Advertencia: El
tema de este artículo pudiera afectar a personas sensibles, no se recomienda su
lectura a menores de edad.
En New York: “Times
Square… era el refugio de estafadores y ladrones, carteristas y adictos a la
anfetamina, los chulos y los yonquis se la pasaban horas conversando sobre
tazas de café frío o tragando tortas en Bickford, la cafetería abierta las 24
horas.”
En Ciudad de México:
”Jóvenes harapientos con rostros tallados como Aztecas codiciosos ofreciéndose
a los pasantes. Prevaleciendo el olor a confesionario por toda la Avenida
Juárez”
En Tánger: “jóvenes
muchachos, sus ojos comido por el tracoma, son conducidos por los mayores del grupo…
evidencia de tuberculosis y sífilis están por doquier. Mujeres bereberes
cargando gigantescos paquetes de carbón a sus espaldas, sus narices
frecuentemente carcomidas por la enfermedad asociada con el oficio, seguidas
por los hombres montados en los burros.”
Instantes tomados
de la biografía de William S. Burroughs, Call
Me Burroughs: A Life (2014), escrita por Barry Miles.
Según nos cuenta Santos Rocha cuando Kurt Cobain, líder
de la banda rock grudge, Nirvana, fue
a visitar al escritor William Burroughs a su casa, en la población de Lawrence,
Kansas, en octubre de 1993, a escasos seis meses de su trágica muerte,
Burroughs pudo reconocer en el rostro de Cobain su cercano final, al punto que
despidiendo a la estrella, pudo quedar un momento a solas con su productor Alex
McLeod y le dijo con su voz rasposa y su particular acento sureño: “Su amigo no ha aprendido cuáles son sus
límites, si continúa así no sobrevivirá”.
Y efectivamente a escasos seis meses del encuentro,
Cobain se suicida de un escopetazo, Burroughs fue parco: “Lo que recuerdo es la expresión moribunda de sus mejillas. Él no tenía
intención de suicidarse. Por lo que yo sé, ya estaba muerto”. Como recuerda
en su investigación Rocha, Burroughs reparó en el tormento del líder de
Nirvana: “Poco después, cuando Cobain se
hubo marchado, Burroughs le confesó a su ayudante que había ‘algo raro en aquel
muchacho’, advirtiendo que su invitado ‘fruncía el ceño continuamente y sin
razón aparente’, como si estuviese librando una batalla secreta, una feroz y
despiadada guerra interna”.
Tomaba a un adicto para reconocer a otro, a un nihilista
y propenso a la autodestrucción que estuvo en ese mismo estado anímico no una,
sino varias veces, pero que por alguna razón, los espíritus, las entidades
mágicas y los extraterrestres, que acompañaron al escritor durante esos 81 años
de intensa y desordenada vida lo habían protegido, Burroughs, quien creía en la
magia y posesiones malignas había visto esos mismos demonios cara a cara.
Burroughs moriría de un ataque al corazón en su casa en
1997 a los 83 años de edad, de acuerdo al investigador de la cultura pop, Casey
Rae: “fue enterrado con un bolígrafo, un
paquetico de heroína y su querido revolver .38 de cañón corto cargado con todas
sus balas”. Murió como había vivido, como un yonki, armado y admirado como escritor (para quienes no lo sepan,
un yonqui o Junkie, es un adicto a la heroína).
Es cuando menos sorprendente que un hombre con su estilo
de vida y prontuario pudiera terminar como artista admirado y su obra valorada
como importante para la cultura universal, pero creo que en su caso, es mejor
que veamos la película de su vida de atrás hacia adelante.
Burroughs fue una fuente de inspiración para artistas de
la música contemporánea como los Rolling Stones, U2, Lou Reed, David Bowie, Laureen
Anderson, Frank Zappa, Richard Hell, Jimmy Page y Patti Smith. Más tarde se
anotaron, Michael Stipe, Kurt Cobain y Thurston Moore de Sonic Youth, algunos consiguieron que el escritor leyera sus escritos
en algún arreglo y a los compositores, los influyó con unas técnicas que
desarrolló décadas atrás mientras experimentaba con el “cortado y pegado”, una
edición de audio y luego de textos, que revolucionó la forma de composición en
varias disciplinas artísticas.
Su rostro es uno de los que adorna la cubierta del famoso
álbum de Los Beatles, Sgt Pepper’s Lonely
Hearts Club Band, la película Blade
Runner tomó su título de una noveletta
del escritor, fue el que por primera vez uso la palabra Heavy Metal que hoy distingue un género musical, el grupo Steely Dan le debe su nombre (era la
marca de un vibrador en la novela Almuerzo
Desnudo) y fue una de las influencias definitivas en el género de la
Ciencia Ficción Cyberpunk.
En sus últimos años incursionó con éxito en las artes
plásticas con varios trabajos experimentales entre los que destaca sus fotos
roseadas de pinturas luego que les disparara a los potes con una escopeta
frente a unas maderas que sostenían las imágenes, fue invitado a numerosos
programas de televisión en especial al popular Satuday Night Alive, frecuentaba el exclusivo grupo de Andy Warhol,
hizo apariciones en varias películas, llenaba los auditorios en sus tours para
leer sus obras en vivo, fue sin duda el delincuente más famoso de su tiempo.
¿Delincuente? Bueno, que puede decirse de un consumidor
de drogas duras, alcohólico, homosexual, traficante de marihuana, y heroína,
homicida, prófugo de la justicia, pornógrafo, corruptor de menores,
contrabandista, mafioso, estafador, traficante de armas, paciente de
instituciones mentales, misógino, racista… la lista es larga y termina, como
revolucionario de la extrema derecha, parte fundamental de la llamada
Generación Beat (que era mayoritariamente de izquierda), inspirador del
movimiento Hippie, pionero de la Nueva Era, primer postmodernista y
posthumanista del siglo XX y quizás, uno de los novelistas contemporáneos más
originales… pero no nos adelantemos.
Burroughs vivía del éxito de algunas de sus obras
escritas en el pasado sobre todo de la novela Almuerzo Desnudo, que tuvo la particularidad de ser publicada
primero en Francia (1959) que en los EEUU por un asunto de la censura, la
novela trata de su adicción por quince años a los opiáceos, sobre todo a la
morfina y la heroína, fue una “enfermedad” como bien la describe, un pasaje por
un infierno donde retrató con extrema crudeza lo que tenía que hacer para
conseguir la droga, retrató con realismo el mundo del comercio de
estupefacientes, la degradación a la que lleva el vicio, mezclada la narrativa
con explícitas escenas de violencia sexual que despertó una histeria entre los
críticos acusando la obra de obscena y pidiendo que se prohibiera su
distribución.
A los editores y al autor se le siguieron juicios en
varios estados pero fue en Massachusetts donde el caso llegó hasta la Corte
Suprema de ese Comonnwealth, fue un proceso largo y muy publicitado,
intervinieron a favor de la obra escritores norteamericanos de la talla de
Norman Mailer y Mary McCarthy, alegando la calidad de la obra y el genio del
autor.
Por fin hubo sentencia en 1966 a favor de la publicación,
fue la última obra de literatura hasta el momento llevada a juicio por
obscenidad en los EEUU, y de acuerdo a muchos abogados uno de los más
fidedignos recuentos de la vida de un adicto a las drogas, lo que provocó que
se introdujeran reformas legales importantes para el tratamiento de estos
delitos.
Otras obras de Burroughs “despertaron” y se publicaron,
fue el caso de The Soft Machine
(1961), The Ticket That Exploded (1962),
and Nova Express (1964), las cuales
tuvieron gran éxito dentro de la contracultura norteamericana pero también
fueron apreciadas en los ambientes literarios.
Antes de cumplir los 45 años Burroughs tuvo la
oportunidad de viajar extensivamente por Europa, Suramérica y África,
aprovechando que recibía de su familia un estipendio mensual de US$ 200,00
proveniente de la venta de un paquete accionario de la empresa fabricante de
máquinas sumadoras automáticas, la Burroughs Corporation, fundada por su
abuelo, de modo que nunca tuvo que trabajar por obligación, esos dólares, que
recibió puntualmente por correo hasta que cumplió los 50 años, en aquellos
tiempos eran bastante dinero y rendía mucho más en economías del tercer mundo,
sobre todo en México y Tánger, en la Zona Internacional cerca de Marruecos, donde pasó largas temporadas.
El escritor
accidental
La leyenda cuenta que Burroughs escribió su novela más
importante bajo la influencia de la droga por lo que alegaba no recordar la
mayoría de su contenido, coleccionó aquellas resmas de páginas inconexas, y que
para colmo le había aplicado su método de edición, cortando y pegando texto al
azar, y que finalmente fue en Tánger que sus amigos, los escritores Allen
Ginsberg y Jack Kerouak, la rescataron de las ratas y el moho, las leyeron, las
ordenaron, le pusieron el título (por error) y las enviaron a los editores,
para resultar en la más brutal y grotesca sátira sobre la condición humana,
porque quizás lo más interesante, es que aquellas páginas fueron escritas con
un humor cáustico y negro como sólo Burroughs era capaz de hacerlo.
Hay una anécdota de Burroughs en Tanger, fue en uno de
sus peores momentos en la adicción a la droga, justo antes de que llegaran sus
amigos a visitarlo, había llegado a un estado tal de descuido de su persona que
permanecía meses sin bañarse, vistiendo la misma ropa sucia y hedionda, su
apartamento no tenía ni luz ni agua pues había dejado de pagar los servicios,
era tal su estado de dejadez que él creía que podía hacerse invisible a
voluntad, caminaba por la calle y nadie lo veía, aparecía de pronto en
callejones o en bares de mala muerte y la gente se asustaba por su súbita
aparición, podía pasar días sin que una sola idea pasara por su cabeza
confundiéndose con su entorno, desapareciendo del mundo.
Almuerzo Desnudo
es una mezcla insólita de orgías sin sentido, escena del futuro, descripciones
del cruel y eficiente negocio de la venta de drogas en la calle, conjugado con
escenas de canibalismo sexual que le pueden helar la sangre al más valiente,
solo para probar su punto sobre lo insensato y cruel de la argumentación que
esconde la pena de muerte.
A lo largo de toda su obra, pero especialmente en su ya
clásica Almuerzo Desnudo, el autor
juega con su principal teoría de que el lenguaje es un virus, dice Burroughs al
respecto en un ensayo contenido en su obra La
Máquina de Sumar: “La palabra es
literalmente un virus, y no ha sido reconocido como tal porque ha adquirido un
estado relativo de estabilidad simbiótica con su anfitrión humano… Pero la
Palabra claramente porta esa única característica del virus: es un organismo
con la única función interna de replicarse a sí mismo.”
A lo que el profesor Edward S. Robinson de la Universidad
de Sheffield argumenta:
Burroughs
también cree que el lenguaje es el más poderoso instrumento de control que el
hombre conoce y de distintas maneras ha cubierto el tema en sus novelas,
ensayos e innumerables entrevistas. A pesar del hecho que Burroughs cree que el
lenguaje controla al hombre, y no al revés, también estaba consciente en las
maneras que tienen las palabras para ordenar al mundo y a las sociedades en él.
El poder de persuasión y propaganda descansa en el uso del lenguaje, y las
leyes existen en virtud de que se expresan en forma escrita. Con esto en mente,
él pensó en romper con el mecanismo de control que por primera vez alude en Almuerzo Desnudo, atacando la raíz de
ese poder- el lenguaje.
Recuerden que
vamos para atrás en el tiempo.
Hay un escritor mexicano de nombre Jorge Gracía-Robles
que en 2018 escribió el libro La Bala
Perdida, William S. Burroughs en México, que se ha convertido en una obra
de culto, se trata de una de las mejores investigaciones que se han realizado
sobre uno de los episodios más oscuros de la vida de este escritor, y empieza
de la siguiente manera:
Cuando
William Burroughs llegó a México en 1949 no era un escritor ni pretendía serlo.
En 1952, al abandonar este país, había publicado su primer libro, Junkie, escrito otro, Queer, y vivido la experiencia más
impactante de su vida, que según él lo convirtió irremediablemente en escritor:
la muerte de su mujer Joan Vollmer provocada por una bala que él le disparó en
la sien durante una reunión con amigos. 25 años después de este infortunio,
Burroughs escribió que no había sido él sino un espíritu maligno quien disparó
la Star .380 que mató a Joan, y que
la única manera de contrarrestar la presencia de la malévola entidad –de
neutralizarla, no de eliminarla– era escribiendo; así que la vocación literaria
de William Seward Burroughs nació, a decir de nuestro autor, un día, una hora y
en un lugar exacto: el 5 de diciembre de 1951, alrededor de las ocho de la
noche, en el departamento 10 de la calle Monterrey 122, en la colonia Roma de
la Ciudad de México (lugar intacto que aún existe).
La historia de Joan Vollmer
viene del año de 1945, era una muchacha bella y muy inteligente, una lectora voraz
y le gustaba conversar en las reuniones literarias en que participaban Ginsberg
y Kerouac, de donde surgió la idea de que ella era la pareja ideal para
Burroughs, se la presentaron y propiciaron encuentros, había química entre
ambos y no pasó mucho tiempo antes de que surgiera una relación.
Ni Ginsberg ni Kerouac
sabían de las tendencias homosexuales de su amigo, quien ya estaba separado de
su primera esposa y mantenía una vida secreta en los tugurios más peligroso de
New York, Joan por su parte era una alcohólica y consumía cantidades grandes de
drogas, era promiscua y tenía una variedad de amantes, estaba casada con un
militar y tenía una hija.
Burroughs tuvo varios
problemas con la justicia, entre ellos por brindar falso testimonio en un caso
de asesinato para proteger a un amigo, por conseguir prescripciones médicas
falsas para adquirir drogas y otros cargos menores por venta y posesión de
sustancias ilegales.
Joan por su parte tuvo que
ser internada en un instituto psiquiátrico para rehabilitarla de sus
adicciones, cosa que casi le cuesta la custodia legal de su hijita, el asunto es
que la pareja tiene que estar moviéndose para burlar la justicia, primero a
Texas, luego a New Orleans, en el ínterin Joan sale preñada con un hijo de
Burroughs, quien tuvo que irse a México para eludir a la policía que andaba
tras su pista.
Una tragedia al estilo mexicano
En México, Burroughs se
inscribe en la universidad para estudiar las inscripciones Mayas y renta un
apartamento con la intención de traerse a Joan y los niños; para hacerles la
historia corta, México se convierte en un paraíso para las andanzas orgiásticas
homosexuales de Burroughs, la droga y el alcohol corren libremente el apartamento
de la pareja, Joan ya está al tanto de la verdadera naturaleza de su pareja y
la relación empieza a deteriorarse rápidamente, Joan aprovecha cada momento
para burlarse de Burroughs, incluso en las reuniones con los amigos.
De esta manera llega el
fatal día, descrito de manera magistral por García-Robles, todos estaban
borrachos y drogados cuando Burroughs convida a Joan a mostrarle a los
invitados el truco de Guillermo Tell, que no fue otro que Joan poniéndose un
vaso sobre la cabeza y Burroughs a escasos metros apuntándole con su arma,
dispara y la mata en el acto, quedó el vaso entero en el suelo dando vueltas.
El proceso criminal que
siguió es uno de los relatos más truculentos de cómo funciona la justicia en
Latinoamérica, los testimonios y las pruebas fueron cambiados para favorecer la
tesis que Burroughs, enseñándole el arma a sus invitados, se le cae y se
dispara causando el desafortunado resultado, el tribunal sustituye los cargos al
de homicidio involuntario y al poco tiempo sale Burroughs en libertad, pero su
abogado se mete en problemas con el gobierno y tiene que huir de México, el
juicio se complica y finalmente
Burroughs decide irse del país, aprovechando una investigación que quería hacer
sobre el Yagué o Ayahuasca, una planta alucinógena del amazonas que los
chamanes le atribuyen, otorga a quien la utiliza propiedades telepáticas, por
tal motivo viaja a Colombia y luego al Perú.
En lo personal, aquellas
personas que se sientan interesadas en explorar la obra literaria de Burroughs
les recomiendo empezar con estas Cartas
del Yagué (1963), que es la correspondencia que sostienen Gisnsberg y
Burroughs sobre esta planta mítica, allí se darán cuenta de su particular
manera de abordar los temas, su lenguaje directo y descriptivo y ese cinismo
que lo distinguen.
Burroughs estudió en Harvard
Literatura Inglesa, luego se fue a ka universidad de Columbia donde se
inscribió en Antropología, pero tuvo la oportunidad de viajar a Europa, a
Viena, donde cursó algunas clases de medicina, ya para ese momento había
descubierto su homosexualidad que de acuerdo a su relato nació de un trauma que
tuvo a los cuatro años de manos de su nana, la muchacha lo obligó a sostener
felatio con su novio en una ocasión que estaban solos en su casa, durante buena
parte de su vida fue psicoanalizado y este episodio surgía una y otra vez.
De estudiante le gustaba
viajar a New York desde Boston, donde descubrió los bares gay y de lesbianas
que frecuentaba, su personalidad lo atraía a los tipos criminales y durante
toda su vida disfrutaba de su relación con chulos y mafiosos que manejaban los
negocios de las drogas y la prostitución, conocía a matones, extorsionistas que
le enseñaron a disparar y a usar la navaja.
Quiso alistarse en el
ejército, quería ser piloto, pero fue rechazado
En 1939 sus padres estaban
bastante preocupados con su estabilidad mental a raíz de un incidente, donde el
muchacho se cortó el dedo meñique de su mano izquierda para demostrarle su
admiración a un joven del que se había prendado.
De su viaje por Europa
regresó casado con una muchacha judía que conoció en los círculos de
expatriados en Viena, Ilse Klapper, que venía huyendo de los Nazis y lo convenció
que se la llevara a América para tener la oportunidad de obtener una visa, fue
una relación casual que terminó en un divorcio y en una amistad que duró unos
años.
La afición por lo sobrenatural
le vino de muy joven a Burroughs, los libros de magia y de fenómenos
inexplicables lo fascinaban, como hijo dilecto de una de las mejores familias
de San Louis, Missouri, estudió en las mejores escuelas privadas de la región,
su padre estaba en el negocio de las antigüedades, y el matrimonio era
respetado en la comunidad atentos a las costumbres cristianas.
El jovencito estudió en una
escuela de secundaria que tenía el nombre de un familiar suyo, su abuelo había
sido un inventor y empresario que fundó una de las empresas más grandes de la
nación para la época, todavía se conserva un trabajo que escribió el joven
sobre el fenómeno del magnetismo en las personas.
William S. Burroughs nació
el 5 de febrero de 1914, el último de tres hermanos, hijo de Mortimer Perry
Burroughs y Laura Hammon Lee, quien era hermana de Ive Lee, uno de los hombres
más poderosos de la industria de la publicidad y las relaciones públicas en New
York, quien tenía como clientes a los Rockefellers y al partido Nazi, antes de la toma del poder
en Alemania.
Sus padres estaban seguros
que sus niños serían criados con todos los privilegios de su clase, para ser
hombres de bien y que contribuirían con la grandeza de los Estados Unidos de
Norteamérica, sobre todo el pequeño William que se veía tan inocente e
indefenso en su cunita. - saulgodoy@gmail.com
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