viernes, 27 de noviembre de 2015

El poder como un demonio


Cuando revisamos la larga tradición de las ideas liberales en el mundo nos encontramos, en Europa y sobre todo de América, con un movimiento, más bien, un proyecto, denominado  “Constitucionalismo liberal” que no es otra cosa que el esfuerzo intelectual de generaciones de pensadores, por ponerle bridas al poder para controlarlo y direccionarlo, sin dejar de garantizar los derechos ciudadanos. limitando el tamaño del Estado.
El liberalismo no es solo una colección de normas y principios sobre igualdad y libertad, es principalmente una disciplina del poder, formulas para controlar y manejar ese poder.
Cuando una sociedad organizada logra controlar el poder, que por naturaleza es arbitrario, se sirve a sí mismo y tiende a abarcarlo todo, y lo hace de manera institucional, con la fuerza de la ley y por medio de la descentralización del estado, inmediatamente obtiene la posibilidad de generar riqueza, inclusión y conocimiento; elimine usted de la ecuación política el poder personalista, autoritario, irresponsable y no sujeto a balance ni control, e inmediatamente la sociedad sentirá no solo más estabilidad, sino que surgirán nuevas formas de participación, rutas de diálogo, acuerdos, consensos y se desatará una dinámica que necesariamente fortalecerá la democracia como un todo.
Pero hay que controlar el poder, y el problema mayor lo encontramos en aquellos hombres y mujeres que persiguen la obtención del poder para lograr sus propios intereses y no los de la sociedad como conjunto, o de quienes sustentan el poder, y una vez ganado el gusto por el mando y la obediencia, no permiten que el poder les sea confiscado, regulado o disminuido.
Esta lucha de la sociedad por controlar el poder es el elemento fundamental de toda democracia, si se permite que quienes detenten el poder en un determinado momento, se confundan con la soberanía y el pueblo, esta confusión traerá como resultado el crecimiento del aparato estatal hasta abarcar la vida privada de sus ciudadanos, se atribuirá más ámbitos y jurisdicciones, designando más burocracia para controlar al individuo, si el poder hecho gobierno no acata la ley, principalmente la Constitución y no responde a los valores democráticos, el poder absoluto tratará, por todos los medios de esclavizar a esa sociedad para su único propósito, perpetuar en el poder a quienes lo ejercen sin control.
Dejado solo, a su arbitrio, el poder es como el hambre más voraz que se pueda imaginar, no descansará hasta haberse tragado todo, al final su apetito insaciable lo hará autodestruirse, el poder es ciego y solo se sirve así mismo.
Por ello, es que no hay persona más peligrosa que un hombre enfermo de poder con un pueblo ignorante de las consecuencias, de las ausencias de los pesos y contrapesos de una democracia, Bolívar lo sabía y lo advirtió, Miranda y Simón Rodríguez lo sabían, he hicieron lo posible por explicarle a las generaciones futuras de la amenaza, sólo los ciudadanos conscientes del peligro pueden enfrentar con éxito los cantos de sirenas del tirano, que exigirá más poder y por más tiempo.
Pero estas ideas fueron olvidadas, cayeron en desuso, la moderna teoría del Estado exigía un aparato burocrático estatal lo suficientemente grande y poderoso para poder hacerse cargo de las nuevas funciones del Estado como generador del progreso y crecimiento de la nación, y para aquellos países que nunca pudimos diversificar nuestras economías, que vivíamos de las rentas petroleras en un esquema de capitalismo de estado, la presencia del Estado se hizo hasta necesaria.
Pero la verdad había sido descubierta mucho antes, la fórmula no es un engaño: A mayor tamaño del Estado menor es la libertad del ciudadano, menor las libertades públicas.
No hay necesidad de ser un genio para ver las proporciones trabajando, todo espacio que es ocupado por el Estado y su burocracia, es un espacio menos para la sociedad y el individuo.
La tendencia es una progresión aritmética, a mayor tamaño del Estado más espacio reclamará para sí, y una vez que el Estado sobrepasa ciertos límites en democracia, como el borrar los estancos que separan los poderes públicos de los derechos civiles, cuando el estado toma el control de las instituciones fundamentales para servirse de ellas y ataca la propiedad privada, cuando se pone por encima de la constitución y las leyes y genera sus propias justificaciones de derecho para imponerse a toda resistencia, entonces, el poder entra en una nueva progresión, esta vez geométrica, avasallante, canibalizante y totalizadora.
El poder empieza a destruir a la sociedad donde opera, como le sucedió a Mao en China, a Stalin en Rusia, a Pol Pot en Camboya, a Hitler en Alemania, como va a pasar en Venezuela si el chavismo continúa en el poder.
Cuando Bolívar advirtió que los pueblos se acostumbraban a obedecer y los líderes a mandar y por ello la alternabilidad en el poder era una necesidad, sabía de lo que hablaba, su vida fue una constante batalla personal con ese demonio del poder que atormentaba su alma republicana, era tan fácil sucumbir a su fuerza y lujuria, el poder absoluto envilece.
Me produce una gran desazón cuando veo y escucho a los líderes del chavismo preparar la mesa para el acto más antidemocrático de todos, las trampas electorales para permanecer en el poder, el solo hecho que se hayan permitido por parte del árbitro electoral, el CNE, todos esos fraudes, delitos, actos de violencia, trucos, abusos de poder, para que desde el estado, el grupo que manda, el partido PSUV, haga y deshaga para proteger esa cuota grosera y criminal de poder que sustenta, indica que tenemos una sociedad enferma y en camino a su destrucción.
El chavismo y sus seguidores son claramente personas antidemocráticas, no quieren ni aceptan otro arbitro sobre sus acciones sino ellos mismos, su actitud de desconocer y tergiversar la voluntad popular es ya señal de que el demonio del poder los tiene ciegos, que contra viento o marea van a intentar crear una casta real, de que van a tratar de constituir a Miraflores, en el asiento de la nueva oligarquía socialista de América Latina.
Bajo los pueriles argumentos de la relatividad de una vida humana en la suma geológica de las edades de la tierra, en que el pueblo decida hasta cuando se queda un presidente en el poder (sobre todo cuando el presidente quien cuenta los votos), que dieciséis años es muy poco tiempo para consolidar el proceso socialista… (el único proceso que se va a consolidar es el de la tiranía vitalicia y hereditaria) entra uno en sospecha sobre las verdaderas intenciones de los chavistas.
Se trata de hombres y mujeres que ya tienen en su contra acusaciones graves de genocidio, de trampa electorales, de corrupción, de terrorismo, de fraude, de extorción y de innumerables violaciones a los derechos humanos, que la única manera que tienen de eludir la justicia nacional e internacional, es precisamente perpetuándose en el poder, protegerse de los procesos escudados tras la excusa de la soberanía, de la majestad del cargo, de la inmunidad que otorga el ejercicio de sus fueros.
Sus reputaciones están tan dañadas, sus mentiras suenan tan huecas que ya toda Venezuela y el mundo sabe lo podrido que están, y que basta el soplo del viento para que todo ese mundo revolucionario de pacotilla se derrumbe, y tengan finalmente que enfrentar la justicia de los hombres.
Esa es la razón fundamental para que Venezuela, con la ayuda de gobiernos democráticos que no claudican ante los sobornos y el miedo, haga de estas elecciones un gesto de rebelión, un grito de libertad y un acto de reparación, sobre los verdaderos ideales de la república y la democracia que llevamos sembrados en el alma. -        saulgodoy@gmail.com


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