Tengo la impresión que el mundo está cambiando de piel una
vez más, la política internacional y las relaciones entre países conllevan una
dinámica intensa, rápida y a múltiples niveles, quienes vemos desde afuera
estos intercambios y queremos darle algún sentido es probable, que al igual que
yo, presintamos que viene un nuevo cambio de paradigma, termina una época y empieza
otra.
Venezuela es uno de los países que ha sostenido mayores
cambios tanto en su identidad, intereses y objetivos estratégicos, como en la
conformación de lo que se llama el espíritu nacional, una expresión propia de
la ilustración decimonónica del siglo XIX para indicar cuál es la naturaleza de
la voluntad popular, de lo que verdaderamente quiere y desea el pueblo que
conforma el país.
Y en este sentido, durante los últimos cuarenta años de
nuestra existencia, la política interna ha sido una verdadera montaña rusa, con
sus subidas empinadas que costaban remontarlas, y unas bajadas de terror que
hacíamos a velocidades vertiginosas, toda una experiencia que ha dejado a los
venezolanos exhaustos y buscando algo de estabilidad, que hasta el momento no
hemos podido encontrar.
Nuestro encuentro cercano con el comunismo totalitario de
personajes nefastos como Chávez y Maduro, que le dieron un frenazo a toda
posibilidad de desarrollo moral y material, y nos convirtieron en colonia
cubana, dejaron al país en un estado de abandono y miseria tal que aún hoy,
cuando la Nasa se encuentra planificando su próximo viaje al planeta Marte,
nosotros nos maravillamos con tener servicio eléctrico continuo por una o dos
semanas, antes de que un apagón nacional deje de nuevo al país completo en
tinieblas.
Pero a pesar de las dificultades, hemos perseverado en
nuestros principios democráticos y libertarios, ha sido una lucha dura, por
demás sangrienta y desigual en contra de nuestras propias Fuerzas Armadas, hoy
vendidas a los carteles de la droga y convertidas en guardia pretoriana de un
presidente mitómano, paranoico e indocumentado que hace vida en túneles
subterráneos en una zona militar de Caracas.
Llevamos más de un mes luego de las elecciones nacionales
presidenciales que han intentado por todos los medios posibles de robarnos,
siguen los ataques arteros en contra de la oposición democrática del país,
continúan los colectivos armados y escuadrones de la muerte buscando políticos
y representantes de la sociedad civil, periodistas, defensores de derechos
humanos, estudiantes y menores de edad, cazándolos sería mejor palabra, para
luego encerrarlos como animales en cárceles con delincuentes de alta
peligrosidad, bajo cargos de terrorismo, incitación al odio y traición a la
patria.
Nuestros líderes, principalmente el Dr. Gonzáles Urrutia, el
Presidente electo, y nuestra tenaz e inteligente María Corina Machado, artífice
del triunfo de la democracia en Venezuela se han visto obligados a vivir en la
clandestinidad pues temen que Maduro y sus hordas, los ubiquen y capturen, para
negociarlos como rehenes con EEUU, eso, en el mejor de los casos.
Pero quiero llamar la atención sobre algo que me preocupa,
luego del cúmulo de sanciones que el gobierno de Washington impuso sobre los
principales cabecillas del régimen, y algunas que afectaron el funcionamiento
de nuestra economía, que se distingue por un extraño melange de actividades criminales con otras de carácter lícito,
quedó demostrado, pues así se está operando a nivel internacional, que quienes
quieran participar en las actividades petroleras de nuestro país, deben primero
ser autorizados por Washington, lo que significaría que los EEUU tienen el
absoluto control de las actividades petroleras, que es nuestra principal producto
de exportación y casi única fuente de ingresos.
Esto lo entendemos debido al control que tienen los
norteamericanos sobre una parte importante de la economía global, no solo
financieramente sino también desde el punto de vista de transacciones y
operaciones en el mercado energético, las empresas petroleras más grandes del
mundo son de ese país y operan muy de cerca con el gobierno sobre este tema
estratégico y de seguridad.
De modo que los EEUU cuida de nuestro petróleo, para que los
revolucionarios chavistas no lo utilicen como arma en contra del mundo libre,
pero en política nos han dejado en plena libertad y allí hemos cosechado el
mayor triunfo posible para una democracia, que fue, el haber derrotado
limpiamente y de manera mayoritaria al chavismo-madurismo retrógrado, y que
gracias a una brillante estrategia electoral, diseñada por María Corina Machado,
pudimos probar el triunfo de nuestro candidato Edmundo Gonzáles Urrutia con
actas legítimas provenientes del ente electoral, el mismo que ahora ha
desaparecido todas las pruebas de esos comicios que, según ellos, ganó Maduro.
La trampa es obvia, el engaño burdo, y la burla a la
democracia en aras de debilitar la confianza hacia los procesos electorales
está allí presente, varios países del eje socialista fascista le han brindado
su apoyo a los revolucionarios bolivarianos, quienes por medio de una narrativa
que involucra hackeos internacionales,
black-out en la transmisión de la
data, desaparición de las pruebas del proceso electoral donde supuestamente
ganó en su tercera reelección Nicolás Maduro, el presidente más impopular y
rechazado por los venezolanos.
Sorpresivamente entre estos países figuran los de la Unión
Europea, quienes aun cuando, no reconocen el triunfo de Maduro, parecen estar
dudando sobre la legitimidad y veracidad de las pruebas presentadas por la
oposición venezolana, peligrosa inconsistencia de juicio que pudiera poner el
juego político en Venezuela en un estado de conflicto muy grave, y esto,
tomando en cuenta el tratamiento que el gobierno de Maduro le dio a la Unión
Europea, al punto de retirarles la invitación para que sirvieran como testigos
en las elecciones.
Ganamos las elecciones que el CNE y Maduro dicen las ganaron
los chavistas, una organización política venida a menos y sostenida a base de extorciones
y chantajes, un gobierno de ineptos que pretende perpetuarse en el poder para
proteger a sus líderes de la justicia internacional que los busca por criminales
y violadores de derechos humanos.
Esta situación me recuerda a varias novelas distópicas de
ciencia ficción, que me gustan leer pues me dan una visión del futuro distinta
a lo ordinario, en varias de ellas me encuentro con gobiernos imperiales, que
prefieren ver a distintos mundos bajo su influencia, en manos de gobiernos
totalitarios y criminales, gobernando con la fuerza a sus súbditos, soportan a
los tiranos porque controlan a los pueblos con mano de hierro, y son un
problema menos de lo que tienen que ocuparse, pero disfrutando del comercio de
sus recursos naturales, sean estos mineros, energéticos o de especias.
Es claro que para la comunidad internacional, los
sacrificios que hemos sufrido los venezolanos no son suficientes para que nos
acompañen en nuestro camino hacia la libertad y la independencia, pareciera
necesario debemos dar otro paso para demostrar que, efectivamente creemos en
los derechos fundamentales del hombre y en una sociedad civilizada. No soy yo
el indicado para trazar y planificar cual será ese paso, lo que sí sé es que
será muy duro y tendrá un alto costo en vidas, somos un pueblo desarmado aunque
somos mayoría, frente a unos usurpadores armados hasta los dientes y con apoyo
de mercenarios extranjeros.
Las instituciones internacionales que supuestamente debería
velar por nuestra seguridad no pueden hacer nada, no se han pronunciado, están a
la espera de más evidencias, y nuestros aliados naturales, aquellos que nos han
acompañado durante esta ordalía y saben de primera mano el tremendo costo de
nuestra situación, parecieran preferir al gendarme necesario, al tirano de
turno que les garantice la paz en el patio.
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