miércoles, 3 de octubre de 2018

Clear and present danger



En este momento, la gran amenaza para los EEUU no es el enemigo externo, sino el interno; lamentablemente, el partido demócrata ha permitido que las ideas del marxismo recargado, esas tesis postmodernas, nihilistas, esas utopías peligrosas de un mundo justo, igualitario y ecológicamente perfecto se mezclaran con ciertos grupos de interés de nuevos ricos, de gente emprendedora que ha hecho fortuna gracias, precisamente, a las libertades y al libre mercado, que sólo es posible en un país que siempre estuvo consciente y dispuesto a la defender sus valores fundacionales.
Esos nuevos ricos de izquierda, que gracias a su creatividad personal, a sus talentos innatos, al trabajo arduo y constante que le imprimieron a sus proyectos, lograron triunfar y cosechar un cúmulo de bienes materiales, fama y poder, de pronto, de manera absurda e irresponsable, los están poniendo al servicio de su propia destrucción y del país que los ha premiado con tanta generosidad.
Y cuando hablo de este tema, no dejo de pensar en los artistas de Hollywood, aquellos que hoy le tienden la cama al comunismo más retrógrado y criminal, como lo es la Cuba de Raúl Castro y su nuevo presidente, Miguel Díaz-Canel; que enaltecen esa ideología de piratas que esclavizan a sus propios pueblos y trafican con la miseria humana, como lo es el socialismo del siglo XXI de Chávez, en Venezuela; y son los que suspiran y hacen películas sobre unos supuestos héroes guerrilleros, y que ven en las FARC y el ELN, a los nuevos Robin Hoods de sus infancias.
Esa Latinoamérica revolucionaria se ha convertido en un pésimo ejemplo para unas mentes que no han salido de su etapa anal, como las de De Niro, Oliver Stone, Clooney, Sean Penn, Di Carpio y otros muchos, los cuales, a pesar de ser unas personas maduras y pensantes, no cejan de cortejar a quienes son un pésimo ejemplo para la civilización occidental, enemigos declarados de la nación de la que son parte y les dio todas las oportunidades para ser quienes son hoy en día.
Y debo hacer un inciso aquí: esa civilización occidental que está siendo duramente atacada, está liderada por los EEUU y a ella pertenecen muchos de los activistas, creyentes y simpatizantes del partido demócrata, que están haciendo un enorme esfuerzo por cambiar ese paradigma de libertad y democracia; muchos de ellos, descontentos con las contradicciones que encuentran en sus vidas, con las injusticias y problemas que ven a diario, piensan que, destruyendo o cambiando las bases sociales y económicas de la sociedad en que viven, podrán construir un mundo mejor y más bonito, que se asemeje al de la ilusión socialista que predica Obama, de inclusión, multicultaralismo y estado benefactor; eso implica imponerle al país una agenda de trabajo social forzado, de contribuciones obligatorias de los que más tienen para los menos favorecidos, lo  que se traduce en una acelerada pérdida de libertades y un considerable costo para los contribuyentes, al ponerlos a financiar esas fantasías socialistas.
Porque eso es lo peor de la ecuación, esos nuevos ricos socialistas, esos comunistas de la champaña, que viven en mansiones en Bervely Hills, dueños de costosos autos eléctricos no contaminantes, viven en una burbuja a la que no quieren renunciar, y aunque no les gusta que sean de sus fondos y cuentas bancarias las que deban financiar esos cambios; les parece correcto que si todo el mundo debe tener acceso a la salud, que sean otros los que pongan el dinero, empesando por el gobierno federal; hay demasiada gente allá afuera que puede contribuir, vía impuestos, para que les toquen a ellos, a esos bellos y bien intencionados revolucionarios de noches de gala, sus dineros y empresas que, con tanto esfuerzo, se han ganado.
Los Clinton, los Sanders, los Gore, los Kenneddys, han derivado por una senda política que pareciera propiciar el debilitamiento de su propio país, apostando a promesas populistas como un salario mínimo alto, seguro médico para todos, representación de los obreros en las juntas directivas de las corporaciones, cambiar la estructura de los impuestos para que la educación de los jóvenes sea gratuita, promesas que los venezolanos ya hemos escuchado, muchos creídos, y ahora estamos pagando con sangre.
La única manera de implantar esa justicia social que tienen en la cabeza, es con un estado totalitario, grande, policial, anulando el espíritu emprendedor e individualista que anida en el alma de los norteamericanos, implantando controles sociales a gran escala, haciéndolos a todos, menos a la élite gobernante, más pobres y dependientes del estado benefactor.
Y eso es terrible, porque ese discurso y esa actitud que ostentan los seguidores del partido demócrata, en el cual los únicos buenos de la partida son ellos, los únicos moralmente correctos, los más justos y abiertos a todas las razas y creencias del mundo, tiene sus límites y peligros; pero de eso no hablan, porque en el fondo lo que les interesa es el poder, ocupar la Casa Blanca, tener a Washington en un puño, complacer a las mayorías en arrebatos de populismo, decirle al gran público lo que quieren escuchar, utilizar los medios de comunicación masiva para vender sus imágenes de estrellas e intelectuales al servicio de la humanidad.
Todo es una pose anodina, pues lo que tienen adentro, es una vaciedad absoluta, el sólo hecho de que durante la administración de Obama se haya hecho público que los EEUU se conformarían con un papel de segunda en los asuntos del mundo, promoviendo la idea de dejarle el liderazgo mundial a otros actores, recogiendo sus fuerzas y permitiendo que otros ocuparan su lugar, pensar que era mucho mejor para los intereses de USA que sus fábricas e industrias estuvieran radicadas en el extranjero fue un craso error, inevitablemente aprovechado por sus enemigos externos.

Danza con lobos.

El mundo académico, ocupado con las ideas del deconstruccionismo, con las tesis de un Nuevo Orden Mundial, con las teorías de justicia de Rawls, el cambio climático antropocentrico, la permisividad para con el islam en su expansión en el mundo, los argumentos radicales del feminismo, las teorías del post colonialismo y la renovación de la ideología de la teología de la liberación, promovida por un Vaticano entregado al socialismo, han debilitado la capacidad de raciocinio de los americanos, principalmente de su juventud.
La izquierda ha posicionado sus fichas en las estructuras educativas de USA, sobre todo en universidades de alta escala, como Harvard y Stanford, donde sus alumnos reciben indoctrinación comunista sin mucho contrapeso por parte de la tesis del liberalismo clásico; ideas peligrosas que no respetan la verdad, ni la racionalidad, donde se estudian los asuntos globales con un pensamiento en el que los EEUU ya no conforma el poder regente.
La gente, el pueblo norteamericano, recibe de los medios y de la academia información muy fragmentada e interesada contra los intereses del capitalismo, de la empresa, del gobierno responsable en manos de los republicanos, algunos dueños de medios plenamente identificados con los intereses del partido demócrata no han dudado un instante en apuntar toda su artillería pesada en contra del presidente Trump.
Lo que aconteció hace poco en la Universidad de Houston, donde los estudiantes boicotearon a la representante de la ONU, Nikky Halley, reclamándole la sangre derramada en el conflicto Pelestina-Israel por parte de sus aliados israelitas, al mantener su posición contra gobiernos fundamentalistas, de pensamiento de izquierda, incapaces de encontrar un camino para la paz…  culpando en todo a los Estados Unidos, es una clara muestra de que la intolerancia y la violencia revolucionaria está prendiendo dentro de la juventud, que ni piensa ni siente sobre las posibles consecuencias de sus posiciones; no hay quien les explique el peligro que corren al seguir el pésimo ejemplo de  sus líderes, cerrando filas con el marxismo, sólo ven y escuchan a sus celebridades de Hollywood agasajando y tomándose fotos con dictadores, fundamentalistas e írritos pensadores, enemigos del the american way of life.
Hay una fuerte e inmerecida carga de culpa por la opulencia y el progreso que la sociedad norteamericana ha experimentado; generar tanta riqueza, ser tan productivos, ya no es un regalo de Dios como premio a su trabajo, como sí lo fue en un pasado reciente, ahora es motivo de remordimientos y vergüenza; hay una inclinación nihilista en ciertos sustratos de la sociedad norteamericana de auto infligirse castigo, que no se merecen ni puede explicarse de manera racional, excepto asumiendo una ideología, como la visión de los marxistas materialistas, que ven predadores donde hay triunfadores, que son incapaces de ver creadores de riquezas, trabajos y oportunidades.
Si bien es cierto que el capitalismo crea muchas avenidas hacia la acumulación material, entre ellas muchas que son fáciles y estériles, productos de componendas y trucos que permite la tecnología y la falta de escrúpulos, el resultado es siempre una crisis que castiga a la sociedad en su conjunto y la obliga a rectificar y aprender de la experiencia, y en eso el capitalismo tiene la gran ventaja de la adaptación, aprende de sus errores y se perfecciona.
La población latina en USA ha sido la más afectada por la deriva socialista del partido demócrata. A pesar de que muchos de sus países de origen padecen del yugo de las izquierdas, del complejo de Adán (del buen salvaje), de un cúmulo de resentimientos, algunos ficticios, nunca bien manejados y solucionados, los latinos se sienten identificados con los cantos de sirena del partido demócrata, que hablan de justicia social, de reivindicaciones postcoloniales; pero no es verdad que con ese partido, durante las presidencias demócratas, Latinoamérica haya estado mejor que con los republicanos, tampoco ha disfrutado de una calidad de vida y oportunidades de surgimiento como con los republicanos.
Los latinoamericanos que hacen vida en el seno de USA y los que estamos en su periferia, nos importa en altísimo grado la buena salud y vigor de su gobierno y su sociedad, pues nos beneficiamos tanto de su prosperidad como de su liderazgo. Los Estados Unidos siempre han sido un bastión, a veces el único, de la libertad en el mundo; su ejemplo e iniciativas para otros menos afortunados han sido ejemplo de generosidad; su interés en promover la democracia en el mundo nos ha garantizado la sobrevivencia en medio de los ataques de los enemigos de las sociedades abiertas, que son muchos y variados.
Ha pasado muy poco tiempo desde que el partido demócrata perdió las elecciones presidenciales en ese país, por lo que no es de extrañar que todavía se sientan los tremores de las fuerzas del socialismo tratando de socavar la legitimidad del gobierno del señor Trump; Obama vuelve a lanzarse en el ruedo político y a la presentación de los candidatos de su partido, tratando de ganar adeptos del centro y aún de la derecha, apelando a su discurso patriotero y a su equilibrada posición entre aguas turbulentas, mientras la jauría de su partido se encarga de destrozar al juez Kavanaugh en unas sesiones del Judiciary Committee , que revisa su nominación para el Tribunal Supremo de Justicia, un espectáculo digno del mejor circo romano en tiempos de Calígula.
Como estrategia para debilitar la creciente popularidad de Trump, los demócratas han creado, dentro de los grupos feministas, una histeria colectiva con el asunto del supuesto intento de violación hacia la señora Christine Blasey Ford por parte de distinguido abogado Brett Kavanaugh, un hecho presuntamente acaecido hace 36 años, en el contexto de una fiesta que muy pocas personas recuerdan con exactitud.
Una nueva investigación del FBI debería despejar las dudas que existieran sobre la honorabilidad del juez, puesta en entredicho por personas manejadas por intereses políticos, la certeza de los hechos alegados por la dama entre los que resaltan recuerdos confusos y probablemente identidades equivocadas, y la verdad sobre las intenciones de los senadores demócratas, encargados de arrojar dudas razonables sobre el candidato a magistrado de los republicanos, suficientes para que el senado norteamericano le niegue el acceso al cargo al nominado.

Dicen ser patriotas y de los nuestros, pero…

Ese comunismo enquistado en Washington, con peligrosas infiltraciones en el aparato de seguridad norteamericano, como lo demostraron los ataques del que fuera director de la CIA de Obama, John Brennan, y el director de la Inteligencia Nacional, James Clapper, ambos reconocidas fichas del socialismo militante y parte del mismo entramado del gobierno del partido demócrata, que entregó a Venezuela al gobierno Cubano, como si fuera una ficha en una mesa de cartas, para garantizar su sobrevivencia.
Pero a pesar de haber desatado una conflagración política en contra de la administración Trump, los comunistas no han podido distraer el esfuerzo del presidente republicano en llevar a buen término su plan de fortalecer a su propio hemisferio; muestra de ello es el éxito obtenido con la culminación del nuevo Tratado entre los Estados Unidos, México y Canadá, luego de difíciles negociaciones, que volvieron a equilibrar las condiciones de mercado de esa importante región de Norteamérica; también está la manera como ha enfrentado la delicada situación venezolana, una verdadera mina antipersonal sembrada por los demócratas para que le explotara en la cara a su gobierno,  y la atención que le está prestando a la delicada situación económica de Argentina; igualmente se suma la manera como está manejando el tema de la corrupción en Brasil… todo habla de un verdadero interés en estabilizar la región, y Colombia es un buen ejemplo de ello.
Pero vuelvo a mi preocupación inicial, debido a las administraciones presidenciales del partido demócrata, el socialismo ha avanzado como nunca en nuestro continente con las secuelas esperadas, aumento de la pobreza, prevalencia de gobiernos de fuerza y aumentos significativos de la violencia política, perdida de libertades a nivel continental, con un debilitamiento del espíritu democrático.
Lo más grave, lo mismo estaba sucediendo a lo interno de los EEUU, una increíble pérdida del de sentido común y la prevalencia de pasiones suicidas dentro de vastos sectores de la sociedad, el comunismo opera como una ideología, en la mente de los hombres y mujeres que la aceptan consciente o inconscientemente, en Norteamérica esta ideología está institucionalizada en un partido político que pretende el bien colectivo a costa de los derechos individuales.
Trump llegó justo en el momento crítico de evitar un enorme retroceso del poder norteamericano y, a pesar de su personalidad confrontadora e individualista, que cae mal en algunos sectores, sus acciones y sus proyectos se van concretando en la reparación del tejido económico y social de los Estados Unidos.
China y Rusia rechinan sus dientes ante el cambio de condiciones en Washington; ellos fueron los más sorprendidos cuando la rueda de la fortuna favorecieron al entonces candidato republicano, ninguno de las dos potencias quiere perder acceso al mercado de consumidores más grande y rico del planeta, y ahora tienen que sentarse a negociar con un hombre que no renuncia al liderazgo y presencia de su nación en la arena internacional, con reglas claras, justas y sin trampas. Esas son buenas noticias para un occidente que venía recibiendo palos por todos lados.   -   saulgodoy@gmail.com

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