Concurro que la estadística nos brinda una idea de lo que
ocurre “allá afuera” en el mundo real, es apenas un sesgo, unas notas que se
toman en cuenta para tener o crear una opinión del mundo que nos rodea; se
trata de números que retratan un momento y circunstancia recogidos por
observadores calificados, con una metodología y un plan, y que nos permite
elaborar sobre proyectos y programas que terminarán por afectar la realidad,
aunque muchas veces obviando lo que la física cuántica descubrió en el siglo
pasado: que esa observación afecta la realidad misma y la influye, hasta el
punto de determinarla.
Me encanta cuando los científicos hablan del “dato duro”, de
esa porción de lo real que tiene un registro incontrovertible y que utilizado
en los trabajos de laboratorio, construcción de equipos y ejecución de tareas,
obtiene resultados tan concretos como una nueva vacuna para combatir una
enfermedad, una nueva arma para obliterar al enemigo, o la posibilidad de ver
lo que un Rover capta con sus cámaras en sus desplazamientos en el planeta
Marte.
Si bien esa “data” científica tiene sus límites y hasta su
naturaleza “fuzzi” o impredecible, funciona en ciertos rangos y nos permite
movernos hacia delate en materia de descubrimientos y experimentos exitosos;
pero cuando aplicamos esas técnicas a la naturaleza humana, a ese mundo de
creencias, comportamientos, costumbres y cultura, que son el campo de estudios
de la sociología, la psicología y la política, entonces nos adentramos en
terrenos pantanosos, y aún ayudados por tecnología de punta como podría ser la
IA, los resultados se hacen menos exactos, propensos al error cuando no
totalmente fuera de foco.
En su interesante libro Construyendo la Opinión Pública,
Justin Lewis nos pasea por el mundo de las encuestas, de los estudios de
mercado y del comportamiento del consumidor, de los sondeos de opinión, de los
muestreos de preferencias, de las tendencias, toda una serie de instrumentos y
mecanismos de exploración del pensamiento y gustos de las personas en la calle,
en sus hogares, en sus lugares de trabajo, por teléfono, en entrevistas
personales, en formularios, como resultado de la aplicación de algoritmos en la
búsqueda de patrones en lo que llaman la “Big Data”, es decir, enorme cantidad
de información procesada por computadoras sobre los cambios en la opinión,
gustos e ideologías.
Lewis nos dice desde el principio que siempre quedan por
fuera importantes sectores sociales, las muestras de opinión son frecuentemente
pequeños extractos de información de una inmensa masa de gente, el solo incluir
a unos y dejar por fuera a otros ya implica una posición ideológica de los que
realizan estas prácticas, nada que decir de las interpretaciones e inferencias
en los significados de esa información, sobre todo en política, donde las
encuestadoras se están convirtiendo cada vez más en importantes creadores de la
opinión pública.
Para Lewis hay dos fuerzas que mueven la opinión pública, la
tecnología de los estudios de opinión y la de los medios de comunicación
masiva, convirtiendo a los encuestadores y a los periodistas y presentadores de
espacios noticiosos, no en simples “mensajeros” de la opinión del público, sino
en importantes creadores de opinión.
En Venezuela esta tendencia se ha sublimado de manera
importante, hay sectores empresariales, medios de comunicación, influencers en las redes sociales,
partidos políticos, instituciones (iglesias, universidades, ONG´s, etc.) que se
han organizado en frentes muy poderosos para influir y hasta manipular la
opinión pública; algunas de estas encuestadoras tienen incluso una fachada y
unas figuras que se la pasan opinando sobre la opinión de los venezolanos,
analistas políticos les dicen lo que piensan, pero la verdad es que constituyen
una parte importante de un “aparato” (en el concepto expresado por el filósofo
italiano Giorgio Agamben) construido con el propósito de conducir a la opinión
pública por las sendas de un interés predeterminado.
En este sentido, he percibido como uno de estos sectores, en
su mayor parte de tendencia socialista, estatista, centralistas, con un claro
favoritismo por un estado benefactor y cuyos negocios dependen en su mayor
medida de una buena relación con el estado venezolano, es decir, con el
chavismo en el poder, están tratando de que las condiciones de una posible
transición estén a favor de la tendencia madurista, es más, una de sus posibilidades
abiertamente favorece una posible victoria de Maduro en las elecciones y la
necesidad que tenemos los venezolanos de oposición de entablar negociaciones
con esos supuestos demócratas.
Estas corrientes de opinión que presumen de ser “realistas”,
considerando todos los factores dados en el actual clima político,
desconociendo la avalancha de popularidad que arropa al liderazgo de María
Corina Machado y de su candidato Edmundo Gonzáles Urrutia, y el inmenso deslave
que ha sufrido el chavismo y la candidatura de Maduro, pareciera estar
preparando el terreno para un posible fraude electoral y la aquiescencia de
este grupo con esa alternativa, alimentando de esta manera en el pensamiento
colectivo la posibilidad de tener que aguantarnos de nuevo un triunfo irregular
de los revolucionarios, insuflando derrotismo e inercia en la opinión pública.
Esta posición política no es nueva ni es la única, el PSUV
tiene en su arsenal una serie de empresas encuestadoras y de medios de
comunicación que constantemente se encuentran desinformando y manipulando la
información para crear desesperanza y miedo en la oposición; es una estrategia
que no les ha resultado, aunque insisten en ella, y hay una matriz de opinión,
rodando desde hace ya algún tiempo, de que el chavismo es imposible de
derrotar, de que sólo cabe esperar que las nuevas generaciones de chavistas,
como sucedió con el gomecismo tiempo ha – eso, porque no han sabido leer la
historia -, constituyan las nuevas élites de poder y que en algún momento
retornen a la democracia con otros actores y sus fortunas mal habidas
convenientemente lavadas.
La estrategia que está desarrollando Maduro y su compinche
Alex Saab, al frente del organismo que maneja los capitales recuperados de la
corrupción y de la ineptitud para la inversión en nuestro país, no es más que
un cambio de disfraz para que familiares y socios del madurismo duro, tengan la
oportunidad de hacerse parte de las grandes empresas del estado, esta vez
convertidos en empresarios chinos, indios, turcos, rusos, vietnamitas…, esto es
lo que sabe hacer Alex Saab, crear fachadas y firmas con nombres exóticos,
contar en sus juntas directivas algunos nacionales extranjeros con nombres más
exóticos aún, pero bajo el control de los revolucionarios criollitos,
agazapados en las letras pequeñas de los registros, para poder quedarse con las
empresas básicas del estado, como SIDOR, incluyendo petroleras y grandes
extensiones de tierras agrícolas productivas. Ellos quieren ser la nueva clase
pudiente, y de hecho lo son, sus hijos y nietos, en un movimiento de puertas
giratorias, serán los respetables apellidos del mañana.
Las investigaciones de Armando.
Info sobre los negocios de Diosdado Cabello en España son una clara señal
de esta metamorfosis de empresarios y capitales extranjeros ávidos de hacer
negocios en nuestro país, han pisado el acelerador para blanquear capitales,
convertirlos en firmas extranjeras y hacer sus compras de lo que todavía puede
adquirirse en Venezuela.
Este pensamiento darwinista y sumamente primitivo se conjuga
con la creencia de que, en el caso de una derrota incontrovertible del
chavismo-madurismo, nos dejen un parlamento chavista en su tuétano, una Corte
Suprema llena de fanáticos maduristas y otras instituciones que sobrevivirían a
pesar de una derrota electoral, con lo que obligatoriamente tendríamos que
volver a la mesa de negociación ya que ni Edmundo ni María Corina podrían
adelantar reformas al estado sin pedirle permiso al PSUV.
Esta visión mal intencionada y determinista es falsa, tanto
la configuración del parlamento como del TSJ no tienen legitimidad de origen,
bastaría probar las irregularidades inconstitucionales surgidas luego de la
muerte de Chávez y el ascenso de Maduro al poder, para anular tal pretensión de
continuidad para boicotear los esfuerzos del nuevo gobierno por rescatar el
orden constitucional; en todo caso, bien harían, para evitarse la vergüenza y
el trago amargo de destituciones, que renunciaran al momento de que Maduro
dejara el poder.
Solo quería dejar constancia de estos movimientos, más bien,
estertores, que se oponen a una realidad que ya no pueden negar, el chavismo,
Maduro, el PSUV perdieron no solo legitimidad sino, lo más importante, carecen
de apoyo popular y con ello de reconocimiento internacional claves para
sustentar la soberanía. Con una realidad construida por apreciaciones de data
incompleta y mal interpretada no se puede amañar la realidad real, a menos que
nos conformemos con una realidad de plastilina.
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