"Hay algo nuevo en el
mundo: y no es el fin de la historia, ni el choque entre civilizaciones, o el
declive terminal e inexorable hacia una anarquía criminal. Más bien, estamos en
un punto y en un tiempo cuando las muy bien delineadas, predecibles, prácticas
familiares, instituciones y estilos de vida se han transformado en unas mal
definidas, difusas, productoras de ansiedades y realidades violentas. Es el
tipo de época que Agustín tuvo en mente cuando dijo: “No es una nada absoluta,
es una especie de algo sin forma y sin definición.”
Ken Jowitt, “Nuestra
República del Miedo”
Ya estamos sobre los 25 años de gobierno chavista-madurista,
suficiente tiempo para por lo menos hacernos una idea de lo que fue, de sus
resultados, de sus perspectivas, pero sobre todo de lo que pretende ser, dadas
las actuales circunstancias del país, tratar de definirlo, de ubicar sus
límites, su estructura, su contenido… porque una cosa es lo que el chavismo
dice de sí mismo y otra lo que estamos viendo, por ejemplo, ellos se
interpretan como unos científicos sociales, que por medio de la teoría
socialista y la práctica revolucionaria guevarista, pretenden cambiar no solo
la naturaleza del venezolano, sino su realidad.
Y aquí empezamos a entrar en terrenos pantanosos, pues a pesar de que dicen ser socialistas
enrumbados hacia el comunismo, admiten el capitalismo de estado, tienen
predilección por el centralismo, absorbiendo el estado todas las actividades
rentistas y productivas con entusiasmo monopólico y excluyendo toda
competencia, tienen una enorme hambre consumista y acumulativa, no solo de
dinero, de poder, de fama, sino que es obvio: de estatus, de modas, de estilos
de vida, y para nosotros, el resto de los venezolanos que solo somos un público
accidental para sus utopías militaristas fascistas, lo único que vemos en
ellos, son unos gorilas dentro de una cristalería haciendo destrozos.
Dicen también ser humanistas, pero su relación con la
cultura y con los principios básicos de las relaciones humanas se traducen en
un principio de autoridad vertical, imponiendo por medio de la hegemonía
comunicacional su punto de vista sobre el mundo, castigando la disidencia,
condenando a quienes piensan diferentes, prohibiendo la libre expresión del
pensamiento y aplicando una censura descarnada.
Es tal el pastiche ideológico de estos revolucionarios
bolivarianos del siglo XXI, que comunistas y socialistas de otros lares los
repudian, pretenden ser pro-islamitas siendo ellos unos infieles y además,
brujos. Son pan-asiáticos pero estafaron a los chinos con unos créditos
pésimamente elaborados, que nunca van a pagar, y en venganza, los chinos nos vendieron un programa espacial
que nuca despegó y un satélite que se perdió en el espacio, en los BRICS no los
quieren ni ver, los consideran unos maulas y país non grato para la imagen de economías progresistas, en la ONU, los
representantes de otras naciones dejan la sala de sesiones vacías cada vez que
nuestros embajadores plantean su adhesión a las agendas ambientalistas, esto
sin contar, que les debemos un realero por pagos de membrecía atrasadas.
Casi todo el Caribe los odia a pesar de la “chulería
petrolera” que nos han impuesto, casi como obligación, hasta en la OPEP les da
dentera solo escuchar las propuestas sobre energías limpias de nuestro voceros,
mientras en Venezuela los derrames petroleros en nuestras playas, los
mechurrios de gas contaminando la atmósfera, los incendios en las refinerías,
las barcazas y buques encallando en los puertos, los oleoductos estallando por
falta de mantenimiento, son eventos regulares y con muy poca capacidad de
mitigarlos.
Todo ese discurso histórico bolivariano retratando a un
Bolívar patizambo enemigo de los imperios anglosajones, de las proclamas
zamoranas de “Tierra y hombres libres”, de las arengas libertarias de “Una
Patria Grande” de Fidel Castro y Che Guevara, de las tesis anticolonialistas de
Fannon, Burnham, y Dussel, de la teología de la liberación expresados en las reuniones
de Obispos de Medellín y Puebla, los trabajos de Friere en Brasil, las tesis de
Camilo Torres, Clodovis Boff, Oscar Romero y un sinfín de teólogos marxistas
(vaya contradicción), que conforman el corpus de este importante movimiento
ideológico que dio lustre a esas palabras mágicas, “Justicia Social”, son parte
de ese pensamiento multisápído.
Tamaña indigestión de argumentos y posiciones sobre lo
divino, lo social, lo económico y lo militar terminaron en un pastiche que
podía confundir al más precavido, pero para efectos del llamado Socialismo del
Siglo XXI, lo importante no era el contenido, sino como sonaban aquellas
palabras en la boca de los líderes de este inusual movimiento político, los
hacían ver grandes, importantes, sabios e inequívocos, porque en realidad, el
secreto del chavismo-madurismo no estaba en el discurso, estaba en la
personalidad avasallante de sus líderes, en ese autoritarismo divino que los
caracterizaba.
Uno de los expertos mundiales en autoritarismo y en las
personalidades autoritarias, es el distinguido investigador norteamericano Bob
Altemayer, psicólogo y profesor de la universidad canadiense de Manitoba. En su
exhaustivo trabajo volcado en el libro Los
Autoritarios (2010), dice que el autoritarismo nace cuando: “… los seguidores se someten más de la
cuenta a sus líderes, confían demasiado en ellos y los impulsan para que hagan
lo que quieran, que muchas veces resulta en algo antidemocrático, tiránico y
brutal.”
El autoritarismo es algo que se cocina entre los líderes y
sus seguidores, la personalidad de los que siguen a un líder autoritario se
distinguen por: Un alto grado de sumisión a las legítimas autoridades de su
sociedad, altos niveles de agresión en nombre de esas autoridades, y un elevado
nivel de convencionalismo.
En este sentido son los seguidores quienes terminan haciendo
el trabajo sucio de sus líderes, son ellos, quienes se encargan de perseguir,
castigar, torturar o exterminar a las víctimas, y casi sin darse cuenta, sólo
bajo la excusa de que siguen órdenes, y esto puede llevarlos a que de un
momento a otro se conviertan en homicidas, con todas sus consecuencias, y
cuando las circunstancias del momento cambien, y se vean enfrentados a procesos
criminales y terribles cargos de conciencia, sus líderes los ignorarán, ni
siquiera los reconocerán.
Uno de los grandes problemas de organizaciones que se
derivan de una fuente autoritaria como el chavismo-madurismo, es que su génesis
parte de un núcleo militar, de una concepción de poder estratificada, con un
principio de autoridad vertical que parte de arriba abajo, y este modelo se ve
replicado en todas sus formas, en el partido, en las comunas, en las empresas
de producción social, en los círculos bolivarianos, en las escuelas, en los
sindicatos… de modo que los líderes de la revolución no necesitan tener una
gran cultura o una personalidad propia, todo lo contrario, lo ideal es que sean
personas convencionales, tal como Hannah Arendt lo vio en Eichmann durante el
proceso que se le siguió en Jerusalén por sus crímenes durante el nazismo en
Alemania, la raíz del mal se encuentra en la personas comunes y hasta grises,
no hace falta ser un monstruo de cuna, basta con la banalidad del hombre y la
mujer medio para crear uno.
Arendt en su última entrevista, dijo acerca de los
funcionarios en los regímenes autoritarios: “Cuando
actuamos conjuntamente, conservamos lo específico de la acción; sobre todo
cuando discutimos las cosas, tomamos determinadas decisiones, asumimos la
responsabilidad y pensamos en lo que estamos haciendo. Pues bien, todo eso
desaparece cuando lo que hacemos es servir, ejecutar las funciones
encomendadas. Lo que tenemos en este caso es simple irresponsabilidad y el
placer asociado, un placer que se hizo muy evidente en Eichmann… Era un típico
funcionario. Y un funcionario, cuando no es nada más que eso, es en verdad un
individuo muy peligroso”.
Hay un viejo estudio que data de 1935 realizado por Eric
Fromm, Herbert Marcuse y Horkheimer, publicado bajo el título Estudios sobre la Autoridad y la Familia,
que toma prestado de Sigmund Freud y Wilhelm Reich los análisis de carácter, y
terminan concluyendo que la figura autoritaria está fuertemente influenciada “por un carácter sado-masoquista con una
fuerte inclinación hacia el fascismo”, como buenos socialistas, estos
autores ubicaban al autoritarismo como una frustración producida por el
desencuentro entre la clase trabajadora y la consciencia revolucionaria.
Este trabajo sirvió de preámbulo para la publicación en 1950
de una investigación mucho más completa, ya con la experiencia del fascismo y
el Nazismo en Europa como hechos consumados, realizada por Theodore Adorno y
colaboradores de la Escuela de Frankfurt, y que marcó un hito en el tema, lo
conocemos como La Personalidad
Autoritaria, una obra, que según el sociólogo de la Universidad de Chicago,
Edward Shils, es altamente parcializada pues obvia la posibilidad de que pueda
existir un autoritarismo de izquierda, otros investigadores alegan profundas
fallas metodológicas, donde se confunden términos psicológicos y sociológicos.
Un vacío incomprensible con los ejemplos vivientes de Stalin
en Rusia y Mao en la China Comunista, y toda una panoplia de movimientos
subalternos que prosperarán dentro de la izquierda mundial, en los que el
autoritarismo, será la manera de actuación política más utilizada para imponer
el modelo y la utopía comunista en el orbe.
En lo personal yo no creo en la tesis de Adorno que la
personalidad autoritaria es producto de los desajustes y contradicciones del
momento histórico, yo creo más bien que se trata de una malformación del
carácter de la persona, de una incapacidad innata de razonas, sentir y producir
juicios morales sobre su entorno, el líder autoritario se deja llevar por la
rabia, las alucinaciones y los deseos del momento contagiando a sus seguidores
de su propia enfermedad que es una especie de violencia sublimada.
Venezuela tiene una larga historia de figuras autoritarias,
desde el caciquismo, el caudillismo, el generalato, los capitanes de empresas,
los pranes, los príncipes de la
iglesia, y otras expresiones que indican un estamento de autoridad y liderazgo,
personalidades fuertes y organizaciones que responden a la voz del amo, que
imponen sus voluntades sobre los comunes, que nos dicen como tenemos que vivir
nuestras vidas.
La democracia y la participación ciudadana han sido factores
que han evolucionado y permitido hacer un contrapeso ante la enorme energía de
los autoritarismos, los cuales si se dejan actuar sin contención pudieran hacer
mucho daño, especialmente cuando el liderazgo pierde el contacto con la
realidad y creyéndose omnisciente, arrastra a sus seguidores por el camino de
la violencia, tal y como está ocurriendo en este momento en nuestro país.
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