sábado, 13 de febrero de 2021

La Inteligencia Artificial y el aprendizaje profundo

 


 


Feliz años del buey para todos.

 

En su interesante libro Los Superpoderes de la Inteligencia Artificial, China, Silicon Valley y el Nuevo Orden Mundial (2018), su autor, Kai-Fu Lee, oriundo de Taiwan, doctor en ciencias de la computación de la Universidad Carnegie Mellon, y socio de su propia empresa de inversiones en la bolsa, especializado en carteras de alta tecnología, nos relata un interesante evento del cual fue testigo en Beijín, China.

La empresa Google por medio de una de sus filiales, AlphaGo, había desarrollado una computadora especializada en el antiguo juego de mesa chino conocido como Go, dicen los especialistas, el juego más complicado y de mayores posibilidades estratégicas creado por la mente humana, incluso muy superior al ajedrez.

Esa tarde de mayo del 2017, se habían dado cita el campeón nacional de Go chino, Ke Jie y la computadora AlphaGo, en su segunda prueba profesional, ya había derrotado unos meses antes al campeón Coreano, ese juego reportó más de 280 millones de televidentes en toda Asia, ahora era el turno de Beijin, competencia que era televisada y cubierta por la prensa nacional China y regional asiática.

Ke Jie era un joven de 19 años, delgado, con gafas, vestido muy formal; la AlphaGo había sido un desarrollo conjunto de una las filiales de Google que se dedicaban a la Inteligencia Artificial (IA), un emprendimiento británico llamado DeepMind que Google compró en el 2014, inyectándole cerca de los 500 millones de dólares para que resolviera el problema de vencer a un humano en el juego de Go.

El juego se había convertido en un reto insalvable para la comunidad mundial de IA, el árbol de decisiones que había que resolver era monumental, el ajedrez era un juego de canicas en comparación, y muchos investigadores decían que era imposible crear un jugador cibernético que pudiera contender en una partida amistosa, mucho menos profesional.

El Go apareció en China cerca de 2.500 años atrás, se dice, fue el primer juego de mesa de la historia, su diseño es engañosamente simple, un tablero de 19x19 líneas en las que reposan grupos iguales de piedritas blancas y negras, el objetivo del juego es atrapar en un círculo mortal las fichas del contrario, un turno a la vez, las reglas de Go se pueden resumir en nueve oraciones cortas.

El juego terminó por convertirse en uno de los cuatro artes que debían ser dominados para llegar a ser un académico de la corte imperial, el juego se basa en ir poco a poco construyendo una estrategia para atrapar las piedras del contrario, más que habilidades estratégicas se creía, en la necesidad de alcanzar un estado mental superior, tal como lo exige la disciplina del Zen, pero la verdad es que matemáticamente las posibilidades del juego exceden el número de átomos que existen en el universo, esta observación se mantiene como válida entre los matemáticos que se han atrevido a describir las posibilidades infinitas de las jugadas.

Y por ser infinitas, los investigadores de la IA creían imposible construir un oponente digno a la mente humana, única capaz de poder encontrar soluciones para los problemas que planteaba el juego, y esto fue así hasta esa tarde de mayo del 2017, toda la comunidad de científicos, programadores, constructores e inversionistas de la IA estaban pendientes de este singular duelo, el Go se había convertido en un serio obstáculo para el desarrollo de la IA.

Y aquí les dejo con el relato del propio Kai-Fu Lee, que estuvo allí:

 

Dos horas y cincuenta y un minutos en la competencia, Ke Jie se estrelló con una pared. Le estaba dando todo lo que tenía al juego, pero ya sabía que no sería suficiente. Encorvado sobre el tablero, apretaba los labios y sus cejas se movían como en un tic, sabiendo que ya no podía contener sus emociones por más tiempo, se quitó los lentes y utilizó en anverso de sus manos para secarse las lágrimas de los ojos, sucedió en un instante, pero la emoción detrás de la escena fue captada por todos. Aquellas lágrimas dispararon una enorme simpatía y apoyo por Ke. Durante el curso de los tres encuentros, Ke se había montado en una montaña rusa de emociones humanas: confianza, ansiedad, miedo, esperanzas y un corazón partido. Había mostrado su espíritu competitivo, pero lo que vi en aquella competencia fue un genuino acto de amor: la voluntad de batirse en duelo con un oponente invencible por puro amor al juego, su historia, y la gente que lo juega. Esa gente vio la frustración de Ke y respondió con compasión. AlphaGo pudo ser el ganador, pero Ken era el campeón de la gente.

 

Pero el resultado de esta competencia tuvo unos resultados inesperados y fue el despertar del interés y la pasión por la IA en China, no solo el gobierno dispuso enormes cantidades de capital y poder político en el desarrollo de estas tecnologías, sino que una buena parte de sus industrias y servicios tecnológicos se abrieron al área cuando se dieron cuenta que allí había un futuro sin límites, no solo en el área de seguridad y defensa, sino en salud, en la industria farmacéutica, en el desarrollo y construcción de aviones, naves espaciales y submarinos, en la agricultura y en las comunicaciones, todas áreas de rápido crecimiento, de acuerdo al plan del gobierno chino, pretenden alcanzar la superioridad tecnológica en el mundo en IA, para el 2030.

Cuando me enteré de todos estos adelantos fui a mi biblioteca y desempolvé uno de mis libros clásicos sobre Inteligencia Artificial, de 1964, Controversias sobre mente y máquinas, una compilación de artículos de Alan Ross Anderson, eran los albores de la especialidad, allí había un artículo del mismísimo A.M. Turing, el padre de la computadora, quien en los años cincuenta del pasado siglo ya hablaba de máquinas pensantes, subcríticas y supercríticas, y decía: “Esperemos que las máquinas lleguen a competir con el hombre en todos los campos puramente intelectuales. ¿Pero cuáles son los mejores para empezar? También es una ardua decisión. Muchos piensan que lo mejor es una actividad de naturaleza tan abstracta como jugar al ajedrez”.

Y por allí se fueron varios intentos, hasta culminar con la Deep Blue de IBM que derrotó al campeón mundial Garry Kasparov en 1997, pero era pura fuerza bruta, enorme cantidades de cálculos analizando cada jugada; varias novedades estaban incluidas en AlphaGo que la hacían verdaderamente inteligente, y que como Alan Turing predijo “aprendía por experiencia”.

AlphaGo contaba con el llamado “aprendizaje profundo” que no es otra cosa que el desarrollo del concepto de redes neurales, es decir copiar la manera de cómo piensa el cerebro, no copiando los pensamientos, sino copiando al cerebro mismo.

La nueva inteligencia artificial, gracias a los adelantos en poder computacional de las máquinas, incluso en el nivel de la computación cuántica, y de los blockchains, puede manejar enormes cantidades de data, a una gran velocidad y que sea la misma computadora la que realice el reconocimiento de patrones dentro de la data.

Una vez reconocido el patrón la computadora optimiza una solución a la situación que analiza y toma una decisión, es la tecnología que están usando en los autos sin chofer sobre autopistas inteligentes, la AI ayuda a la computadora a “ver” el mundo, reconoce patrones, un peatón cruzando la calle, o un semáforo en rojo, y aplica el freno en la intensidad necesaria según el caso, sin ninguna intervención humana, también se está usando en los nuevos diagnósticos rápidos del COVID19 y ya forman parte de las nuevas naves que colonizarán la Luna y viajarán al planeta Marte.

El mundo está reaccionando ante estos adelantos de manera sorpresiva, para junio del 2020 ya 60 países tienen directivas nacionales sobre IA (investigación, desarrollo, acceso a la data, entrenamiento), ya existe un centro de política internacional para el desarrollo y uso de blockchains, sobre todo dada su utilidad para tareas de gobernanza o gobiernos en línea, en este sentido el retraso de nuestro país en estas áreas es lamentable.

Con estos adelantos, la aparición y popularización de robots para usos domésticos y de compañía están a la vuelta de la esquina, los robots industriales ya son una realidad así como los hogares inteligentes, la IA están cambiando nuestro mundo y lo mejor es estar preparados.

Pero no todo es color de rosa, con la computación cuántica todas las claves de seguridad y criptográficas quedarán al descubierto, las nuevas son imposible de descifrar, y lo más probable es que gracias a la IA, las pérdidas de puestos de trabajo se van a incrementar exponencialmente a partir de este momento, para muchos empleos, los humanos seremos obsoletos, muy costosos y propensos a errores y accidentes.  -   saulgodoy@gmail.com

 

 

 

 

 

 

 

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