The United Nations has adopted the Lovelock
concept of earth as Gaia, an interdependent set of components functioning
together in homeostasis. Gaia is sensitive to perturbations such as pollution,
changes in land use and, of course, war. Those concerned about the health and
vitality of the global ecosystem view current anthropogenic perturbations as
radical enough to seriously alter the natural and relatively benign balance of
life and climate.
Coronel Richard W. Fisher, USAFR, The Environment and
Military Strategy.
En la Constitución Nacional de 1999, el término de “territorio”
fue sustituido por el de “espacio geográfico”, justamente para abarcar las
diversas manifestaciones de hábitats que derivaban de los elementos
fundamentales, Tierra, Agua y Aire, y a este espacio geográfico se le unió, de
manera irrenunciable, el concepto de Soberanía, que nacía de la voluntad de los
habitantes que ocupaban y hacían vida en este espacio geográfico constituido
como Nación.
Sobre esta estructura se asienta la República de
Venezuela, que nació políticamente luego de ganar su independencia del entonces
Imperio Español, en 1811; desde sus comienzos, una de las funciones
primordiales de las Fuerzas Armadas, fue proteger la integridad de ese espacio
geográfico, pero por circunstancias que voy a explicar, se ha hecho muy difícil
que la institución le preste este servicio a la nación, diría, es casi
imposible que lo haga dada las actuales circunstancias.
Debemos empezar por decir que, lamentablemente, se
conjugaron dos corrientes de pensamiento terriblemente dañinas para la integridad
territorial en Venezuela; por un lado, la supuesta ideología socialista del
siglo XXI, que en materia ambiental contiene un caudal retórico y de propaganda
que habla mucho pero hace poco sobre el ambiente sustentable, que se erige como
salvador del mundo, pero se solaza en destruirlo… de hecho, hace lo contrario
de lo que dice, justificando de manera grotesca crímenes y violaciones sin
precedentes a la conservación del hábitat, tanto para humanos como para otras
especies.
La otra gran excusa de esta ideología de oropel es la
prédica de que actúan bajo un pensamiento doctrinario bolivariano, que, de
nuevo supuestamente, deviene del legado político y humanista del héroe y padre
de la patria Simón Bolívar, sobre todo en materia de la necesidad de tener un
gobierno fuerte, autoritario, que en el ambiente militar ha servido de tapadera
para la aplicación de políticas de control poblacional, agresión a países
vecinos y actuaciones contrarias al interés nacional.
El ambiente o, en su defecto, los espacios geográficos,
donde se asienta la vida biológica y los diferentes elementos naturales de la geografía
que conforman el país físico, se han revalorizado en términos de hábitats que
hacen posible la vida, y el legislador así lo ha transmitido en términos que
superan la simple protección de los recursos naturales como parte de los
recursos económicos.
Así lo leemos en el Capítulo IX, De los Derechos
Ambientales, que se encuentra en nuestra Constitución Nacional, en su Artículo
127:
Es
un derecho y un deber de cada generación proteger y mantener el ambiente en
beneficio de sí misma y del mundo futuro. Toda persona tiene derecho individual
y colectivamente a disfrutar de una vida y de un ambiente seguro, sano y
ecológicamente equilibrado. El Estado protegerá el ambiente, la diversidad
biológica, los recursos genéticos, los procesos ecológicos, los parques
nacionales y monumentos naturales y demás áreas de especial importancia
ecológica… Es una obligación fundamental del Estado, con la activa
participación de la sociedad, garantizar que la población se desenvuelva en un
ambiente libre de contaminación, en donde el aire, el agua, los suelos, las
costas, el clima, la capa de ozono, las especies vivas, sean especialmente
protegidos, de conformidad con la ley.
Es claro que Venezuela atraviesa por una crisis ambiental
profunda producida no por factores exógenos o globales, como podrían ser los
problemas climáticos, pandemias o guerras, sino por la acción directa del
Estado en sus actividades como empresario (productor petrolero, explotador
minero, promotor turístico, operador de transporte, etc.), como generador de
políticas públicas (combate de enfermedades infecciosas endógenas, de usos de
la tierra, como administrador de áreas naturales protegidas, como agente en
contra de actividades contaminantes y que generan desechos tóxicos, etc.), como
promotor de inversiones y de actividades económicas (fábricas de armamentos,
desarrollos en áreas ecológicamente frágiles, actividades económicas
contaminantes, sobrexplotación de recursos como la pesca y forestales).
Solamente, en su capacidad de principal autoridad en el
ordenamiento territorial, el estado promueve prácticas de destrucción de
cuencas hidrográficas, al permitir desarrollos urbanos no consolidados en áreas
de gran inestabilidad, la agricultura (conucos) en espacios naturales, la
deforestación indiscriminada e ilegal en áreas verdes protegidas… y toda esa
actividad en contra del ambiente se hizo eliminando de un plumazo el que fue el
órgano rector del ambiente en el país, el desmantelamiento del otrora
Ministerio del Ambiente y su sustitución por el inoperante Ministerio del
Ecosocialismo; eso ha significado prácticamente una guerra del estado contra la
integridad de nuestro espacio geográfico, en detrimento y en un claro desacato
de nuestra Constitución que en su Capítulo 1, Del Territorio y demás espacios
geográficos, en su artículo 11, declara:
La soberanía plena de la República
se ejerce en los espacios continental e insular, lacustre y fluvial, mar
territorial, áreas marinas interiores, históricas y vitales… el suelo y
subsuelo de éstos; el espacio aéreo continental, insular y marítimo y los
recursos que en ellos se encuentran, incluidos los genéticos, los de las
especies migratorias, sus productos derivados y los componentes intangibles que
por causas naturales allí se hallen… y, además, las islas, islotes, cayos y
bancos situados o que emerjan dentro del mar territorial, en el que cubre la
plataforma continental o dentro de los límites de la zona económica exclusiva.
Sobre los espacios acuáticos constituidos por la zona marítima contigua, la plataforma
continental y la zona económica exclusiva, la República ejerce derechos
exclusivos de soberanía y jurisdicción en los términos, extensión y condiciones
que determinen el derecho internacional público y la ley.
Pero para que no tengamos problemas con los términos, el
concepto de soberanía está claramente planteado en la misma Constitución,
antecedido por una clara descripción del Estado que propugna… “como valores superiores de su ordenamiento
jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la
solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y, en general, la
preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político.”
Los cinco primeros artículos de la Constitución nos
definen de manera clara como “un Estado
federal descentralizado en los términos consagrados en esta Constitución, y se
rige por los principios de integridad territorial, cooperación, solidaridad,
concurrencia y corresponsabilidad”, en el que la Soberanía reside
intransferiblemente en el pueblo, quien la ejerce directamente en la forma
prevista en esta Constitución.
Lo que significa que todos los ciudadanos somos
responsables de que los fines del Estado se realicen de acuerdo a lo pactado en
la Constitución; y si vemos que por alguna razón el estado no cumple, viola o
se desliga de su responsabilidad como ente rector de la vida pública, podamos,
como parte del pueblo soberano, reclamarle actuaciones reñidas con el contrato
social.
Aparecen los
militares en el escenario.
De esta manera llegamos al
sujeto central de mi exposición, que son los militares y sus actuaciones en
materia ambiental. Este preámbulo fue necesario, ya que la institución militar
últimamente está utilizando sus tribunales y su fuero para acusar y procesar a
ciudadanos que critican sus actuaciones, muchas de ellas reñidas con la ley y
los principios constitucionales, en peligrosas maniobras que atentan en contra
de la democracia y la libertad en Venezuela, pero principalmente contra el
ambiente.
En el Título VII, De la Seguridad
de la Nación, Capítulo III, De la Fuerza Armada Nacional
Artículo 328, reza lo
siguiente:
La
Fuerza Armada Nacional constituye una institución esencialmente profesional,
sin militancia política, organizada por el Estado para garantizar la independencia
y soberanía de la Nación y asegurar la
integridad del espacio geográfico, mediante la defensa militar, la
cooperación en el mantenimiento del orden interno y la participación activa en
el desarrollo nacional, de acuerdo con esta Constitución y con la ley. En el
cumplimiento de sus funciones, está al servicio exclusivo de la Nación y en
ningún caso al de persona o parcialidad política alguna. Sus pilares
fundamentales son la disciplina, la obediencia y la subordinación. La Fuerza
Armada Nacional está integrada por el Ejército, la Armada, la Aviación y la
Guardia Nacional, que funcionan de manera integral dentro del marco de su
competencia para el cumplimiento de su misión…
Antes de que el “Socialismo del Siglo XXI” llegara al
poder, las FFAA jugaban un destacado papel en la protección ambiental; sus
dependencias y funcionarios velaban por que se cumplieran las normas de
protección a la naturaleza por parte de distintos proyectos de desarrollo e
inversiones; en coordinación con el Ministerio del Ambiente, se desplegaban a
nivel nacional para constatar el cumplimiento de las normas, principalmente en
el requisito exigido de estudios de impacto ambiental, para lo cual fueron
debidamente entrenados varias cohortes de peritos que se destacaron por su
profesionalidad.
Sus diferentes componentes eran entrenados para prevenir
accidentes, detectar emergencias, combatir desastres y ayudar en la
recuperación de accidentes ambientales, sobre todo en las actividades de la industria
petrolera y las mineras; todavía, uno de sus componentes, la Guardia Nacional,
es garante de las actividades de Guardería Ambiental en nuestras áreas verdes y
protegidas.
Su continua labor de patrullaje y vigilancia, de soporte
a los funcionarios del Ministerio del Ambiente en sus tareas de inspección y
monitoreo de desarrollos y proyectos, convirtieron a la institución en un
órgano efectivo y respetado en casos de derrames petroleros, incendios
industriales, contaminación por substancias tóxicas, polución atmosférica,
ruidos molestos y un gran etc.
Su presencia era importante en los programas sanitarios
para atender programas de vacunación y control de plagas y epidemias; no era
extraño verlos como auxiliares en el combate de incendios forestales; los
Guardacostas y la Marina eran fundamentales para la vigilancia del buen estado
de nuestras costas; eran los primeros en responder en caso de derrames de
petróleo y eran fundamentales como soporte de las comunidades en los
territorios insulares; fueron muy efectivos en el control de la caza ilegal, la
explotación ilícita de nuestros bosques y la protección de nuestros humedales,
las invasiones de parques nacionales y monumentos naturales; su labor era vital
en el control del contrabando de extracción de minerales preciosos y especies
exóticas de fauna y flora.
A partir del cambio de milenio toda esta actividad se
frenó en seco, y empezó un rápido descenso en cuanto a la presencia militar en
actividades de protección ambiental; pero la situación no paró allí, sino que
empezó un proceso degenerativo de la institución militar, involucrándose en
actividades contra el ambiente, esto debido principalmente por cambios en la
doctrina militar y permitir que las FFAA se convirtieran en supuestos actores
empresariales en las más variadas actividades no militares, especialmente en la
actividad minera.
Entre las empresas más destacadas (de una veintena de
ellas) figuran la Agropecuaria de la Fuerza Armada Nacional (Agrofan), el Banco
de la Fuerza Armada (Banfan), la Empresa de Sistemas de Comunicaciones de la Fuerza
Armada Nacional (Emcofan); la Compañía Anónima Militar de Industrias Minera,
Petrolífera y de Gas (Camimpeg), el Complejo Industrial Tiuna, la Empresa
Militar de Transporte de la Fuerza Armada Nacional (Emiltra), el Complejo Industrial Tiuna, hay empresas de
seguro, de fabricación de municiones, todo este conglomerado se destaca por su
opacidad y funcionamiento fuera del escrutinio público, ni siquiera tener
control institucional por parte de los otros poderes públicos, por lo que, en la
realidad, se comportan como carteles y no como empresas. Las normas que las
crearon, en su calidad de empresas de las fuerzas armadas, les confieren una
serie de privilegios, no las limita en su acción, no las obliga a rendir
cuentas, prácticamente las ponen por encima de la ley.
Se arma la trampa.
Pero la situación tuvo su punto culminante cuando Nicolás
Maduro, en febrero del 2016, creó la Zona de Desarrollo Estratégico Nacional
Arco Minero del Orinoco (AMO), a través del decreto presidencial n.° 2248,
publicado en la Gaceta Oficial n.° 40855.
De esta forma, la FANB pasa a involucrarse directamente
en actividades mercantiles del Estado, lo cual compromete una de sus funciones
fundamentales, como es la protección del patrimonio y tesoro público. No hacía
falta quebrarse la cabeza para darse cuenta de que militares armados, sin
control social alguno y revestidos de autoridad, y compitiendo de manera
monopólica en los mercados, no serían los jugadores más probos en tareas empresariales.
Pero, como si se necesitara empeorar las cosas, bajo el
presunto justificativo de proteger a los pobladores y salvaguardar los recursos
de la Nación que subyacen en las áreas ricas en minerales preciosos y
estratégicos, además de “poner orden” en la actividad minera, el 8 de marzo de
2016 el presidente de la república, Nicolás Maduro, anunció la creación de una
“Zona Militar especial”.
¿Por qué el interés de desarrollar a como diera lugar
esta importante región enclavada en lo profundo de la selva al sur del Orinoco?
Pues las cifras que manejaron los planificadores del chavismo es que en esta
área de 111.843 Km2, hay aproximadamente unas 7000 toneladas de reservas de
oro, cobre, diamante, coltán, hierro, bauxita, tierras raras y otros minerales,
con un valor estimado de… agárrense de la silla, Dos Trillones de Dólares, que
se dicen fácil, pero la cantidad de ceros que se necesitarían pasaría a la otra
página.
Quiero detenerme aquí para analizar con ustedes las
implicaciones de lo que Maduro y el Ministro de la Defensa estaban instaurando
en contra del sentido común, desconociendo la Constitución y las leyes del país
y desterrando cualquier vestigio de sensatez en lo que sería el papel que
jugarían las FFAA en la disolución de la nación, porque, a partir de estos
movimientos administrativos y supuestamente legales, la preservación del
espacio geográfico nacional sería anulado de manera definitiva del horizonte de
tareas de las FFAA.
De un plumazo, trocaron a las fuerzas armadas nacionales,
de ser los protectores del ambiente en agresivos garimpeiros, con carta blanca
para destruir nuestro acervo natural y con el poder de negarse a rendir cuentas,
impedir el flujo de información (un blackout
total no sólo de información, sino también de tránsito por la región afectada),
con poderes de censura, con la capacidad de detener para averiguaciones y
procesamiento en la justicia militar a quienes perjudiquen esta actividad
ilícita, y de ese modo anular a cualquiera que se opusiera a ese saqueo de las
riquezas minerales de nuestras selvas, desterrando cualquier intento de
soberanía nacional en el Arco Minero.
Tengo delante de mí cualquier cantidad de estudios,
pronunciamientos, investigaciones, muchos de carácter internacional, que denuncian
el enorme desorden, los crímenes y la violación masiva de derechos humanos al
sur del Orinoco, que suceden, han sucedido y probablemente continúen sucediendo
si no se detiene este desastre ecológico y humano en nuestro país.
Todos estos documentos son públicos, se consiguen por
internet e incluyen sendos informes de La Academia de Ciencias Físicas,
Matemáticas y Naturales, la Sociedad Venezolana de Ecología, la Asociación de
Arqueólogas y Arqueólogos de Venezuela (AAAV), la Asamblea Nacional de
Venezuela y la ONG Programa Venezolano de Educación Acción en Derechos Humanos
(PROVEA), el Informe sobre la situación de derechos humanos en el arco minero y
el territorio venezolano ubicado al sur del río Orinoco del Centro Para La
Reflexión y Acción Social (CERLAS), el Informe de la Alta Comisionada de las
Naciones Unidas para los Derechos Humanos, el Informe de PROVITA sobre
deforestación de nuestra amazonia, el reporte presentado a IUCN y UNESCO sobre Situación
Actual de la Minería Aurífera en el Parque Nacional Canaima: Sitio de Patrimonio
Mundial en Venezuela. SOS Orinoco, entre los más destacados; pero los
documentos siguen amontonándose, así como la preocupación mundial sobre lo que
en estos momentos está sucediendo en el Arco Minero.
De lo que no se dieron cuenta, Maduro y el General
Padrino López, era que la intervención minera en la amazonia venezolana iba a
ser de tal magnitud, y el desastre ecológico de tal tenor, que iban a poner en
alerta roja a los organismos mundiales sobre cambio climático; las cicatrices
abiertas en la tierra para sacar el oro y demás minerales estaban afectando una
enorme región, la deforestación se calcula casi en el millón de hectáreas de
bosques vírgenes, la red de vigilancia mundial sobre el Amazonas, entre las que
se cuentan la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada
(RAISG), InfoAmazonía y otras, que
emplean un importante número de sensores remotos y de observación satelital, están
siguiendo al detalle el avance de la destrucción coordinada por el Alto Mando
Militar Venezolano, y son sujetos de graves señalamientos, se mencionan entre
los principales que están cambiando el clima mundial, afectando de manera
importante y quizás irreversible, la zona intertropical, donde se producen los
principales intercambios de calor y humedad sobre la selva amazónica y aguas
del Atlántico.
Campea la avaricia y la ambición por el oro manchado de
sangre, del que apenas un pequeñísimo porcentaje es ingresado al Banco Central
de Venezuela, para justificar el caos desatado sobre el sur del país, porque el
grueso de ese dinero va a parar a cuentas personales de los involucrados y de
las mafias de extracción, incluyendo a la guerrilla colombiana, a los gobiernos
de Rusia, Turquía, China y Cuba, a algunos países árabes, que compran ese oro
sanguinolento, y a una red internacional de contrabando que se extiende por el
Caribe y llega a las principales ciudades europeas, donde ese oro se transforma
y legitima en reservas de los grandes bancos.
Las marcas en el
rostro que no se pueden borrar.
Tampoco contaron esos malhechores con la valentía y el
trabajo incansable de una red nacional e internacional de ONG´s ambientalistas
y de derechos humanos, que han registrado con preciso detalle la galería de
horrores que ahora se destapa en sendos informes de la Alta Comisionada de las
Naciones Unidas para los Derechos Humanos, la Sra. Michelle Bachelet, que
menciona masacres, etnocidios de indígenas, explotación de niños y mujeres,
regímenes de esclavitud, mutilaciones y ajusticiamientos sumarios,
envenenamiento de tierras y aguas con elementos tóxicos mortales para la vida,
bandas criminales que controlan extensos territorios, donde la destrucción del
ambiente y el exterminio de especies vivas es el día a día, un ecocidio que,
sin duda, está convirtiéndose en el peor en la historia de América.
Conservo los papeles del Teniente Coronel Hugo Chávez,
que salieron publicados y con gran fanfarria fueron discutidos, que tratan
sobre el llamado Motor Minero, parte fundamental de aquella Agenda Económica
Bolivariana, llena de burda propaganda marxista y revolucionaria en la que se
gestó este ecocidio; y nunca entenderé como nuestras FFAA se dejaron engatusar
con este caramelo envenenado y que hoy ha destruido el prestigio que alguna vez
gozó como institución nacional.
Y es que en el momento de iniciar este tránsito diabólico
de una institucional servicio de la seguridad y la paz del país, revertirla a
la de una mafia internacional, era romper con una idea que no admitía
contradicciones, nadie puede ser jefe de la policía y al mismo tiempo jefe de
los ladrones, que es lo que trató de vendernos Chávez con su retórica de
socialista descerebrado, que incluía el concepto imposible de una “minería
ecológica”, argumento que el país nacional jamás compró ni apoyó.
Los militares deben estar conscientes que el modelo de
explotación salvaje de la amazonia venezolana no lleva a ningún lado sino a la
autodestrucción o a la confrontación con el orden internacional, ambas vías
conducen al colapso de la institución, mi recomendación es que de inmediato se
despeguen del proyecto, renuncien a administrar la destrucción del país y
aprovechen que están adentro para “limpiar” a los que se están enriqueciendo
con tanto sufrimiento, muerte y destrucción.
Tenemos ahora esta inmensa tragedia que se ha convertido
en nuestro principal problema de seguridad, y que amenaza con arrastrarnos a un
conflicto de mayores consecuencias, esto, si no tomamos cartas en el asunto y
con ayuda de la comunidad internacional, detenemos este peligro planetario, y
lo digo con toda propiedad, están en juego selvas productoras de oxígeno, el
reservorio de agua potable más grande del mundo, uno de los motores climáticos
del orbe donde se realizan importantes intercambios y transformaciones de
gases, temperaturas y movimientos eólicos, y una de las reservas de
biodiversidad que todavía quedan en el planeta.
Las FFAA tienen que ser rescatadas de su caída, ella
misma tiene que depurarse y luego, con la ayuda de la sociedad civil,
refundarse para que pueda retomar el cauce institucional, para que una vez
estabilizada, y apegada al estado de derecho, pueda resumir su papel con todos
los demás venezolanos decentes que quieren un futuro distinto.
Porque no hay nada que negociar con esta banda de facinerosos, el primer punto de la agenda para la rendición absoluta e incondicionada del chavismo, tiene que ser detener este ecocidio de inmediato, de ello depende la salud de nuestra única y agonizante Gaia. - saulgodoy@gmail.com
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