La mentalidad del terrorista es impermeable a la
reconciliación y a la contrición; una vez que se empieza a asesinar a mansalva
y a poner bombas, no hay vuelta atrás, la maldad se convierte en una segunda
personalidad que aflora cuando se siente rabia, miedo o inseguridad.
Desparecer al enemigo, de borrarlo del mapa, es un ejercicio
de poder sobre el mundo que requiere de un poco de locura, y mucha maldad e
ignorancia, es un acto que produce el placer del deber cumplido, que afirma las
convicciones retorcidas de los más radicales, de los verdaderos creyentes.
De acuerdo al Diccionario
Fontana del Pensamiento Moderno (1977) terrorismo es:
La política o
actividad de usar el terror para romper con el espíritu de resistencia de un
particular movimiento político inculcando el miedo a la muerte, mutilación, y
tortura, o similares acciones en contra de las familias y dependientes de
quienes resisten.
Es la razón por que creo que Nicolás Maduro, los hermanos
Rodríguez, Diosdado Cabello, personas entregadas al culto de la violencia para
imponer sus creencias, no son candidatos a un reintegro pacífico a la sociedad,
mucho menos califican para hacerse partícipes de la política en nuestro país.
La experiencia con Hugo Chávez es todavía una herida abierta gracias a ellos.
Solo hay que ver a los grupos que apoya internacionalmente, a las causas que
defienden en sus declaraciones, la mayoría son grupos terroristas.
Y lo demuestran con sus actitudes en la campaña electoral
que se está desarrollando en este momento de cara a los comicios del 28 de julio próximo, la guerra sucia que
les están haciendo a la líder de la oposición, la Señora María Corina Machado,
y a su candidato, el señor Edmundo Gonzáles Urrutia, planteada por una constante persecución de los cuerpos de
seguridad del estado combinados con entes regionales y locales, aplicando
medidas punitivas contra todo aquel que se atreva a prestarle colaboración y
servicios a su equipo de trabajo.
Cuando el terrorismo se practica desde el Estado, que tiene
entre sus componentes a los fiscales y tribunales de justicia, le es muy fácil
convertir la justicia en un arma a su favor, y la utiliza en contra de la
oposición calificándola como terrorista y alegando en su contra, que utilizan
el discurso del odio en contra de los funcionarios que, para ellos, hacen
justicia y protegen al pueblo de los enemigos del orden establecido. Es un
actuar que tiene mucho de ocultamiento de malas intenciones y ganas de hacer
daño, amparado en un doble discurso.
Pero eso es solo lo más notorio y que se difunde en las
redes sociales (en el país, desde hace mucho tiempo dejó de haber prensa libre),
lo que ha hecho esta situación escandalosamente obvia es una acometida del
poder del estado contra la ciudadanía, por lo general comerciantes, y gente
humilde que ayuda a María Corina a burlar las alcabalas y bloqueos de las vías
de comunicación, o que prestan servicios de apoyo en los actos electorales de
la oposición (confiscación de equipos, cierre de locales, multas, amenazas de
grupos violentos, intervenciones de la policía, Guardia Nacional, autoridades
tributarias, etc.)
Toda esta desmesura en el abuso del poder se hace evidente en
el ejercicio de la censura comunicacional a medios, obligándolos a que no
cubran las actividades de la oposición bajo amenaza de cierre de las emisoras,
o aplicando violencia contra periodistas que cubren los actos, desapareciendo a
figuras gremiales que apoyan el cambio en el país para que luego aparezcan
detenidos, colaboradores y personal de confianza de la abanderada del fervor
popular, algunos arrestados en la vía pública o en sus casas, trasladándolos
luego o a los lugares usuales de confinamiento y torturas que tiene el régimen…
a pesar de estos percances, la oposición continúa haciendo enormes actos de
presencia para acompañar a sus dirigentes.
Indudablemente, los actos más cobardes e inamistosos, por no
decir antidemocráticos, son las propias intervenciones de la Comisión Nacional
Electoral (CNE), en manos de ese dudoso funcionario llamado Elvis Amoroso, en
una desesperada labor por disminuir el registro electoral de votantes, creando
centros de votaciones en sitios remotos (de una sola mesa, para que la
oposición pierda el control en la ubicación de testigos que protejan sus votos),
negando el derecho al sufragio de los venezolanos en el extranjero, elaborando
instrumentos de votaciones que sólo favorecen a Maduro (el tarjetón electoral
es una clara muestra), poniendo trabas al desempeño de los comandos electorales
de la oposición, y nada que decir de la agresiva campaña que tiene montada
contra la observación internacional de países occidentales, apoyada por los
gobiernos socialistas de la región, cómplices de la posibilidad de un fraude
masivo el día de los comicios.
Pero la gente está movilizada, atenta a las instrucciones de
los comandos de campaña de la oposición, organizándose para evitar las trampas,
aunque hay algo que me confunde y no deja de inquietarme, como fue la
contundente afirmación del ex rector electoral Vicente Díaz, asegurando que es
imposible hacer un fraude con las máquinas y el programa en manos del CNE (remember Smartmatic), aduciendo que se
trata de un sistema a prueba de violaciones e intervenciones no autorizadas, en
este momento y en una época donde no hay un sistema electrónico en el mundo que
no esté expuesto a la trampa y el “haqueo informático”.
El panorama se nos pinta difícil, pero los venezolanos no
flaqueamos una vez que decidimos ir a votar; nos mueve la convicción del
cambio, de salir definitivamente de estos terroristas que quieren continuar
destruyendo al país, y ellos, en caso de que la oposición gane las elecciones y
los chavistas tengan que replegarse y esperar una mejor oportunidad (que
algunos demócratas dementes estarían dispuestos a ofrecerles, con una falta de
sentido común que asombra), se encuentran preparando el terreno, sembrándolo de
situaciones explosivas que impidan el buen desempeño del nuevo gobierno.
Nos dejan un Tribunal Supremo de Justicia y un parlamento en
control total del chavismo-madurista, operando sobre el nuevo gobierno; acaparando
la instancia judicial y legislativa, que estarían dirigidas por Maduro y el
PSUV aun cuando hayan perdido el gobierno, acostumbrados a pasar leyes y tomar
decisiones judiciales por mayoría, siempre mediadas por las horcas caudinas de
sus manitas levantadas, nos dejan sembrado el camino de obstáculos supuestamente
constitucionales, que obligaría a la oposición a negociar con ellos, y así a
intervenir en las políticas de estado. Eso quiere decir que no cambiaríamos
para nada la realidad que queríamos transformar.
Pero peor aún, pretenden modificar las leyes para que el llamado
Poder Popular, es decir, el sistema de comunas que Maduro ha intentado instalar
en el país, con funciones por encima de los otros poderes públicos establecidos
para convertirlas en la última instancia de decisión y gobierno, a las cuales
quedarían supeditados el Presidente de la República y los otros entes rectores
de la nación.
Según la fantasía de Maduro y de su Ley de Poder Popular, el
país cuenta con 3.300 comunas ya establecidas y controladas por él. Según el
periodista Hernán Lugo-Galicia, esta nueva instancia de gobierno tiene poderes
que intervendrían en materia de salud, educación, incluso en materia de defensa
y seguridad territorial, ya son las comunas las que de alguna manera están
involucradas en el funesto manejo de la distribución de combustible y gas
doméstico en el país, en gestiones llenas de manejos oscuros que provocan una
situación de desabastecimiento crónico, largas colas y asignaciones de cupos a
favoritos; lo mismo está sucediendo con ciertos trámites que condicionan desde
el traspaso de propiedades, derechos ciudadanos como la asignación de
residencia en el lugar de habitación, hasta la recepción de dudosos
“beneficios”, como las cajas clap.
Pero esas 3.300 comunas sólo existen en la mente ilusa de
algunos dirigentes del PSUV, que creen contar con una organización nacional
eficiente, militante y obediente de verdaderos creyentes en las bondades de la
revolución, incluyendo esa manoseada “paz y recuperación económica”, siempre en
un futuro que nunca cuaja. Si esas comunas realmente existieran, Maduro no
tendría el problema apremiante de llenar, aunque sea una cuadra, en los lugares
del país que visita en su ya desahuciada campaña para la reelección, cuando lo
que verdaderamente está enfrentado es el rechazo multitudinario y nacional a su
gestión, esas comunas solo existen en el papel, y sabemos que el papel aguanta
todo.
No me cabe la menor duda de que debe haber otras minas
anti-oposición enterradas en el camino, es la mentalidad del terrorista en
acción, ellos nunca pierden, siempre piensan que pueden infligir más daño que
el ya causado para que la gente aprenda que sin ellos no hay país.
Es la actitud del mal perdedor, de quien no acepta una
derrota cantada y evidente, sembrando el camino del nuevo gobierno de trampas
para que fracase, que ya indica la catadura de los contendores, individuos que
son rechazados en muchos países, algunos con órdenes de aprehensión y no pocos
con recompensas por su captura. Ellos no van a cambiar y, hasta el último
momento, tratarán de hacernos daño; hay que cuidar el terreno, moviéndonos con
cautela pero sin pausa, porque ya sabemos la naturaleza de la bestia.
En cuanto a las contramedidas para estas trampas caza-bobos
y minas antipersonales con las que pretenden sembrarnos el camino, igual tenemos
un amplio repertorio de medidas para desactivarlas, empezando por el recurso
soberano de la voluntad popular, que no es lo mismo que el tan aludido Poder
Popular; la voluntad popular es la base fundamental de la soberanía de un
estado legítimo y funcional. La movilización y la avalancha de votos que se
espera el 28 de Junio va a ser algo nunca visto, el pueblo los tendrá
acorralados y no lograrán hacer sus marramuncias. En este momento hay expertos
constitucionalistas y asesores políticos preparando el menú de opciones para desarmar
esas trampas que nos dejan. Lo que está claro es que estos revolucionarios de
pacotilla nunca van a dejar de ser terroristas.
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