jueves, 30 de abril de 2015

Obreros revolucionarios


En un artículo de Roger Kimball titulado Hayeck y los intelectuales, nos recuerda que fue Lennín , en 1917mientras construía su paraíso obrero socialista en Rusia, el que dijo: “Toda la sociedad se convertirá en una sola oficina y en una sola industria con igualdad de trabajo para todos e igualdad de paga”
Lamentablemente sabemos lo que sucedió con aquel sueño convertido en pesadilla, llegó el punto en que el trabajo era escaso y la paga no valía nada, la gente moría de hambre.
Trotsky había señalado que, cuando el Estado era el único empleador, “el que no trabaja no come”, ante la calamitosa situación que se vivía en la Rusia de su tiempo cambió la frase por “el que no obedece no come”.  Los únicos que podían decir, que les iba bien, era el pequeño grupo de la “nomenklatura”, o sea, la oligarquía comunista cercana a los líderes del proceso.
Es por ello que no comprendo a los líderes obreros de esta “robolución”, o son unos idiotas que creen en el cuento de un paraíso socialista, o son unos vivos que quieren ser parte de la “boliburguesía” a costa de los obreros que han engañado con las promesas de que no hay mejor patrono que el Estado, ni mejor vida que la del sacrificio por el sueño de Bolívar.
En ambos casos, son unos criminales que llevan a sus camaradas al degolladero; frente al Estado socialista, en un sindicato chavista no tienen derechos pero sí obligaciones, son carne fresca para el molinillo revolucionario, no pueden reclamar, ni protestar, obedecen o se mueren de hambre.
El dictador Maduro se la pasa recordándoles que antes eran explotados por los empresarios neoliberales, que eran alienados por unas miserables monedas los quince y últimos, que eran obligados a gastar su sueldo en necesidades que no eran reales, sino basura que promovía la publicidad, que eran ellos, los que tenían que tragar polvo y respirar candela en las fundiciones, mientras los dueños de las empresas se enriquecían a su costa.
¿Qué les está diciendo realmente?  Por alguna razón que desconozco, Maduro cree que obedecerlo a él es mejor que ser contratado por un empresario, que la relación obrero-patronal es inmoral, pero la relación soldado-tropa que él quiere, es de lo más pura y conveniente para los obreros.
¿Cuál es el negocio que les propone? Olvídense de los sindicatos como organizaciones que defienden sus derechos y buscan una mejor calidad de vida para los obreros, olvídense de huelgas, paros, reclamos salariales, contratos colectivos, seguros y prestaciones, olvídense de negociar con el patrono, obedecen o “se van a freír monos”.  
El engaño viene disfrazado de “ahora ustedes son dueños de la empresa”, y de un plumazo les quita su condición de clase obrera y los hace empresarios socialistas. Pero, a diferencia de sus anteriores patrones, ustedes no le van a ver “el queso a la tostada”, no ganarán un centavo, no verán bonos, ni repartirán dividendos, ni habrá ganancias; a diferencia del capitalismo, recibirán bolívares super devaluados, si tienen suerte, tickets de racionamiento que sólo podrán gastar en las tiendas del Estado y para, luego de hacer una larga cola, cambiarlos por lo que exista en los anaqueles para ese momento.
Pero, mosca!!!
En aras de la integración latinoamericana, la fabrica de la que son “dueños” puede cerrar en cualquier momento, ya que los productos que hacen podrían ser sustituidos por unos más baratos que hacen los hermanos bolivianos, o quizás, porque nos pagan en trueque por petróleo inunden el mercado por otros productos que hacen los hermanos brasileños; además, pueden perder el trabajo si los hermanos cubanos se les ocurre montar una fábrica igual a la de ustedes, o peor, venir a dirigir la empresa en la que laboran.
La otra cosa con la que tendrá que aprender a vivir esta nueva clase de “empresarios socialistas” es la cuota que tienen que cubrir de acuerdo a la planificación de las necesidades de la “robolución”; es decir, ustedes, que son los dueños de la empresa socialista, van a tener no sólo que comprar sus materias primas y servicios a los precios que alguien en algún ministerio crea que deben pagar (si es que existen), sino que van a producir lo que otro ministerio les diga y al precio que ellos crean conveniente para el proceso.
Al final del día estarán mucho peor que antes, ahora van a tener que trabajar para nada, pero cantando las canciones de Alí Primera, y si se les ocurre protestar, les mandarán a la Guardia Nacional para que los agarre a palos.
Lo bonito del socialismo es que si se quedan sin trabajo, no importa, pueden recibir sin ningún costo medio kilo de arroz, una lata de sardinas, un paquetico de café y una botellita de aceite al mes (si los hay), y si se enferman podrán ir a los módulos de salud de Barrio Adentro, para que unos estudiantes revolucionarios practiquen con sus cuerpos lo que Esculapio no se atrevía hacer con un cerdo, en la búsqueda de los males que aquejan la salud de los pueblos socialistas.
Pronto verán a sus líderes obreros comiendo en lujosos restaurantes, montados en espléndidas Hummer, viviendo en bonitas quintas en buenas urbanizaciones, sólo los verán cuando les traigan la noticia: “Hermano, camarada, la revolución te tiene otro destino…”
Los sindicatos chavistas están condenados a desaparecer desde su nacimiento debido a sus propias contradicciones, son básicamente dos: 1) En un sindicato de trabajadores no debe estar incluido el patrono, en este caso, al gobierno. No tiene ningún sentido que el mayor empleador del país ande promoviendo el sindicalismo en sus propias instituciones y empresas, organizándolo, financiándolo, designando sus directivos a dedo y dirigiéndolo con fines políticos, para sólo favorecen al partido de gobierno.
2) En un sindicato de trabajadores no puede estar incluido el Estado; el mundo de los trabajadores organizados se mueve en tres dimensiones: los trabajadores, los empresarios y el Estado.  El Estado, el que regula y crea las leyes, es el factor que supuestamente debería velar porque las instituciones funcionen, conserven su independencia y gocen de buena salud; es decir, en una situación laboral, el Estado debería ser el fiel de la balanza entre empresarios y trabajadores.
Pero el chavismo, con su turbio discurso, se empeña en desconocer a otros actores en la sociedad venezolana, para ellos, el Estado lo debe ser todo; sus argumentos sobre justicia social y bolivarianismo, salpican cada resquicio de la iniciativa social con una ambición de dominio que es demente.
Los sindicalistas chavistas son peones del gobierno, no representan a los intereses de la clase obrera, son voceros de uno de los peores negocios que se le pueden plantear a un trabajador; la oferta se resume en, si me apoyas, si te haces miembro de mi sindicato, obtendremos mucho más del Estado que los otros sindicatos, ya que nuestros camaradas son los jefes de esta empresa del Estado o ministerio, ellos son los que hacen las leyes, los que controlan los tribunales laborales, el seguro social, los impuestos, el presupuesto.
Nosotros somos los únicos que podemos conseguir para ti, empleado, obrero o profesional las mejores condiciones posibles, porque simplemente somos el gobierno.
No se dan cuenta de la trampa: si eres miembro de un sindicato rojo tienes que seguir la línea del gobierno, no tienes otra instancia a la cual acudir, nadie va a defenderte, vas a tener que ser feliz con tu trabajo, tendrás que estar satisfecho con tu miserable sueldo, no podrás aspirar a nada más sino lo que le ocurra al jefe darte, y si te rebelas, si protestas, corres el peligro de ser declarado traidor a la revolución, perderás el empleo y no podrás conseguir otro trabajo en la administración pública, además, siempre habrá un cubano que te remplace.
En resumen, el chavismo instaura con su movimiento sindical una nueva fórmula de esclavitud en todo el país.
Para los dirigentes obreros chavistas, el negocio es redondo, obtienen prebendas, dinero y el poder que se deriva de asignar contrataciones a dedo de modo de pastorear a los trabajadores incautos, a los que obligan a que vistan de franela y gorra roja para llenar espacio en las calles y en los patios de las industrias en apoyo al líder máximo de la revolución bonita.
Con ellos, los intereses de los trabajadores no importa tanto, como el odio que hay que sentir hacia el imperio y el capitalismo salvaje, ahora es más importante la unidad Latinoamericana que los sueldos y prestaciones, y si no me creen vean lo que sucede con los trabajadores petroleros o los de Guayana que tienen que matarse entre ellos para conseguir empleo.
A estas alturas y con este gobierno, es mejor ser sindicalista del gobierno y tener la esperanza de que mañana, seremos los gerentes y dueños de las empresas que hoy quebraremos con huelgas y paros, para complacer a este sindicalismo endógeno, socialista, corrupto e inhumano. -   saulgodoy@gmail.com



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