“Los fascistas
rechazaban la razón en nombre de la voluntad, negando la verdad objetiva en
aras de un mito glorioso formulado por unos líderes que afirmaban encarnar la
voz del pueblo”.
Timothy Snyder, Sobre
la Tiranía (2018)
El fascismo es uno de los conceptos más difíciles de
precisar y entender, empezando porque luego de la Segunda Guerra Mundial lo
convirtieron en un insulto que describía todo lo malo, horrible y cruel que
pudiera existir en la política, sobre todo para la gente de izquierda, que se
refiere a él como si fuera “el Coco”, esa pesadilla recurrente en la que
militantes de la extrema derecha fusilan, vejan, torturan y encarcelan, a
comunistas y socialistas.
No en vano el fascismo tiene el rostro de Mussolini, de
Hitler, de Franco y Pinochet, unos líderes vestidos en fatigas militares,
levantando en el saludo romano, con la mano enguantada en negro, saludando a
sus huestes que marchan hacia el futuro.
Pero el fascismo también se ha enquistado en la izquierda, y
aparecen en el escenario organizaciones híbridas como Podemos, el partido español liderado por Pablo Iglesias, quien en
muy poco tiempo radicaliza las posturas políticas del movimiento, apoyando el desmembramiento
de la Nación Española en regiones con vocación autonomista, llevando adelante
un agresivo plan para convertir al estado en benefactor, abogando por los
derechos de “género”, de los animales, poniendo énfasis en una política
exterior de apoyo a gobiernos revolucionarios socialistas, y que Gustavo Bueno
califica como “izquierda fundamentalista”, otros analistas políticos le
acuñaron el término “socialfascismo”.
Con los gobiernos de Chávez y Maduro, Venezuela se ha
posicionado dentro de este patrón de socialismo radical y de corte militarista,
promoviendo una unión cívico-militar dentro de un marco autoritario y totalitario,
muy al gusto del Duce, pero aun así,
no calificarían como fascistas. En este sentido, estoy de acuerdo con las ideas
expresadas por el politólogo venezolano Aníbal Romero que, en su artículo Izquierda, chavismo y fascismo (2004),
opina:
Para la
izquierda democrática venezolana Chávez ha sido un verdadero desastre. Le ha
quitado el oxígeno y la ha marginalizado. El chavismo ha ocupado el espacio
político e ideológico de la izquierda, sin sus avances democráticos
post-comunistas. En otras palabras, el esfuerzo realizado por un sector de la
izquierda, la que en los años setenta fundó al MAS luego de asimilar las
lecciones del descalabro soviético, el colapso intelectual del marxismo, y el
fracaso del despotismo cubano, se ha visto superado por el radicalismo
guevarista de la izquierda no-democrática, sobreviviente de la lucha
guerrillera, dogmática e irreductible. En estas circunstancias, resulta
comprensible que lo que resta de la izquierda democrática venezolana, y en
particular sus intelectuales, se empeñen en caracterizar al chavismo como
"fascista", pues ésta es una manera de separarle de la izquierda como
tal, y de ubicarle en otro esquema político-ideológico.
Según el profesor Romero, es la
izquierda la que se encarga de endosarle el mote de fascista al chavismo, para
de esta manera distanciarse de esa gestión, y cuando llegue el día que ya no
existan o estén disminuidos, proclamar que ahora le toca la oportunidad de
gobernar a los socialistas “de verdad”. Más adelante Romero reitera su análisis:
Cuando afirmo
que el régimen chavista no es fascista no intento minimizar sus rasgos
autoritarios. Es más, estoy convencido de que la dinámica intrínseca del
régimen le llevará eventualmente a convertirse en una dictadura sin disfraces,
pero no será "fascista". El régimen chavista es, hoy, un populismo
militarista de izquierda, en vías de transformarse en una dictadura de
izquierda radical y militarizada. Pero lo crucial es tener claro esto: el
chavismo no es fascista porque el chavismo es de izquierda. Por lo demás, el
fascista Ceresole rompió con Chávez, porque Chávez se identifica con Fidel
Castro y la Revolución Cubana. En lo ideológico, insisto, el chavismo es un
régimen de izquierda radical, guevarista y antidemocrático.
Eso lo dijo el profesor Romero
hace veinte años, y se mantiene, yo agregaría: el fascismo desconoce las
elecciones, el guevarismo antidemocrático sí las utiliza, y hace fraude para
perpetuarse en el poder como claramente pretenden los socialistas en México,
Colombia, Brasil, Cuba y Nicaragua, porque quieren dar la ilusión de ser
populares, aunque no lo sean… el problema es cuando son descubiertos en el
engaño.
Pero veamos ahora el reverso de
la moneda, las acusaciones de Maduro, Padrino, Diosdado, Rodríguez y la alta
cúpula del gobierno en contra de la llamada derecha venezolana.
El fascismo para la academia y
la teoría política pertenece a las corrientes políticas de la extrema derecha,
esto principalmente dada la exacerbación de un nacionalismo extremo con
ingredientes de racismo, discriminaciones religiosas o políticas, culto a la
personalidad de un líder, gobierno autoritario de carácter militarista,
vocación supremacista y expansiva de su territorio, anticomunista por
naturaleza, tiende al centralismo económico y su alianza con los grandes
capitales y al mantenimiento de un orden sobre las clases sociales
diferenciando el estamento civil del militar. La opinión de la izquierda es que
el fascismo es condición necesaria del llamado neoliberalismo. Estas
caracterizaciones generales de la extrema derecha son muy parecidas a las que
identifican a la extrema izquierda, y para algunos politólogos, los extremos se
tocan.
En el libro de Juan Barreto con
el ampuloso título, Fascismo, el rostro
oculto de la oposición venezolana. La guerra permanente contra la multitud
(2013) nos dice: “El fascismo, sin duda,
es la etapa superior de la política despótica presente en la estructura de
mando y metabolismo social del capital”. Pasados ya 25 años de gobierno
chavista-madurista, esa estructura de mando ha estado en manos del socialismo
radical y, ¡oh, sorpresa!, descubrimos que ese metabolismo social del capital
pertenece en su mayor parte a la nomenclatura chavista, la nueva oligarquía es
ahora toda roja, rojita, y para cualquier observador es mucho más despótica,
corrupta y clasista, que cualquiera de los gobiernos en los años de democracia
en manos de la oposición.
Pero lo peor de esas inmensas
fortunas, en un país cuya economía fue destruida por la incapacidad socialista,
es que son todas producto del latrocinio y la corrupción más cruenta de que se
tenga memoria, sobre todo la que corresponde a la minería del oro, donde
prevalece el exterminio de etnias aborígenes, la destrucción de nuestras selvas
y ríos, y la utilización de mano de obra esclava, solo para preguntarnos ¿Qué
clase de socialismo entienden los chavistas, que practican en estas actividades
administradas y controladas por el líder revolucionario y el alto mando
militar? Pues es lo más parecido a lo que, según ellos, practican los fascistas
de la oposición.
Cuando Barreto se refiere en este librito al petróleo,
ese apetecible agente de rápidas fortunas y que el líder intergaláctico no se
cansaba en presentar como “las reservas
energéticas más grandes del mundo”, dice lo siguiente:
En Venezuela, el peligro reaccionario de los sectores medios resulta
recurrente gracias a las expectativas vertidas sobre la distribución de la renta
petrolera y a la naturaleza rentista del Estado, desde el cual han surgido
numerosas capas medias, absolutamente divorciadas de la
producción y cuyo único vínculo con la sociedad es el parasitismo y el
disfrute de la renta en actividades no productivas, de la misma manera que
sectores lumpen-proletarios y desclasados que establecen con el Estado y las organizaciones
revolucionarias relaciones parasitarias y
oportunistas. Todo esto es el caldo de cultivo que incuba el escenario
del “fascismo criollo”.
El insólito desmantelamiento de PDVSA, que
fuera una de las grandes empresas mundiales de petróleo, por obra y gracia de
los gobiernos socialistas bolivarianos, que la quebraron sin miramientos,
endeudándola para que los venezolanos estuviéramos pagando hasta el fin de los
tiempos, no fue un “error” administrativo, ni una deconstrucción de carácter
ideológico, fue pura avaricia y justamente por los motivos que Barreto le
achaca a la derecha venezolana… y me pregunto, ¿No es evidencia suficiente para
establecer una polinización cruzada entre ese “fascismo criollo” y la
revolución castro comunista regentada por el chavismo?
El General Padrino López sale en
televisión apoyando la idea de que la Asamblea Nacional se avoque a la
producción de leyes antifascistas, tal como sucedía durante el nazismo, alegando
que existen venezolanos que no se quedan quietos, supongo porque no quieren
soportar los planazos que le propinan sus efectivos por protestar, sus gases
tóxicos, sus perdigones, el arrollamiento con sus unidades blindadas, los
disparos con municiones “vivas”… leyes que obligarían a los “venezolanos
fascistas”, ésos que votaron contra el régimen de Nicolás Maduro y “que se
dicen mayoría”, a ser sumisos ante las botas de los militares socialistas.
El presidente Nicolás Maduro es
un izquierdista tan radical y extremista, es efectivamente un guevarista y un auténtico
maoísta convencido, que no le tiembla el pulso en mandar a partir cabezas de
quienes lo adversan; pero hay cosas en que no le importa parecerse a los de la
derecha, porque está podrido en dinero mal habido, se comporta como un chavista
mentiroso y tramposo, ¿Será que estas leyes antifascistas también le atañen…
aunque sea por carambola?
Y cuando menciono al chavismo estoy incluyendo a ese
esperpento denominado Socialismo del Siglo XXI, el desconcertante Socialismo
Bolivariano Revolucionario, que generó ese partido político de características
fascistas, como lo es el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). En su
declaración de principios, contenida en el llamado Libro Rojo, se alinean dentro de los movimientos progresistas
Latinoamericanos, pero claramente, como parte de su directiva lo anuncia, se
veían como socialistas, aunque de impronta radical, como lo indica su apelativo
de “revolucionario”.
Como prioridad del partido apuntan, sin rubor alguno, lo
siguiente: Terminar con el capitalismo y
construir el socialismo para acabar con la pobreza e implantar la justicia
social; y más adelante abogan por intervencionismo descarnado, tal como se
dio durante estos 25 años de infausta gestión, que a costa de las necesidades
del pueblo les dio por financiar las distintas “revoluciones” y gobiernos de
izquierda bajo la directiva siguiente: “El
Partido Socialista Unido de Venezuela, debe enmarcar su práctica
internacionalista para contribuir a la unión de los pueblos que luchan por
establecer proyectos emancipadores y libertarios en América Latina, El Caribe y
otros Continentes del mundo… con el objetivo de alcanzar un nuevo orden
internacional pluripolar”.
Todo este contenido volcado en los principios fundamentales
del origen del PSUV indica solo una cosa: se trata de un movimiento propenso al
extremismo fundamentalista de izquierda, que se expresa en violaciones a la
Constitución Nacional bajo la excusa de estados de excepción, desconocimientos
de los derechos humanos bajo pretextos de seguridad nacional, violaciones a la
propiedad privada por asuntos de interés general, manipulación del estado de
derecho para convertir el Poder Legislativo en hacedor de leyes ofensivas a la
naturaleza democrática, todo esto demostrado durante su ejercicio del poder en
25 años de gobierno, culminando en el desconocimiento y la falsificación de los
resultados electorales, dejando a Venezuela exhausta y al borde de convertirnos
en estado fallido.
El uso de las instituciones judiciales como la Fiscalía, el
poder judicial, incluyendo al Tribunal Supremo de Justicia, como armas para la
“guerra híbrida” contra los reclamos ciudadanos y de las ONG´s, para tener
control sobre el pensamiento, la actividad económica, los descontentos sociales
de las diversas comunidades, instrumentalizando a los cuerpos de seguridad del
estado y sumando de manera ilícita a los llamados colectivos armados, que son bandas
irregulares de personas por lo general encapuchadas, para el ejercicio del
terror.
Esto lo menciono porque no voy a agotar el tema de las
irregularidades y violaciones a la ley que ese movimiento, disque político, ha perpetrado
contra la paz y la concordia de nuestro país, pero sí destacar lo que atañe a
la seguridad personal y colectiva de los integrantes del cuerpo social, a
quienes nos han imposibilitado el ejercicio de nuestros derechos fundamentales
y llevar una vida normal en el marco de las libertades individuales, destacando
entre ellas la libertad del pensamiento y el derecho a la libre expresión de
las ideas.
Señores, no hace falta ser de derecha para comportarse como
un fascista, si actúas como abusador, si acallas a tiros las protestas, si
sueltas colectivos armados para amedrentar a la población, si haces trampas en
las elecciones y ordenas que se hagan leyes antifascista para perseguir a tus
enemigos, eres un fascista, no importa que digas que eres marxista, o que
llevas una franela con el rostro del Che Guevara, cuando tengas a todos los que
te contradigan presos y bajo tortura, serás el único fascista en las calles, el
dueño del pueblo.
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