martes, 19 de enero de 2021

El orden político

 



 

La complejidad es el resultado de la disipación de energía, el olvido de las condiciones iniciales, la evolución hacia el desorden, o también, la producción de orden nuevo.

 

Carlos Eduardo Maldonado, Termodinámica y complejidad, 2011.

 

Me resultó sumamente esclarecedor el libro del profesor Maldonado que trata, entre otras muchas cosas, de tender vasos comunicantes entre la ciencias de la complejidad, partiendo de los trabajos fundacionales de I. Prigogine, y las ciencias sociales, entre las que se encuentra la política; esa crisis de la modernidad provocada por la ciencia y su método, en la comprensión de nuestro entorno físico y la imagen-mundo que proporciona, ha puesto nuestros conceptos usuales de sociología, psicología, historia y filosofía, entre otros, en entredicho, obligándonos a una revisión profunda de lo que somos, individual como colectivamente.

Y es que en las últimas décadas los avances científicos han sido tan determinantes y se han producido de manera tan rápida, que se ha venido creando una enorme brecha en la comprensión de los asuntos humanos y el conocimiento que los sustenta, sobre todo tratando de comprender el sistema complejo más intrincado que existe, que es el social, y de éste, el vector de lo político, que tiene que ver con el manejo del poder, resultando en problemas de desfase entre lo que pensamos y la realidad.

La obra de este académico colombiano abarca en una primera instancia la historia de la física clásica, fundamentada en la tríada de Aristóteles-Galileo-Newton, que resulta en una descripción del mundo basada en lo experimental y lo medible, que por su propia naturaleza limitaba su enfoque a eventos y segmentos muy particulares de la realidad, y dejaba por fuera otras muchas consideraciones importantes de los eventos, entre ellas su relación con el tiempo.

Maldonado nos introduce en aquella revolución industrial provocada por los adelantos en la mecánica y el descubrimiento de la termodinámica, fundamental para producir el trabajo de los grandes ingenios que hacían posible poner la energía en función de la productividad y el trabajo a grandes escalas, cosa que cambió de manera definitiva la manera como venía funcionando la sociedad.

Y luego nos sitúa frente a los importantes descubrimientos de la Teoría de la Relatividad, la nueva física cuántica y la introducción del concepto de complejidad, en un universo de conexiones y cambios, que aún hoy resultan un poco difíciles de digerir, pero que están allí afectando nuestras vidas.

De hecho, estas condiciones siempre estuvieron allí presentes, actuando, pero en el pasado muy pocos se daban cuenta de ello, y los que notaban alguna particularidad afectando a los eventos ordinarios, se lo atribuían a los dioses o al destino o a un milagro, de resto, el hombre continuaba su vida entendiéndola y sufriéndola de acuerdo a unas explicaciones que constituía el weltanschaung (concepción de la naturaleza del mundo) de cada período y cultura.

Mientras esto sucedía en el orden de las ciencias, en lo político la evolución no se apartaba grandemente de los eventos marcadores de cambios en la historia, el profesor Ricardo Miguel Etchegaray, de la Universidad Nacional de La Matanza, en Argentina, en su libro, Sujeto de la política, y política de sujeción, 2012, nos resumen en breves trazos este discurrir:

 

La filosofía política antigua se caracteriza por su intento de comprender los diferentes órdenes políticos en relación con el modelo de la plenitud o perfección en su aspiración a lo mejor y más perfecto. El pensamiento cristiano, por su parte, hace depender la filosofía de la teología y la finalidad política de la salvación. Desde esta perspectiva, el orden político terreno e histórico se encuentra subordinado al orden salvífico celeste y supra-histórico. Los tiempos modernos rompen con la tradición anterior en tanto los filósofos ya no se interesan por los regímenes mejores y más perfectos ni hacen depender el orden humano del plan divino. Las filosofías y las ciencias modernas se proponen explicar el origen de la sociedad y del Estado a partir del conocimiento de las leyes de la naturaleza accesibles a la razón humana. Este proyecto se realiza efectivamente a través de las revoluciones de los siglos XVII (británica), XVIII (norteamericana, francesa, revolución industrial) y XIX (independencia sudamericana), anuncia su crisis a fines del siglo XIX y comienzos del XX (Primera Guerra Mundial) y comienza su transformación a mediados del siglo XX, con la finalización de la Segunda Guerra Mundial.

 

Dentro de las corrientes del pensamiento político moderno destacamos a la Escuela de Frankfurt, y la tomo como ejemplo del retraso que tenía el marco referencial político sobre lo que venía aconteciendo en las ciencias de su tiempo, este grupo de profesores en su mayoría de origen alemán constituyeron un nutrido grupo de pensadores marxistas (venían de la escuela de sociología de la Universidad de Frankfurt y tuvieron que emigrar huyendo de los nazis) que durante la guerra desarrollaron la Teoría Crítica, que explicaba la realidad social y política del modo de producción capitalista, montados sobre las bases doctrinarias de Marx y utilizando el método dialéctico, aplicando una interdisciplinariedad para su análisis, involucrando el pensamiento económico, la filosofía, la política, la crítica cultural, la teoría de los medios de comunicación, el psicoanálisis, el derecho, y otras disciplinas, pero lamentablemente cae un sesgo al tratar de demostrar una lógica de la dominación del capital por medio de una racionalidad tecnológica, siempre desde el púlpito del humanismo marxista.

Esta clara parcialización ideológica se hace patente cuando consideran que tanto el fascismo, como el nazismo y el estalinismo son el resultado de una forma avanzada de control social que deviene en sistemas políticos totalitarios y hegemónicos, para ellos, el capitalismo esclaviza a las masas con su maquinaria productiva y consumista, y se convierte en totalitaria pues, integra a su sistema, todas las críticas y resistencias posibles, anulándolas y transformándolas en opciones para el consumo.

Pero estos comunistas no se ven la viga en el ojo, esto a pesar de aquel extraordinario libro de Herbert Marcuse,  El Marxismo Soviético (1958), al que ya le hemos dedicado algún análisis, y en el cual desmonta de manera magistral las desviaciones totalitarias al verdadero Marxismo, del cual él es uno de sus máximos sacerdotes, al punto de ser considerado como uno de los fundadores de la Nueva Izquierda en Norteamérica, la misma que hoy lleva al presidente Biden a la Casa Blanca en medio de unas cuestionadas elecciones presidenciales.

La Teoría Crítica es sólo una de los muchos análisis y propuestas que se han desarrollado luego de la Segunda Guerra Mundial, pero explica muy bien como algunas de estas “soluciones” a los problemas sociales actuales parten de concepciones que tienen más de un siglo de retraso al pensamiento actual, ¿Qué podríamos decir de propuestas como el chavismo, o el socialismo del siglo XXI? Un verdadero “salto atrás” hacia el socialismo utópico combinado con las tesis caudillistas de una Guerra Federal que en Venezuela tuvo resultados desastrosos.

Es común por parte de la clase política hablar del orden y la estabilidad social como si fuera un estado ideal, que se consigue, aplicando ciertas fórmulas de conveniencia para que los diversos grupos se sientan conformes con las circunstancias del momento, lograrlo implica pactar, negociar, complacer a unos, defraudar y olvidar a otros, lo que crea situaciones y circunstancias en constante cambio, algunos de ellos violentos.

Me parece que Maldonado resume de manera excepcional el nuevo paradigma que confrontamos cuando nos explica:

La complejidad del mundo se debe, esencialmente a tres razones, estrechamente relacionadas  entre sí: de una parte, a nuestra presencia en el mundo y, a fortiori, debido a nuestra acción sobre el mundo; de otra parte, debido a la existencia de fenómenos abiertos e indeterminados, inciertos y cambiantes, irreversibles y no lineales; en una palabra, debido más que a la existencia de determinadas partes y elementos, a la interacción (no lineal) entre ellos; y finalmente, debido al tiempo mismo: la complejidad es el tiempo, en el sentido no que el tiempo es una variable, como para la ciencia normal, sino, mejor aún, de que el tiempo mismo es complejización creciente de los fenómenos, sistemas y comportamientos. Esta idea exige aún de un amplio trabajo social y cultural en el sentido al mismo tiempo más fuerte, amplio y desprevenido de la palabra… Son varias las teorías, los lenguajes, los modelos, los enfoques y las tradiciones que componen y alimentan a las ciencias de la complejidad, incluyendo a la termodinámica de los sistemas alejados del equilibrio, el caos, la geometría de fractales, la teoría de catástrofes, la auto organización, la criticalidad auto organizada, elementos importantes de las lógicas no-clásicas, entre otras. Hay sectores de la academia y de la investigación que son renuentes a hablar de ciencias de la complejidad en general, y que, por el contrario, prefieren hablar de sistemas alejados del equilibrio o sistemas de no-equilibrio.

 

Venezuela, al igual que otros muchos países, es una sociedad en plena fluctuación donde todos estos factores que recientemente hemos descubierto, se encuentran interactuando de manera caótica, ni el gobierno ni la oposición, y menos aún, países y organismos internacionales, han servido de atractores lo suficientemente fuertes, como para imponer un orden entre tantos vórtices que de manera simultánea interactúan, algunos colaborando, otros destruyéndose, y algunos apenas naciendo; el tiempo, como bien apunta Maldonado, lo que hace es incrementar el caos haciendo impredecible la dirección de estos movimientos e incrementando la entropía de todo el sistema.

Lo que más me impresiona de este panorama, son los discursos y las ideas que la mayoría de nuestros políticos expresan ante nuestras circunstancias, son visiones de un país que no existe, algunos perduran en una especie de nostalgia por el pasado, de restituir el viejo orden, hay quienes pretenden imponerse en la violencia, otros prosperan en el caos y una gran mayoría se encuentra en un movimiento de impredecibles direcciones y consecuencias, bajo este esquema de cosas es imposible pensar en un orden o estabilizar el sistema.

Nuestra situación me recuerda mucho a lo que sucede en un sistema galáctico recientemente descubierto por los astrónomos, que está perdiendo aceleradamente todo su gas frío con el que produce nuevas estrellas, se trata de una galaxia condenada a la extinción, que se está apagando, perdiendo su energía y acercándose al fin de su evolución, que para algunos pensadores de la complejidad, es lograr la estabilidad.

En este escenario que presento para mi país, hay una sola posibilidad de que podamos encontrar un estado de equilibrio (todos los estados de equilibrio son momentáneos, pero con eso bastaría) en el cual podamos estructurar una salida a nuestra situación existencial, es un factor muy poderoso y que está presente en nuestra fluctuación vital, ese factor se reconoce como el azar, lo imprevisto, un accidente… una fluctuación dentro de la fluctuación, que cambie drásticamente todas las condiciones presentes, lo que significa, que las cosas pueden tomar un giro hacia lo imprevisto, bueno o malo (algo muy relativo)… pero en eso estamos los venezolanos, confiando en la suerte, y si este es el caso, para los que creemos en Dios, es bueno que recemos.    -    saulgodoy@gmail.com

 

 

 

 

 

 

 

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