martes, 16 de junio de 2015

El expediente de Judas Iscariote


Desde la dominación romana en territorios de Judea nos llega la historia de espionaje más famosa de todos los tiempos, la de Judas contra Cristo.  Lo que hasta ahora conocíamos como un simple acto de traición fue un elaborado esquema de un espía entre los doce apóstoles, el círculo más íntimo y allegado a Jesús de Nazaret; uno de esos apóstoles era un hombre que vendió información a su cliente, en este caso a Caifás, el sumo sacerdote de los saduceos.
Esto es lo que nos cuenta una versión de la historia, pero resulta que hay otra versión, mucho más fantástica, donde Judas es apenas parte de los designios de un plan de dominación mundial, y donde el acto de traición es sólo un nodo necesario de un drama geopolítico y religioso que se concretaría con la muerte de Jesús.
Por un lado tenemos que los evangelios sinópticos poco dicen de este personaje, sólo aparece para traicionar a Jesús. Pero en 1975 se descubre en Egipto un manuscrito gnóstico titulado El Evangelio de San Judas, escrito en copto; luego de unas peripecias y cambio de dueño el mismo es publicado con bombos y platillos por la National Geographic Society en el 2007, y allí se relata una historia muy distinta.
Según este evangelio, Jesús reconoce en Judas el importante papel que la voluntad divina le ha reservado: debe entregarlo a la justicia humana para ser liberado de su carne y transformarse en espíritu, en Cristo, que es su verdadero destino, y sólo con la acción de Judas eso se hacía posible.
Si atendemos a los últimos estudios que se han hecho de los rollos del Mar Muerto, Jesús pertenecía a una de las sectas judías en pugna en aquel momento, era un líder de los esenios, se trataba de un grupo asceta, que no reconocía al Templo de Jerusalén como sede espiritual de los judíos, predicaba y practicaba una inusual manera de vida, donde la acción comunitaria era importante y patrocinaba la independencia del yugo romano como una meta.
Como grupo disidente, se trataba de un movimiento clandestino, sus acciones eran encubiertas y tanto romanos como judíos en el poder los buscaban; los más radicales de ese grupo eran conocidos como zelotas. Entre los apóstoles, Simón y Judas estaban identificados como zelotas. Judas podría ser el sicario entre esos hombres que acompañaban a Jesús (“sicario” era el nombre de un pequeño puñal que usaban los zelotas para ejecutar objetivos seleccionados; aparentemente, está implícito en el nombre, “Iscariote”… otros alegan que se trata de un patronímico de la población de Queriot en Judea).
De Quincey decía que Judas tuvo que entregar a Jesús a las autoridades, como parte de un plan para obligarlo a revelar su divinidad, de esta manera provocaría una inmensa rebelión contra Roma y que estallaría la guerra de independencia en los territorios ocupados.
De los evangelios, el que más profundiza sobre porqué un hombre que estuvo con Jesús, presenció sus milagros, escuchó su palabra y convivió con él, lo traiciona de aquella manera, es el de San Juan y apenas menciona que fue el diablo quien se alojó en el corazón de Judas Iscariote cuando decidió entregarlo.
En 1955 sale publicado el libro de Juan Bosch, Judas Iscariote, el Calumniado, que prosigue la tradición de hacer de Judas un misterio embarazoso para la Iglesia; memorias como la de Ferdinando Petruccelli della Gattina (1867),  novelas como la de Nikos Kazantzakis, cuentos como el de Jorge Luis Borges, Tres Versiones de Judas (1944), se apuntan en no criminalizar la figura de Judas, al contrario, proponen verlo como víctima de una conjura, sobre todo Bosch, quien lo sitúa en el medio de un complot político dentro del grupo de los padres de la Iglesia, sobre todo de Pedro, quien temía que Judas, el tesorero, el único de los apóstoles que no era de Galilea, se hiciera con el control de la incipiente organización.
Pero la conclusión evidente es que el selecto grupo de seguidores de Cristo fue penetrado, el gobierno le había sembrado un espía, quería saber los movimientos de la secta, los planes del líder… y cuando la situación se hizo apremiante, decidió procurar su captura. Éste ha sido el tema de varias novelas de reciente factura, aunque debemos recordar que las otras versiones de Judas tienen una larga historia.
El tal Judas debió ser un hombre hábil para llevar su engaño por tanto tiempo, y las treinta monedas que le ofrecieron pudieron ser apenas el adelanto de su paga. San Juan nos dice en la Profecía de Caifás: “Entonces los sumos sacerdotes y los fariseos reunieron un concejo y dijeron: ¿Qué haremos?  Porque este hombre hace muchos milagros. Si le dejamos continuar, todo el mundo va a creer en él, y los romanos vendrán y destruirán nuestro lugar y también nuestro pueblo.”  -más adelante agrega- “...habían impartido órdenes para que quienquiera que supiese dónde estaba, lo manifestase a fin de apoderarse de él.”
Todo el episodio siguiente es confuso, en algún momento antes de las pascuas, durante una cena, Jesús les dice a sus apóstoles que uno de ellos lo va a entregar, todos quieren saber quién es y él les dice: “Es aquel a quien le daré el bocado que voy a mojar. Y mojando un bocado, lo tomó y se lo dio a Judas Iscariote... le dijo, pues: Lo que haces, hazlo más pronto. Mas ninguno de los que estaban en la mesa entendió a qué propósito le dijo esto. Como Judas tenía la bolsa, algunos pensaron que Jesús le decía: Compra lo que hace falta para la fiesta, o que diese algo a los pobres. Enseguida que tomó el bocado, salió, era de noche.”
Esta ambigua escena indica, por un lado, que Jesús conocía del espía, pero no se lo dijo a nadie, sólo al involucrado. También nos señala que el resto de los apóstoles no se dieron cuenta del drama e interpretaron otra cosa totalmente distinta, lo que quiere decir que nadie sospechaba del comportamiento de Judas, que debió ser correcto y probablemente mantenía buenas relaciones con el grupo de apóstoles.  Jesús hizo un buen trabajo de contraespionaje y lo puso al descubierto, pero no aludió a la identidad del traidor; por razones estratégicas necesitaba que Judas terminara su trabajo sucio, que conduciría a su arresto, a un proceso judicial y, finalmente, a su muerte.
Cuando luego estaba en el huerto nos dice San Juan: “Y Judas el que lo entregaba, conocía bien este lugar, porque Jesús y los discípulos se habían reunido allí frecuentemente”.
Tomado de sorpresa, Judas tenía que actuar, de aquí en adelante seguimos a San Mateo: “... llegó acompañado de un tropel numeroso con espadas y palos, enviado por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El traidor les había dado esta señal: Aquel a quien yo daré un beso, ése es, sujetadle.”
Esto es muy interesante pues, de nuevo, con esta acción, Judas no quiere hacerse notar; ante los otros apóstoles no se trataba de una traición, sino de un encuentro fortuito con las autoridades. El engaño se había consumado.
Judas vendió información al Sanedrín que mandó agentes para aprender a Jesús. Judas señaló a quién capturar y jamás fue descubierto; pero algo sucedió con el espía, San Marcos nos revela luego: “Entonces viendo Judas, el que lo entregó, que había sido condenado, fue acosado por el remordimiento, y devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los ancianos, diciendo: Pequé, entregando sangre inocente. Pero ellos le dijeron: A nosotros, ¿qué nos importa? Tú verás. Entonces arrojó las monedas en el templo, se retiró y fue a ahorcarse.”
Si esto fue lo que sucedió, se trataba un comportamiento poco profesional de parte de Judas, el espía; su pecado no había sido entregar sangre inocente, porque Judas sabía que Jesús era el jefe de la secta que tanto malestar había causado a judíos y romanos, no había dudas al respecto, la ley lo buscaba y él apenas cumplía una misión.
Sobre la muerte de Judas, todavía se discute si sobrevivió a su intento de suicidio, algunas versiones indican que la cuerda con la que se ahorcaba se reventó, Hechos de los Apóstoles… otra apunta a que alguien la cortó, el hombre cayó al piso y se malogró de tal manera que quedó convertido en un monstruo, según un tal Papías, discípulo de Juan… otras versiones dicen que, con el dinero que Judas devolvió al Templo, los sacerdotes compraron un campo al que pusieron por nombre “Campo de Sangre”, que usaron para dar sepultura a los extranjeros.
El ahorcamiento pone de relieve el desprecio de la sociedad y el castigo que se le daba a los espías, y esta escena trae a colación un aspecto psicológico importante para nuestro conocimiento sobre la naturaleza y los mecanismos internos de la mente de los espías: el remordimiento, o la falta de él.
Un buen operario de campo debe estar absolutamente convencido de que hace lo correcto; ésa es una de las razones por las que los cuerpos de seguridad, que manejan agentes encubiertos, juegan con la carta del patriotismo, anteponiéndolo como valor moral a cualquier otra contravención de principios cuando se desarrolla una misión, se trate de la traición a amigos, o a grupos a los que pertenece y con los que comparte buscando la información, o de actos violentos que se deba provocar para el éxito de la operación.
El remordimiento es el más grave de los peligros en un espía; no puede tenerlo, el espía debe sentir que actúa por una buena causa, así esa causa favorezca su propio bolsillo y bienestar. Pero el remordimiento y el miedo son el abono perfecto para el contraespionaje: sin espías arrepentidos no habría espacio ni momento para ese juego oscuro y de traiciones que hace de la literatura de espionaje un terreno tan fértil y complejo.
Regresando al caso del pobre Judas Iscariote, más que un espía, se trató de un peón utilizado por fuerzas superiores, con un rol importantísimo: sin su traición no se consumaría la muerte de Jesús y su posterior resurrección, clave en la estrategia de la nueva iglesia.
En varias ocasiones, fue el mismo Jesús el que animó a Judas para que culminara su trabajo: “Ve y haz lo que tienes que hacer”, como si se tratara de una orden post-hipnótica, y fue como si Judas hubiera estado en un trance para luego despertar y darse cuenta de las consecuencias de sus actos. Sus manejadores tenían una gran ventaja: sabían lo que estaba sucediendo, lo que iba a pasar. Si eso fue así, entonces Judas adquiere otra dimensión en la conspiración, fue la víctima propiciatoria de un plan de gran aliento.
En mi humilde opinión, la tesis que me parece la más audaz es la de Jorge Luis Borges, quien nos dice que Dios no reencarnó en Jesús, sino en Judas, ése fue y sigue siendo su gran secreto, era la única manera de ser verdaderamente humano, pecando de la manera más deleznable de todas, traicionando a su maestro y amigo… de esa manera expiaba el pecado por todos los hombres muriendo no sólo físicamente, sino moralmente.
Judas jugó su papel, tal como estaba establecido; lo hizo a la perfección y su destino fue el desprecio de la historia, al punto que es parte del folklore de varios pueblos recrear la muerte de Judas, como parte de las festividades de la Semana Santa en varios lugares del mundo; la quema de Judas en Venezuela, mi país, es una especie de venganza colectiva contra el traidor. Igualmente, el nombre de Judas ha estado ligado a la campaña de odio contra el pueblo judío, al que se le endosa la mancha del impío, cuando éste en realidad fue una parte, un engranaje insustituible en esa enmarañada trama. – saulgodoy@gmail.com



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