¿Qué es lo que el
Cielo quiere y qué es lo que aborrece? El Cielo ama la justicia y aborrece la
injusticia. Por ello, si conduzco o dirijo a las gentes a obrar la justicia
hago lo que el Cielo quiere. Y si hago lo que el Cielo quiere, el Cielo hará
también lo que yo quiero. ¿Y qué es lo que yo quiero y lo que yo aborrezco? Yo
amo la felicidad y aborrezco la desgracia y la desdicha. Pero si no hago la
voluntad del Cielo y hago lo que el Cielo aborrece, entonces conduzco a las
gentes hacia la desdicha. ¿Y cómo sé que el Cielo ama la justicia y aborrece la
injusticia? Respondo: en el mundo, con la justicia florece la vida y con la
injusticia viene la muerte; con la justicia prospera la riqueza, y con la
injusticia, la pobreza. Con la injusticia no hay orden y paz, con la injusticia
reina el desorden. Pero el Cielo ama la vida y aborrece la muerte, ama la
riqueza y aborrece la pobreza, ama el orden y aborrece el desorden. De aquí
deduzco que el Cielo quiere la justicia y aborrece la injusticia
Mo Ti, capítulo
26, siglo IV aC.
Hubo un período en la historia de China conocido como la
de “los reinos combatientes” que los estudiosos ubican entre los años 722 y
hasta el 222 a.C., fue una época de grandes convulsiones sociales, guerras,
pillaje y desorden generalizado que hizo de la vida de las personas una
ordalía, la existencia transcurría en el temor que en cualquier momento,
aparecieran sobre las colinas los ejércitos invasores, que darían término con
la poca paz y riqueza que se hubiera podido crear en las provincias.
Gobernaba la dinastía Chou, China estaba en medio de su
período feudal, los mongoles y los tártaros, que era los “barbaros” del norte,
estaban invadiendo las ricas tierras del sur de Manchuria y las extensas y
fertiles llanuras por donde corría el río Yangtsé, los emperadores no la tenían
fácil, pues algunos de sus señores feudales se confederaban para atacar a otros
para anexarse sus territorios, y los barbaros del norte bajaban arrasando con
todo a su paso, lamentablemente para China el gobierno estaba perdiendo
autoridad y control sobre el Imperio.
Algunos de estos feudos se hicieron grandes y poderosos,
al punto que le reconocían al Emperador de turno alguna preeminencia
honorífica, pero actuaban de manera independiente, y el poder empezó a pasar
entre los descendientes de los señores de manera hereditaria, lo cual estaba
desmembrando el Imperio y redujo el dominio del Emperador a un pequeño
territorio cercano a la capital, que para aquel tiempo era Luoyang, donde
estaba la residencia del Emperador.
El filósofo Mo Ti, quien es nuestro invitado de hoy, y el
hombre que inventó eso del amor universal, resumió aquella situación de manera
muy cruda:
“Los
reyes y señores feudales atacan a estados que no han cometido delito alguno.
Atraviesan sus fronteras, siegan sus mieses, talan sus arboledas, derriban sus
murallas y sus antemuros, ciegan sus canales, roban y matan sus ganados, queman
y destruyen los monumentos o templos de los antepasados, aprisionan y matan a
sus habitantes, exterminan a los ancianos y a los niños, y se llevan sus vasijas
y tesoros... Si además contamos los gastos que suponen esas guerras, veremos
que ellas destruyen en su raíz la vida de los pueblos al consumir grandes
riquezas. Añádanse aún innumerables gentes que han de morir de frío, de hambre,
de enfermedades, y cuyos cadáveres irán flotando por ríos y canales.”
Esta fue una situación que
tardó muchos años en gestarse y otros tantos en empeorar, fue todo un período
histórico donde afortunadamente para el pueblo chino, nacieron, y que
casualidad, en la misma provincia, los cinco más grandes pensadores y maestros
sin cuyas ideas la historia de China hubiera sido otra muy distinta, les estoy
hablando (por orden de aparición) de: Confucio, Mo Ti, LaoTse, Chuangtzy y
Mencio, las mentes más brillantes del período clásico chino, quienes antes el
desastre que encontraron, decidieron hacer sus aportes escribiendo y
construyendo sus doctrinas sobre lo que debería ser un buen gobierno y una vida
recta.
De acuerdo al profesor Chung-ying
Cheng, quien escribió el esclarecedor ensayo, Los Orígenes de la Filosofía China (1995) nos dice que desde la
antigüedad el pensamiento chino: “…separó
la realidad de la apariencia, lo objetivo de lo subjetivo, los antiguos griegos
buscaban lo inmutable y lo inamovible como esencia de lo que es real y
objetivo. En contraste, los antiguos chinos desde el principio reconocieron y
aceptaron el cambio, la transformación como atributos irreductibles del mundo.”
Para estos pensadores
clásicos los cambios que veían en el mundo, las estaciones, las edades en el
hombre, los procesos de la naturaleza, lo incorporaron en su visión del
universo, donde cada cosa tenía su lugar, y el hombre su papel en ese juego
cósmico, en esos procesos generativos y transformadores, la realidad la veían
en términos de sus opuestos, del yin
y del yang, luz y oscuridad, las
diferentes partes y la unidad del todo, y para que funcione se necesita de una
armonía, de un equilibrio.
Las acciones humanas deben
estar determinadas por una moral, por una correcta manera de hacer las cosas,
que implican a su vez una transformación del hombre hacia la perfección, y esta
guía hacia la perfección se encuentra en los espíritus naturales y los cielos,
hay un orden divino, una “voluntad de los cielos”, en términos de Mo Ti, que
impulsa que las partes, por más desordenadas que se encuentren, busquen el equilibrio, el filósofo creía que el mundo
estaba poblado de espíritus que bendecían a los justos y perseguían a los
impíos de acuerdo a sus obras.
Hubo nueve (9) escuelas
clásicas en China, el confucionismo, el motismo, el taoísmo, la escuela
legalista, la escuela del Nombre (Ming Jia), la escuela de la Estrategia
Militar (Bing Jia), la escuela de Agronomía (Nung Jía), la escuela Diplomática
(Zong Hen Jía), y la escuela del Yin-Yang Wu-Xing, cada una sustentada por su
propia doctrina y prácticas, unas eran de carácter más utilitarias que
teóricas, pero las filosóficas a veces competían entre ellas, dominando unas
sobre las otras, e incluso, como fue el caso con la escuela fundada por Mo Ti, que
por unos años floreció y se multiplicó, pero terminó siendo perseguida e
ilegalizada.
Mo-Ti, el apaga-incendios del Imperio.
De acuerdo al sinólogo
español Fernando Mateos, en el estudio preliminar que escribió para la obra
completa de Mo-Ti (Motzy), Política del Amor Universal (1987)
traducida por Carmelo Elurduy, Mo-Ti vivió en los últimos años de vida de
Confucio, cuando esa escuela estaba consolidada y ejercía una enorme influencia
en todo el Imperio, como algunos de ustedes saben, el confucionismo consistía
en una serie de normas estrictas de conducta, apegadas a unos rituales que
habían que cumplir, pero lo usual es que no se dieran explicaciones del porqué
de aquellas normas excepto, que eran beneficiosas para la unidad del estado y
por ende, de la sociedad.
Algunas de estas prescripciones
eran exageradas, como la importancia que se le daba a los funerales y al duelo,
los funerales eran costosísimos y el duelo más corto para un familiar cercano,
podía durar hasta tres años, lo que era innecesario y cruel para los deudos.
Mo-Ti estaba en desacuerdo
con Confucio en muchas de sus enseñanzas, pero recordemos que era una sociedad
todavía primitiva y llena de supersticiones, Mo-Ti hacía un llamado al sentido
común para desentrañar la utilidad de algunas de estas costumbres, en su obra (libro
25, de las moderaciones en los entierros) nos da varios ejemplos:
Nuestro
maestro Mozi decía, “Esto es considerar
los hábitos convenientes y las costumbres adecuadas. En el pasado, al este de
Yue estaba el país de Gai Shu. Cuando el primero de los hijos nacía, lo picaban
en pedazos y se lo comían, diciendo que aquello “era ventajoso para los
hermanos más jóvenes que venían”. Cuando el abuelo moría, se llevaban lejos
a la abuela y la abandonaban, diciendo “Uno
no puede vivir con la esposa de un fantasma”. Estas prácticas eran
consideradas políticas de estado y la gente la tenía por costumbres, repetirlas
sin cesar y manteniéndolas sin poder escoger otras. ¿Cómo pueden ser estas el
camino hacia la benevolencia y lo correcto?
Es interesante conocer que
para los académicos marxistas rusos, Mo-Ti es considerado un pensador proletario, pues
venía de los grupos de artesanos, algunos dicen que era un carpintero experto
en construcciones defensivas de las ciudades, pero sobre todo porque se oponían
a las ideas de los confucianos que provenían casi todos de la nobleza, y
combatía las ideas de los taoístas, considerados unos anarquistas irredentos y
unos individualistas.
La filosofía de los Motistas
era devolverle la paz y el equilibrio a la sociedad revisando las normas
morales de modo que, conformaran conductas que estuvieran en armonía y
beneficiaran a todos colectivamente, no solo al estado, ni a un grupo, ni a la
persona o sujeto del que partiera la iniciativa, la norma es moral y de acuerdo
a la voluntad del cielo si era útil y servía a todos, de esta idea partía la
necesidad de premiar a quienes estuvieran mejores dispuestos a hacer el bien, a
sacrificarse por los demás, a tener siempre el mejor comportamiento posible, un
comportamiento digno de imitar; Mo Ti creía que amando al prójimo como uno ama
a su familia, al extranjero como uno ama a su propio pueblo, las guerras
terminarían, por eso se llamaba su doctrina, la del amor universal.
Y aunque durante su vida no
tuvo cargos importantes, los gobernantes de la provincia lo utilizaban para que
fuera a los lugares en conflicto y tratara de solucionarlos.
Fue enviado
como embajador plenipotenciario a los reinos de Lu, Chi, Sung, Wei, Ch’u y Yüe
para conseguir alianzas o prevenir agresiones. Tanta movilidad y actividad
mostraba en el desempeño de sus funciones pedagógicas, sociales o diplomáticas
que, según el citado Liu An, “no daba tiempo a que su asiento se calentara”.
Preguntándole Kung Mengtzy por qué se afanaba tanto enseñando a unos y a otros,
el Maestro Mo replicó: “Quien va de un
sitio a otro predicando las virtudes del amor, de la justicia y de la equidad
contribuirá así más a extender la bondad y el bien” [cap. 48]. En una
ocasión caminó diez días con diez noches, desde el estado de Ch’i a la capital
del gran reino de Ch’u, para disuadir al rey que desistiera del ataque que
preparaba contra el reino de Sung, aunque sospechaba que podían asesinarle por
ello [cap. 50]. Cuando sus argumentos persuasivos no lograban efecto, acudía
con sus discípulos a la defensa de la ciudad atacada injustamente, levantando
fortificaciones y empuñando las armas. Mo Ti se había comprometido como un
Quijote chino en defensa de los oprimidos.
Bella
imagen la que hace Fernando comparándolo con un Quijote chino, Mo Ti había
reflexionado mucho y puso todo su empeño en elaborar un pensamiento claro, lo
que le resultó en grandes audiencias, seguidores, admiradores y por supuesto…
enemigos. Se dice que Mo Ti llegó a los ochenta años, pero lamentablemente en
su peor momento, caído en desgracia con el emperador y su corte gobernante,
perseguido por los confucianos y Taoístas, sus escuelas fueron desbandadas, sus
estudiantes vigilados, su obra y enseñanza prohibidas.
Epílogo
La
obra que nos llega hoy en día de Mo Ti es cuando mucho fragmentada, adulterada,
definitivamente incompleta, buena parte de ella se perdió ya que el gobierno la
mandó a destruir, sus libros fueron quemados, sus alumnos condenados a trabajos
forzados construyendo la Gran Muralla, algunos autores opinan que aquella
acción en contra del pensamiento y de los libros, no se repitió en China sino
hasta que sobrevino la Revolución Cultural de Mao siglos después.
En
este respecto A. A. Tseu escribe sobre aquella gran destrucción de libros según
el recuento de Fernando Mateos: “Todos los
libros más famosos de la China antigua, incluso los Cinco Libros Canónicos,
fueron destruidos. La gente tenía que entregar al gobierno imperial sus libros
o fragmentos de libros. Se hizo requisa domiciliaria. Los que se atrevieron a
ocultar un libro prohibido fueron condenados a muerte. Los letrados fueron
asesinados en masa y muchos de ellos, según una tradición fidedigna, fueron
quemados vivos. Pero durante la dinastía Han se restauraron las obras clásicas
reuniendo volúmenes mutilados y fragmentos... Muchas obras fueron restauradas
gracias a la tenaz memoria de ancianos letrados que sobrevivieron a la
persecución”.
De
nuevo, hay un sector de los académicos que estiman que la labor y obra de Mo Ti
fue más importante que la de Confucio, Mo Ti desarrolló un verdadero
pensamiento sustentado por unos argumentos y pruebas de las que carece
Confucio, quien solo estableció unas reglas de comportamiento entre las clases,
normas de etiqueta y rituales de orden social con fines de control político, todos
estos esfuerzos de estos filósofos fueron valiosos y esenciales para el retorno
de la paz en aquel momento y lugar, pero el verdadero pensador era Mo Ti.
Para
quienes les haya picado la curiosidad por este filósofo les digo con toda
confianza que no perderán su tiempo leyendo su obra, sobre todo porque pienso
que gracias a los socialistas en occidente, sobre todo a los del partido de los
demócratas en USA y a su actual presidente, el inefable Joe Biden, vamos a
tener a los chinos metidos en nuestras vidas de una manera u otra, esas grandes
corporaciones tecnológicas y financieras cuyos dueños decidieron vender el
liderazgo norteamericano por unas pocas monedas del enorme mercado chino, les
abrieron las puertas para que se convirtieran en los nuevos dueños del mundo.
De
modo, que cuando los tengamos de frente, mirándolos directamente a sus ojitos
oblicuos, tengamos por lo menos una idea de lo que creen, de su historia, y que
contemos con la esperanza de que ellos hayan leído a Mo Ti, y nos vean como
hermanos y no como recurso renovable.
- saulgodoy@gmail.com
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