Quien es movido por
el miedo evita lo desagradable, reniega de lo real y se pierde lo posible. El
miedo vuelve a los hombres dependientes de seductores, de mentores y de
jugadores. El miedo conduce a la tiranía de la mayoría, porque todos se suman
por oportunismo a lo que hacen los demás. El miedo posibilita jugar con las
masas que callan, porque nadie se atreve a alzar la voz, y puede acarrear una
aterrorizada confusión de la sociedad entera una vez que salta la chispa.
Heinz Bude, La Sociedad del Miedo
Para entender el proceso histórico de los medios de comunicación en Venezuela hay que establecer el momento en que estos, se convirtieron en una de las fuente principales del poder político, y esto ocurre casi que desde llegada de la imprenta en Venezuela traída por ese gran conspirador que fue Francisco de Miranda, se empezaron por panfletos y proclamas, muy pronto fueron libros y folletines, para cuando Antonio Leocadio Guzmán y Tomas Lander fundaban en 1840 el periódico El Venezolano para hacerle oposición a los gobiernos de Páez y Soublette, el periodismo era ya un arma de destrucción masiva de personalidades, ideologías y políticas públicas en el país, y una plataforma necesaria de promoción para quienes aspiraban el poder político en nuestro país.
La publicidad llegó después en cantidades necesarias para
convertir a una publicación en una empresa rentable, y posteriormente en una
exitosa industria editorial, en la que el diario El Universal fue
indudablemente la abanderada.
Política y negocios fueron una carnada muy tentadora para
un sinnúmero de empresarios que a medida que las nuevos medios tecnológicos
como la radio y la televisión, fueron abriendo mercados, se establecieron
importantes corporaciones de comunicaciones en el sector privado que conjuntamente
con el sector público de las comunicaciones, fueron creciendo y enraizándose de
manera simbiótica en la cultura del país.
El sector comercial tenía la gran ventaja de ir
adaptándose más rápido a las nuevas tendencias mundiales en las comunicaciones
de masas que el sector público, que era más lento y sujeto a las obligaciones
propias de un estado como la función educativa, de propaganda oficial, de actos
de gobierno, su programación estaba limitada por su corte nacionalista y
oficioso a los asuntos propios de un servidor público, en cambio las
comunicaciones en manos de privados captaban una mayor audiencia y público
porque su contenido ofrecía una mayor variedad y agilidad en cuanto a
esparcimiento, información, y novedades, su programación era mucho más frívola
y con el único fin de incrementar su audiencia o público, que a su vez les
garantizaban patrocinantes y clientes para sus espacios, ofreciendo una
programación popular y para gustos
variados.
Pero el sector público tenía una enorme ventaja, y fue
desde el principio, su papel rector y regulador de la actividad de los medios
privados, esto porque o bien los medios de transmisión eran bienes públicos (el
éter para las ondas radioeléctricas) o porque el contenido podía ir en contra
de los interés del país (del gobierno) en cuanto publicar información que
pudiera dañar la paz pública, la salud y las buenas costumbres; y de esta
función reguladora surgieron actividades de censura, control de contenidos,
expedición de licencias para operar, permisos de transmisiones, de asignaciones
de frecuencias, procesos judiciales por difamación e injuria, derechos de
réplica, imposición de multas y cierres, espacios permitidos de publicidad, y
un largo etcétera.
Era un control que se ejercía para evitar, en principio,
riesgos y amenazas a la tranquilidad social, a que intereses foráneos se
hicieran dueños de medios y con ello influenciar a la opinión pública, o se mal
pusiera a gobiernos y funcionarios frente al pueblo, creando climas de
revueltas y revoluciones, de modo que había un delicado equilibrio entre
libertad de opinión y lo que era “políticamente correcto” para un gobierno de
turno.
Esta fue una relación compleja que generaba no solo
grandes recursos económicos, sino que también, dependiendo de las convicciones
de los gobiernos el poder en cuanto a la libertad de expresión y del
pensamiento, libertad de información y conveniencia política, podían producir
serios problemas existenciales entre empresarios de las comunicaciones, el
gobierno de turno y los partidos políticos.
Para los partidos políticos los medios son vitales para
divulgación de sus programas, ideologías y candidatos, es muy común la
tentación de los dueños de los medios en cultivar y favorecer a ciertos
candidatos para ayudarlos a alcanzar sus metas y tener acceso al poder, que se
traducirían en mejores condiciones, mayor alcance y penetración, y por
supuesto, oportunidades de negocios.
El papel de los medios de comunicación como “cuarto
poder”, que supuestamente debía controlar a los otros tres poderes
tradicionales, no es tarea para gente voluble y de piel delicada, entre otras
cosas porque los medios deben incluso transmitir opiniones que critiquen a los
propios medios de comunicación, pero hay otras complicaciones aparte de esta
contradicción entre el papel de empresario y el de vigilante de las libertades
que vamos a explicar a continuación.
El filósofo alemán Peter Sloterdjik en su obra Esferas (en tres tomos, 2003) nos
explica la densa trama de la comunicación humana y el papel que juegan los
medios en esta actividad, es una obra difícil de asir, de modo que voy a
utilizar a un experto en la obra de Sloterdjik, el profesor la Universidad
Complutense de Madrid, Adolfo Sánchez Rocca para que nos destaque la esencia
del pensamiento del teutón que va más o menos de la siguiente manera:
El
individualismo cerebral ignoraría que un cerebro sólo se constituye en su ejercicio,
es decir en juego conjunto con un segundo, y más allá de ello con un conjunto
mayor de cerebros, es ello lo que despierta a cierta capacidad funcional, operativa.
Los cerebros son medios de lo que otros cerebros hacen y han hecho. Un cerebro
es en actividad con otras inteligencias, de modo que no es sujeto, sino medio y
círculo de resonancias… En la era de la lectura éste -el cerebro- se convertirá
en la república cuasi telepática de los sabios, que no en vano tiene sus espíritus
del tiempo: gracias a la escritura, además, pueden volver los espíritus del
pasado a la consideración actual. La escritura es, asimismo, la que hace posible
que haya individuos que se retiren de la sociedad para complementarse a sí mismos
con la palabra de autores lejanos en el tiempo y en el espacio: de modo que
quien sabe leer, sabe también estar sólo.
Sloterdjik va de esta manera desgranando los ámbitos de
la comunicación humana que posibilitan el pensamiento y su transmisión entre
los componentes de una sociedad, siempre considerando a cada hombre como el medio
primario en ese proceso de comunicación, y a los medios como los aparatos para
su amplificación, pero como bien apunta, la mayoría de nosotros perdemos
nuestra propiedades originadoras y mediadoras de la comunicación para
convertirnos “en sombríos consumidores parasitarios de bienes e información”.
El filósofo alemán ve en los procesos de globalización la
tendencia de las corporaciones y las grandes empresas de comunicaciones, que no
solo abarcan los distintos medios que existen: radio, televisión, cine, prensa,
industria editorial, internet, telefonía celular, sino que en ese esfuerzo por
acapararlos los unifican en su contenido, los “entuban” en una ideología o
manera de ver el mundo, resultando en una definitiva hegemonía comunicacional
donde pareceres distintos, pensamientos originales que difieren de la horma
comunicacional exigida por los dueños de estos conglomerados o sus
administradores, quedan por fuera, obviados, censurados, silenciados,
empobreciendo el contenido de los medios.
Y podemos apreciar el devastador resultado, que cuando un
medio como lo pudiera ser el internet, a través de sus redes sociales, puede
por fin crear la oportunidad de que cada cerebro, cada hombre y mujer en el
planeta pudiera contar con su propio medio para expresar su parecer, esas
personas no puedan hacerlo porque no saben cómo, no saben escribir, ni leer, ni
componer ni siquiera expresar la más simple de las ideas, están acostumbrados a
que todo se lo dan ya procesado y masticado, que solo sabe consumir
información, y lo que expresan es ya el resultado de una cadena de ensamblaje
de ideas preconcebida por alguien más.
Es así como vemos la pobreza del contenido de una buena
parte de los chat, grupos, blogs, y en general de cualquier red social, donde
los participantes apenas pueden expresar sus ideas y pareceres, si no con
groserías e insultos, con “emoticones”, ya ni siquiera necesitan del lenguaje.
De allí se infiere que los grandes networks de la comunicación, ofreciéndole a sus suscriptores los
diferentes contenidos de programación y estos consumiéndolos golosos, bien sea
noticias, editoriales, entretenimiento, opiniones, lo que hacen es crear un público
cautivo, adaptado a ciertos gustos, con una misma ideología, uniformado en
cuanto a la cultura, gustos y tendencias en sus hábitos, y estos grandes grupos
de consumidores, estos “paquetes” de posibles clientes, analizados en sus vidas
personales a fondo y convertidos en data para uso de algoritmos, finalmente son
vendidos a las empresas e industrias del mundo para ser cultivados.
De modo que cuando encendemos la radio o la televisión,
cuando vamos al cine o presenciamos un espectáculo o acudimos a una galería,
cuando leemos un libro o navegamos por internet, una buena parte de esa
información que estamos recibiendo viene con una intención y un propósito.
Esta visión del mundo de las comunicaciones no deja lugar
al libre albedrío, ni a la creatividad, ni a la posibilidad de pensar por
cuenta propia, en mayor o menor medida estas circunstancias podrían explicar lo
que ha sucedido en nuestro país, nuestros cerebros fueron colonizados por unos
medios de comunicación en manos de grupos de interés que de alguna manera
contribuyeron a crear al venezolano de hoy, una persona confundida, emotiva,
altamente manipulable, pasiva y voluble, apta para ser vendida al mejor postor,
víctimas todos de un pensamiento único, débil y hegemónico.
Los que denuncian esta posibilidad en nuestro mundo como Sloterdjik
o Vásquez Rocca, u otros venezolanos como mi persona, pudiéramos estar
equivocados, de hecho, esperamos estar equivocados, pues el resultado no es
nada alentador en la consecución de un ser humano libre y autónomo; aunque
llegado a este punto, lo importante es ¿Qué piensa usted? -
saulgodoy@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario