lunes, 14 de diciembre de 2020

Las guerras culturales




Lo que en aquellos días representaba en la guerra de trincheras la preparación artillera para el ataque de la infantería, será reemplazado en lo porvenir por la dislocación psicológica del adversario mediante la propaganda revolucionaria, y esto aun antes de que los ejércitos entren en juego. Es indispensable que la nación enemiga se desmoralice, que esté preparada para capitular,  que sea llevada moralmente a la pasividad antes de que se piense en la acción militar.


HITLER citado por Herman Rauschining, en Hitler me dijo ...



Para finales de los años sesenta empezó lentamente a aparecer los informes sobre el tratamiento que se le daba a la cultura durante la Guerra Fría, eran despachos de la confrontación entre el comunismo y las corrientes libertarias que acompañaban al capitalismo; el escenario principal fue la Europa de la postguerra pero como un incendio en la sabana, el fuego rápidamente se extendió a la India, el Medio Oriente, África y Latinoamérica.

A grandes rasgos se veía como la lucha entre Oriente y Occidente, pero era un escenario más complejo ya que la cultura en ambos bandos se había instrumentalizado, y se estaba utilizando como un arma para el avance ideológico de algunos gobierno, en el caso del siglo XX, el nazismo y el fascismo habían llevado a cabo una “tecnificación” de la cultura en la forma de propaganda, para adelantar las bondades de sus regímenes y las malas intenciones de los gobiernos enemigos.

En un ambiente de una altísima polarización política, tanto el Duce como el Fuhrer utilizaban todos los medios a su disposición para inculcar sus nacionalismos, sus formas de estado, sus particulares visiones del mundo, donde el estado corporativo, la superioridad racial y el espíritu de conquista movían la maquinaria política.

Cuando los bolcheviques llegaron al poder en Rusia, Lenin no perdió tiempo en confeccionar una estrategia de dominio cultural, primero a lo interno y luego con miras a internacionalizar la revolución, pero fue Stalin quien finalmente consolidaría en un solo aparato la cultura del estado, la organización policial y militar y una clara visión para avanzar el comunismo en el mundo.

Los británicos ya tenían recorrido un camino importante en las presentaciones de los intereses colonialistas en los territorios conquistados y administrados, y en siglos anteriores, los diversos imperios construyeron mecanismos de dominación cultural, primero entre sus súbditos, luego entre sus vecinos y posteriormente frente a otros imperios, eran constructos que incluían, las academias, imposiciones administrativas, militares, entretenimiento, arquitectura, avances tecnológicos, pero fundamentalmente se reflejaban en las disposiciones educativas, legales y religiosas.

Cuando empezaron a aparecer archivos, artículos, investigaciones, testimonios, de una serie de personas involucradas no sólo en la parte operativa de estos avances culturales, pero también de personas que fueron “victimas” de estas manipulaciones, y que conformaron muchos de ellos activistas en las luchas por la liberación de las naciones sometidas a los procesos colonialistas, muchas personas quedaron sorprendidas del alcance de estas acciones.

Y esto tiene mucho que ver con las llamadas Teorías Conspirativas, se creía y se decía que los órganos de inteligencia de las grandes potencias estaban utilizando el arte, la música, la literatura, el teatro y las películas como armas de penetración cultural en territorio enemigo, pero no pasaban de ser simples rumores; un libro o una exposición de arte tienen mucho más alcance e influencia sobre las creencias y valores de las personas que un discurso político; el mundo se dividía en bloques de influencia, esas fronteras fluctuaban de acuerdo a los tratados, a los intereses económicos y militares, no menos importantes eran los contactos culturales donde se compartían ideales, valores, información y creencias.

La cultura hecha un arma puede ser más efectiva que un batallón de paracaidistas o una avanzada de partisanos, pero no había manera de probarlo, ni de obtener ejemplos verificables, pero empezaron las compuertas del secreto a abrirse y lo que mostraban era simplemente sorprendente, enormes presupuestos se gastaron para influenciar a las masas en los distintos países, parte fundamental del esfuerzo diplomático era justamente lograr que se dieran estos intercambios, una gran cantidad de artistas y talento de esos países eran subvencionados por estos organismos de “amistad”, pero lo más increíble era el secreto que rodeaban estas actividades.

En una entrevista que hizo el periodista Rob Spillman al autor Joel Withman que escribió el libro Finks: How the CIA Tricked the World's Best Writers (2017) para la publicación Bomb, nos deja una idea de lo que se vivía durante la Guerra Fría:


… después de la II Guerra Mundial para contrarrestar la influencia mundial de los soviéticos, (para la CIA) su enfoque no era solo influencia política pero sí la influencia cultural, el llamado “poder suave”, en los que los soviéticos eran exitosos constructores, ganándose el corazón y las mentes de las élites culturales de occidente. La CIA financió la primera muestra de arte expresionista en Europa, el primer tour europeo de la sinfónica de Boston, y docenas de revistas culturales… La CIA fue creada de manera repentina; el lenguaje y las palabras de sus documentos fundacionales eran bastante reaccionarios, era la respuesta a los miedos hacia lo que los soviéticos estaban haciendo. Los más liberales entre los que conformaban el cerebro organizacional de la CIA, veían que los soviéticos en Berlín atraían masivamente al público de diversos sectores a sus conciertos y exhibición de películas. Veían que la cultura la habían transformado en un arma, y los EEUU necesitaban su propio Ministerio de la Cultura. La única manera de poder financiar algo parecido era por medio de las partidas secretas del presupuesto de la CIA. Recordemos que era la época McCartista… integrada por reaccionarios poco sofisticados que representaban a pequeños estados y pueblos, y veían a la cultura de manera sospechosa e incluían a todo lo que era avant-garde, las revistas intelectuales y a los mismos intelectuales. Ellos era anti intelectuales por naturaleza, de modo que la única manera que tenía el gobierno de financiar la alta cultura era por medio de la CIA.


De esta manera los diferentes órganos de inteligencia, de la cultura y de relaciones exteriores, llevaron a cabo unos ambiciosos programas de avanzadas culturales en territorios extranjeros, con el propósito de sustentar y apoyar las expansiones de los intereses y conquistas de los diferentes gobiernos enfrentados, tal y como sucedió entre los EEUU y la Unión Soviética, entre China y Europa, entre Cuba y el resto de Latinoamérica.


Las revoluciones culturales son casi todas provocadas


La revolución de Mayo del 68, iniciada en las universidades europeas y luego expandidas a las de América fue una clara muestra en cómo estas expresiones de cambio sociales eran monitoreadas y controladas por los principales centros de poder para manipularlas a su propio beneficio, unos apoyados en las fuerzas del mercado, otros en las organizaciones de estudiantes y gremios de trabajadores culturales, todos ellos utilizando la educación y el entretenimiento como caballo de Troya para llevar sus mensajes e ideologías, de esta manera la industria cinematográfica prosperó al igual de las editoriales llevando la guerra de las ideas a otros niveles, el de la información.

Los comunistas tuvieron en Cuba un exitoso programa de captación de adeptos, agentes, simpatizantes y público gracias a las revistas de literatura, a su poderosa industria editorial, a sus muy publicitados congresos de artistas celebrados en La Habana, el famoso premio Casa Las Américas captó a una buena parte de la intelligentzia de la región; los Norteamericanos por su parte fueron muy acuciosos en promover el nuevo arte expresionista para contrarrestar la influencia del realismo soviético, y de esta manera se adelantaron nuevos patrones estéticos en la música, nuevos gustos en las modas y diseños, utilizando fundaciones privadas, organismos de cooperación para el desarrollo, financiaban eventos, exposiciones, concursos, intercambios culturales incluyendo becas, era un esfuerzo a largo plazo y que iban a impactar en los diferentes estilos de vidas.

El aparato de comunicaciones y entretenimiento de los EEUU son muy efectivos en comercializar movimientos sociales autóctonos, algunos de gran impacto como las comunas hippies, o las bandas de motorizados y posteriormente el movimiento Pop, el de los Nerds, como exaltación a los académicos y a los tecnólogos, y muchos otros, estas visiones sociales vienen aderezadas con modas, expresiones propias de las subculturas y son presentados de tal manera que los convierten en exitosos productos comerciales (recordemos la famosa fotografía del rostro del Che Guevara, convertido en ícono de los inconformistas en afiches y franelas).

La cultura seguía muy de cerca a los avances políticos, muy pocos movimientos eran independientes y verdaderamente originales, la mayor parte de ellos obedecían a imposiciones o experimentaciones desde los centros de poder y con una agenda ideológica muy marcada, y fue una guerra que produjo resultados a veces mayores que lo originalmente esperados, por ejemplo,  gracias a este avance cultural el socialismo contaminó una buena parte de Latinoamérica, Hong Kong se convirtió en el epicentro de los reclamos por libertad en China, los EEUU experimentó una peligrosa deriva hacia la izquierda, la Europa de este se encuentra en plena transformación en la búsqueda de un equilibrio entre estados autoritarios y la necesidad de democracia para sus pueblos.

La industria de la moda y el entretenimiento convertían a los movimientos sociales norteamericanos en tendencias mundiales, la música del Jazz y de la música country por ejemplo, lo convirtieron en producto de exportación, el cine de Hollywood tenía un alcance y una popularidad globalizada, su literatura de Ciencia Ficción se convirtió en el modelo a seguir al igual que sus grandes musicales llevados al teatro, todos estos productos culturales hablaban de unos valores y unos principios que adelantaban una ideología que sustentaba de manera importante a Occidente, al capitalismo y a la democracia como una forma de vida digna de imitar y que había que defender.

Nadie se podía imaginar que en muy pocos años en un lugar conocido como el Silicon Valley en California, se iban a desarrollar tecnologías de la comunicación que iban a obviar el espacio y la geografía, para transmitir por una red mundial, al alcance de todos, contenidos de la más variada naturaleza poniendo el conocimiento al alcance de nuestros dedos.


Los guerreros culturales de oriente


China, gracias a la cooperación de varios productores comunistas en Hollywood ha tenido una puerta de entrada importante para desplegar toda una “guerra cultural suave”, para ubicarse dentro de la consciencia del público norteamericano como un estado bondadoso, humanista, que no representa ninguna amenaza, todo lo contrario, se presenta en las coproducciones como un aliado y amistoso socio, esta estrategia les ha resultado, hasta la familia del supuesto nuevo presidente de USA, el señor Biden tiene fuertes y secretos vínculos con el Partido Comunista Chino (esto, de acuerdo a declaraciones del profesor Di Dongsheng, decano asociado a la Escuela de Estudios Internacionales en la Universidad de Renmin en Beijing, durante una entrevista transmitida por la televisión de Shanghái el pasado mes de Noviembre).  

Tanto la globalización como la digitalización y el internet cambiaron de manera drástica las posibilidades de influenciar a las culturas y a las masas, el mundo interconectado  era el sueño de los expertos en propaganda que debido a los adelantos en la neurociencia, las ciencias del comportamiento del consumidor, la aplicación de algoritmos en el manejo de la big data, los importantes adelantos en la Inteligencia Artificial (ideal para la tecnología 5G que los chinos han desarrollado al máximo) sobre todo en la ordenación e integración de grandes volúmenes de información biométrica recogida por sensores remotos, son herramientas poderosas que no estaban disponibles ni diez años atrás.

Agreguemos a esto el fenómeno de los fake news, del concepto de post-verdad, las campañas de bots, Trolls y correos masivos y personalizados en las redes sociales, nos encontramos ante un presente inquietante en términos de la información que es la base de nuestra cultura, en este clima de intereses corporativos de empresas globales multimillonarias que tienen una visión que desean imponer, de puntos de vistas que compiten con las ideologías de los gobiernos, de los partidos políticos, de las iglesias, de las distintas ONG´s, de los organismos multilaterales, de las culturas emergentes…

Es importante no olvidar el elemento de la censura dentro del arsenal cultural, hoy más que nunca estamos viendo como el gobierno Chino a desarrollado una inmensa capacidad para evitar que medios de comunicación y la red, diseminen información que no le interesa al régimen por medio de filtros, unidades de análisis y seguimientos, y equipos especializados de vigilantes en la red que sacan del aire cualquier información que puede ser considerada impropia o peligrosa, se trata de una tendencia que está siendo copiada por los grandes conglomerados que manejan redes sociales en los EEUU y que suspenden cuentas cuando la información es considerada “políticamente incorrecta”.

Llegados a este punto debemos fijar la noción de guerra cultural tal y como la academia la entiende y la estudia, y se trata de un tema fundamental para todas las disciplinas humanísticas interesadas en la resolución de conflictos, para ello vamos a recoger el concepto que trabaja la investigadora  Irene Taviss Thomson sobre la sociedad norteamericana donde observa a un grupo de personas (conservadoras) que creen en la existencia de unas verdades morales absolutas y otras que creen que los problemas morales deben ser resueltos por el propio juicio de las personas (progresistas), entre estos extremos hay un centro (moderados) y en este escenario gravita la población general al momento de decidir sobre temas tan complicados como el aborto, la homosexualidad, feminismo, la religión en la escuela, sobre asuntos de cultura popular, pensum de estudios en las universidades, seguridad social, violencia policial, etc.

A esto se le agrega el aspecto ideológico, la confrontación entre partidos políticos de izquierda y derecha que tratan de liderar políticas públicas que atienden directa o indirectamente estos asuntos morales, y las élites de la sociedad que pretenden enmarcar estas posiciones en grandes sectores, en este punto me gustaría llamar la atención sobre un fenómeno muy particular, las elites corporativas en los EEUU, sobre todo las que tienen que ver con el desarrollo de altas tecnologías, son en su mayoría socialistas.

Para la investigadora Taviss Thomson aparte de la opinión personal de cada quien existe la llamada cultura popular, que conforman las tendencias mayoritarias, y que en el caso de las guerras culturales son posiciones donde se dan los choques ideológicos resultando muchas veces en una polarización bastante marcada entre contrarios, estos intereses enfrentados y en conflicto, hacen de la cultura popular una noción plástica, maleable, sometida a presiones, cambios, tendencias que cambian con el momento y es el escenario de las guerras de información, de los cyber-ataques, de la manipulación de los llamados “Influencers sociales”, personas con cierta credibilidad, expertos en áreas del conocimiento, personalidades del mundo del entretenimiento, periodistas y anclas de programas informativos, voceros autorizados de algunos gremios, políticos con imagen pública, empresarios exitosos, etc., que se venden al mejor postor al momento de inclinar el gusto popular a un lado u otro.

Las profesoras Rossana E. Guadagno y Karen Gutieri, de las universidades de Stanford y de Air, en su extraordinario ensayo, Fake News and Information Warfare: An Examination of the Political and Psychological Processes From the Digital Sphere to the Real World (2019) nos explican los dos mecanismos por los que la gente es influenciada en las guerras culturales, el primero es por medio del razonamiento motivado: “La idea de la motivación razonada sugiere que la gente está más propensa a llegar a las conclusiones a las que quieren llegar. Una persona puede querer ser racional y rebuscar en su memoria y otras fuentes de información por evidencias, pero los estudios encontraron que esa búsqueda y el racionamiento involucrado, está condicionado hacia la evidencia que confirmen sus propias creencias.”

Y el segundo mecanismo actuante es el contagio emocional, las profesoras señalan que las emociones de las personas son fundamentales al momento de esparcir información por las redes sociales, videos, twitts, imágenes, noticias, se mueven entre los diferentes grupos dependiendo del impacto emocional que tenga la pieza, no importa si es un hecho real o un fake news, su impacto en las redes tienen que ver cómo están afectadas las personas, si el sentimiento que las embarga es rabia o felicidad y los estudios demuestran que las noticias falsas tienen más transmisión y de manera más rápida que las verdaderas, lo cual es una desventaja en la construcción de una cultura popular equilibrada y verás.

Hay expertos que dicen que hay una nueva narrativa audiovisual que está siendo desarrollada por las productoras que trabajan en el campo de los videos streaming, una formas novedosas de discurso no lineales, de múltiples puntos de vistas que están siendo experimentadas en series y películas de última generación, y que está cambiando la manera que los televidentes tienen de estructurar el mundo.

En las guerras culturales del presente las ideologías contendoras siguen siendo las de izquierda y las de la derecha, los bloques en conflicto son las potencias mundiales Europa, China, Rusia, Los EEUU y todos los países y regiones que giran a sus alrededores, todos estos grandes países y uniones tienen sus propios problemas e indefiniciones, lo que provocan guerras culturales a lo interno y conflictos a lo externo.

Un ejemplo claro de lo que este artículo describe es lo que sucede en nuestro propio país, Venezuela, donde estamos en medio de una desastrosa guerra cultural, con un régimen totalitario que desde el gobierno trata diariamente de falsificar nuestra realidad, de desinformarnos, de confundirnos con respecto a sus intenciones y lo que hace para avanzar en sus designios, que no son lo que la mayoría de los venezolanos queremos y que estamos imposibilitados de sacarlos del poder por la vía democrática, lo que conforma una situación de secuestro del país, y por el otro lado, nos hemos convertido en un tablero internacional para las guerras culturales de las fuerzas mundiales que manejan el mundo, y todo esto en medio de esta pavorosa pandemia.

El tema de las guerras culturales se hace cada día más relevante, este “soft power” resulta muchas veces más eficaz en lograr metas estratégicas que cualquier maquinaria bélica existente, y es la razón de que los gobiernos estén invirtiendo grandes presupuestos en comprender y manejar las variables que los están afectando y sobre las cuales pudieran tener control o no, seguiremos sobre el tema en otros artículos.   -   saulgodoy@gmail.com







 

 

 

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