El siguiente artículo está
dedicado a la valiente activista de derechos humanos, Rocío San Miguel quien
fue secuestrada y desaparecida por el régimen de terror que impera en Venezuela,
y que tiene bajo amenaza continua los
derechos fundamentales de todos los venezolanos. En honor a la mujer venezolana.
La Ciencia Ficción en Latinoamérica y,
particularmente, en Venezuela.
Tengo103 años,
firmes como erecciones/ Recuerdo el día en que fui injertado de la glándula
taumaturga/ El cirujano sembró en mí la
astilla de eternidad/ Para injertarme/ trajeron un gorila de timidez resuelta/
como la que da el ojo de un inmigrante joven/ Era un hermoso cuadrohumano/ un
segundón de selva/ el hermano de leche de mi resurrección/ Al concluir el
injerto/ quedé dormido/ Pero aquella
misma noche/ empecé a sentir a mi huésped moverse/ Se aclimataba a mis vías
urbanas/ con torpeza de criado pueblero/ Lo sentía saltar de rama en rama/
hasta la copa de mi árbol circulatorio/ Lo sentía colgado por el rabo en mis
nervios/ y al fin se fue asomando al sabor de mi boca/ cuando la carne del
balneario se desgajó sobre la arena/ Tengo 103 años/ firmes como erecciones/ y
digo que la vida es buena de beberla/ Tengo cien hijos míos/ y en mi próximo
plano/ seré el mejor logrado de mis nietos/Tengo cien hijos míos/ y uno que tuve
en nombre de mi hermano el gorila/ porque puse en tenerlo mi pedazo de él…
Extracto del poema Autorretrato
de Andrés Eloy Blanco (1929), de su obra Baedecker
2000, escrito en las bóvedas del Presidio de Puerto Cabello mientras
cumplía la pena de trabajos forzados.
La Ciencia Ficción es un lugar en el universo donde todo
es posible, aún lo imposible; creo que en sus espacios ocurren situaciones
límites para el ser humano y tantas otras especies que comparten la vida, en
todas sus manifestaciones y dimensiones, con nosotros. Es, ultimadamente, el
gran telón de fondo donde se pueden desarrollar los grandes conflictos y esas
pequeñas vanidades que nos dominan y nos convierten en monstruos, yo creo, sin
que me quede nada por dentro al decirlo, que se trata del verdadero futuro de
la literatura.
Es prácticamente imposible imaginar al hombre despojado
de sus relaciones con las cosas y el paisaje que le rodean, de esa “razón
instrumental” de la que hablan los filósofos y que relacionan al hombre con la
tecnología que encuentra o crea, que inventa en los laboratorios y talleres o
trata de entender, por medio de la ingeniería en reverso, desde la cura para
enfermedades mortales y contagiosas, medios de transporte que permiten trasladarnos
a enormes distancias, hasta armas de destrucción masiva.
Ese “viaje hacia lo maravilloso” no está exento de sus
riesgos y peligros, y porque somos humanos estamos siempre en manos del azaroso
destino, de incontables prejuicios, ideas equivocadas, creencias infundadas y
siguiendo a “mesías” que terminan siendo nuestra perdición… pero, aun así, el
viaje vale la pena, la aventura no se detiene sino al final del partido -
parafraseando a un filósofo del beisbol - y nos encontramos con ganadores y
perdedores.
Por eso, cuando miro hacia ese rico entramado que es la
literatura fantástica y de ciencia ficción en nuestro continente americano, no
me queda la menor duda de que estamos enfrente de un continente ignoto y
misterioso, casi inexplorado, que bien merece la pena de abrirnos paso en su
espesura que algunos expertos han situado en el siglo XVIII, y los más
alucinados aún antes.
Los tres motores fundamentales de la Ciencia Ficción en
Latinoamérica se encuentran en Argentina, Brasil y México, todos ellos marcados
por la ideología, por una particular manera de ver al mundo, no sólo por su
alta producción sino por la tradición que se han labrado en el tiempo; toda una
constelación de autores y obras pueblan el universo de la fantasía, el horror y
la ciencia ficción en nuestro continente; esto no quiere decir que no haya
producción, y de la buena, en los otros países, Centro América y el Caribe
están viviendo uno de sus mejores momentos con audaces propuestas. Cuba es un
caso admirable pero mediatizado por una ideología totalitaria que se hace
demasiado obvia, Chile nunca ha cejado en su esfuerzo de estar a la cabeza con
sus grandes estilistas, Colombia y Venezuela no se quedan atrás. Perú es una
mina de ricas vetas, Paraguay, Uruguay, Bolivia… no quiero que se me quede
alguno afuera en este conteo, trato de estar al día en mis lecturas, pero
simplemente es imposible, siempre salta un autor o una pieza que son verdaderas
joyas de la imaginación y son grandes desconocidos.
Es de destacar el papel que han jugado nuestras mujeres
en la construcción de nuestro templo a la imaginación, nombres como Elena
Aldunate Bezanilla, Angélica Gorodischer, Marcela del Río, entre otras muchas,
dejando nuestro poder creativo muy en alto, a la par de las mejores autoras del
mundo.
Internacionalmente, hay un interés creciente en los
círculos académicos y el mundo del entretenimiento en explorar el rico bagaje
de nuestra literatura fantástica y de ciencia ficción, no pasan los meses sin
que nuevos estudios y colecciones de obras salgan a la luz, o nuevas historias
en películas o series que son consumidas con voracidad.
Uno de los problemas que surgen, al precisar las formas
que adquiere la CF en nuestro continente, es el enorme peso que ejerce la
literatura fantástica en la moldura de este importante género para nuestra
región. Para quienes creen que la CF es parte de la literatura fantástica, su
más reciente vástago, junto a la literatura sobre mitos, la folclórica, los
cuentos de hadas, las narraciones sobre viajes, los escritos utópicos, se trata de una especialidad que está lejana a
la llamada literatura “realista” o naturalista, que como bien apunta el especialista Darko Suvin en su obra Metamorfosis de la Ciencia Ficción
(1979):
Si se logra… reproducir fielmente
las texturas y las superficies empíricas apoyadas en los sentidos y en el
sentido común del ser humano, llamaré al resultado narrativa naturalista. Si,
por el contrario, se preocupa eliminar esas relaciones creando un marco de
referencia formal radical o significativamente distinto-una ubicación
espacio-temporal o unas figuras centrales diferentes, no verificables mediante
el sentido común- llamaré al resultado narrativa de extrañamiento.
Y si vamos a una conceptualización mucho más práctica y
menos académica, me gusta la aproximación que tiene el reconocido escritor de
CF, Orson Scott Card, quien en su
práctico manual , nos lleva directamente a la fuente,
las librerías donde comprábamos los libros:
Había algunas categorías generales que eran útiles, como Ciencia
Ficción, Fantasía, Históricas, Romances, Misterios y del Oeste. Cualquier cosa
que no encajara en estas categorías las apilaba bajo la etiqueta de Ficción.
Los editores podían pegarle estas denominaciones a sus libros y ya que los
dueños de librerías no podían familiarizarse con esta avalancha de
publicaciones, y menos aún leer cada obra de cada autor, de esta manera sabían cómo
colocarlas en la tienda para que los lectores pudieran buscarlas con facilidad.
Definir a la ciencia ficción
es un asunto complejo, aún en la cultura anglosajona y de los países como
Rusia, Japón; China, India y la Comunidad Europea, entre otros, que tienen
programas de investigación y desarrollo de tecnologías avanzadas, sobre todo
espaciales, de inteligencia artificial y genética, por mencionar algunos, y
donde este género literario es popular; y no es fácil conceptualizar la Ciencia
Ficción, entre otras cosas, por la multiplicidad de subgéneros que la conforman,
tales como “hard fiction”, operas espaciales, cyberpunk, “world building”,
historias de robots, distopías, ucronías, magia y espadas, viajes en el tiempo,
etc… lo que hace muy difícil el deslinde entre Ciencia Ficción y Fantasía, y no
es extraño que los autores migren de un subgénero a otro en el transcurso de
sus carreras literarias.
Durante el siglo XIX,
Latinoamérica buscaba modelos a los que imitar para embarcarse en una ruta de
progreso y prosperidad, y miraron hacia el norte de Europa sobre todo a
Inglaterra, Francia y Alemania, pero fue Estados Unidos el que impresionaba por
haber incorporado lo mejor de estas culturas a su sistema político y social,
asociado a esto, el componente literario, con un marcado acento utopista,
gustaba de los llamados viajes fantásticos y de la novela científica, estas
formas de arte se hicieron populares y marcaron un rumbo que empezó a ser
asimilado al sur del Río Grande.
Cuando se inicia el siglo XX,
la literatura Latinoamericana había transitado por una ruta donde lo fantástico
era fundamental, todavía se sentía la herencia de los cronistas del
descubrimiento y la conquista, que vieron monstruos, ciudades de oro, guerreras
amazónicas y fuentes de la juventud en cada recodo de los grandes ríos que
surcaban la selva, visiones que chocaron con la cosmología alucinada de los
aborígenes, que tenían sus propias leyendas del origen del mundo, de serpientes
aladas, visitantes de otros mundos y apariciones de ultratumba guiando a los
vivos, conviviendo en un continente lujurioso y escarpado.
El río del cristianismo y el
de las creencias de los esclavos africanos se unieron en un tormentoso afluente
donde el sincretismo produjo sus propios avatares, los relatos de los mártires
en un circo romano se confundían con los del chamán que exorcizaba demonios en
la Nigeria profunda.
Vino la etapa colonial, luego
los movimientos independentistas, conocimos a los héroes y a los mártires,
vinieron los nacionalismos, el romanticismo y nuestros poetas se postraron ante
los ídolos del nihilismo y el misticismo, nos arropó el modernismo y nuestros
intelectuales vistieron las togas del escepticismo, mientras los más atrevidos
se disfrazaban de surrealistas; con los intentos de industrialización llegaron
las tormentas del marxismo y los tremores piro clásticos del capitalismo.
Vivimos durante mucho tiempo
bajo el influjo de la novela realista, la consigna era retratar la realidad
social imperante, pero a pesar de aquellos arrebatos, nunca olvidamos la
utopía, pues es parte de nuestra naturaleza siempre esperar por un mundo mejor,
somos grandes constructores de castillos en el aire, lo que de alguna manera
nos daba cierta ventaja al momento de manejar escenarios sobre el futuro.
Poe, Verne, H.G. Wells, son
nombres que ya son parte de nuestra cultura e influenciaron a nuestros
inquietos creadores de principios del siglo XX, sobre todo a nuestros grandes
estilistas que ensayaron recursos narrativos, y que si bien no eran todavía
ciencia ficción, definitivamente abrieron las puertas a propuestas atrevidas,
sobre todo en los cuentos. Todavía estamos esperando por las grandes novelas
latinoamericanas de ciencia ficción.
II
Hay quienes afirman que
porque en Latinoamérica, en general, no somos creadores y productores de alta
tecnología, carecemos del marco cultural para realizar trabajos de buena
ciencia ficción, pero somos consumidores, y eso cuenta; somos insaciables
adictos del mercado globalizado de entretenimiento y espectáculos de los mass media y las redes sociales, donde
la ciencia ficción ocupa un lugar privilegiado y vende millones de dólares en
los servicios de videos por streaming,
en publicidad, en los mercados de publicaciones (revistas, libros, comics), en
la música, en los video juegos y los espectáculos asociados como clubes, grupos
de opinión, en convenciones futuristas, en los circuitos de charlas; no podemos
dejar de señalar que en los principales centros de producciones de material
audiovisual en occidente y Asia, la ciencia ficción se ha convertido en el
contenido más buscado para la realización de series y películas, prueba de ello
es que hay un grupo de talentosos directores y productores de cine, que son de
origen Latinoamericano y que están manejando grandes superproducciones en
Hollywood y otros estudios, incluso en China.
Pero esta situación es
reciente, ha sido un verdadero Boom
del mercado del entretenimiento, y en la raíz de la creación de estas obras se
encuentra la escritura de la literatura de ciencia ficción. Aunque todavía hay
países como Venezuela, donde existe cierto desprecio – en el que se solazan
intelectuales y seudointelectuales - por estas creaciones, consideradas menores
en la literatura, o un arte banal, porque se trata al final del cuento de
evasiones a la realidad, y eso “no es de gente seria”. Y, ¿no es la ciencia
ficción una ficción pura y dura? El
maltrato al género perdura en el discurso político, al asociar ciencia ficción
con mentiras o delirios, o peor, cuando se trata a los escritores del género
como intelectuales de tercera y cuarta categoría, y esto se refleja también en el
medio académico y universitario y en el mercado de las publicaciones, la
ciencia ficción sigue siendo un arte menor con un mercado escaso y poco
apreciado.
Pero esto no fue siempre así,
al principio del siglo XX en Latinoamérica los relatos de ciencia ficción eran
consumidos casi exclusivamente por la clase pudiente e ilustrada, los intelectuales
los tenían como divertimento, sobre todo en el sur, con grupos compactos como
los de Borges y Bioy Casares, haciendo la observación de que, si bien Borges no
escribió ciencia ficción como tal, su literatura se fue más hacia los
escenarios de las paradojas lingüísticas y contradicciones metafísicas de la
existencia, era un gran lector y admirador de la obra de importantes autores
británicos y disfrutaba de los experimentos de su amigo Bioy.
Había pocos escritores con
formación científica que pudieran elaborar sobre temas tecnológicos del futuro,
pero sí había analistas políticos y observadores de la sociedad, pendientes de
las tendencias y de los gustos en boga, capaces de proyectar futuros
interesantes, contábamos con muchos utopistas, filósofos, sobre todo
metafísicos, que podían plantear ideas abstractas y complejas situaciones
psicológicas, y lo hacían con humor e ironía, con giros sorpresivos y de mucha
imaginación. Arthur C. Clark acostumbraba a decir que “La ciencia ficción es algo que pudiera ocurrir- pero que usualmente no
querríamos que pasara. Fantasía es algo que no puede pasar- pero a menudo
desearíamos que ocurriese”.
En Venezuela nos marcó
tremendamente la literatura comprometida con la denuncia social del pensamiento
socialista, pero fue con el Realismo Mágico como se abordaron las primeros
intentos de ciencia ficción, con escritores como Julio Garmendia, Luis Bito
García, Pedro Berroeta, José Balza, que era la última generación que marcó este
estilo y aproximación a la literatura.
Quienes hicieron la
arqueología para establecer la prehistoria y los primeros intentos de la
ciencia ficción en Venezuela se fueron por el análisis de ciertas obras de
crítica social y política más que por las consecuencias de las tecnologías en
el hombre, y lo cierto era que había muy pocas obras que se referenciarían en
una fantasía científica. Una segunda ola de autores, entre los que se
encuentran Armando José Sequera, Ednodio Quintero, José Gregorio Porras,
Jiménez Ure, publican aproximaciones fantásticas sobre el tema; pero hubo de
esperar hasta los años ochenta, cuando se inició en las universidades una
cantidad grupos de discusión, de lectura y los primeros talleres sobre ciencia
ficción; esto coincidió con algunos esfuerzos independientes por generar
publicaciones, periódicos y revistas sobre el tema, pero eran esfuerzos locales,
que llegaban a un público reducido.
Hubo esfuerzos como el de Ediciones
Capriles, con el libro Fantasmas Computarizados (1988), en
el cual escribí un par de cuentos y, junto a mis colegas Axel Capriles, María
Sol Pérez Schael, Corina Esté y el filósofo Juan Nuño, se le dio una primera
visita al tema de la Inteligencia Artificial.
Grupos como Ubik, editores de la revista Cygnus, el grupo Alfa, las revistas Koinos
y Letraria, autores como Jorge De
Abreu, Jorge Gómez Jiménez, Susana Sussmann, Ronald Delgado, que compartían su
tiempo como editores y organizadores de estos grupos, llegaron a crear una red
de soporte para el género, importante para la entrada del nuevo milenio.
Uno de los problemas de la
ciencia ficción venezolana es que muchos de sus esfuerzos son puntuales, sin
continuidad en el oficio, y la verdad es que ser autor en este género es
difícil en un país que lee poca ciencia ficción, aunque en estos últimos años
se ha convertido en un obsesivo consumidor de películas y series de CF, principalmente
vía streaming y TV por cable.
Pasar de la narrativa
fantástica a la de ciencia ficción propiamente es cuestión de acumular el momentum y los adecuados precursores
para que se produzca el disparo… eso está sucediendo ahora en nuestro país.
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