lunes, 8 de noviembre de 2021

Los medios de comunicación y la crisis en Venezuela

 


 


Quien es movido por el miedo evita lo desagradable, reniega de lo real y se pierde lo posible. El miedo vuelve a los hombres dependientes de seductores, de mentores y de jugadores. El miedo conduce a la tiranía de la mayoría, porque todos se suman por oportunismo a lo que hacen los demás. El miedo posibilita jugar con las masas que callan, porque nadie se atreve a alzar la voz, y puede acarrear una aterrorizada confusión de la sociedad entera una vez que salta la chispa.  

Heinz Bude, La Sociedad del Miedo

 

Para entender el proceso histórico de los medios de comunicación en Venezuela hay que establecer el momento en que estos, se convirtieron en una de las fuente principales del poder político, y esto ocurre casi que desde llegada de la imprenta en Venezuela traída por ese gran conspirador que fue Francisco de Miranda, se empezaron por panfletos y proclamas, muy pronto fueron libros y folletines, para cuando Antonio Leocadio Guzmán y Tomas Lander fundaban en 1840 el periódico El Venezolano para hacerle oposición a los gobiernos de Páez y Soublette, el periodismo era ya un arma de destrucción masiva de personalidades, ideologías y políticas públicas en el país, y una plataforma necesaria de promoción para quienes aspiraban el poder político en nuestro país.

La publicidad llegó después en cantidades necesarias para convertir a una publicación en una empresa rentable, y posteriormente en una exitosa industria editorial, en la que el diario El Universal fue indudablemente la abanderada.

Política y negocios fueron una carnada muy tentadora para un sinnúmero de empresarios que a medida que las nuevos medios tecnológicos como la radio y la televisión, fueron abriendo mercados, se establecieron importantes corporaciones de comunicaciones en el sector privado que conjuntamente con el sector público de las comunicaciones, fueron creciendo y enraizándose de manera simbiótica en la cultura del país.

El sector comercial tenía la gran ventaja de ir adaptándose más rápido a las nuevas tendencias mundiales en las comunicaciones de masas que el sector público, que era más lento y sujeto a las obligaciones propias de un estado como la función educativa, de propaganda oficial, de actos de gobierno, su programación estaba limitada por su corte nacionalista y oficioso a los asuntos propios de un servidor público, en cambio las comunicaciones en manos de privados captaban una mayor audiencia y público porque su contenido ofrecía una mayor variedad y agilidad en cuanto a esparcimiento, información, y novedades, su programación era mucho más frívola y con el único fin de incrementar su audiencia o público, que a su vez les garantizaban patrocinantes y clientes para sus espacios, ofreciendo una programación  popular y para gustos variados.

Pero el sector público tenía una enorme ventaja, y fue desde el principio, su papel rector y regulador de la actividad de los medios privados, esto porque o bien los medios de transmisión eran bienes públicos (el éter para las ondas radioeléctricas) o porque el contenido podía ir en contra de los interés del país (del gobierno) en cuanto publicar información que pudiera dañar la paz pública, la salud y las buenas costumbres; y de esta función reguladora surgieron actividades de censura, control de contenidos, expedición de licencias para operar, permisos de transmisiones, de asignaciones de frecuencias, procesos judiciales por difamación e injuria, derechos de réplica, imposición de multas y cierres, espacios permitidos de publicidad, y un largo etcétera.

Era un control que se ejercía para evitar, en principio, riesgos y amenazas a la tranquilidad social, a que intereses foráneos se hicieran dueños de medios y con ello influenciar a la opinión pública, o se mal pusiera a gobiernos y funcionarios frente al pueblo, creando climas de revueltas y revoluciones, de modo que había un delicado equilibrio entre libertad de opinión y lo que era “políticamente correcto” para un gobierno de turno.

Esta fue una relación compleja que generaba no solo grandes recursos económicos, sino que también, dependiendo de las convicciones de los gobiernos el poder en cuanto a la libertad de expresión y del pensamiento, libertad de información y conveniencia política, podían producir serios problemas existenciales entre empresarios de las comunicaciones, el gobierno de turno y los partidos políticos.

Para los partidos políticos los medios son vitales para divulgación de sus programas, ideologías y candidatos, es muy común la tentación de los dueños de los medios en cultivar y favorecer a ciertos candidatos para ayudarlos a alcanzar sus metas y tener acceso al poder, que se traducirían en mejores condiciones, mayor alcance y penetración, y por supuesto, oportunidades de negocios.

El papel de los medios de comunicación como “cuarto poder”, que supuestamente debía controlar a los otros tres poderes tradicionales, no es tarea para gente voluble y de piel delicada, entre otras cosas porque los medios deben incluso transmitir opiniones que critiquen a los propios medios de comunicación, pero hay otras complicaciones aparte de esta contradicción entre el papel de empresario y el de vigilante de las libertades que vamos a explicar a continuación.

El filósofo alemán Peter Sloterdjik en su obra Esferas (en tres tomos, 2003) nos explica la densa trama de la comunicación humana y el papel que juegan los medios en esta actividad, es una obra difícil de asir, de modo que voy a utilizar a un experto en la obra de Sloterdjik, el profesor la Universidad Complutense de Madrid, Adolfo Sánchez Rocca para que nos destaque la esencia del pensamiento del teutón que va más o menos de la siguiente manera:

 

El individualismo cerebral ignoraría que un cerebro sólo se constituye en su ejercicio, es decir en juego conjunto con un segundo, y más allá de ello con un conjunto mayor de cerebros, es ello lo que despierta a cierta capacidad funcional, operativa. Los cerebros son medios de lo que otros cerebros hacen y han hecho. Un cerebro es en actividad con otras inteligencias, de modo que no es sujeto, sino medio y círculo de resonancias… En la era de la lectura éste -el cerebro- se convertirá en la república cuasi telepática de los sabios, que no en vano tiene sus espíritus del tiempo: gracias a la escritura, además, pueden volver los espíritus del pasado a la consideración actual. La escritura es, asimismo, la que hace posible que haya individuos que se retiren de la sociedad para complementarse a sí mismos con la palabra de autores lejanos en el tiempo y en el espacio: de modo que quien sabe leer, sabe también estar sólo.

 

Sloterdjik va de esta manera desgranando los ámbitos de la comunicación humana que posibilitan el pensamiento y su transmisión entre los componentes de una sociedad, siempre considerando a cada hombre como el medio primario en ese proceso de comunicación, y a los medios como los aparatos para su amplificación, pero como bien apunta, la mayoría de nosotros perdemos nuestra propiedades originadoras y mediadoras de la comunicación para convertirnos “en sombríos consumidores parasitarios de bienes e información”.

El filósofo alemán ve en los procesos de globalización la tendencia de las corporaciones y las grandes empresas de comunicaciones, que no solo abarcan los distintos medios que existen: radio, televisión, cine, prensa, industria editorial, internet, telefonía celular, sino que en ese esfuerzo por acapararlos los unifican en su contenido, los “entuban” en una ideología o manera de ver el mundo, resultando en una definitiva hegemonía comunicacional donde pareceres distintos, pensamientos originales que difieren de la horma comunicacional exigida por los dueños de estos conglomerados o sus administradores, quedan por fuera, obviados, censurados, silenciados, empobreciendo el contenido de los medios.

Y podemos apreciar el devastador resultado, que cuando un medio como lo pudiera ser el internet, a través de sus redes sociales, puede por fin crear la oportunidad de que cada cerebro, cada hombre y mujer en el planeta pudiera contar con su propio medio para expresar su parecer, esas personas no puedan hacerlo porque no saben cómo, no saben escribir, ni leer, ni componer ni siquiera expresar la más simple de las ideas, están acostumbrados a que todo se lo dan ya procesado y masticado, que solo sabe consumir información, y lo que expresan es ya el resultado de una cadena de ensamblaje de ideas preconcebida por alguien más.

Es así como vemos la pobreza del contenido de una buena parte de los chat, grupos, blogs, y en general de cualquier red social, donde los participantes apenas pueden expresar sus ideas y pareceres, si no con groserías e insultos, con “emoticones”, ya ni siquiera necesitan del lenguaje.

De allí se infiere que los grandes networks de la comunicación, ofreciéndole a sus suscriptores los diferentes contenidos de programación y estos consumiéndolos golosos, bien sea noticias, editoriales, entretenimiento, opiniones, lo que hacen es crear un público cautivo, adaptado a ciertos gustos, con una misma ideología, uniformado en cuanto a la cultura, gustos y tendencias en sus hábitos, y estos grandes grupos de consumidores, estos “paquetes” de posibles clientes, analizados en sus vidas personales a fondo y convertidos en data para uso de algoritmos, finalmente son vendidos a las empresas e industrias del mundo para ser cultivados.

De modo que cuando encendemos la radio o la televisión, cuando vamos al cine o presenciamos un espectáculo o acudimos a una galería, cuando leemos un libro o navegamos por internet, una buena parte de esa información que estamos recibiendo viene con una intención y un propósito.

Esta visión del mundo de las comunicaciones no deja lugar al libre albedrío, ni a la creatividad, ni a la posibilidad de pensar por cuenta propia, en mayor o menor medida estas circunstancias podrían explicar lo que ha sucedido en nuestro país, nuestros cerebros fueron colonizados por unos medios de comunicación en manos de grupos de interés que de alguna manera contribuyeron a crear al venezolano de hoy, una persona confundida, emotiva, altamente manipulable, pasiva y voluble, apta para ser vendida al mejor postor, víctimas todos de un pensamiento único, débil y hegemónico.

Los que denuncian esta posibilidad en nuestro mundo como Sloterdjik o Vásquez Rocca, u otros venezolanos como mi persona, pudiéramos estar equivocados, de hecho, esperamos estar equivocados, pues el resultado no es nada alentador en la consecución de un ser humano libre y autónomo; aunque llegado a este punto, lo importante es ¿Qué piensa usted?   -   saulgodoy@gmail.com

 

 

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