martes, 30 de junio de 2015

El racismo chavista


Cuando el chavismo llevó los restos del héroe de la independencia venezolana, Negro Primero, al Panteón Nacional, se dieron unos actos oficiales, unos discursos, se utilizó una simbología cuyo propósito fundamental era resaltar la solidaridad del partido de gobierno con la gente de color.
La fiesta que organizó el PSUV por dos días, llenando el centro de Caracas con bailes y mucho ruido, congestionando la capital con el propósito de llamar la atención sobre el asunto, que incluyó unos ritos fúnebres muy propios de nuestros necrófilos endógenos.
El sincretismo del show que montaron incluyó honores militares, procesión de unos restos que nadie explicó de quien eran o como los obtuvieron, la presencia del actor norteamericano Danny Glover en la concurrencia le dio sabor de jet set al evento, no faltaron los santeros y babalaos, las comparsas carnestolendas del Callao, unidas a las declaraciones de nuestros afro descendientes contentos de ser tomados en cuenta, todo este derroche comunicacional terminó en la acusación, por parte de altos funcionarios chavistas, que la oposición y a la derecha venezolana eran racistas, entre otras cosas, porque no habían asistidos a los actos.
Aquel lamentable circo sólo hablaba de una inmensa manipulación a nuestra población negra por parte de uno de los gobiernos más racistas y segregacionistas que nuestra historia haya conocido.
Nuestra sociedad, antes del advenimiento de la revolución socialista bolivariana, era integradora y abierta, en el sentido de que aceptaba las múltiples diferencias sociales que existían en el país, se respetaba a las minorías, eran aceptadas las tendencias de moda, los estilos de vida, las diferentes nacionalidades e idiosincrasias, esto debido a dos condiciones intrínsecas a nuestro país: en primer lugar, nuestra posición geográfica, que nos hacía punto obligado de paso en las rutas internacionales y nos exigía estar expuestos al tráfico internacional y, con ello, a un intenso intercambio cultural, esto sucedía desde tiempos de la colonia.
En segundo lugar, éramos y somos un país mestizo por excelencia, una mezcla de razas y temperamentos de la más variada índole, donde el color de la piel y la pureza de la sangre fueron apenas una variable accidental al momento de los cruces genéticos en nuestra población.
¿Que existía racismo antes del chavismo? Sí, existía en algunos círculos muy pequeños y nada significativos, que pasaban por ser más excepciones que una regla, al punto de que una prohibición de entrada de un cliente a un local comercial, en el que se alegaba el color de su piel, era tan raro, que ocupaba lugar destacado en la prensa y era inmediatamente condenado.
El tema de la homosexualidad, de la deficiencia mental, de ser pobre, negro o mujer, tenía a lo sumo un tratamiento cómico en los medios y en las expresiones populares, se convertían en chistes, pero nada tenían de odio, repulsa o discriminación, se trataba en gran parte de una demostración de ignorancia sobre los temas; en aquellos días no había todavía esa independencia y vocería de las comunidades en defensa de sus intereses, no era común el conocimiento profundo de las diferencias que la antropología y la sociología se encargarían de esclarecer, y los afectados no manejaban de manera militante sus derechos. En fin, lo que no comprendíamos lo despachábamos con una chanza y ya.
Pero cuando llega el chavismo al poder, lo hace con una carga de resentimiento tal, que comienza la utilización de las diferencias sociales, más allá de la lucha de clases, con una finalidad política; poco a poco ese rencor se va transformando en una clara patología social, donde la violencia es el principal ingrediente.
Lo primero que hace Chávez, que sostenía un comportamiento público claramente misógino – y eso en un país donde las mujeres habían logrado detentar un inmenso poder -, es destacar las diferencias de sexo entre hombres y mujeres, no sólo entre sus colaboradores más cercanos sino entre su público; en sus shows maratónicos jugaba a diferenciarlos como grupos separados, los hombres eran convocados por un lado, las mujeres llamadas a corear o hacer vítores por otro; dentro de las mujeres, las estudiantes se deslindaban de las amas de casa, las que eran madres de las solteras, las estudiantes de las buhoneras… ardiente seguidor de la filosofía de la liberación, veía opresión y explotación en cada grupo social, le daba particular gusto destacar las diferencias de cada segmento y se dedicaba a hacerlos conscientes de que los “otros” eran culpables de sus carencias.
Aplicaba a la historia de Venezuela el lente de la diferencias sociales, a Manuelita Saenz nunca la reconoció sino como enamorada de Bolívar, a la negra Matea como sirvienta, a Juana la Avanzadora como auxiliar de tropa, Josefa Camejo como revolucionaria, a Luisa Cáceres de Arismendi como heroína y rehén del Imperio, etc.
Todas las decisiones políticas de Chávez para favorecer a la mujer venezolana sólo destacaban las diferencias; desde la creación de un Ministerio de la mujer, un Banco de la Mujer, su iniciativa de promover mujeres en el tren ejecutivo y en las Fuerzas Armadas no fueron sino motivos para dejar por sentadas las diferencias que, desde su particular visión, percibía entre los venezolanos. Cuando se enfocaba en las mujeres, resaltaba la diferencia entre sus clases sociales; la escogencia de mujeres indígenas como pieza central de sus actos públicos era una clara tendencia a enfrentar las etnias políticamente.
Nada de lo que hacía Chávez era inocente, detrás había una intención de enfrentar intereses, buscar representatividad, repartir recursos, asignar cuotas de poder, organizar células del partido y tener constantemente al país dividido en grupos siempre dependientes del gobierno; las promesas de autonomía e independencia eran sólo demagogia, como claramente lo demostró la segmentación del país en territorios indígenas, supuestamente administrados por sus ocupantes ancestrales, o las diferentes misiones para las mujeres (embarazadas, emprendedoras, madres solteras, estudiantes, de la tercera edad, etc.), que en una hemorragia de recursos devenían en operaciones políticas electoreras o de control biopolítico de las minorías.
¿Qué pasó con los negros? Bien, lo primero que hizo fue afectar el lenguaje mismo, la denominación de la raza, la catalogación de la diferencia; siguiendo el espíritu emancipador de los negros norteamericanos, el chavismo se encargó de introducir la diferenciación semántica de nuestros descendientes afroamericanos desarticulando la palabra “negro” en nuestro país, una palabra que tenía una enorme carga afectuosa, por una más insípida, “afrodescendiente”, la cual fue aceptada – suponemos - por esa minoría racial, pues nadie dijo nada.
Aquí quiero destacar algo, ¿Quiénes fueron los promotores de estas diferencias de raza y género?
¿Fueron acaso los mismos negros, homosexuales, transexuales, mujeres venezolanas los que impusieron esos cambios o, por el contrario, fueron los laboratorios políticos, especialmente cubanos, los que plantearon esas iniciativas?
Como yo nunca vi a unas mujeres planteando en un congreso sus carencias de género, ni vi a líderes negros reclamando para sí un tratamiento especial por parte del estado por su color de la piel, presumo, hasta prueba en contrario, que en esas iniciativas fueron técnicos en ingeniería social, blancos, heterosexuales y hombres, en su mayor parte extranjeros (cubanos y españoles), quienes plantearon esos bodrios de leyes y regulaciones, con las cuales hicieron imposible la convivencia nacional.
Chávez llevó su condición de zambo al extremo de querer ver en El Libertador Simón Bolívar como uno de los suyos, cambió la iconografía nacional para hacerlo notable, el complejo de inferioridad que sentía por su herencia lo hizo despreciar hasta el paroxismo a la burguesía venezolana, su racismo invertido lo llevó a darles nombres despectivos y tratamientos descorteces a los venezolanos de piel blanca, y si eran rubios o de ojos claros exacerbaban su crueldad.
Le gustaba tener dependientes y subordinados de piel blanca y ojos claros a quienes hacía desplantes públicamente e insultaba, su gusto por las mujeres blancas era indicativo de su sed de dominio racial, de lucirlas como prendas del líder, pero su tratamiento personal era despectivo y hasta violento.
Cuando en una sociedad se necesita leyes especiales para darle derechos, protagonismo, y construir instituciones para unas minorías, lo que en realidad se está haciendo es introducir una cuña que divide de manera irremediable a esa sociedad, destacando esas diferencias de manera tan marcada que crea burbujas de existencia separadas de la convivencia general, señalando de manera definitiva e irremediable divisiones totalmente artificiales, creando discriminación donde no la había, y aumentándola si la había.
A los negros, a las mujeres, a los indios, a los extranjeros, les daba el tratamiento que en su mundo los encasillaban de manera definitiva y donde no habían vasos comunicantes, al destacar sus diferencias y hacerlos aún más diferentes, otorgándoles prebendas, privilegiándolos legalmente, construyéndoles instituciones sólo para ellos, lo que hacía era demarcar estos contrastes para jugar con ellos en un perverso despliegue de poder.
Su sucesor heredó todas estas taras sociales
El reconocimiento de un estado democrático, diverso y equitativo hacia sus connacionales debería expresarse en una ley para todos, la igualdad ante la ley es clave en una república; desde el momento en que se necesite tener normas especiales para que la mujer tenga más participación política, los negros puedan entrar libremente a cualquier lugar, los homosexuales y transexuales ser respetados en su integridad, los pobres privilegiados por encima de los demás, entramos en terrenos del apartheid, de cercas normativas que hacen imposibles y artificiales los acercamientos y las relaciones humanas.
Repito, los chavistas hicieron este juego racista y sexista para favorecer sus posiciones políticas y porque así lo plantea la ideología primitiva y violenta en la que creen, no porque los venezolanos seamos así.  Mientras más pronto podamos prescindir de estos alambres de púas que nos han dividido, mejor será para nuestro devenir como ciudadanos libres, igualitarios y con vocación universal. –  saulgodoy@gmail.com




2 comentarios:

  1. Tanta alharaca del gobierno con la discriminación de los negros y no hay ningún negro en posiciones de mando en la revolucion.. solo aristobulo, que es el comodín en estos actos.. por cierto en Cuba es igualito... no hay negros en posiciones de mando en este batido fétido que es la ike-revolucion

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    1. Gracias por tus comentarios Jhonny.
      La verdadera discriminación es de los revolucionarios en contra de los
      venezolanos de a pie, hay una extraña sensación de exclución hacia los
      valores y principios que han sustentado esta patria, valores y
      principios que nos hacen reconocer en las diferencias de los otros
      nuestra identidad mestiza, que nos hacen magníficos anfitriones y
      buena compañia, que nos permiten comunicarnos con los extraños sin
      ningún problema.
      Pero estos revolucionarios adptan una pose de sobrados, de que nadie
      sabe más que ellos, que pertenecen a una raza escogida por los dioses
      para grandes designios, no son humildes su resentimiento va por
      delante y cuando los trata, se comportan como unos perdona vidas.
      Cuando tratan a los demas, en especial a los que ellos consideran
      minorías, lo hacen con toda la intención de que sientas que ellos son
      diferentes por la única razón, que para ellos, si eres mujer, gay,
      negro o palestino, por nombrar algunas diferencias notables, eres
      realmente diferente, al punto que te extraen con pinzas y te presentan
      como si fueras un bicho raro, al punto de convertirse automáticamente
      en tus defensores, marcandote con un trato donde jamás serás una
      persona. excepto desde la diferencia.
      Esoes racismo, y del más barato.
      Saludos
      Saúl.

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