La complejidad es
el resultado de la disipación de energía, el olvido de las condiciones
iniciales, la evolución hacia el desorden, o también, la producción de orden
nuevo.
Carlos Eduardo
Maldonado, Termodinámica y complejidad, 2011.
Me resultó sumamente esclarecedor el libro del profesor
Maldonado que trata, entre otras muchas cosas, de tender vasos comunicantes
entre la ciencias de la complejidad, partiendo de los trabajos fundacionales de
I. Prigogine, y las ciencias sociales, entre las que se encuentra la política; esa
crisis de la modernidad provocada por la ciencia y su método, en la comprensión
de nuestro entorno físico y la imagen-mundo que proporciona, ha puesto nuestros
conceptos usuales de sociología, psicología, historia y filosofía, entre otros,
en entredicho, obligándonos a una revisión profunda de lo que somos, individual
como colectivamente.
Y es que en las últimas décadas los avances científicos
han sido tan determinantes y se han producido de manera tan rápida, que se ha
venido creando una enorme brecha en la comprensión de los asuntos humanos y el
conocimiento que los sustenta, sobre todo tratando de comprender el sistema
complejo más intrincado que existe, que es el social, y de éste, el vector de
lo político, que tiene que ver con el manejo del poder, resultando en problemas
de desfase entre lo que pensamos y la realidad.
La obra de este académico colombiano abarca en una
primera instancia la historia de la física clásica, fundamentada en la tríada
de Aristóteles-Galileo-Newton, que resulta en una descripción del mundo basada
en lo experimental y lo medible, que por su propia naturaleza limitaba su
enfoque a eventos y segmentos muy particulares de la realidad, y dejaba por
fuera otras muchas consideraciones importantes de los eventos, entre ellas su
relación con el tiempo.
Maldonado nos introduce en aquella revolución industrial
provocada por los adelantos en la mecánica y el descubrimiento de la
termodinámica, fundamental para producir el trabajo de los grandes ingenios que
hacían posible poner la energía en función de la productividad y el trabajo a
grandes escalas, cosa que cambió de manera definitiva la manera como venía
funcionando la sociedad.
Y luego nos sitúa frente a los importantes
descubrimientos de la Teoría de la Relatividad, la nueva física cuántica y la
introducción del concepto de complejidad, en un universo de conexiones y
cambios, que aún hoy resultan un poco difíciles de digerir, pero que están allí
afectando nuestras vidas.
De hecho, estas condiciones siempre estuvieron allí
presentes, actuando, pero en el pasado muy pocos se daban cuenta de ello, y los
que notaban alguna particularidad afectando a los eventos ordinarios, se lo
atribuían a los dioses o al destino o a un milagro, de resto, el hombre
continuaba su vida entendiéndola y sufriéndola de acuerdo a unas explicaciones
que constituía el weltanschaung
(concepción de la naturaleza del mundo) de cada período y cultura.
Mientras esto sucedía en el orden de las ciencias, en lo
político la evolución no se apartaba grandemente de los eventos marcadores de
cambios en la historia, el profesor Ricardo Miguel Etchegaray, de la
Universidad Nacional de La Matanza, en Argentina, en su libro, Sujeto de la política, y política de
sujeción, 2012, nos resumen en breves trazos este discurrir:
La
filosofía política antigua se caracteriza por su intento de comprender los
diferentes órdenes políticos en relación con el modelo de la plenitud o
perfección en su aspiración a lo mejor y más perfecto. El pensamiento
cristiano, por su parte, hace depender la filosofía de la teología y la
finalidad política de la salvación. Desde esta perspectiva, el orden político
terreno e histórico se encuentra subordinado al orden salvífico celeste y
supra-histórico. Los tiempos modernos rompen con la tradición anterior en tanto
los filósofos ya no se interesan por los regímenes mejores y más perfectos ni
hacen depender el orden humano del plan divino. Las filosofías y las ciencias modernas
se proponen explicar el origen de la sociedad y del Estado a partir del conocimiento
de las leyes de la naturaleza accesibles a la razón humana. Este proyecto se
realiza efectivamente a través de las revoluciones de los siglos XVII
(británica), XVIII (norteamericana, francesa, revolución industrial) y XIX
(independencia sudamericana), anuncia su crisis a fines del siglo XIX y
comienzos del XX (Primera Guerra Mundial) y comienza su transformación a
mediados del siglo XX, con la finalización de la Segunda Guerra Mundial.
Dentro de las corrientes del pensamiento político moderno
destacamos a la Escuela de Frankfurt, y la tomo como ejemplo del retraso que
tenía el marco referencial político sobre lo que venía aconteciendo en las
ciencias de su tiempo, este grupo de profesores en su mayoría de origen alemán
constituyeron un nutrido grupo de pensadores marxistas (venían de la escuela de
sociología de la Universidad de Frankfurt y tuvieron que emigrar huyendo de los
nazis) que durante la guerra desarrollaron la Teoría Crítica, que explicaba la
realidad social y política del modo de producción capitalista, montados sobre
las bases doctrinarias de Marx y utilizando el método dialéctico, aplicando una
interdisciplinariedad para su análisis, involucrando el pensamiento económico,
la filosofía, la política, la crítica cultural, la teoría de los medios de
comunicación, el psicoanálisis, el derecho, y otras disciplinas, pero
lamentablemente cae un sesgo al tratar de demostrar una lógica de la dominación
del capital por medio de una racionalidad tecnológica, siempre desde el púlpito
del humanismo marxista.
Esta clara parcialización ideológica se hace patente
cuando consideran que tanto el fascismo, como el nazismo y el estalinismo son
el resultado de una forma avanzada de control social que deviene en sistemas
políticos totalitarios y hegemónicos, para ellos, el capitalismo esclaviza a
las masas con su maquinaria productiva y consumista, y se convierte en
totalitaria pues, integra a su sistema, todas las críticas y resistencias
posibles, anulándolas y transformándolas en opciones para el consumo.
Pero estos comunistas no se ven la viga en el ojo, esto a
pesar de aquel extraordinario libro de Herbert Marcuse, El
Marxismo Soviético (1958), al que ya le hemos dedicado algún análisis, y en
el cual desmonta de manera magistral las desviaciones totalitarias al verdadero
Marxismo, del cual él es uno de sus máximos sacerdotes, al punto de ser
considerado como uno de los fundadores de la Nueva Izquierda en Norteamérica,
la misma que hoy lleva al presidente Biden a la Casa Blanca en medio de unas
cuestionadas elecciones presidenciales.
La Teoría Crítica es sólo una de los muchos análisis y
propuestas que se han desarrollado luego de la Segunda Guerra Mundial, pero
explica muy bien como algunas de estas “soluciones” a los problemas sociales
actuales parten de concepciones que tienen más de un siglo de retraso al
pensamiento actual, ¿Qué podríamos decir de propuestas como el chavismo, o el
socialismo del siglo XXI? Un verdadero “salto atrás” hacia el socialismo
utópico combinado con las tesis caudillistas de una Guerra Federal que en
Venezuela tuvo resultados desastrosos.
Es común por parte de la clase política hablar del orden
y la estabilidad social como si fuera un estado ideal, que se consigue,
aplicando ciertas fórmulas de conveniencia para que los diversos grupos se
sientan conformes con las circunstancias del momento, lograrlo implica pactar,
negociar, complacer a unos, defraudar y olvidar a otros, lo que crea
situaciones y circunstancias en constante cambio, algunos de ellos violentos.
Me parece que Maldonado resume de manera excepcional el
nuevo paradigma que confrontamos cuando nos explica:
La
complejidad del mundo se debe, esencialmente a tres razones, estrechamente
relacionadas entre sí: de una parte, a
nuestra presencia en el mundo y, a
fortiori, debido a nuestra acción sobre el mundo; de otra parte, debido a
la existencia de fenómenos abiertos e indeterminados, inciertos y cambiantes,
irreversibles y no lineales; en una palabra, debido más que a la existencia de
determinadas partes y elementos, a la interacción (no lineal) entre ellos; y
finalmente, debido al tiempo mismo: la complejidad es el tiempo, en el sentido
no que el tiempo es una variable, como para la ciencia normal, sino, mejor aún,
de que el tiempo mismo es complejización creciente de los fenómenos, sistemas y
comportamientos. Esta idea exige aún de un amplio trabajo social y cultural en
el sentido al mismo tiempo más fuerte, amplio y desprevenido de la palabra… Son
varias las teorías, los lenguajes, los modelos, los enfoques y las tradiciones
que componen y alimentan a las ciencias de la complejidad, incluyendo a la
termodinámica de los sistemas alejados del equilibrio, el caos, la geometría de
fractales, la teoría de catástrofes, la auto organización, la criticalidad auto
organizada, elementos importantes de las lógicas no-clásicas, entre otras. Hay sectores
de la academia y de la investigación que son renuentes a hablar de ciencias de
la complejidad en general, y que, por el contrario, prefieren hablar de
sistemas alejados del equilibrio o sistemas de no-equilibrio.
Venezuela, al igual que
otros muchos países, es una sociedad en plena fluctuación donde todos estos
factores que recientemente hemos descubierto, se encuentran interactuando de
manera caótica, ni el gobierno ni la oposición, y menos aún, países y
organismos internacionales, han servido de atractores lo suficientemente
fuertes, como para imponer un orden entre tantos vórtices que de manera
simultánea interactúan, algunos colaborando, otros destruyéndose, y algunos
apenas naciendo; el tiempo, como bien apunta Maldonado, lo que hace es
incrementar el caos haciendo impredecible la dirección de estos movimientos e
incrementando la entropía de todo el sistema.
Lo que más me impresiona de
este panorama, son los discursos y las ideas que la mayoría de nuestros
políticos expresan ante nuestras circunstancias, son visiones de un país que no
existe, algunos perduran en una especie de nostalgia por el pasado, de
restituir el viejo orden, hay quienes pretenden imponerse en la violencia,
otros prosperan en el caos y una gran mayoría se encuentra en un movimiento de
impredecibles direcciones y consecuencias, bajo este esquema de cosas es
imposible pensar en un orden o estabilizar el sistema.
Nuestra situación me
recuerda mucho a lo que sucede en un sistema galáctico recientemente
descubierto por los astrónomos, que está perdiendo aceleradamente todo su gas
frío con el que produce nuevas estrellas, se trata de una galaxia condenada a
la extinción, que se está apagando, perdiendo su energía y acercándose al fin
de su evolución, que para algunos pensadores de la complejidad, es lograr la
estabilidad.
En este escenario que
presento para mi país, hay una sola posibilidad de que podamos encontrar un
estado de equilibrio (todos los estados de equilibrio son momentáneos, pero con
eso bastaría) en el cual podamos estructurar una salida a nuestra situación
existencial, es un factor muy poderoso y que está presente en nuestra
fluctuación vital, ese factor se reconoce como el azar, lo imprevisto, un
accidente… una fluctuación dentro de la fluctuación, que cambie drásticamente
todas las condiciones presentes, lo que significa, que las cosas pueden tomar
un giro hacia lo imprevisto, bueno o malo (algo muy relativo)… pero en eso
estamos los venezolanos, confiando en la suerte, y si este es el caso, para los
que creemos en Dios, es bueno que recemos.
- saulgodoy@gmail.com
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