Empecemos por el principio, en Venezuela no hay
democracia, eso es un hecho del tamaño de un rascacielos, inocultable y
sobresaliente en el paisaje, y el mundo entero lo reconoce como tal; es cierto
que hay algunos elementos formales de una democracia presentes, hay una
constitución, los poderes públicos están divididos y supuestamente trabajan con
cierta independencia, hay elecciones periódicamente, hay algunas libertades que
medio funcionan…
Pero no es suficiente, no basta con darle nombre a las
instituciones, con ostentar algunos rasgos democráticos, con lograr que algunos
países digan que somos una democracia, siempre los mismos y justamente países
que no son democráticos, que aunque se presenten como democracias, son
autoritarios, militaristas y controlados por un partido único, y son siempre
los mismos: Rusia. China, Irán, Turquía, Corea del Norte, Cuba… por nombrar los
sospechosos habituales, y ya ponerlos como testigos de que somos una
democracia, desdice más del hecho que simplemente negarlo.
Nicolás Maduro sabe que él no es un demócrata, ni su
gobierno es democrático, pero necesita aparentar serlo, pues entre las muchas
ventajas que tienen las democracias en occidente - y para su mala suerte,
Venezuela se encuentra en el mero centro de las Américas y por ende en el
corazón de occidente - es que pueden sostener relaciones armoniosas,
respetuosas, de mutuo beneficio entre el país y la comunidad internacional,
pues entre países democráticos hay reglas claras, se asume responsabilidades
por los actos soberanos, se mantiene una relación transparente y de
cumplimiento de las obligaciones, se respetan las garantías y los acuerdos
internacionales, de los que pretende sacar provecho a su gusto.
Pero estos comunistas Latinoamericanos, y posiblemente
los norteamericanos también, tienen la mala costumbre de hacer lo que les da la
gana bajo el supuesto de que son soberanos, de que nadie puede intervenir en
sus asuntos internos, de que son independientes, de que no responden ante
nadie, ni siquiera ante Dios, que para ellos no existe… y además argumentan que
hacen lo mejor posible, lo verdaderamente humanitario, que la verdad está con
ellos, que sus decisiones son moralmente superiores, que van a salvar al mundo
y llevar la justicia social a todos lados… porque aseguran tener la receta de
la salvación universal.
Una de las características más notorias de que estas
ideologías de izquierda no son democracias, y jamás lo serán, es que cuando
llegan al poder, su susceptibilidad a la crítica y su poca tolerancia por la
opinión de los demás, los llevan a asumir diversos tipos de censura,
prohibiciones a la libre expresión y a ejercer un control sobre lo que se dice
en la opinión pública, bien por medio policiales, judicialización del ejercicio
del periodismo o militarización de juicios en contra medios, con lo cual tratan
de crear un clima de terror, Venezuela y Cuba se destacan en estas prácticas
notablemente antidemocráticas.
En este iluso gobernar para hacer a sus pueblos felices,
iguales y sin carestías, se las apañan para destruir sus economías, desmontar
sus aparatos productivos, matar las libertades individuales, dividir a su gente
entre patriotas y traidores, quitándoles sus propiedades a sus dueños legítimos
para repartirlas a quienes nada tienen, criticando a sus vecinos que no creen
en lo que ellos y entrando en conflictos por tratar de imponer su visión del
mundo en la comunidad de naciones que los rodean.
Pero para llevar la revolución fuera de sus fronteras se
necesita de mucha fuerza, dinero y apoyo, el líder revolucionario anterior a
Maduro, Hugo Chávez, tuvo por un tiempo abundancia de recursos; cuando ese
señor murió, dejó en ruinas al país y delegó la tarea de continuar la
revolución bolivariana a Maduro, quien carece de fuerza, dinero y apoyo, por lo
que no ha tenido más remedio que admitir la necesidad de regresar a la senda
democrática que nuestro país tuvo en el siglo pasado.
Y he allí está el problema: quiere aparecer como un
demócrata y convertir al país en una democracia sólo en el discurso, sin tener
que ceder un ápice de su poder acumulado,
que no es político, y él lo sabe; Maduro sabe que la mayoría del país lo
detesta y lo hace responsable de las calamidades que se padecen a diario, no
solo porque dirige a un gobierno incapaz y sumamente ineficiente, absolutamente
corrupto y comprometido con los factores más indeseables ante el mundo
civilizado, sino porque su poder se basa en las armas, en la institución
militar, que sólo existe para hacer negocios con la cosa pública y muchas veces
con actividades ilegales.
Todos los venezolanos estamos claros en eso, Maduro sabe
que esa es la verdad; todo lo que dicen sus voceros y lo que anuncia en sus
discursos es retórica pura, que simula querer cambiar las cosas para que nada
cambie; necesita presentarse ante el mundo como un gobierno legítimo y no
puede, porque cada una de las elecciones que su gobierno ha hecho han sido
manipuladas y sus resultados, controlados por su partido, sólo han servido para
afianzar su poder a fuerza de fraudes. Eso lo sabe él y el mundo, porque
engaños tan gigantescos como unas elecciones nacionales no son fáciles de
ocultar, aun utilizando sistemas automatizados e invitando a los sospechosos
habituales, en calidad de bien pagados observadores internacionales, para que
constaten los resultados.
Pretende contar con una Asamblea Nacional toda a su
favor, incluso con aquellos curules ganados por una falsa oposición, creada a
su imagen y semejanza; procura continuar con un Poder Judicial independiente en
sus discursos y actos, pero sumiso y obediente a sus intereses; igual se mantiene
con todos los demás poderes… pero eso no le ha funcionado y el cúmulo de
sanciones contra su gobierno es de lo más elocuente, una declaración permanente
de que el mundo democrático y libre sabe que todo lo que hace es una pose.
El incremento de sanciones y el aislamiento en que se
encuentra Venezuela lo están afectando; siguen Cuba y Nicaragua sosteniendo una
importante perturbación en la región; se mantienen China, Rusia e Irán
agregando candela a la inestabilidad en el continente, con el claro propósito de
afectar los intereses de USA; la subida de volumen de las pésimas relaciones
con la Unión Europea, con el casi rompimiento de relaciones, acusa un
agravamiento de la situación general para el gobierno de Maduro, quien a pesar
de querer proporcionarle estabilidad a su gobierno, se las apaña para
incrementar la entropía y el caos.
El problema venezolano desde hace ya un tiempo viene
trabajando sobre la fórmula de unas posibles negociaciones entre la oposición
política venezolana, representada por unos partidos de supuesta vocación
democrática, con el gobierno de Maduro; sobre la mesa está la posibilidad de realizar
unas quiméricas elecciones democráticas libres y transparentes, que eliminen el
tapón que tiene aprisionado el flujo democrático del país y que llevarían,
entre otras cosas, a un levantamiento de las sanciones internacionales, una
regularización de las relaciones con el país y la apertura de canales para
nuevas inversiones y ayudas financieras.
El problema para Maduro es que no está solo en la
decisión de remover el tapón que impide que la democracia vuelva a Venezuela;
ya hay demasiados intereses involucrados de otros gobiernos y actores; no se
trata sólo de un problema interno de partidos políticos, de
militares-empresarios que temen perder sus inversiones y activos, de grupos del
crimen organizado y la subversión internacional, para los cuales Venezuela se
ha convertido en una conveniente base operacional muy activa y segura, una
cabeza de playa a escasas millas de los Estados Unidos y con reservas energéticas
de una importancia vital en la región, sobre todo en caso de un escenario de
guerra entre potencias.
Hay muchos intereses que desean que Venezuela siga en el
limbo en que vive, pues se ha convertido en una carta de negociación; es una
espina clavada en la seguridad norteamericana y europea que ha tenido
consecuencias, desde la intervención electoral para derrotar al presidente
Trump, pasando por la inestabilidad en Latinoamérica y el Caribe, hasta la toma
del poder de los socialistas en España.
El que no quiera ver las evidencias hace como la
avestruz, mete la cabeza en la tierra y no ve nada, pero Venezuela ha tenido
mucho más actuaciones y de un gran poder desestabilizador que Siria o
Afganistán y allí está, sin mayores problemas, burlándose de las sanciones y
tratando de engañar al mundo con unas negociaciones, quien haya inventado esa
fórmula de la negociación para nuestro país actuaba con mala voluntad y se hacía
parte de un encubrimiento muy peligroso.
Algo estaban tapando las cancillerías del mundo tratando
el caso venezolano como algo local, que se resolvía con políticas internas sin
admitir su letalidad para el mundo, porque Maduro es sólo la distracción, lo
grave y peligroso es lo que se está cocinando en la trastienda.
El tapón que impide el flujo democrático en Venezuela se
está convirtiendo en algo mucho más grande y obstructivo; nuestra situación no
se va a resolver simplemente con un cambio en las autoridades electorales, ni
con la participación de la oposición en unas mega-elecciones, el diseño de una
vía de paso a la democracia es más complicado que un simple apoyo a un
presidente interino fabricado a la carrera.
Quienes estén detrás de esta parodia distractora que es
Venezuela, están seguros de salirse con la suya, no ha ocurrido una reacción
importante excepto las sanciones, siguen con la idea de unas negociaciones
imposibles, mientras tanto las posiciones se realinean, las fuerzas contrarias
a la libertad y la democracia se hacen fuertes, haciendo creer que el problema
se encuentra en el Medio Oriente, cuando la verdad están permitiendo que el
cáncer se expanda en silencio, hasta que llegue el momento de la verdad. -
saulgodoy@gmail.com
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