Advertencia: El siguiente escrito
es producto de la imaginación del autor, es un trabajo de ficción literaria
sobre sucesos que no han ocurrido, no es parte de una conspiración nacional o
internacional, no es un plan de desestabilización ni una instigación a
delinquir, no es un llamado a la violencia; las distopías se caracterizan por
ser llamados de atención sobre posibles resultados si se mantienen cursos de
acción destinados a cambiar la realidad.
Esta advertencia la hago por
recomendación de mis abogados, ya que podría mal interpretarse mi trabajo
literario, principalmente, porque la mayor parte de los funcionarios del
gobierno chavista, que se ha distinguido por ser antidemocrático, intolerante con
la diversidad de pensamiento y propenso a la censura y la restricción de la
libertad de expresión, carecen de discernimiento para distinguir una obra
literaria de un panfleto contrarrevolucionario y no tienen ni manejan criterios
que les permitan diferenciar un trabajo de ficción, como el presente, de uno de
los tantos documentos que sus cuerpos de seguridad fabrican para incriminar a
sus enemigos políticos y someterlos a procesos judiciales con el fin de
neutralizarlos o destruirlos.
Como
bien dice Cornelius Castoriadis, la historia es creación y destrucción… y
dentro de la creaciones tenemos a un Auschwitz como a un Partenón, se construyen
cosas torcidas y malignas u obras puras y bellas y útiles; el decurso de la
historia, bien sea temprano o tarde, se encarga de determinar el valor de estas
creaciones.
En el
caso del chavismo observamos un movimiento político que se ufanaba de ambas,
destruía para luego crear, y en aquello de arrasar eran unos expertos, no
dejaban piedra sobre piedra; como buenos bárbaros, les resultaba un éxtasis
llevar a la ruina a las instituciones, desmontar las obras humanas, envilecer a
las personas, sembrar la confusión en el mundo de las ideas… y, al momento de
crear, debido principalmente a su impericia, falta de responsabilidad e
ignorancia, creaban bodrios, cosas ominosas que salían de almas maltrechas y
que venían del subsuelo del mundo.
No
puedo dejar de mencionar, y esto en algún momento deberá ser debidamente
constatado, que fue un movimiento político que atraía a personas enfermas del
alma, de la psique, a locos y psicópatas, a resentidos sociales y afiebrados
utopistas, cuyo principal fin era cobrarle a la sociedad venezolana unas
supuestas deudas sociales e históricas que el país todo tenía con ellos… y
cobrar fue lo que hicieron, en oro, pues saquearon el país en nombre de un
iluminado, de nombre Chávez.
Para
salir de ellos Venezuela tuvo que sangrar, al final decidieron atrincherarse y
desatar sus furias contra una población cansada de injusticias y falsas
promesas, que sufría hambre, carestías y pestes; pero como el chavismo es
irracional, funcionaba solo en un mundo y con una lógica aparte, que sólo se
entendía por un acto de fe revolucionaria, no captaron que ellos eran pocos y
nosotros muchos y que un pueblo acorralado y sin esperanzas es sumamente
peligroso.
Creyeron
que escudándose detrás de las Fuerzas Armadas, de los políticos armados,
contando que con su poder de fuego podían prevalecer y seguir con ese injusto
dominio sobre un pueblo libre, decidieron dispararle a mansalva a la gente.
Esto
lo hicieron por varias razones, pero la principal era que el chavismo se basaba
en el nihilismo, era gente que sólo vivía para el momento, que no creían en la
dignidad humana, ni en la trascendencia más allá de los billetes, que se podían
tener en los bolsillos o en unas cuentas en bancos extranjeros de dinero mal
habido. El chavismo creía que, fuera del
ahora y del momento, no había más nada, lo que les aguardaba al llegar el fin
de sus días era la nada pavorosa, la oscuridad eterna en la cual se negaban a
pensar.
Otra de
las razones por las que el chavismo-madurismo decidió inmolarse en lo que ellos
creían era el final digno de los revolucionarios, en un baño de sangre, en una
degollina contra su propio pueblo, era que la mayoría de sus líderes estaban
enfermos de patologías terminales, muchos de ellos sufrían de dolencias
altamente virulentas, y como se estaban pudriendo por dentro por estar viviendo
entre tanta maldad, querían terminar sus días de manera violenta, sin siquiera
pensar en sus familias, pues, para el chavismo, el mundo terminaba con ellos.
La
otra parte de la dirigencia chavista madurista estaba compuesta por
narcotraficantes, lavadores de dinero sucio, corruptos, terroristas, muchos de
ellos buscados por la justicia internacional, por lo que no tenían otra salida
que asegurar en el país su guarida y protegerla al costo que fuera.
Fue
de esta manera como el día de las elecciones decidieron soltar a las calles sus
colectivos armados, unos grupos paramilitares compuestos de criminales de alta
peligrosidad, para que sembraran el terror entre los votantes que querían
terminar con aquella pesadilla de gobierno; las Fuerzas Armadas apostadas en
los centros de votación no hicieron nada ante el abuso de esas bandas violentas
y al principio la gente se replegó asustada, pero a medida que la indignación
colectiva creció, la situación se tornó más violenta.
El
árbitro electoral jamás actuó para prevenir la situación que estaba en plena
escalada, guardó silencio, pues era cómplice confeso, en esa trama que se
desarrollaba sin dirección.
Los
ciudadanos del país esperaban el usual abuso de poder y violación masiva de las
leyes electorales por parte del chavismo para imponer a sus candidatos para la
Asamblea Nacional; ya en varias oportunidades estuvieron a punto de suspender
las elecciones porque los sondeos de opinión y otras encuestas no los
favorecían, al contrario, los condenaban al rotundo fracaso, pero no lo
hicieron por miedo y por la presión internacional, pero aún así, los llamados
del presidente a la violencia, a tomar la calle, a ganar “como sea”, hicieron
su efecto en los grupos de fanáticos y mercenarios rojos rojitos.
Las
organizaciones y personeros invitados por el gobierno para el “acompañamiento”
electoral se hicieron la vista gorda de los abusos y ventajismo del gobierno, y
quisieron apaciguar a la oposición política para permitir el fraude electoral
que tenía preparado el CNE, aún sabiendo que una parte del país estaba bajo un
injustificado estado de excepción, trataron de brindarle al chavismo más
ventajas tratando que la oposición firmara una vergonzosa aceptación de
resultados electorales por adelantado.
El
día de las elecciones las hordas chavistas acudían a los centros electorales y
obligaban, a punta de pistola, a los electores a elegir sus candidatos, y a
aquellos que no querían votar por el régimen, a pesar de los “favores”
recibidos, los sacaban de sus casas a empujones y los montaban en autobuses
para que fueran a votar bajo la mirada furiosa de los sicarios, ese día el voto
dejó de ser secreto pues fotografiaban al elector haciendo su elección.
A las
nueve de la mañana de ese terrible día, el gobierno decidió tumbar la señal de
internet en el país, al percatarse de que en las redes sociales corrían las
noticias sobre los abusos y el ventajismo, en la televisión pasaban dibujos
animados, programas pregrabados de variedades, propaganda del gobierno… todo
era parte de un nuevo black out
informativo.
La
radio estaba intervenida por CONATEL y en las emisoras libres e independientes
se escuchaba una ominosa estática; la telefonía apenas funcionaba, la CANTV fue
militarizada, el país estaba incomunicado.
Dicen
que la ofensiva se inició en Guarenas, la famosa “cuna de la revolución” donde
el Destacamento de la Guardia Nacional de esa localidad fue atacado por una
poblada, luego de que uno de los colectivos se refugió allí tras asesinar a un
elector que les reclamó su presencia en el centro electoral, los efectivos que
opusieron resistencia murieron y las instalaciones fueron saqueadas y quemadas;
con sus armas tomaron las principales vías de comunicación y se montaron
barricadas. En Guatire la situación fue parecida, cientos de motociclistas de
los colectivos yacían muertos en las calles y autopistas junto a las víctimas
inocentes de sus tropelías, sus motos ardían en medio de las vías.
A las
diez de la mañana los hospitales y centros asistenciales estaban colapsados de
heridos de bala, las calles se convirtieron en trincheras, muy pronto los
colectivos armados se dieron cuenta de que tenían la batalla perdida, los
militares los habían dejado solos, en muy pocos casos los uniformados abrieron
fuego contra la multitud, con nefastas consecuencias para ellos.
A las
once de la mañana aparecieron los primeros aviones, pero ninguno abrió fuego;
sólo pasaban rasantes sobre la ciudad de Caracas. Desde el aire se veía el 23
de Enero, ardiendo por los cuatro costados, se reportaba decenas de ejecuciones
públicas de simpatizantes del gobierno, el Palacio de Miraflores fue tomado por
una muchedumbre buscando al Presidente, que había huido con su familia hacia la
base naval de Mamo en Puerto Cabello.
A las
dos de la tarde el país se encontraba sin servicio eléctrico, el proceso
comicial fue suspendido y se dictó una Ley Marcial que nadie respetó, los
componentes de las Fuerzas Armadas se negaban a recibir órdenes del alto mando,
todo el mundo andaba por su cuenta, no había una coordinación visible.
A las
tres de la tarde se corrió el rumor – incontenible detonante, algunas veces
usado por los chavistas para desencadenar la reacción de sus hordas, y que ahora
se volvía contra ellos - de que los presos políticos habían sido ajusticiados
en sus celdas, tanto en la sede del SEBIN como el cárcel de Ramo Verde; ese fue
el inicio de la cacería de chavistas más encarnizada, nunca vista en nuestra
historia política, la vendetta pública, en manos de una masa de gente indignada
e incontrolada… casa por casa se inició una búsqueda de personeros del partido
PSUV, todos fueron torturados y ejecutados en plena vía pública (todas esas
muertes fueron registradas en video en teléfonos celulares e posteriormente
subidas a la red).
En
algunas instalaciones militares y civiles el personal cubano fue puesto bajo
arresto, algunos ejecutados sumariamente, otros que se resistieron, fueron reducidos
por las armas. Varios altos oficiales de las Fuerzas Armadas fueron fusilados
por sus propias tropas en los cuarteles, mientras sus residencias eran arrasadas
con sus familias adentro.
Fuerzas
de acción rápida del ejército de los EEUU fueron movilizadas y tomaron control
de los principales centros productores de petróleo y refinación, donde ya se
desataban enormes incendios; el portaviones Nimitz fondeó frente a La Guaira y,
para alivio de la población, las fuerzas militares norteamericanas tomaron
control del puerto y el aeropuerto. Inmediatamente,
un contingente de políticos chavistas se entregó a las autoridades extranjeras
pidiendo protección y clamando por el respeto de sus derechos humanos.
Las
diferentes embajadas extranjeras se llenaron de familias de funcionarios
chavistas, que pedían asilo político; los que no lograron atravesar los límites
de las sedes diplomáticas cayeron en manos del pueblo enfurecido que buscaba
venganza.
Los
aeropuertos privados y los ubicados en algunas haciendas fueron tomadas por la
gente enardecida, todas las aeronaves fueron destruidas y quienes intentaron
huir con sus equipajes fueron tomados prisioneros, muchos fueron juzgados por
tribunales populares, condenados y ejecutados en el acto.
La
pareja presidencial no corrió con mejor suerte, la base de Mamo fue asaltada
por la turba y los soldados no ofrecieron resistencia, el presidente perdió su
arma en la huída, ambos se encerraron en un baño de servicio, que también
servía de depósito de materiales de limpieza, cada uno se bebió un envase de líquido para limpiar
tuberías y sanitarios y murieron en medio de terribles dolores; sus cuerpos
fueron quemados.
La
ordalía duró 48 horas, antes de que pudieran hacerse los llamados a la calma,
se restablecieran los sistemas de comunicación y la gente volviera a sus
cabales; el país volvería la democracia y la libertad en uno de los episodios
de violencia política más cruentos de la historia en Latinoamérica. Se calculó que
hubo más de 200.000 muertos, 25.000 de ellos producto de la crisis humanitaria
que se desató en el país luego de la violencia desatada ese día, no había
comida ni los elementos más necesarios para la vida, las grandes ciudades
fueron las más golpeadas.
El
país quedó en la miseria y los cascos azules de la ONU se hicieron cargo,
conjuntamente con la OEA y el FMI, de la transición, hasta que se pudieron
realizar elecciones libres, sólo al año de estos terribles sucesos. El presidente Maduro pasaría a la historia
como el hombre que mandó cobardemente a masacrar a su pueblo un día de
elecciones y el pueblo no se dejó. -
saulgodoy@gmail.com
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