jueves, 4 de noviembre de 2021

La increíble idea de Julian Jaynes

 



 

Un hombre separado de sus dioses, es como un niño que le quitan a su madre, tiene que aprender del mundo con miedo y temblando.

 Julian Jaynes, The origin of consciousness in the breakdown of the bicameral mind, 1976

 Cuando encuentro un autor y una idea nueva que me mueven el piso, y me hacen revisar los conceptos que hasta ese momento tenía como ciertos, soy un hombre feliz, pues siento que estoy ascendiendo por la escalera al cielo del conocimiento y la sabiduría, muy probablemente el viaje sea rudo y lleno de incertidumbre, pero el resultado es absolutamente gratificante, cambia mi visión del mundo y siento que cambio con ella (me refiero a mi yo subjetivo, ese que mora en mi espacio interior y que domina sobre mis otras manifestaciones de voluntad e identidad).

Me sucedió recientemente con Julian Jaynes (1920- 1997), un psicólogo norteamericano, estudiante en Harvard, doctor de la Universidad de Yale, investigador del comportamiento animal en la Universidad de Princeton y uno de los más eminentes teóricos sobre el espinoso tema de la consciencia; Jaynes escribió un libro publicado en 1976 titulado, “El origen de la consciencia en el desmontaje de la mente bicameral”, un título por demás poco llamativo, mas bien soso, y que contenía una de las ideas más revolucionarias sobre la naturaleza de la mente humana.

Cuando salió el trabajo tuvo su revuelo, y Jaynes gozó de sus cinco minutos de fama, principalmente dentro del mundo académico, sus colegas leyeron con asombro el resultado de sus investigaciones y respiraron aliviados pues su teoría, con la tecnología existente en aquel momento, no se podía probar; la neurobiología estaba en pañales y los estudios a profundidad sobre el cerebro humano apenas estaban iniciándose, no estaban disponibles las herramientas computacionales necesarias ni las tecnologías de imágenes, sensores, nanotecnología, resonancia magnética y toda una serie de instrumentos que podían medir a nivel cuántico, los campos débiles de energía electromagnética que operan, a escala molecular en nuestras neuronas.

Pero el salto que dio la tecnología en estos últimos cuarenta años, permitió comprobar que Jaynes era un genio, y todo apunta que sus teorías sobre la naturaleza de la consciencia, estaban jugando y ganando sobre la mesa, incluyendo las favoritas, las tesis evolucionistas y que ligaba la aparición de la consciencia al desarrollo del sistema nervioso por medio de cambios genéticos.

Pero, ¿Qué era lo que decía Jaynes? Bueno, síganme y exploremos poco a poco este intrincado camino. Según nuestro estimado Julian Jaynes, algo sucedió hace unos tres mil años, algo muy importante, que le permitió al hombre tener una vida interna, un pensamiento propio, una zona privada donde podía conversar consigo mismo, separándose del tumulto y sabiéndose distinto y aparte del mundo; fue la creación de un espacio y de un interlocutor propio.

De acuerdo a su visión, el hombre primitivo operaba con una mente bicameral, con un cerebro escindido en el hemisferio derecho, que desarrolla las funciones analíticas, escanea el mundo y lo reporta al hemisferio izquierdo,  que es la sede del lenguaje, esta operación entre ambos hemisferios, resultaban en voces y alucinaciones, en apariciones e inspiraciones que supuestamente venían de los dioses.

El hombre primitivo actuaba en situaciones de crisis (que eran comunes) porque los espíritus estaban en constante comunicación y le decían que hacer, pero no era otra cosa que el cerebro derecho, que es mudo, sin capacidad de verbalizar, diciéndole al izquierdo lo que tenía que hacer, y el cerebro izquierdo, que sí tiene la capacidad del habla, verbalizaba estos mensajes creando estos entes fantásticos, alucinaciones auditivas, visuales, en la forma de entes etéreos, apariciones del más allá, que lo rodeaban y estaban constantemente aconsejándole.

Esta confusión de funciones del cerebro en sus dos hemisferios, lo han venido estudiando los etólogos en otras especies animales, la llaman laterización, que no es otra cosa que la especialización de tareas de ambos hemisferios.

Pero ya para el siglo primero después de la muerte de Cristo, la vida en el mundo, había cambiado de manera radical, de una vida rural, sencilla pero brutal, altamente jerarquizada y normada, con una muy fuerte sujeción de la tribu a la figura autoritaria del jefe o patriarca, el hombre primitivo pudo sobrevivir en medio de las adversidades.

Pero la sociedad humana se había complejizado, era mucho más urbana, especializada, y el número de personas había aumentado, lo que según Jaynes, incrementó su capacidad verbal, la interrelación social y la densidad de los intercambios simbólicos escalaron significativamente, lo que hizo innecesario la intermediación del hemisferio derecho sobre el izquierdo, y a medida que se iba apagando esa separación entre las dos cámaras del cerebro, el hombre se hizo menos crédulo, las religiones empezaron a decaer, los dioses a enmudecer, y empezaron las personas a ser más asertivas, seguras de sí mismas, con una vida interior que antes no tenían, y empezaron los problemas graves de desconocimiento de las figuras de autoridad.

¿Cómo sabía Jaynes estas cosas? Pues tuvo que estudiar los únicos testimonios que tenía a mano de la vida en la antigüedad, por medio de sus textos, obras literarias y demás documentos que ilustraban la cotidianidad del hombre primitivo; hizo una inmersión en las civilizaciones antiguas, Mesopotamia, Egipto, Grecia, China… estudió los textos con el propósito de descubrir si aquella gente tenía algún tipo de vida interior, si eran autónomas en sus decisiones, si había algún vestigio de vida subjetiva, y no encontró nada.

Todo lo que el hombre antiguo hacía era porque los dioses o sus antepasados se le aparecían y les guiaban en sus acciones, de allí la gran cantidad de profetas, magos, oráculos, sacerdotisas, chamanes, pitonisas, que pululaban en aquel mundo caracterizado como “realismo mágico”, según E. Havelock la consciencia moderna fue precedida por “un estado poético de la mente”.

En sus conclusiones sobre la obra homérica, La Ilíada y la Odisea, Jaynes descubre una importante diferencia, entre ambas obras hay un espacio de tiempo importante, donde se da este cambio profundo en la estructura mental del hombre; en La Ilíada, desde que el ejército invasor de los griegos se baja de sus barcos en la playa frente a la orgullosa Troya, los dioses no paran de hablarles y decirles que hacer, si los dioses se hubieran callado, ni Aquiles ni Héctor se hubieran movido de sus habitaciones; pero en La Odisea, escrita muchos años después, se producen unos cambios notorios, los protagonistas ya tienen cierta independencia y discurso propio, ya son conscientes de algunos de sus actos.

Esta misma situación se dan en casi los textos sagrados de la antigüedad, en los textos babilónicos, en los pergaminos chinos, la Biblia no escapa de este cambio, en el Antiguo Testamento estas voces que aparecen de pronto de la nada con las decisiones claves, estas inspiraciones repentinas que resuelven un dilema y que tienen forma de ángeles susurrando las soluciones a sus protegidos, o zarzas ardiendo en la montaña, que eran manifestaciones comunes, van a ir despareciendo.

La psiquiatría clínica actual comprende las alucinaciones, el escuchar voces, ver apariciones divinas y algunas posesiones de la persona por algún ente extraño, como aspectos de una esquizofrenia actuante, o ataques epilépticos, o estados bajo hipnosis, que según Jaynes y otros especialistas, era normal en las sociedades primitivas; cuando existía el cerebro bicameral todos estaban un poco locos en términos modernos, pero era una manera de ser que servía para sobrevivir.

La psicología anómala, aquella que se aparta de los causes racionales y formales, está llena de fenómenos que pudieron ser comunes en la vida cotidiana del hombre primitivo, estados hipnóticos individuales y colectivos, posesiones espirituales, escritura automática, estados frenéticos de éxtasis o de pánico colectivos, hablar en lenguas desconocidas, eran comportamientos que se ajustaban a una forma de vida ruda y violenta, muchas de las situaciones que confrontaba el hombre primitivo no tenían explicación pues no existía la comprensión necesaria del mundo, y estos comportamientos eran maneras de lidiar con situaciones extremas.

Es oportuno hacer notar que según esta teoría de Jaynes, no necesita de órganos evolucionados o de sistemas biológicos especializados por la genética, requiere simplemente del contínuo desarrollo del lenguaje, de la capacidad humana de describir el mundo, principalmente por medio de metáforas, Jaynes le otorga una gran importancia a esta capacidad de construir parecidos, de utilizar ejemplos de otros campos y temas para ilustrar una circunstancia particular, sobre todo el uso de metáforas visuales para explicar procesos mentales (“Puedo ver claramente la solución al problema”).

A medida que el mundo social se hizo más complejo, el ser humano tuvo que perfeccionar su capacidad de comunicación para ser más efectivo, y el recurso del cerebro bicameral dejó de ser útil, ahora el cerebro izquierdo, locuaz y figurativo, le prestaba su voz al cerebro derecho, mudo y calculador, sin necesidad de intermediarios, y en ese proceso nació la consciencia.

Pero aquí debemos ser igualmente cuidadosos ya que Jaynes conceptualiza la consciencia en términos muy específicos, y mucha gente se confunde creyendo que personifica al hombre primitivo prácticamente como si fuera un zombi, un ser embrutecido sin voluntad ni iniciativa propia; de acuerdo a Jaynes antes del desarrollo de la consciencia el hombre podía comunicarse, aprender, organizarse, resolver problemas, pero lo hacía sin introspección.

Los neurólogos tienen a la conciencia como un estado despierto y alerta, estar consciente no es estar anestesiado, comatoso o sin sentido, todo lo contrario, es estar atento a sí mismo, algunos psicólogos del comportamiento resolvieron el problema simplemente ignorándolo. Quien está consciente puede mantener un dialogo interno consigo mismo, está igualmente facultado en experimentar el transcurso del tiempo de manera linear, se reconoce como protagonista y responsable de sus actos.

La consciencia es como el rayo de luz de una linterna en un cuarto oscuro, donde esa linterna se enfoque las formas de los objetos parecerán con cierta claridad para el observador, pero no porque exista esa linterna significa que todo el cuarto estará iluminado y en foco, la luz solo aparecerá sobre lo que queramos detallar y llame nuestra atención.

El hombre no puede estar consciente de todo, todo el tiempo, de hecho, el estado consciente es esporádico y solo para ciertos momentos que requieren la atención, bien sea por una crisis, un hecho inesperado, o algo que requiera nuestro reconocimiento, la mayoría del tiempo andamos en “piloto automático”, lo que hacemos lo hacemos bajo una rutina, actividades diarias que hemos aprendido a manejar y que ya están programadas, como manejar a nuestra oficina, hacer ejercicio,  preparar una comida en la cocina, lo hacemos prestándoles la mínima atención, y lo hacemos bien, incluso tocar una pieza musical en el piano lo hacemos sin mucha consciencia, no fue lo mismo cuando tuvimos que aprenderla, que sí teníamos los cinco sentidos en lo que hacíamos, pero una vez dominada, la tocamos de memoria y sin mucho esfuerzo.

Los más destacados filósofos de la mente, los grandes neurobiólogos como son Daniel Dennett, Patricia S. Churchland, o Antonio Damasio, por nombrar a tres de ellos, consideran la hipótesis de Jaynes como arriesgada, aunque no dejan de considerar ciertas posibilidades en la concreción de algunas de sus propuestas.

No deja de asombrar el enorme esfuerzo intelectual que tuvo que hacer Jaynes en su tiempo, para desarrollar una hipótesis que apenas hoy está siendo probada en los laboratorios y centros de investigación especializados, recurriendo a un número de disciplinas tan disímiles como son la neurociencia, la lingüística, la arqueología, la historia, la religión, el comportamiento animal y los textos de literatura antigua, Jaynes logró ensamblar una espectacular teoría sobre la consciencia; sus ideas, una vez que sean probadas, van a implicar profundas revisiones en la historia y en muchas de las convicciones que hoy parecieran tener una vigencia incuestionable.   -   saulgodoy@gmail.com

 

 

 

 

 

 

 

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