Hay una parte de las teorías de la conspiración que muy
pocos investigadores tocan cuando abarcan el tema; para quienes tenemos ya
tiempo estudiándolas, coleccionándolas y promoviendo su comprensión como
fenómeno cultural, se habla de ello de manera marginal e incidental, pero hasta
los momentos no se ha visto ningún estudio serio que dé cuenta del asunto; me refiero
al uso de la teoría de la conspiración como una forma de contrainteligencia,
para desacreditar argumentos, pruebas, posiciones, personas, eventos… que
precisamente tienen que ver con las conspiraciones reales.
Se trata de las estrategias y las maniobras que diversos
órganos del estado utilizan para devaluar y restarles valor a ciertas
situaciones, incómodas para los cuerpos de seguridad, corporaciones o
dependencias gubernamentales; para quitarles valor, si tienen alguno, o mal poner
a una persona o grupo frente a la opinión pública, o simplemente para llevar la
discusión al terreno de teoría conspirativa y descalificarla como asunto
“serio”.
Llevar un tema a terrenos de teoría de la conspiración
produce de inmediato un proceso de devaluación de los fundamentos racionales de
las ideas; a eso se le agrega una pátina de enfermedad mental, de paranoia, de
fantasía desbordada, que es casi imposible de eliminar una vez que se entra en
esta clasificación; esto a pesar de que, al menos en las cortes de justicia
norteamericanas, el delito de conspiración es un asunto grave y muy serio.
Esta mala fama de las teorías conspirativas surge de los
anales de la psiquiatría, de personas aquejadas con manías persecutorias, de
ataques de pánico, de auto engaños muy elaborados a partir de coincidencias, en
los que se elabora en una red de causas y efectos que sólo existen en la mente
del paciente.
Este tipo de construcción mental de sucesos inexistentes,
pero dotados cierta lógica y conectados a eventos reales, fue introducido como
herramienta de trabajo durante la Guerra Fría, cuando los cuerpos de
inteligencia obligaban a sus analistas a plantearse escenarios posibles con un
mínimo de información confirmada por sus espías; estos planteamientos “adivinados”,
pero posibles, que se ponían en la mesa, servían de basamento para sus
estrategias de acción: a veces resultaban, otras no.
Ya para ese momento, existía una serie importante de
teorías de la conspiración, principalmente de orden religioso y milenarista,
propias de sociedades secretas, otras muchas con base en el racismo,
principalmente antisemitas, y por supuesto, las financieras, sobre todo en
referencia a la procedencia del dinero para las guerras; eran conspiraciones
que tenían tiempo rodando y habían subsistido a los argumentos en contrario.
Igualmente, ya había personas con visiones de
conspiraciones que eran parte fundamental de expediciones y aventuras, como
fueron las cruzadas europeas para el rescate de Jerusalén, así como los
descubrimientos geográficos, la Ruta de la Seda que siguió Marco Polo o los
viajes de Colón a nuestro continente; estas visiones están llenas de relatos
fantásticos sobre sectas y grupos de creyentes buscando reinos de asesinos
fanáticos, fuentes de la eterna juventud, ciudades hechas de oro o seres
abominables, y lograron con ellas movilizar hombres y recursos en su búsqueda.
El experto en teorías conspirativas, el profesor Michael
Barkun, de la Universidad de Syracuse, en su libro A Culture of Conspiracy
(2003), empieza su obra con el siguiente ejemplo contemporáneo de lo que puede
hacer una teoría conspirativa:
El
20 de Enero, 2002, Richard McCaslin, 37, de Carson City, Nevada, fue arrestado
husmeando en el Bohemian Grove al norte de California. El Grove es el lugar
donde se celebra anualmente un retiro al que asisten importantes líderes de
negocios y políticos. Cuando McCaslin fue descubierto, cargaba una combinación
de escopeta y rifle de asalto, una pistola calibre 45, una ballesta, un
cuchillo, una espada y un lanzador de granadas. Declaró que estaba actuando por
su cuenta. McCaslin le dijo a la policía que había entrado al Bohemian Grove
para descubrir los sacrificios humanos que allí se realizaban. Y como esperaba
encontrar resistencia, estaba consciente de que tendría que matar a algunos en
el proceso. Él había desarrollado esta creencia de que en el Grove se hacían
sacrificios humanos basado en los alegatos de una personalidad de la radio,
Alex Jones, cuyos programas y su sitio en la red, presentaba supuesta evidencia
de estos rituales asesinos que allí se hacían. Alegatos similares en contra del
Bohemian Grove, como brindis con sangre humana y perversiones sexuales, se
habían regado durante años por el internet y publicaciones amarillistas, en las
que se sugería que incluso contaban con la presencia de especies no humanas
como invitados, disfrazados como seres humanos. Estas y otras historias
semejantes producían algo más que simple asombro en individuos que como
McCaslin, se las tomaba en serio, lo suficiente como para arriesgarse a matar y
ser matado.
Esto claramente relaciona las
teorías conspirativas con personas desequilibradas, por supuesto, y como ya
hemos visto, esto no fue siempre así; las teorías conspirativas eran juegos
especulativos de órganos de inteligencia sobre acciones que el enemigo pudiera
hacer cumpliéndose ciertas condiciones, pero sucedió algo a finales de los años
cincuenta del pasado siglo, que tenía que ver con una serie de avistamientos
muy frecuentes de objetos voladores no identificados (OVNIS) sobre algunos
estados del sur oeste norteamericano.
Este fenómeno, que algunos
relacionan directamente con el inicio de pruebas atmosféricas de bombas
nucleares y de hidrógeno por parte de los militares, se dice, despertó el
interés en seres alienígenas que nos
estaban observando, e incrementaron el monitoreo de estas explosiones de
nuestras primeras armas de destrucción masiva.
Los militares dieron a estos
eventos e investigaciones un caris de secreto y lo trataban como un asunto de
seguridad nacional, por lo que se inició una serie de operaciones de
distracción y ocultamiento de algunos de esos contactos del tercer tipo con
seres alienígenas; cuando ocurrían esos avistamientos, contactos con civiles, o
accidentes que eran difíciles de ocultar, los servicios de seguridad lo negaban
todo, a pesar de los testigos y de algunas pruebas que se habían recogido.
Todo esto que les estoy
diciendo conforma parte importante de una de las teorías conspirativas más populares
que existen en la actualidad, la de las visitas de civilizaciones
extraterrestres a nuestro planeta, y el papel que han jugado algunos gobiernos
en ocultarlas, para evitar explicaciones sobre acuerdos e intercambios con
estos visitantes, intercambios que incluyen importantes avances tecnológicos y supuestos
transacciones inter-especies.
Y la estrategia que usaron
los cuerpos de seguridad para desacreditar a las personas y grupos que
insistían en denunciar e investigar estos hechos, fue presentarlos como gente
atrapadas en sus fantasías, acusándolos de creer en una teoría conspirativa.
Así sucedió en casos como los vuelos de los Foo
figthers sobre Alemania, que involucraron a las sociedades secretas nazis
Thule y Vril, los expedientes abiertos en Roswell, Majestic-12 y el Area 51,
los que desconfían de los buenos usos del proyecto Haarp, quizás la muerte del escritor y comentarista radial Milton
William Cooper fuera el resultado extremo de alguna de estas falsas
conspiraciones, al igual que toda una serie de misteriosas desapariciones,
condenas y caídas en desgracia.
Acusar a alguien de creer en
una teoría conspirativa funciona de maravilla en casos políticos, para iniciar
una operación de ocultamiento y barrido de los hechos debajo de la alfombra,
como se sigue haciendo en el caso del asesinato del Presidente Kennedy, del
Primer Ministro sueco Olof Palme o de Hugo Chávez, sucesos éstos, envueltos en
teorías conspirativas y encubrimientos de los supuestos asesinos y motivos.
Eso es lo que sucedió en el
caso de muchos venezolanos que veíamos claramente como el chavismo se construía
en nuestro país con aportes del socialismo internacional, con la intervención
de Cuba, Rusia, China, los países islámicos fundamentalistas, la iglesia
católica comunista, los diferentes grupos terroristas internacionales, con la
colaboración de partidos políticos socialistas venezolanos… cuando hicimos las
denuncias públicamente, hace ya varios años, fuimos acusados de ser víctimas de
una teoría de la conspiración, y nuestras advertencias fueron desestimadas por
alarmistas y exageradas. Vean ustedes hoy al país y lo que acontece a nuestro
alrededor, y díganme ahora que fueron simples teorías.
Es lo que está sucediendo
actualmente con las elecciones presidenciales en los EEUU, donde ya existen
indicios de un fraude electoral, pero los grandes medios de comunicación
masiva, las personas y organizaciones asociadas al partido demócrata, de donde
parten las irregularidades, se están “haciendo los chinos”; para ellos no es
más que una teoría conspirativa sin basamento y están haciendo todo lo posible
para que el hecho no se investigue, y mientras tanto quieren obligar a las
instituciones y al público a que acepten el hecho de una victoria que ya nace
cuestionada, y se rechace un reconteo de votos, que sólo los fortalecerá si
están diciendo la verdad y no tienen nada que ocultar.
Repito, si bien es cierto
que hay una variante patológica y alucinada en esto de las teorías de la
conspiración, hay también una vena especulativa informada, que se acerca a las
verdaderas causas de ciertos hechos, a los que algunos factores, que sí son
conspiradores, prefieren tener a la verdad en esa zona gris de la duda y la
fantasía.
La teoría de la conspiración
pertenece a ese mundo del fake news,
de la mentira como estrategia, y de la construcción de escenarios en la teoría
de juegos; es un territorio muy interesante para incursionar, pero tan
peligroso como un campo minado.
En algunas universidades y
centros de investigaciones del mundo, este tipo de teorías es estudiado con
rigor científico, y se han desarrollado diversas maneras para aproximarse a
ellas: algunas escuelas de sociología e historia las tienen como fuente de
información muy valiosa, sobre todo en cómo actúan los mecanismos de formación
de opiniones y consenso, cómo se construyen las campañas de descrédito y odio
contra grupos humanos; tuve en Michigan un profesor de comunicaciones que me
decía, que detrás de toda teoría conspirativa había un sustrato de verdad y que
no era fácil dar con él, sin antes hacer un paciente trabajo de desconstrucción
de dicha teoría.
Pero también tiene su lado
jocoso, y es por ello que les recomiendo el siguiente link: https://www.cinco8.com/perspectivas/puedes-rescatar-a-tu-tia-berta-de-las-teorias-de-la-conspiracion-magazolanas/ , para que lean un artículo escrito por el
sobrino de mi buen amigo, el arquitecto Leo Hernáiz; estoy seguro de que lo van
a disfrutar. De modo que la próxima vez que escuchen a alguien hablar sobre una
teoría conspirativa, préstenle atención, pero con los pies bien asentados sobre
la tierra. - saulgodoy@gmail.com
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