1914?), titulado Una Ocurrencia en el puente de Owl Creek, que está considerado por muchos estudiosos de literatura como una de las joyas universales; yo concurro en tal opinión, es una obra maestra. Décadas más tarde de su publicación, esa narración influenciaría a nuestro Jorge Luis Borges para escribir esa magistral pieza de literatura fantástica El Milagro Secreto, del cual les dejo con el resumen que hace el profesor Howard M. Fraser en su ensayo Points South: Ambroce Bierce, Jorge Luis Borges, and the fantastic (1977):

 

La ocurrencia del puente de Owl Creek de Bierce (1892) describe los últimos pensamientos de Peyton Farquhar, un sureño norteamericano, cuando era colgado por traición por las tropas Federales durante la Guerra Civil. Cuando Peyton cierra sus ojos momentos antes de la ejecución, conjura la imagen de su familia, lo más que añora es retornar a su casa en la plantación, justo detrás de las líneas enemigas. El momento de la ejecución llega, y Peyton cae a su perdición pero en vez del jalón del nudo, experimenta una caída libre al agua a sus pies. Nada hasta la orilla y corre a través del bosque a su casa donde su esposa espera por él. Pero justo en el momento del abrazo, siente el agudo dolor provocado por el jalón del nudo corredizo y la muerte se apodera de él. De muchas maneras, El Milagro Secreto de Borges publicado medio siglo después, recapitula los motivos y temas del cuento corto de Bierce. En la versión de Borges de la ejecución, Jaromir Hladik, un dramaturgo Checo, espera su ejecución por un pelotón de fusilamiento nazi. A lo que se acerca el disparo fatal hacia Hladik, Dios le ofrece una pausa de un año antes de su muerte para que complete la obra de su vida, un drama titulado Los Enemigos. Una vez que Hladik completa su texto y agota el regalo otorgado en tiempo, el fuego del pelotón de fusilamiento lo alcanza destrozándolo, y la ejecución es llevada a cabo.

 

Borges era un admirador de Bierce, de hecho lo incluyó en varias selecciones de los mejores cuentos del mundo, cosa que también hicieron otros escritores como Julio Cortázar, Roberto Walsh, Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo; y no era para menos, Bierce fue un escritor que tomó el legado de Edgar Allan Poe como narrador y llevó sus técnicas a niveles superiores. Borges hizo lo propio con Bierce.

El gran historiador de la guerra, John Keegan, recomienda la lectura de Bierce para entender lo que siente un soldado en el frente de batalla (llegó a Capitán de su regimiento), pues Bierce hizo carrera militar durante la Guerra Civil norteamericana y estuvo en uno los escenarios más sangrientos, Shiloh, experiencia terrible que utilizó más tarde en algunos de sus cuentos. Participó también en el asedio de Corinth, en la batalla de Stones River, en la campaña de Tullahoma, en las batallas de Chickamauga y Chattanooga, y dejó en sus narraciones verdaderos documentos del horror, la valentía y lo absurdo de un campo de batalla.

Otro autor Latinoamericano, esta vez en la persona del mexicano Carlos Fuentes, le hace honores a Bierce con la publicación de su novela Viejo Gringo, en la que narra los últimos días del escritor, quien desapareció en México de manera misteriosa y sin dejar rastro alguno; la novela fue un éxito y fue llevada al cine con la actuación de Gregory Peck y Jane Fonda, y fue dirigida por el argentino Luis Puenso.

Luego que su carrera militar llegara a su fin, Bierce incursionó en el periodismo y comenzó a cultivar sus dotes literarias con cierto éxito; había abandonado su nativa Indiana y se fue a San Francisco luego de un rápido periplo por New Orleans y Panamá; en California empieza a tener público para sus escritos cargados de crítica y muy mordaces, trabaja para varios periódicos y revistas; en 1871 contrae matrimonio y se va con su esposa de luna de miel a Londres, ciudad en la que permanecerán durante casi cuatro años.

En Europa viven de los artículos y cuentos que venden, haciendo corresponsalías a periódicos en USA; fue allí, en Londres, donde adquirió su  sobrenombre de “el amargo Bierce”, por la naturaleza oscura y cínica de sus escritos, allí publico sus primeros libros de cuentos muchos de ellos de corte fantástico.

De regreso a América, continúa con su trabajo en revistas, sus columnas tienen gran número de lectores y empieza a trabajar en su famoso Diccionario del Diablo. Para 1886 se inicia un período difícil para Bierce, la publicación para la que trabaja cambia de dueño y pierde su empleo, sus problemas de salud se agravan (sufre de asma), tiene varias y muy sentidas perdidas familiares… y en el medio de esta crisis escribe sus mejores cuentos de horror y fantasía.

Pero encuentra una oportunidad cuando el poderoso editor del San Francisco Examiner,  William Randolph Hearts, lo incorpora al staff de escritores y su columna se convierte en favorita del público; otras publicaciones compran sus escritos y de pronto se encuentra en el tope de su fama, pero la relación con el magnate de los medios sería complicada, por tratarse de dos personas de carácter fuerte y de opiniones propias, con diferentes agendas que no tardan en echar chispas.

Hearts estaba acostumbrado a presionar a Washington en asuntos de política exterior; con su espíritu conquistador e imperialista utiliza sus medios para marcarle un ritmo hortador al Departamento de Estado y al presidente McKinley, influyó decisivamente para que los EEUU se embarcara en aventuras como la anexión de Hawaii y la invasión a Cuba,  incluso cuando, para no perder control de las Filipinas, ocasionaron una terrible matanza; sin importarle la prudencia, quería declararle la guerra a España; en ese momento, Bierce publica en primera página un estribillo (1900), que pegó en el público como un meme, y trataba sobre el recién asesinato del gobernador Goebel de Kentucky, a quien le dispararon, y la estrofa de Bierce decía que la bala seguía su curso y se dirigía hacia el presidente McKinley.

A W.R. Hearts no le hizo gracia aquella ocurrencia, y menos todavía cuando de verdad el presidente fue asesinado en manos de un anarquista (1901). La relación se agrió y al poco tiempo Bierce fue eyectado de su cargo, España perdió en el conflicto y Hearts hizo muchísimo dinero con la crisis.

Bierce ya estaba viejo y cansado, tenía planes para reunir sus obras completas y publicarlas, pero se fue haciendo más solitario y hosco; sus hijos y ex-esposa (se divorció en 1905) fueron muriendo… A partir de 1913 las cosas se ponen bastante extrañas, Bierce contaba con setenta y dos años y no estaba en sus mejores condiciones; luego de realizar una gira nostálgica por los sitios donde estuvo peleando durante la guerra, decide de repente irse a México para unirse a las fuerzas revolucionarias de Pancho Villa.

Nadie sabe sus verdaderas razones, hay quienes opinan que lo que quería era entrevistar al jefe revolucionario para un libro, otros que de verdad quería unirse a la causa de Villa, el asunto es que cuando se internó en el desierto jamás volvió, nadie supo de su paradero, desapareció.

Investigaciones posteriores manejan varias hipótesis: que se perdió y murió deshidratado en el desierto, que fue víctima de unos bandidos, que su estado de salud le jugó una mala pasada, que murió ejecutado por guerrilleros de Villa, que sucumbió batallando en las filas de Pancho Villa… la leyenda habla de un gringo viejo que se unió a la lucha libertaria. La Enciclopedia Británica ubica su  deceso en el sitio de Ojinaga en 1914, y hay un documento de un tal Jaime Lienert, sacerdote, que asegura que un anciano norteamericano fue fusilado en el cementerio de la villa de Sierra Mojada (Coahuila).

Sí dejó, antes de su última aventura, una carta que le envió a un familiar en Washington, donde decía: «Adiós. Si oyes que he sido colocado contra un muro de piedra mexicano y me han fusilado hasta convertirme en harapos, por favor, entiende que yo pienso que esa es una manera muy buena de salir de esta vida. Supera a la ancianidad, a la enfermedad, o a la caída por las escaleras de la bodega. Ser un gringo en México. ¡Ah, eso sí es eutanasia!».

La obra literaria de Bierce habría pasado como solamente relatos de guerra, ya con eso le hubiera bastado para tener un lugar de honor en la literatura norteamericana, sino fuera por la labor de ese otro extraordinario maestro del horror, H.P. Lovecraft, quien escribió unas páginas sobre Bierce, con ellas marcó la apreciación general de sus cuentos como fantásticos y del genero del terror, de los cuales hay algunos, y muy buenos, como La muerte de Halpin Frayser, La cosa maldita, Un habitante de Carcosa, Un terror sagrado, La ventana tapiada, y otros.

Lo que sí les puedo asegurar es que Ambrose Bierce es uno de los mejores cuentistas de la literatura universal y que su obra hay que leerla; lo que vieron sus ojos y puso en papel lo hizo con un estilo y conocimiento maestro de las técnicas narrativas. Lo leí no sólo para disfrutarlo, también para aprender de un maestro el difícil arte de la escritura.     -      saulgodoy@gmail.com

 

 

 

 

 



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