“La virtud…
consiste en servir antes que todo a la patria, después a los tuyos y solamente
en tercer lugar a ti mismo.”
Séneca, en sus
cartas a Lucilio.
A pesar de que Plutarco, Tito Livio y Dionisio de Halicarnaso,
escribieron sobre él, la historiografía contemporánea no ha encontrado pruebas
reales de su existencia, por lo que se cree es parte de ese bagaje de leyenda
que rodea la historia de Roma; pero aún con ese “hándicap”, constituye uno de
los personajes más interesantes de la historia política universal, elevándose
como un ícono de carácter fuerte e íntegro, a pesar de las controvertidas circunstancias
que rodearon su final; y aunque no fue un emperador ni uno de los césares, ni
siquiera figuró como Senador o como Cónsul, sí tuvo fama de ser uno de los más
aguerridos comandantes, “una máquina de matar”, como diría uno de sus críticos
modernos, una figura necesaria para explicar los enfrentamientos legendarios
entre volscos y romanos.
Corría el siglo V a.C. y Roma enfrentaba una escasez de
cereales, vitales para su subsistencia; los plebeyos habían tomado las calles y
plazas en protestas, se decía que los graneros de los patricios y
terratenientes estaban a reventar de trigo y que no lo sacaban para mantener el
precio alto; los patricios, a su vez, acusaban a algunos tribunos, que
representaban a la plebe, como los causantes de que los campesinos no
produjeran las cosechas de la temporada, lo que provocó la escasez, bajo la
excusa de que había en depósito suficiente, y que sólo había que sacarlo a los
mercados.
Había tensiones y peleas entre ambas clases sociales y,
justamente en esos tiempos, un joven patricio, hijo de una de las familias más
importantes de Roma, descendiente directo de los primeros reyes, de nombre Gneo
Cayo Marcio, reconocido héroe militar romano, tuvo que hacer campaña para
lograr la aprobación de su nombre como Cónsul; para ello, debió presentarse
ante el pueblo y hablarle de sus credenciales, negociar el apoyo de los
tribunos.
El problema con Cayo Marcio era que despreciaba al
pueblo; su formación había sido producto de los más estrictos cánones de la
nobleza romana, que implicaba ver a los plebeyos como unos parásitos que sólo
actuaban en su propio beneficio, arriesgando lo mínimo, y debían ser obligados
a cumplir sus deberes; además, en caso de peligro, eran los primeros en salir
huyendo.
Para su corta edad, el joven noble había acumulado
espectaculares triunfos militares en contra de los volscos, siendo el principal
el sitio de Coriolo, la plaza fuerte del enemigo, la cual tomó con un pequeño
grupo de soldados en una de las misiones suicidas más espectaculares de su
época, salvando a Roma de la derrota… de allí en adelante será conocido como
Cayo Marcio Coriolo.
Este personaje será inmortalizado de varias maneras y
épocas diferentes, entre otras cosas porque Coriolo fue protagonista de una de
las tragedias de la historia de Roma, lo que es hoy, una asombrosa narrativa en
la que se mezclan la mitología con hazañas humanas, donde se crea uno de los
imperios fundamentales para la cultura occidental.
Aunque la historia de Coriolano no es muy conocida
siempre reaparece de una forma u otra, bien en escultura, en la pintura…
Shakespeare escribió la obra Coriolano cuando contaba 46 años de edad, en plena
madurez creativa; esta obra fue la última de su ciclo sobre historias de Roma; Beethoven
lo inmortalizó en su Obertura Coriolano para que abriera los conciertos en los
que dirigía la orquesta; Bertol Brech realizó una puesta en escena de la obra
shakesperiana bajo la óptica del marxismo; T.S. Eliot, el insigne poeta
norteamericano, la tenía como la más acabada tragedia del escritor, que no es
poca cosa; en cine se realizó una versión del actor británico Ralph Fiennes, en
su debut como director, ambientada en la Yugoslavia del siglo XX; Harold Bloom
realizó uno de sus ensayos más brillantes e enigmáticos sobre esta historia.
Leí con mucho cuidado el retrato que pinta Plutarco en
sus Vidas Paralelas y tengo la fortuna de contar entre mi biblioteca con las
Obras Completas de William Shakespeare, traducidas del inglés por el insigne
académico español Luis Astrana Marín y editada por Aguilar, donde
magistralmente se conserva la poesía original vertida por el dramaturgo en esta
obra escrita en 1609, una de las obras más intrigante y perfecta del bardo y,
dicho sea de paso, una de sus menos conocidas.
Pero, ¿Cuál fue la
tragedia de Coriolano que ha desatado tanto repudio y admiración entre la gente? Empecemos por decir que nuestro héroe tenía
una madre dominante, de nombre Volumnia, una mujer que hizo de su hijo un
pequeño guerrero (un Marte niño, refiriéndolo al dios de la guerra), una mujer
capaz de lanzar a su hijo a las aventuras más arriesgadas y que adoraba cada
una de sus más de veinte cicatrices ganadas en batalla, que hablaban del coraje
de su vástago.
Plutarco nos dice que fue huérfano desde temprana edad y
de muy joven sirvió como asistente de poderosos Cónsules y Generales en los
campos de batalla; para el momento en que se producen los disturbios en Roma,
los patricios lo llamaron para poner orden, y los plebeyos huyeron
aterrorizados por su sola presencia, pues sabían de su temperamento y conocían
la opinión que tenía de ellos; pero aquellas acciones tuvieron su precio,
algunos tribunos lo odiaban y decidieron conspirar en su contra, regando la
especie de una ambición desmedida por el poder, un carácter violento e
impredecible y constituyéndolo en una amenaza para la estabilidad del orden en
Roma.
Para el momento en que debe comportarse como un político
y reclamar para sí el voto favorable del pueblo, para obtener el consulado, su
personalidad juega en su contra, es un hombre hosco, no le gustan los halagos
ni los reconocimientos públicos, detesta aparentar lo que no es, y aun así su
madre lo convenció de que se reuniera con los tribunos y logra sus apoyos, para
que actuara como un político en campaña, enseñando sus heridas en público, como
se acostumbraba en la época para demostrar su sacrificio por Roma. Nada de esto
puede hacer Coriolano, es superior a sus fuerzas.
Shakespeare ve con simpatía la recia y transparente
persona de Coriolano; no se trata de un hombre complicado, no es un
intelectual, es fiel a los suyos, a los patricios, es un hombre de acción y que
ama a su patria al punto de dar su vida por ella; pero su orgullo y la
influencia de su madre determinan sus actos y a veces no de la mejor manera.
Paralelamente se mueven las intrigas de los tribunos y
terminan enredándole en una conspiración por la cual lo enjuician y, cuando
están a punto de obtener su condena, el Senado interviene, salva su vida y lo
condena al exilio. Coriolano, preso de ira, les dice:
¡Vulgar algarabía de perros! Cuyo
aliento odio
Como el tufo de los pantanos pútridos,
cuyas vidas precio
Como las osamentas muertas de hombres
insepultos
Que corrompen mi aire: ¡os destierro!
¡Y quedaos ahí con vuestra
incertidumbre!
¡Que cada débil rumor sacuda vuestros
corazones!
¡Que vuestros enemigos, con un meneo de
sus penachos,
Os hagan volar hasta la desesperación!
Guardad todavía el poder
De desterrar a vuestros defensores,
hasta que al fin
Vuestra ignorancia -que no encuentra
hasta que toca,
Haciendo sin reserva de vosotros mismos
Vuestros propios enemigos todavía- os
entregue como
Los más viles cautivos a alguna nación
Que os ganó sin combate. Despreciando
Por vosotros a la ciudad, vuelvo así mi
espalda.
¡Hay un mundo en otro sitio!
Y en ese ánimo de venganza, que nubla su razón, hace lo
impensable, se va hacia el campamento de los volscos, sus antiguos enemigos,
logra persuadir a uno de sus más ilustres miembros, Tulo Aufidio, en contra del
cual muchas veces ha blandido su espada, y lo convence de que sólo va a vencer
a Roma; Aufidio se reúne con los jefes y los convence de dejar que el romano conduzca
el ejército. En este punto, hay autores y analistas que hablan de una relación
homoerótica entre Coriolano y Aufidio, única manera de explicar un cambio de
relaciones tan drástico.
Para hacerles la historia corta (y se trata de la obra
más larga de Shakespeare) Coriolano entra en campaña contra las que fueron sus
antiguas legiones y las derrota una y otra vez, su camino lo hace incendiando y
saqueando las tierras de los plebeyos, las pequeñas parcelas y respetando las
grandes estancias de los terratenientes, esto hasta alcanzar las puertas de
Roma; en ese momento, desesperados y esperando lo peor, los romanos deciden
enviar negociadores para obtener la rendición y entregarle Roma a los
invasores, pero Coriolano se niega, tomará la ciudad con las armas. Como último
recurso, los romanos deciden enviar a una representación de mujeres, entre las
que se encuentran su madre y su esposa.
La tragedia culmina cuando Volumnia, su madre, la que lo
puede todo, logra convencerlo de que se retire de los muros de la ciudad, que
tenga compasión de los suyos, porque ya había demostrado su posición; pero los
volscos no estuvieron muy contentos con aquella decisión y consideraron que
Coriolano los había traicionado, le siguen juicio y, antes de que se produzca
una sentencia, el propio Aufidio ordena que lo apedreen hasta morir.
Y aquí empieza el problema sobre la apreciación de
Coriolano, ¿Era un héroe o un traidor? para algunos un antidemócrata, un
fascista, para otros, entre los que se encuentra el escritor Enrique Krause,
uno de los primeros antipopulistas del mundo; para Jan Kott, estudioso de
Shakespeare, y para el mismo Bertol Brecht, no es sino otra muestra de esa irónica
y trágica lucha de clases; para Maquiavelo, la muerte de Coriolano estaba
plenamente justificada en aras de la paz y la estabilidad social; algunos
psicoanalistas opinan que Coriolano no era sino un “cable pelado” de pulsiones
echando chispas; para algunas feministas Coriolano fue el hijo perfecto, la
gesta heroica de la comitiva de mujeres que fueron a pedir clemencia para que
Roma no fuera arrasada, es celebrada en varias representaciones artísticas.
El desaparecido profesor norteamericano de literatura y
experto en la obra de Shakespeare, Harold Bloom, diría de esta obra: “Coriolano, que es con seguridad la más
extraña de las treinta y nueve obras de teatro de Shakespeare. Hablo de
extrañeza en un doble sentido: rareza y también una nueva clase de esplendor
estético, reducido pero único. Abandonando muchas cosas, Shakespeare logra la
perfección formal, de una especie que nunca más repitió”.
Se trata de un texto difícil de leer, complicado de
montar y sumamente complejo de digerir en cuanto a sus propósitos. Una de las
cosas curiosas que me impulsaron a escribir esta nota es que en el mundo de las
publicaciones anglosajonas, Coriolano se está imprimiendo y vendiendo con gran
éxito; volver a esta obra, me hizo pensar en la personalidad de algunos de los
dueños de las actuales Big Tech, los
nuevos amos del universo… pienso en ellos, y es Coriolano el que mejor se
amolda como un paradigma en sus
atormentadas vidas. - saulgodoy@gmail.com
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